jueves, 27 de diciembre de 2012

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TIEMPO DE NAVIDAD

DICIEMBRE
Dia 27: San Juan, apóstol y evangelista
- El evangelio nos presenta lo que es fundamental de los apóstoles: seguidores de Jesús, testigos de la resurrección, creyentes en Jesús resucitado y en todo su camino. Hoy, mientras contemplamos al Niño de Belén, somos invitados a vivir esta misma fe plena.
- Juan (1. Iectura) es testigo de lo que Jesús vivió e hizo, y nos invita a reconocer en Jesús la Palabra del Padre. Y escribe su evangelio "para que creamos y tengamos vida". Vale la pena que valoremos la presencia de Jesús entre nosotros, a través de la Escritura. Y también todas las demás presencias. Y que así tengamos alegría.
- Juan, en sus escritos, nos habla del amor-comunión de Dios con nosotros, y del amor que hemos de tener a los hermanos. Que la fiesta de hoy nos ayude a revivirlo.

1-1.
Quizá no sea ocioso que en el momento en que la liturgia acude a la primera carta de Juan y nos ofrece, primeramente, su prólogo, tratemos de exponer cómo este último encierra los principales temas de la carta y permite orientarnos sobre su argumentación.
* * *
a) El primer tema importante es el de la comunión con Dios (v. 3): esa es, a los ojos del autor, la finalidad y la razón de ser de su ministerio evangélico.
Este tema aparece bajo diversas formas en su carta: Juan hablará así de "nacer con Dios" (2, 29; 4, 7), de "permanecer en la luz", y esa luz es Dios (2, 8-11); de "permanecer en Dios" (3, 5-6; 4, 16), de "comulgar con Dios" (1, 5-7), de "conocer a Dios" (4, 7-8).
Todas las exposiciones de Juan tienden hacia la misma conclusión: Dios se revela a través de ciertas cualidades (justicia, amor, luz, etc.), y el cristiano que actúa de conformidad con esas cualidades (hace justicia, ama, camina en la luz), penetra en una determinada relación existencial con Dios a la que Juan designa aquí con el nombre de comunión.
La epístola precisará más adelante en qué consiste esa comunión: una presencia de Dios en el hombre y una presencia del hombre en Dios, por comunicación de vida, esa comunión realizada plenamente en Cristo, pero que está ya en marcha en cada cristiano (1 Jn 5, 11-12; 2, 5-6; 3, 6; 3, 24; 4, 13-16; 5, 19).
Esta comunión es también una alianza mediante la cual Dios concede al hombre un corazón nuevo para conocerle (Jer 31, 31-34; Ez 36, 25-28; cf. 1 Jn 5, 19; 2, 27).
b) D/CONOCIMIENTO: El segundo tema importante de la carta de Juan y de su prólogo es el del conocimiento de Dios (v. 1). Este tema coincide poco más o menos con el de la comunión. Pero reviste un valor particular que interesa captar. Para un semita como San Juan, el conocimiento no tiene nada de intelectual; es esencialmente concreto: se conoce a Dios en la medida en que se observan sus maravillas y sus intervenciones en el mundo; no se le conoce cuando se calla, por ejemplo, durante el destierro. Ahora bien, Juan explica con toda claridad un conocimiento también experimental: "él ha oído, él ha visto, él ha contemplado, él ha tocado" a Dios en la persona del Verbo de vida. Se trata, pues, de un conocimiento existencial de Dios del que los apóstoles quieren hacer beneficiarios a sus oyentes y corresponsales. No llegamos a Dios como si fuera una realidad abstracta, deducida a partir de pruebas silogísticas, sino como a un ser que vive y que, ahora, vive en Cristo y permanece en nosotros con ciertas condiciones.
c) En ese contexto de comunión y de conocimiento es donde se sitúa, por tanto, para San Juan la proclamación misionera (v.3) y la tarea del apóstol. Los términos con que se describe esa misión son significativos: Juan habla de "testimonio", de "anuncio", de "alegría" (vv. 2, 3, 5). También aquí nos encontramos en un plano existencial: la misión no es una enseñanza, es transmisión de experiencias y de aunación de una vida.
* * *
Un programa así pone seriamente en tela de juicio el cristianismo y su testimonio en el mundo moderno. El mundo se ha hecho ateo porque ya no encuentra a Dios: ya no tiene necesidad de El intelectualmente, apenas emotivamente, y, desde luego, no absolutamente en el plano moral... Entonces, ¿cómo pueden los cristianos, que no tienen más que un concepto de Dios a través de una enseñanza racional e intelectual, revelar al mundo de hoy la experiencia de Dios propuesta por San Juan? De hecho, el cristiano habla frecuentemente de una comunión con Dios y de un conocimiento de Dios que no pueden por menos de chocar al hombre moderno. Habla de Dios a veces porque no puede imaginarse al mundo sin Dios, noción vaga, justo suficiente para apuntalar una sana moral y una explicación de los acontecimientos. No es de ese Dios de quien habla San Juan.
Tampoco del Dios del judaísmo, en la medida en que se le ha tomado como parte contratante frente al hombre, como el simple "objeto" de una búsqueda, como el autor de estructuras legales o políticas preestablecidas, puede satisfacer al cristiano. Ese Dios es una causa distinta de su objeto; se convierte en un sujeto para el hombre y este último en un objeto para Dios, y nada más.
El Dios a quien Juan ha visto y oído (el mismo a quien los profetas habían presentido) supera al Dios del teísmo. Al Padre de Jesús es al único a quien se podía decir "Tú", porque era más El que El mismo, un El más fuerte que la muerte, la angustia y el pecado. No hay religión más inmanente al hombre que el cristianismo.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 234

