viernes, 14 de junio de 2013

Papa Francisco: Homilía

Papa Francisco: Homilía14.6.13.- Homilía del Papa del viernes 14 de junior en Santa Marta


El único modo para recibir realmente el don de la salvación de Cristo es reconocer con sinceridad que somos débiles y pecadores, evitando toda forma de autojustificación. El Papa Francisco lo ha afirmado en la homilía de la Misa de esta mañana, celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta. Con el Pontífice han celebrado el prefecto y el secretario de la Congregación para el Clero, el cardenal Mauro Piacenza y el arzobispo Celso Morga Iruzubieta –acompañados por sacerdotes y el personal del dicasterio-  además del cardenal Giuseppe Bertello y el obispo de Humahuaca en Argentina, Pedro Olmedo Rivero y mons. Benjamin J. Almoneda, obispo emérito de Daet en Filipinas. Consciente de ser un débil vaso de barro, aunque custodio de un gran tesoro que se le ha dado de forma gratuita. Este es el seguidor de Cristo ante su Señor. El Papa Francisco comienza desde el punto de reflexión de la Carta en la que Pablo explica a los cristianos de Corinto que, para que esté claro que la “extraordinaria potencia” de la fe es obra de Dios, esta ha sido derramada en hombres pecadores, en vasos de barro”. Y es en esta relación entre “la gracia y la potencia de Jesucristo” y nosotros pobres pecadores, surge, observa el Papa, “el diálogo de la salvación”. Y sin embargo, destaca, este diálogo debe huir de cualquier “autojustificación”, “debe ser como nosotros somos”.

“Pablo ha hablado muchas veces –es como un estribillo, ¿no?- de sus pecados. ‘Pero yo os digo: yo que he sido un perseguidor de la Iglesia, he perseguido…’ Vuelve siempre a la memoria de su pecado. Se siente pecador. Pero en ese momento no dice: ‘Fui, pero ahora soy santo’, no. Incluso ahora tengo una espina de Satanás clavada en la carne. Nos hacer ver su propia debilidad. El propio pecado. Es un pecador que acoge a Jesucristo. Dialoga con Jesucristo”.
 
La clave, indica el Papa, es por tanto la humildad. Pablo mismo lo demuestra. Él reconoce públicamente, dice el Papa Francisco, “su currículum de servicio”, es decir, todo lo que ha realizado como Apóstol enviado por Jesús. Pero no por esto esconde o se esconde de lo que el Pontífice define como su “manual”, es decir sus pecados.

“Este es el modelo de la humildad de nosotros los sacerdotes. Si nos vanagloriamos solo de nuestro currículum y nada más, nos equivocaremos. No podemos anunciar a Jesucristo Salvador porque en el fondo no lo escuchamos. Debemos ser humildes, pero con una humildad real con nombre y apellido: ‘Yo soy pecador por esto, por esto, por esto’. Como hace Pablo: ‘He perseguido a la Iglesia’, como hace él, con pecados concretos. No pecadores con la humildad que parece ser más una imagen, ¿no? No, la humildad fuerte”.
 
“La humildad del sacerdote, la humildad del cristiano es concreta”, asegura el Papa Francisco, porque, si el cristiano no es capaz de “hacerse a sí mismo y a la Iglesia esta confesión, algo no funciona”. No hacer esto es no entender la belleza de la salvación que nos trae Jesús”.
 
“Hermanos, nosotros tenemos un tesoro: Jesucristo Salvador. La cruz de Jesucristo, este tesoro del que nos vanagloriamos. Pero lo tenemos en vasos de barro. Vanagloriémonos de nuestro manual, de nuestros pecados. Y así el diálogo es cristiano y católico: concreto, porque la salvación de Jesucristo es concreta. Jesucristo no nos ha salvado con una idea, con un programa intelectual, no. Nos ha salvado con la carne, con la concreción de la carne. Se ha abajado, se ha hecho hombre, hecho carne hasta el final. Pero sólo se puede entender, solo se puede recibir en vasos de barro”.
 
También la Samaritana que encuentra Jesús y después de haber hablado con Él, cuenta a sus vecinos primero su pecado y después lo que ha sucedido en ese encuentro. El Señor se comporta de modo análogo con Pablo. “Creo –observa el Papa- que esta mujer está en el Cielo, seguro”, porque, como dice el Manzoni, “’nunca ha sucedido que el Señor haya comenzado un milagro sin terminarlo bien’ y este milagro que Él comenzó seguramente lo terminó bien en el Cielo”. A ella, concluye el Papa, pidámosle “que nos ayude a ser vasos de barro para poder llevar y entender el misterio glorioso de Jesucristo”.


