martes, 10 de abril de 2012

TV Lourdes - Le direct avec la vie des Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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Triduo Pascual y Santos Oficios - 07/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Santos oficios - 05/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Procesión de Semana Santa desde Granada - 05/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Triduo Pascual y Santos Oficios - 06/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Procesión de Semana Santa desde Granada - 06/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Vía Crucis - 06/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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lunes, 2 de abril de 2012

Archivo | tengo sed de Ti

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Pensamientos de Ramos


El día de hoy celebramos el Domingo de Ramos: la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén unos días antes de su crucifixión… Jesús es recibido por el pueblo, no como un hombre cualquiera, sino como profeta y rey… aclamándole… y alfombrando su camino con mantos, palmas y ramos… la ciudad está repleta, pues han venido de todas partes a celebrar la Pascua… todos hablan de Jesús, el que resucitó a Lázaro, que también está allí dando testimonio del Nazareno…
No sé si alguna vez te habrás preguntado… pero qué pensaban esas personas que estaban allí, cuando Jesús entró en Jerusalén… imagino, porque los Evangelios no nos cuentan sobre eso, que pasarían muchas ideas por las mentes de los hombres…
Unos le aclamarían de corazón… tal vez le seguían hace tiempo… de seguro le habían escuchado predicar o hasta habían presenciado alguno de sus milagros… creían en Él… no tenían conciencia de quién era, pero sabían en lo profundo de su ser que Jesús era alguien especial… que Dios estaba de su lado…
Otros, probablemente los más, se acercaban con curiosidad… habían escuchado rumores, pero ya sabes, la gente siempre exagera y no se puede creer todo lo que se escucha… de todas formas, toda esta bulla contagia el alma y enciende los sentidos… y gritan y aclaman y mañana ya no se acordarán… son los mismos que dentro de unos días, también se dejarán encender por los fariseos y ante Pilato volverán a gritar… está vez pidiendo que sea crucificado…
Están los Doce… han compartido los últimos tres años de sus vidas con Jesús y le aman, de verdad le aman… han caminado con Él, comido con Él, hasta han hecho milagros y expulsado demonios en su Nombre… Él les ha revelado lo que sucederá en esta Pascua… pero no entienden eso de que «tiene que padecer»… y ahora, entrando entre aclamaciones junto a Jesús, brilla en sus rostros la esperanza de un reinado terrenal… ya se encargará Jesús de traerlos nuevamente a la realidad en los días que faltan antes de que sea apresado… pero ahora sueñan y ríen y se alegran de estar allí…
Los fariseos rabian de la envidia y de celos… como pueden aclamar a este que tantas veces ha retado su autoridad… que les ha puesto en ridículo cuando han tratado de tenderle una trampa… y que ni siquiera respeta el sábado sanando enfermos y liberando cautivos de Satanás…!!! Ahora, con la historia de la resurrección de Lázaro, será mucho más grande su fama… hay que hacer algo… pronto… hay que darle muerte, ya está decidido…
Y está María, su Madre… camina con ellos… y sonríe… pero su sonrisa no expresa felicidad… y bajará la cabeza alguna vez… y hasta limpiará alguna lágrima de su rostro… Jesús y ella se mirarán… y sin palabras se confortarán mutuamente… y sus labios volverán a dibujar una sonrisa… ella sí sabe… ella sí ha entendido… y sabe lo que está comenzando… ésta es la Hora de su Hijo… y sufre… pero tiene que ser fuerte… por Él…
Imagino a Jesús sobre el borrico, pasando entre las gentes, sintiendo sus miradas y mirando sus corazones… sabiendo que unos días más tarde daría su vida por ellos… y por nosotros………
Hoy comienza la Semana Santa… que esta semana sea una de especial recogimiento, meditando sobre los acontecimientos que sucedieron aquella otra semana en Jerusalén… y al Amor conmensurable de Dios, que le movió a entregar su vida para que vivamos nosotros en Él…