1-2.
Lo que existe desde el principio. Lo que hemos oído.
Lo que hemos visto con nuestros propios ojos.
Lo que palparon nuestras manos:
El verbo eterno de Dios -la Palabra de Vida- pues la vida se hizo visible.
La Encarnación no es un sueño, un fruto de la imaginación. "Esta vida eterna que estaba junto al Padre -esta Palabra de vida- mediante la cual Dios se expresa a sí mismo, de una manera absoluta, perfecta, se manifestó, se hizo visible.
"Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros".
Nosotros, a 20 siglos de distancia, aceptamos este mensaje que nos transmiten los testigos oculares, de que la Palabra de vida se ha hecho visible, de que ha entrado en la limitación. Nosotros sabemos que si aceptamos en la fe este mensaje, entonces él nos integra en la comunión de los testigos. Y muchos más aún; nos integra en la comunión con Dios mismo.
Porque la comunión con Dios no se comunica a cada individuo en particular, sino que se transmite por medio de la comunión con hombres. La gran comunión de la Iglesia, en la cual esto acontece, y también los distintos hombres particulares, por medio de los cuales Dios quiso comunicarnos personalmente su comunión, son un regalo que Dios nos hace, y nosotros sabemos que la fe en la comunión con Dios nos da la plena alegría, el gozo colmado, que Dios ha destinado para nosotros.
Por medio de la comunión con los testigos, nosotros mismos llegamos a ser testigos. Todo depende ahora de que estemos convencidos de la realidad de "la vida" que "se manifestó".
Sin genuina experiencia de la fe, nadie puede convertirse en instrumento para suscitar en otros la fe. Cuando anunciamos a Cristo como la vida, entonces no sólo queremos comunicar saber, sino también atraer a otros a nuestra comunión, y con ello a la comunión con el Padre y el Hijo, lo cual significa la salvación y el "gozo colmado".
Atraer a otros a la "comunión con nosotros", es decir, a la iglesia.
Es curioso que Jn. no emplee esta expresión.