13.6.13.- Homilía del Papa Francisco hoy en la Domus Santa Marta


Que el Señor nos conceda la gracia de tener cuidado con los comentarios que hacemos sobre los demás: es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa habló en español durante la homilía, ya que estaban presentes en la celebración el personal de las embajadas y de los consulados de Argentina en Italia y en la FAO. “Desde el 26 de febrero que no celebraba la Misa en español”, comentó el Papa, “me ha hecho mucho bien” y agradeció a los participantes en la Misa por lo que hacen por su país. “Que vuestra justicia sea superior a la de los fariseos”. El Papa Francisco ha realizado su homilía partiendo de la exhortación realizada por Jesús a sus discípulos. Palabras que vienen después de las Bienaventuranzas y después de que Jesús haya destacado que Él no venía a abolir la ley, sino que la lleva a cumplimiento. La suya, observó, “es una reforma sin rotura, una reforma en la continuidad: de la semilla llegamos al fruto”.
Lo que “entra en la vida cristiana”, advirtió, “tiene exigencias superiores a la de los demás”, “no hay ventajas superiores”. Y Jesús menciona algunas de estas exigencias y habla en particular del “tema de la relación negativa con los hermanos”. El que maldice, afirma Jesús, “se merece el infierno”. Si en el corazón hay “algo negativo” hacia el hermano, comentó el Papa, “hay algo que no funciona y debes convertirte, debes cambiar”. Añadió que “el enfado es un insulto contra el hermano, es algo que se da en la línea de la muerte”, “lo mata”. Observó que, especialmente en la tradición latina, hay “una creatividad maravillosa” en el inventar motes. Pero, advirtió, “cuando el mote es amigable va bien, el problema es cuando es de otro tipo”, cuando se da el “mecanismo del insulto”, es “una forma de denigrar al otro”.

“Y no hace falta ir al psicólogo –dijo el Papa- para saber que cuando uno denigra al otro es porque él mismo no puede crecer y necesita humillar al otro para sentirse alguien”. Este es un “mecanismo feo”. Jesús, evidenció, “con toda sencillez dice”: “no habléis mal uno del otro. No os denigréis. No os descalifiquéis”. Y luego prosiguió “porque en el fondo todos caminamos por el mismo camino”, “todos vamos por el mismo camino que nos lleva al final”. Por tanto, reflexionó, “si la cosa no va por el camino de la fraternidad, todos terminaremos mal: el que insulta y el insultado”.

El Papa observó después que “si uno no es capaz de dominar la lengua se pierde” y además “la agresividad real, la que Caín tuvo con Abel, se repite en el arco de la historia”. No es que seamos malos, afirmó el Papa, “somos débiles y pecadores”. Precisamente por esto es “más sencillo”, “terminar una situación con un insulto, con una calumnia, con una difamación que arreglarla con algo bueno”.

“Yo quisiera pedir al Señor que nos dé a todos la gracia de tener cuidado con la lengua con respecto a lo que decimos de los demás”. Es “una pequeña penitencia –añadió- pero da buenos frutos”. A veces –constató- uno se queda con hambre” y piensa: “Qué pena que no he gustado el fruto de un comentario delicioso contra el otro”. Pero, dijo, a la larga “este hambre fructifica y nos hace bien”. He aquí porque debemos pedirle al Señor esta gracia: adecuar nuestra vida “a esta nueva Ley, que es la ley de la mansedumbre, la ley del amor, la ley de la paz”, “evitar” los comentarios que hacemos hacia los demás, o las explosiones que nos llevan al insulto o a los enfados fáciles. ¡Qué el Señor nos conceda a todos esta gracia!”.
 
 © Radio Vaticano

12.6.13.- Homilía del Papa en la Domus Santa Marta


No debemos tener miedo de la libertad que nos da el Espíritu Santo: es lo que ha destacado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha destacado que en este momento la Iglesia debe tener cuidado con dos tentaciones: la de volver atrás y la del “progresismo adolescente”. En la Misa, concelebrada por el cardenal João Braz de Aviz, ha participado un grupo de sacerdotes, religiosos y laicos de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. Entre los participantes estaba también el cardenal Bernard Agré. “No penséis que yo he venido para abolir la ley”. El Papa Francisco ha realizado su homilía partiendo de estas palabras que Jesús dirigió a los discípulos observando que esta cita evangélica va justo detrás de las Bienaventuranzas, “expresiones de la nueva ley” más exigente que la de Moisés. Esta ley, añadió el Papa, “es fruto de la Alianza”, y no se puede entender sin esta. “Esta Alianza –dijo- esta ley es sagrada porque llevaba el pueblo hacia Dios”. Comparando la “madurez de esta ley” con el “brote que se abre y se convierte en flor”. Jesús, afirmó, “es la expresión de la madurez de la ley y añadió que Pablo nos habla de dos tiempos “sin cortar la continuidad” entre la ley de la historia y la ley del Espíritu. 
“La hora del cumplimiento de la ley, la hora en que la ley llega a su madurez: es la ley del Espíritu. Este ir hacia delante en este camino es un poco arriesgado pero es el único camino de la madurez para salir de los tiempos en los que no somos maduros. En este camino hacia la madurez de la ley, que viene justamente con la predicación de Jesús, hay siempre un temor, miedo a la libertad que nos da el Espíritu. ¡La ley del Espíritu nos hace libres! Esta libertad nos da miedo porque tememos confundir la libertad del Espíritu con otra libertad humana”.

La ley del Espíritu, dijo de nuevo, “nos lleva hacia un camino de discernimiento continuo para hacer la voluntad de Dios y esto nos da miedo”. Un miedo, advirtió, que “tiene dos tentaciones”. La primera es la “de volver hacia atrás” de decir hasta aquí podemos llegar y por tanto nos quedamos aquí. Esta, dijo, es la tentación del miedo a la libertad, del miedo al Espíritu Santo”. Un miedo “que nos hace caminar a lo seguro”. 


El Papa ha contado que un superior General, en los años ’30, había recogido todas las prescripciones anticarisma” para sus religiosos, “un trabajo de años”. Fue a Roma a reunirse con un abad benedictino que, al escuchar lo que había hecho, le dijo que “había asesinado el carisma de su Congregación”, “había matado la libertad” ya que este “carisma da fruto en la libertad y él lo había detenido”.
Esta tentación de volver atrás, porque estamos más ‘seguros’ detrás: sin embargo, la seguridad plena está en el Espíritu Santo que nos lleva adelante, que nos da esta confianza –como dice Pablo- la confianza en el Espíritu, que es más exigente. Jesús nos dice: ‘En verdad os digo: hasta que no pasen cielo y tierra, no pasará una sola coma de la ley’. ¡Es más exigente! Pero no nos da esta seguridad humana. No podemos controlar el Espíritu Santo: ¡Este es el problema! Esto es una tentación.

Después, dijo, hay otra que es la del “progresismo adolescente”, que nos “hace salir del camino”. Ver una cultura y “no separarse del todo de esta”.
 
“Tomamos de aquí y de allá, los valores de esta cultura ¿quieren hacer esta ley? Adelante con esta ley ¿Quieren seguir adelante con lo otro? Hagamos más ancho el camino. Al final, como digo, no es un verdadero progresismo. Es un progresismo adolescente, como los adolescentes que quieren tenerlo todo y ¿al final? Se resbala… Es como cuando la carretera tiene hielo y nos salimos de ella con el coche… ¡Es otra tentación en este momento! Nosotros, en este momento de la historia de la Iglesia, ¡no podemos volver atrás ni salirnos de la carretera!
 
El camino, dijo, “es el de la libertad en el Espíritu Santo, que nos hace libres, en el discernimiento continuo sobre la voluntad de Dios para seguir adelante en este camino, sin volver atrás ni salirnos de él”. Pidamos al Señor, concluyó, “la gracia que nos da el Espíritu Santo para seguir hacia delante”.

11.6.13.- Homilía de la misa de este martes en la Casa Santa Marta



El Evangelio se anuncia con sencillez y gratuidad, afirmó el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa aseguró que en la Iglesia el testimonio de la pobreza nos salva de convertirnos en meros organizadores de obras. Y advirtió que cuando queremos una “Iglesia rica”, la Iglesia “envejece”, “no tiene vida”. En la Misa, concelebrada, entre otros, por el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, participaron los sacerdotes y colaboradores de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El Papa Francisco ha realizado su homilía a partir de la siguiente exhortación dirigida por Jesús a los Apóstoles enviados a anunciar el Reino de Dios: “No llevéis ni oro ni plata ni dinero en vuestras cinturas”.
 Un anuncio –dijo- que el Señor “quiere que se haga con sencillez”, esa sencillez “que deja sitio al poder de la Palabra de Dios”, porque si los Apóstoles no hubieran tenido fe en la Palabra de Dios”, “quizás habrían hecho otras cosas”.
 
El Papa Francisco indicó la “palabra-clave” de las consignas dadas por Jesús: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Todo es gracia, añadió, y “cuando nosotros queremos actuar de un modo donde la gracia” “se deja de lado, el Evangelio no tiene eficacia”.
 
“La predicación evangélica nace de la gratuidad, del estupor de la salvación que llega; lo que yo he recibido gratuitamente, debo darlo gratuitamente”, continuó.
 
“Y desde el principio esto era así –dijo-: San Pedro no tenía una cuenta en un banco, y cuando ha tenido que pagar los impuestos, el Señor lo mandó al mar a pescar un pez y encontrar la moneda dentro del pez, para pagar. Felipe, cuando se encuentra con el ministro de economía de la reina Candace, no pensó: ‘Ah, bien…hagamos una organización para sostener el Evangelio…’ ¡No! No hizo negocios con él: anunció, bautizó y se fue”.
 
El Reino de Dios, prosiguió, “es un don gratuito”. Y reveló que, desde los orígenes de la comunidad cristiana, esta actitud se ha visto sometida a tentaciones.
 
Está, dijo, “la tentación de buscar la fuerza” en lugar de la gratuidad, mientras que “nuestra fuerza es la gratuidad del Evangelio”.
 
Es más, “en la Iglesia siempre ha existido esta tentación”, y esto crea “un poco de confusión”, advirtió, ya que “el anuncio parece proselitismo y por ese camino no se adelanta”. El Señor, añadió, “nos ha invitado a anunciar, no a hacer prosélitos”.
 
Citando a Benedicto XVI, destacó que “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”. Y esta atracción, prosiguió, viene del testimonio de “aquellos que desde la gratuidad anuncian la gratuidad de la salvación”.
 
“Todo es gracia. Todo. ¿Y cuáles son los signos de que un apóstol vive esta gratuidad? Hay muchos, pero destacaré solo dos: en primer lugar la pobreza. El anuncio del Evangelio debe ir en el camino de la pobreza. El testimonio de esta pobreza: no tengo riquezas, mi riqueza es solo el don que he recibido: Dios. Esta gratuidad: ¡es nuestra riqueza! Y esta pobreza nos salva de convertirnos en organizadores, empresarios… Se deben llevar a cabo las obras de la Iglesia, y algunas son muy complejas, pero con corazón de pobreza, no con el corazón de la inversión o de un empresario, ¿no?”.
 