1-3.
Lo que existía desde el principio, Lo que oímos,
Lo que contemplaron nuestros ojos,
Lo que palparon nuestras manos,
¡Es el Verbo, la palabra de vida!
La epístola que empezamos hoy es una meditación personal de Juan: recuerda, tiene los «ojos» llenos de esas escenas evangélicas. Y todos sus sentidos, sus ojos, sus o+dos, sus manos recuerdan: el sonido de la voz de Jesús, su rostro.
«Lo que palparon nuestras manos.» No, la Encarnación no es un sueño, un fruto de la imaginación. Juan es de los que han tocado a Jesús. En su mano tuvo el contacto de la mano de Jesús. Se comprende que se nos propongan esas lecturas en esos días de Encarnación.
Nosotros, hombres modernos, deseamos también pruebas tangibles. Nos gustan las cosas muy probadas, experimentadas, verificadas. Si nuestra fe fuera más viva, tendríamos también como Juan, el "contacto" del Señor:
-la eucaristía es ciertamente Jesús en nuestras manos...
-el servicio a los hermanos es ciertamente Jesús en nuestras manos...
Para los que han elegido en adelante comulgar «en la mano», es ésta una meditación muy realista: «lo que palparon nuestras manos, es el Verbo de vida».
-El verbo, la palabra de vida... sí, la vida se manifestó, la contemplamos y os anunciamos esa vida eterna...
Los dos términos «verbo» y «palabra» son equivalentes. Jesús es la «palabra» de Dios, Jesús revela a Dios.
Dios no es «algo», es "alguien". Dios no es algo estático, inmóvil, rígido, pasivo, insensible. Dios es «vida», actividad, dinamismo vital, pensamiento, palabra.
Para tratar de entender mejor esto es preciso evocar algunas imágenes, aunque imperfectas: es el único medio de hacerse una idea de esa vida divina.
-Dios, como un niño pequeño, exulta de su vida siempre nueva y desborda vitalidad...
-Dios, como un corazón palpitante de amor, está impulsado por incontables emociones...
-Dios, como una inteligencia viviente, rebosa de inmensos y complejos pensamientos...
-Dios, como una persona adulta y responsable, se desborda en actividades, proyectos y pensamientos. Dios es «vida».
Dios ha comunicado todo eso por medio de una «Palabra» en la que se ha expresado totalmente: Jesucristo.
¡Se me invita a vivir! Participar a la «vida» de Dios, es pues «pensar», «reflexionar», «amar», «actuar», «trabajar», como El... es tratar de reproducir la vida de Jesús. De ahí la importancia de la meditación.
-Esa vida eterna que estaba de cara al Padre y se manifestó a nosotros, os la anunciamos ahora para que estéis en comunión con nosotros, como nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
La «vida» de Dios es esencialmente una «vida de amor», una vida de familia: es la vida de muchas personas que viven en común-unión. Una vida paternal, una vida filial, una vida conyugal. En esto, también nos vemos obligados a usar comparaciones humanas: el amor de una madre en total comunión con su hijo... el amor de un matrimonio perfectamente unido... Ia unidad de una familia feliz. Todo esto, multiplicado al infinito y realizado en perfección.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 62 s.

La solemnidad del fragmento es impresionante. Hay una resonancia de autoridad, de seguridad. Se pueden distinguir dos partes: la primera es como una obertura, el pórtico de un escrito peculiar y único en el NT. Es una parte enunciativa que hay que leer poco a poco para saborear el contenido añejo, experimentado y vivido (vv 1-5). Después entramos en otra parte más directa, más interpelante que nos juzga y nos penetra: si decimos, si confesamos, si caminamos... El autor ha dejado ya la introducción y nos habla con la misma solemnidad, con la misma autoridad, pero nos pide cuentas (6-10); y, en el fondo, lo hace a la luz del mensaje que nos transmite, a la luz del criterio fundamental de la fe cristiana: la experiencia del logos de vida.
Hay que prestar atención a la serie de verbos de experiencia que marcan el punto de referencia del testimonio del autor: hemos oído, hemos visto con nuestros ojos, hemos observado, lo que nuestras manos han palpado, lo que hemos visto y hemos oído os lo anunciamos (vv 1 y 3). Pero es importante destacar que lo que anuncia y de lo que da testimonio el autor no es el Verbo visto, palpado, contemplado..., sino más bien lo que ha visto, palpado y contemplado en el Verbo de la vida: que Dios es luz (5). Lo que el autor ha visto, palpado, contemplado es que Dios se ha manifestado. El objeto del testimonio del autor va más allá de su experiencia directa, va más allá de lo que ven los ojos y palpan las manos.
El cuarto Evangelio nos habla en términos semejantes cuando se refiere al testimonio de Juan Bautista: ve al Espíritu que se posa encima de Jesús en forma de paloma, pero su testimonio es: «éste es el hijo de Dios» (Jn 1,32-34). O, si se prefiere, el mismo evangelista da testimonio de la sangre y el agua que brotan del costado abierto de Jesús, pero su testimonio va más allá: ha visto al Espíritu unido al agua y brotando del costado de Cristo muerto. El cordero verdadero nos ha dejado el Espíritu que vive en los creyentes.
Nosotros hablamos mucho de testimonio. El cristiano ha de ser un testigo. Pero podemos preguntarnos si nuestro testimonio no se limita demasiado a las apariencias, a las cosas que vemos y palpamos. ¿No necesitaríamos profundizar nuestra mirada? Quizá entonces el objeto de nuestro testimonio sería más profundo. Quizá entonces nuestro anuncio tendría un poco más de seguridad y la convicción del fragmento de hoy.
ORIOL TUÑI
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 616 s.

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