“La Iglesia –añadió- no es una ONG: es otra cosa, más importante, y nace de esta gratuidad, recibida y anunciada”. La pobreza, afirmó, “es uno de los signos de esta gratuidad”.
 
El otro signo, añadió el Papa Francisco, “es la capacidad de alabanza, cuando un apóstol no vive esta gratuidad, pierde la capacidad de alabar al Señor”. Alabar al Señor, “es esencialmente gratuito, es una oración gratuita: no pedimos, sólo alabamos”.
 
“Estos don son los signos de que un apóstol vive esta gratuidad: la pobreza y la capacidad de alabar al Señor. Y cuando encontramos apóstoles que quieren hacer una Iglesia rica y una Iglesia sin la gratuidad de la alabanza, la Iglesia envejece, la Iglesia se convierte en una ONG, la Iglesia no tiene vida. Pidamos al Señor hoy la gracia de reconocer esta gratuidad: ‘Gratuitamente habéis recibido, dad gratuitamente’. Reconoced esta gratuidad, el don de Dios. Vayamos también hacia delante con esta gratuidad en la predicación evangélica”.

10.6.13.- Homilía del Papa Francisco hoy en la Domus Santa Marta



La verdadera libertad nace de la apertura del corazón al Señor: es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha afirmado que la salvación es vivir en la consolación del Espíritu Santo, no en la consolación del Espíritu del mundo. En la Misa, concelebrada por el cardenal Stanislaw Rylko, por mons. Josef Clemens y por mons. George Valiamattam, arzobispo de Tellicherry – ha participado un grupo de sacerdotes y colaboradores del Consejo Pontificio para los Laicos. ¿Qué es la consolación para un cristiano? El Papa Francisco ha comenzado su homilía observando que San Pablo, al comienzo de la 2ª Carta a los Corintios, utiliza muchas veces la palabra consuelo. El Apóstol de los Gentiles, añadió, “habla a los cristianos jóvenes en la fe”, personas que “han comenzado a seguir a Jesús desde hace poco”, e insiste mucho sobre esto, incluso en que “no eran todos perseguidos”. Eran personas normales “que habían encontrado a Jesús”. Esto, ha afirmado, “es un cambio de vida tan grande que era necesaria la fuerza especial de Dios” y esta fuerza es el consuelo. El consuelo, ha dicho de nuevo, “es la presencia de Dios en nuestro corazón”. Pero, ha advertido, para que el Señor “esté en nuestro corazón, es necesario abrirle la puerta”, es necesaria “nuestra conversión”.
“La salvación es esto: vivir en la consolación del Espíritu Santo, no en la del Espíritu del mundo. No, esta no es salvación, esto es el pecado. La salvación es ir adelante y abrir el corazón para que venga este consuelo del Espíritu Santo, que es la salvación. Pero ¿no se puede negociar un poco de allí y un poco de aquí? Hacer un poco de macedonia, digamos ¿no? Un poco de Espíritu Santo, un poco del espíritu del mundo… ¡No! Una cosa o la otra”.

El Señor, ha proseguido, lo dice claramente: “No se puede servir a dos señores: o se sirve al Señor o se sirve al espíritu del mundo”. No se pueden “mezclar”. Entonces, cuando estamos abiertos al Espíritu del Señor, podemos entender “la nueva ley que el Señor nos da”: las Bienaventuranzas, de las que nos habla el Evangelio de hoy. Estas bienaventuranzas, añadió, “solo se entienden si uno ha abierto el corazón, se entienden desde el consuelo del Espíritu Santo”, “no se pueden entender solo con la inteligencia humana”.
 
“Son los nuevos mandamientos. Pero si nosotros no tenemos el corazón abierto al Espíritu Santo, parecerán una tontería. ‘Mira que ser pobres, mansos, misericordiosos no parece una cosa que nos lleve al éxito’. Si no tenemos el corazón abierto y si no hemos gustado el consuelo del Espíritu Santo, que es la salvación, no se entiende esto. Esta es la ley por la que aquellos fueron salvados y abrieron su corazón a la salvación. Esta es la ley de los libres, con la libertad del Espíritu Santo”.
 
Uno, ha dicho el Papa Francisco, “puede regular su vida, organizarla sobre una lista de mandamientos o procedimientos”, un conjunto “meramente humano”. Pero esto, al final, “no nos lleva a la salvación”, solo el corazón abierto nos lleva a la salvación. También ha recordado que muchos estaban interesados en “examinar” la “nueva doctrina para después discutir con Jesús”. Y esto sucedía porque “tenían el corazón cerrado en sus cosas”, “cosas que Dios quería cambiar”. ¿Por qué, se pregunta el Papa, hay personas que tienen el corazón “cerrado a la salvación”? Porque, responde, “tenemos miedo de la salvación. La necesitamos pero tenemos miedo de ella”, porque cuando viene el Señor “para salvarnos, debemos darlo todo. Y ¡manda Él! De esto tenemos miedo”, porque “queremos mandar nosotros”. Añadió que, para entender “estos nuevos mandamientos”, necesitamos la libertad que “nace del Espíritu Santo, que nos salva, nos consuela” y “nos da la vida”.

“Podemos pedir hoy al Señor la gracia de seguirlo, pero con esta libertad. Porque si nosotros queremos seguirlo solo con nuestra libertad humana, al final nos convertiremos en hipócritas como los fariseos y saduceos, aquellos que peleaban con Jesús. La hipocresía es esto: no dejar que el Espíritu cambie el corazón con su salvación. La libertad del Espíritu, que nos da el Espíritu, también es una especie de esclavitud, una ‘esclavitud’ al Señor que nos hace libres, es otra libertad. Sin embargo, nuestra libertad solo es una esclavitud, pero no al Señor, sino al Espíritu del mundo. Pidamos la gracia de abrir nuestro corazón al consuelo del Espíritu Santo, para que este consuelo, que es la salvación, nos haga entender bien estos mandamientos. ¡Así sea!”.
 
© Radio Vaticano

8.6.13.- Homilía del Papa en Santa Marta



(RV).- Aprendamos, como María, a recibir y a custodiar la Palabra de Dios. Fue la invitación que el Papa Francisco formuló en la Misa en la Casa de Santa Marta este sábado 8 de junio, memoria del Corazón Inmaculado de la Beata Virgen María. El Papa subrayó que María leía la vida con la Palabra de Dios y esto justamente significa custodiar. En la Misa de hoy participó un grupo de colaboradores de Caritas Internationalis, acompañados por el secretario general, Michel Roy. 
Asombro y custodia: el Papa desarrolló su homilía de hoy partiendo de este binomio. La ocasión la ofreció el Evangelio del día, que narra del asombro de los maestros de la Ley en el Templo en el escuchar a Jesús y en el guardar de María, en su corazón, la Palabra de Dios. El asombro, observó el Pontífice, “es más del gozo: es un momento en el que la Palabra de Dios viene, es sembrada en nuestro corazón”. Pero, advirtió, “no se puede vivir siempre en el asombro”, esto de hecho va llevado “en la vida con la custodia”. Y es precisamente lo que hace María, de la que se dice que se “maravilló” y custodió la “Palabra de Dios”:
“Custodiar la Palabra de Dios: ¿Qué cosa quiere decir esto? ¿Que recibo la Palabra, tomo una botella, meto la Palabra en la botella y la custodio? No. Custodiar la Palabra de Dios quiere decir que nuestro corazón se abre, se ha abierto a aquella Palabra como la Tierra se abre para recibir las semillas. La Palabra de Dios es una semilla que es sembrada. Y Jesús nos ha dicho qué cosa ocurre con la semilla: algunas caen a lo largo del camino, vienen los pájaros y las comen; esta Palabra no ha sido custodiada, esos corazones no han sabido recibirla”.

Otras, continuó, caen en una tierra pedregosa y la semilla muere. Y Jesús dice que aquellos “no saben custodiar la Palabra de Dios porque no son constantes: cuando les sucede una tribulación se olvidan”. La Palabra de Dios, observó el Papa, cae en una tierra no preparada, no custodiada, donde hay espinas. Y ¿qué cosa son las espinas? Jesús, subrayó Francisco, habla del apego a las riquezas, los vicios”. He aquí que “custodiar la Palabra de Dios significa meditar qué cosa nos dice esta Palabra con lo que sucede en la vida”. Y “María hacia esto”, “meditaba y hacía la comparación”. Éste, “es un gran trabajo espiritual ”:

“Juan Pablo II decía que con este trabajo, María tenía una particular fatiga en su corazón: tenía el corazón fatigado. Pero esto no es un afán, es una fatiga, es un trabajo. Custodiar la Palabra de Dios se hace con este trabajo: el trabajo de buscar qué cosa significa tal cosa en este momento, qué cosa me quiere decir el Señor en este momento, cómo se entiende tal situación frente a la Palabra de Dios. Leer la vida con la Palabra de Dios: esto significa custodiar”. 

Pero también recordar. “La memoria – dijo el Obispo de Roma – es una custodia de la Palabra de Dios. Nos ayuda a custodiarla, a recordar todo aquello que el Señor ha obrado en mi vida”. Nos recuerda, puntualizó, “todas las maravillas de la salvación en su pueblo y en mi corazón. La memoria custodia la Palabra de Dios”. El Papa concluyó su homilía invitando a todos a meditar “en cómo custodiamos la Palabra de Dios, cómo conservamos este asombro, para que los pájaros del camino no la coman, los vicios no la sofoquen”:

“Nos hará bien cuestionarnos: 'Con las cosas que ocurren en la vida, me hago la pregunta: ¿en este momento, qué cosa me dice el Señor con su Palabra?'. Esto se llama custodiar la Palabra de Dios, la Palabra de Dios es el mensaje que el Señor nos da en todo momento. Custodiarla con esto: custodiarla con nuestra memoria. Y también custodiarla con nuestra esperanza. Pidamos al Señor la gracia de recibir la Palabra de Dios y custodiarla, y también la gracia de tener un corazón que se fatiga en esta custodia. Así sea”. (RC-RV)

7.6.13.- Homilía en Capilla Santa Marta



Dejarnos amar por el Señor con ternura es difícil pero es lo que debemos pedir a Dios: es la invitación del Papa Francisco en la Misa de esta mañana en Santa Marta, hablando de la solemnidad de hoy del Sagrado Corazón de Jesús. Estaba presente el personal del Archivo Secreto Vaticano: ha concelebrado el archivista de la Santa Iglesia Romana, mons. Jean-Louis Bruguès, y el prefecto, mons, Sergio Pagano. Jesús nos ha amado mucho, no sólo con las palabras sino con las obras y con su vida. El Papa Francisco lo repitió varias veces en la homilía de esta mañana, en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que él mismo define como “la fiesta del amor”, de un “corazón que ha amado mucho”. Un amor que, como repetía San Ignacio, “se manifiesta más en las obras que en las palabras” y que es, sobre todo, “más dar que recibir”. “estos dos criterios –evidencia el Papa- son como los pilares del amor verdadero”, y es el Buen Pastor el que representa en todo el amor de Dios. Él conoce a sus ovejas una por una, “porque –añade el Papa Francisco- el amor no es un amor abstracto o general: es el amor hacia cada uno”.
“Un Dios que se hace cercano por amor, camina con su pueblo y este caminar llega a un punto que es inimaginable. Es impensable que el mismo Señor se haga uno de nosotros y camine con nosotros, permanezca con nosotros, permanezca en su Iglesia, permanezca en la Eucaristía, permanezca en su Palabra, permanezca en los pobres, permanezca con nosotros caminando. Y esta es la cercanía: el Pastor cercano a su rebaño, cercano a sus ovejas, que conoce una a una”.

Explicando de nuevo un pasaje del Libro del profeta Ezequiel, el Papa explica otro aspecto del amor de Dios: la atención por la oveja perdida y por la herida y enferma.
 
“¡Ternura! El Señor nos ama con ternura. El Señor conoce esta bella ciencia de las caricias, esta ternura de Dios. No nos ama con las palabras. El se acerca –cercanía- y nos da ese amor con ternura. ¡Cercanía y ternura! Estas dos maneras del amor del Señor que se hace cercano y nos da todo su amor incluso con las cosas más pequeñas: con la ternura. Y este es un amor fuerte, porque la cercanía y la ternura nos hacen ver la fortaleza del amor de Dios”.
 
“Pero ¿amad como yo os he amado?” esta es la pregunta que el Papa Francisco realiza, destacando que el amor “debe hacerse cercano al prójimo”, que debe ser “como el del buen samaritano” y en particular en el signo “de la cercanía y de la ternura”. ¿Pero cómo restituir este amor al Señor? Este es otro punto sobre el que el Pontífice se detuvo: sin duda: “amándolo”, haciéndose “cercano a Él”, tiernos con Él: pero esto no basta.

“Esto puede parecer una herejía, pero ¡es la verdad más grande! Más difícil que amar a Dios es ¡dejarse amar por Él! La manera de devolver tanto amor es abrir el corazón y dejarse amar. Dejar que Él se acerque a nosotros y sentirlo a nuestro lado. Dejar que él se haga tierno con nosotros, nos acaricie. Esto es lo más difícil: dejarnos amar por Él. Esto es lo que debemos pedir hoy en la Misa: ‘Señor, yo quiero amarte, pero enséñame la difícil ciencia, la difícil costumbre de dejarme amar por Ti, de sentirte cercano y tierno’. ¡Qué el Señor nos dé esta gracia!”.

6.6.13.- Homilía en Casa Santa Marta


Cada uno de nosotros vive de pequeñas y grandes idolatrías, pero el camino que lleva a Dios pasa por un amor exclusivo a Él, como nos enseñó Jesús. Esto ha dicho el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. Concelebrando con el Papa había tres prelados –el arzobispo de Curitiba en Brasil, José Vitti de Ibiza en España, Juan Segura, y de Sagar en India, Chirayath Anthony.
Estaban presentes también los colaboradores de la Biblioteca Apostólica Vaticana, acompañados por el viceprefecto Ambrogio Paizzoni, y un grupo del personal laico de la Universidad Lateranense, acompañados por el pro-rector, monseñor Patrick Valdrini.
 Cuando el escriba se acerca a Jesús, para preguntarle cuál era, según Él, “el primero de todos los mandamientos” es probable que su intención no fuese tan inocente. El Papa Francisco comienza la homilía valorando el comportamiento del hombre que en el relato evangélico de la liturgia de hoy, se dirige a Cristo dando la impresión de “ponerlo a prueba”, o “de intentar hacerle caer en la trampa”. Y cuando –tras la cita bíblica de Jesús:

‘”Escucha Israel. El Señor es nuestro Dios, es el único Señor”- el escriba replica aprobando, el Papa llama la atención sobre el comentario de Cristo: “No estás lejos”, Jesús le quiso decir al escriba: “Tú sabes bien la teoría”, pero “todavía te falta una distancia hasta el Reino de Dios”, es decir debes caminar para transformar “en realidad este mandamiento”, ya que “la confesión de Dios” se hace “en el camino de la vida”.

“No basta decir: ‘Creo en Dios, Dios es el único Señor’. Va todo bien, pero ¿cómo vives esto en el camino de la vida? Porque nosotros podemos decir: ‘El Señor es el único Dios, solo, no hay otro’ pero vivir como si Él no fuese el único Dios y tener a nuestra disposición a otros dioses… Este es el peligro de la idolatría: la idolatría que nos trae el espíritu del mundo. Y Jesús, en esto era muy claro: el espíritu del mundo no. Y pide al Padre que nos defienda del espíritu del mundo, Jesús en la Última Cena, porque el espíritu del mundo nos lleva a la idolatría”. 
 
“La idolatría –prosigue el Papa Francisco- es sutil”, todos “nosotros tenemos nuestros ídolos escondidos” y “el camino de la vida para llegar, para no estar lejos del Reino de Dios, comporta “descubrir los ídolos escondidos”. Un comportamiento que se puede encontrar ya en la Biblia –recuerda el Papa- en el episodio en el que Raquel, mujer de Jacob, finge no tener consigo los ídolos que se había traído de la casa de su padre, escondidos en su montura. También nosotros, afirma el Papa Francisco, “los hemos escondido en nuestra montura… pero debemos buscarlos y destruirlos”, porque para seguir a Dios, el único camino es el del amor fundado en la “fidelidad”.

“Y la fidelidad nos pide expulsar a los ídolos, descubrirlos: están escondidos en nuestra personalidad, en nuestro modo de vivir. Pero estos ídolos escondidos hacen que nosotros no seamos fieles en el amor. El apóstol Santiago, cuando dice ‘Quien es amigo del mundo, es enemigo de Dios’, comienza diciendo: ‘¡Adúlteros!’ nos reprende con este adjetivo: adúlteros. ¿Por qué? ¿Por qué quien es ‘amigo’ del mundo es una idolatría, no es ¡fiel al amor de Dios! El camino para no estar lejos, para avanzar, para avanzar hacia el Reino de Dios, es un camino de fidelidad que se parece a la del amor nupcial”. Incluso “con las pequeñas y no tan pequeñas idolatrías que tenemos”, ¿cómo –se pregunta concluyendo el Papa Francisco- no ser fieles “a un amor tan grande?” Para hacerlo es necesario confiar en Cristo, que es “fidelidad plena” y que “nos ama tanto”:
 
“Podemos pedirle hoy a Jesús: ‘Señor, tú que eres tan bueno, enséñame este camino para estar, cada día, más cerca del Reino de Dios, este camino para despojarnos de los ídolos”. Es difícil pero debemos comenzar… los ídolos escondidos en tantas monturas, que nosotros tenemos en nuestra personalidad, en el modo de vivir: expulsar de nosotros el ídolo de la mundanidad que nos lleva a convertirnos en enemigos de Dios. Pidamos a Jesús esta gracia, hoy”. 
 
© Radio Vaticano

5.6.13.- Misa matutina en Santa Marta



Lamentarse de los propios sufrimientos ante Dios no es pecado, sino una oración del corazón que llega al Señor: así lo afirmó el Papa esta mañana en la Misa en Santa Marta. Estaban presentes algunos miembros de la Congregación para el Culto Divino y de la Biblioteca Apostólica Vaticana. Concelebraron, entre otros, el cardenal Antonio Cañizares Llovera, mons. Cesare Pasini y mons. Joseph Di Noia. La historia de Tobit y Sara, recogida en la primera lectura del día, fue el centro de la homilía del Papa: dos personas justas que viven situaciones dramáticas. El primero se vuelve ciego a pesar de realizar obras buenas, incluso arriesgando la vida; la segunda se desposa con siete hombres que mueren antes de la noche de bodas. Ambos, en su inmenso dolor, piden a Dios que les haga morir. “Son personas en situaciones límite – observa el Papa – situaciones precisamente en el subsuelo de la existencia, y buscan una salida. Se lamentan” pero “no blasfeman”:
 
“Y lamentarse ante Dios no es pecado. Un sacerdote que conozco una vez le dijo a una mujer que se lamentaba ante Dios por sus calamidades: ‘Pero, señora, esa es una forma de oración. Siga adelante’. El Señor escucha nuestros lamentos. Pensemos en los grandes, en Job, cuando en el capítulo III (dice): ‘Maldito el día en que nací’. Y también Jeremías, en el capítulo XX: ‘Maldito el día…’. Se lamentan incluso con una maldición, no al Señor, sino a esa situación, ¿no? Esto es humano”.
 
Hay muchas personas que viven casi al límite, subrayó el Papa: niños desnutridos, prófugos, enfermos terminales. En el Evangelio del día – observa – están los Saduceos que presentan el caso límite de una mujer, viuda de siete hombres. No hablaban de este caso con el corazón:
 
“Los saduceos hablaban de esta mujer como si fuese un laboratorio, todo aséptico, todo… Era un caso de moral. Nosotros, cuando pensamos en esta gente que sufre tanto, ¿pensamos como si fuese un caso de moral, puras ideas, ‘pero, en este caso, … este caso …’, o pensamos con nuestro corazón, con la nuestra carne, también? A mi no me gusta cuando se habla de estas situaciones de manera tan académica y no humana, a veces con las estadísticas … pero sólo así. En la Iglesia hay muchas personas en esta situación”.
 
En estos casos – afirma el Papa – hay que hacer lo que dice Jesús, rezar:
 
“Rezar por ellos. Ellos deben entrar en mi corazón, deben ser una inquietud para mí: mi hermano sufre, mi hermana sufre. Este es … el misterio de la comunión de los Santos: rezar al Señor: ‘Pero, Señor, mira a ese: llora, sufre’. Rezar, permitidme que lo diga, con la carne: que nuestra carne rece. No con las ideas. Rezar con el corazón”.
 
Y las oraciones de Tobit y Sara, que aunque pedían la muerte se dirigen al Señor, nos dan esperanza – subraya el Papa – porque son acogidas por Dios a su manera, que no les hace morir sino que cura a Tobit y da finalmente un marido a Sara: “La oración – explica – siempre llega a la gloria de Dios, siempre, cuando es oración desde el corazón”. En cambio, “cuando es un caso de moral, como este del que hablaban los saduceos, no llega nunca, porque no sale nunca de nosotros mismos: no nos interesa. Es un juego intelectual”.


El Papa Francisco invita, finalmente, a rezar por cuantos viven situaciones dramáticas y sufren mucho y como Jesús en la cruz gritan: 

“Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Oremos – concluyó –“para que nuestra oración llegue y sea un poco de esperanza para todos nosotros”.

4.6.13.- Homilía en la Misa de Casa Santa Marta



Un cristiano no usa un “lenguaje socialmente educado”, inclinado a la hipocresía, sino que es portavoz de la verdad del Evangelio con la misma trasparencia de los niños. Es la enseñanza que el Papa Francisco ha ofrecido hoy en la homilía de la Misa celebrada esta mañana en la Domus Santa Marta. Con el Pontífice concelebraron el patriarca de los católicos armenios, Nerses Bedros XIX Tarmouni, mons. Fernando Vianney, obispo de Kandy (Sri Lanka), y mons. Jean Luis Brugues de la Biblioteca Apostólica Vaticana, acompañado pro un grupo de colaboradores de esta entidad. Estuvieron presentes también la presidenta y el director general de la Rai, Anna Maria Tarantola y Luigi Gubitosi, con sus familiares. De los corruptos a su lengua preferida: la hipocresía. La escena evangélica del tributo al César, y de la insidiosa pregunta de los fariseos y de los herodianos a Cristo sobre la legitimidad de ese tributo, proporciona al Papa Francisco una reflexión en total continuidad con la homilía de ayer. La intención con la que se acercan a Jesús, afirma, es la de hacerle “caer en la trampa”. Su pregunta sobre si es lícito o no pagar los impuestos al César se plantea – afirma el Papa – “con palabras mórbidas, con palabras bonitas, con palabras demasiado melosas”. “Intentan – añade – mostrarse como amigos”. Pero es todo falso. Porque, explica el Papa Francisco, “estos no aman la verdad” sino sólo a si mismos, “y por ello intentan engañar, implicar al otro en su mentira, en su patraña. Ellos tienen un corazón embustero, no pueden decir la verdad”:
 
“Este es precisamente el lenguaje de la corrupción, la hipocresía. Y cuando Jesús habla a sus discípulos, dice: ‘Que vuestra palabra sea ‘¡Sí, sí! No, no!’. La hipocresía no es un lenguaje de verdad, porque la verdad nunca va sola, No hay verdad sin amor. El amor es la primera verdad. Si no hay amor, no hay verdad. Estos quieren una verdad esclava de sus propios intereses. Hay un amor, podemos decir: pero el amor de sí mismos, el amor a sí mismos. Esa idolatría narcisista que les lleva a traicionar a los demás, que les lleva a abusar de su confianza”.
 
Lo que parece un “lenguaje persuasivo”, insiste el Papa Francisco, lleva en cambio “al error, a la mentira”. Y, siguiendo con la ironía, observa que quienes hoy se acercan a Jesús y “parecen tan amables en el lenguaje, son los mismos que irán el jueves por la noche a prenderle en el Huerto de los Olivos, y el viernes le llevarán a Pilato”. En cambio, Jesús pide exactamente lo contrario a quienes le siguen, una lengua “sí, sí, no, no”, una “palabra de verdad y con amor”:
 
“Y la mansedumbre que Jesús quiere de nosotros no tiene nada, no tiene nada de esta adulación, con este modo meloso de ir adelante. ¡Nada! La mansedumbre es sencilla; es como la de un niño. Y un niño no es hipócrita, porque no está corrompido. Cuando Jesús nos dice: ‘Vuestra palabra sea ‘¡Sí, sí! No, no!’ con alma de niños, dice lo contrario de la forma de hablar de estos”. 
La última consideración se refiere a esa “cierta debilidad interior”, estimulada por la “vanidad”, por la que, constata el Papa Francisco, “nos gusta que digan cosas buenas de nosotros”. Esto “los corruptos lo saben” y "con este lenguaje intentan debilitarnos”:
“Pensemos bien hoy: ¿cuál es nuestra forma de hablar? ¿Hablamos en verdad, con amor, o hablamos un poco con ese lenguaje social de ser educados, también de decir cosas bonitas, pero que no sentimos? ¡Que nuestro hablar sea evangélico, hermanos! Además, estos hipócritas que empiezan con la adulación, las lisonjas y todo esto, acaban buscando falsos testigos para acusar a los que habían adulado. Pidamos al Señor que nuestro hablar sea el hablar de los sencillos, el hablar de un niño, el hablar de hijos de Dios, hablar con verdad desde el amor”.