Comentario al evangelio del Domingo 01 de Abril del 2012 - Ciudad Redonda

CoJosé María Vegas, cmf
Realmente este hombre era Hijo de Dios
El domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, nos presenta un cuadro unitario de lo que vamos a contemplar, meditar y actualizar en estos días. En una misma celebración asistimos a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y a su prendimiento, proceso y muerte en Cruz. ¿A qué se debe que la lectura de la Pasión del Señor se duplique durante la Semana Santa, y se lea el Domingo (en versión de uno de los sinópticos, este año B, Marcos), si se va a leer de nuevo (en la versión de Juan) el día propiamente de Pasión, el Viernes Santo? Litúrgicamente tiene pleno sentido que la Pasión del Señor se lea en Domingo, el día en que los cristianos se reúnen a orar juntos. De otro modo, la Pasión no sería proclamada nunca en Domingo y en el contexto de la celebración eucarística, que es, precisamente, la memoria de esa Pasión (pues el Viernes no se celebra la eucaristía). Pero, además, de este modo nos preparamos a entrar en profundidad en los misterios que, paso a paso, vamos a celebrar en los días siguientes.
La Palabra de Dios la podemos leer hoy desde dos prismas distintos y contrapuestos, cada uno de los cuales tiene su verdad, pero que conviene situar en la justa perspectiva.
Un prisma, el que primero salta a la vista, pone de relieve el drama que se desarrolla ante nosotros (y que la liturgia trata de subrayar mediante la lectura inicial de la entrada en Jerusalén, la procesión que la representa, la lectura dramatizada de la Pasión, etc.). Ante nuestros ojos se despliega el cuadro paradójico de un pueblo que acoge a Jesús con entusiasmo como el enviado de Dios, y en pocos días cambia de parecer y pide a gritos su muerte. Aunque no está dicho que fueran los mismos los que gritaran una cosa y la otra: posiblemente, en la entrada triunfal fueran los discípulos que lo acompañaban desde Galilea, mientras que los que pidieron su muerte eran gentes de Jerusalén o venidas a la fiesta, manipuladas por las autoridades del pueblo. El mal presenta con frecuencia este rostro estúpido de la masa que se mueve por inercia, semiinconsciente de la manipulación que la dirige. Pero tras el rumor y el estruendo de los gritos, percibimos otras manifestaciones del mal, todo un muestrario del mismo: la debilidad y cobardía de los discípulos, que alcanza su cénit en la traición de Judas, acompañada del detalle del beso, gesto de gran familiaridad que, en el contexto de la traición, resulta de un cinismo repugnante; las negaciones de Pedro; el acoso plagado de mentiras e hipocresía en el proceso del Sanedrín, en el que es claro que poco importa la verdad y la justicia, y de lo que se trata es de condenar a cualquier precio al que resulta a todas luces inocente; esa hipocresía se revela en toda su crudeza cuando ante Pilatos se cambia la acusación, de religiosa (blasfemia), en política (sedición), ya que las cuitas teológicas poco podían interesarle al procurador romano; el cual, convencido de la ausencia de culpabilidad del reo, incluso en las materias que a él podían interesarle (sedición, alteración del orden público, amenaza para la pax romana), cede a la injusticia (agravada por la liberación de un reo confeso de asesinato) por cálculo político o por miedo a altercados que, quien sabe, podían dar al traste con su carrera política. En definitiva, podemos contemplar toda la escena con el estupor y la impotencia de ver al inocente ultrajado, humillado, torturado y entregado a la muerte.
Esa lectura podemos trasladarla a nuestro mundo con extrema facilidad. En ocasiones nos embarga la sensación de que este mundo está definitivamente perdido, de que el mal que reina en él es más fuerte que cualquier retoño de bien y de justicia y de que los malvados se salen con la suya, por lo que sentimos la tentación de pensar que, al final, el mal compensa. Esta sensación desalentadora cada cual puede experimentarla desde el peculiar prisma que compone su escala prioritaria de valores. Habrá quien subraye sobre todo las dimensiones relativas a la ética personal, familiar, sexual, etc., y considere que asistimos a una progresiva degradación de las costumbres y a la disolución de valores básicos como el respeto a la vida, la familia, la responsabilidad, el respeto, etc. Otros, en cambio, subrayarán más las dimensiones sociales, políticas, ecológicas del mal: las relaciones injustas y desequilibradas entre ricos y pobres, poderosos y débiles… Todas esas perspectivas son, por lo demás, conciliables, porque el mal, desgraciadamente, tiene muchos rostros, además de mucho poder. Estupidez, debilidad y temor, manipulación, traición, hipocresía, mentira, cinismo, violencia gratuita, humillación del débil, crueldad, injusticia… son todas realidades que componen una red que abarca al mundo entero y que se concentran dramáticamente en la Pasión de Cristo.
Y, sin embargo, el realismo de esta perspectiva es aparente si nos quedamos sólo en ella. Lo mismo que si realizamos una lectura puramente negativa del mundo en el que vivimos. Porque, volviendo de nuevo al relato de la Pasión, si miramos con más detalle, yendo a lo profundo de esa trama de acontecimientos marcados por el sello del mal, no podremos dejar de percibir la luz que emana de todos ellos. Ya la entrada de Jesús en Jerusalén, acogido como el que “viene en nombre del Señor” es la expresión de una fe y de una esperanza que no se han de ver defraudadas, a pesar de todas las apariencias contrarias. Es posible que algunos de los que acogieron a Jesús con entusiasmo cayeran días después presas de la manipulación y pidieran a gritos su crucifixión. Pero no está dicho que todos los que le acogieron cambiaron de bando; muchos sentirían la derrota de Jesús como su propia derrota, la de sus esperanzas. En el prendimiento, el proceso ante el Sanedrín y Pilato, en medio de los ultrajes y las humillaciones, en la misma Cruz, resalta la dignidad de Cristo y su confianza en su Padre hasta el final. Es decir, Jesús, Él mismo, es la luz que ilumina la oscuridad del momento, la bondad insobornable ante los embates del mal, la libertad soberana para, a pesar de las adversidades sin límite y en ellas mismas, elegir el bando de la víctima inocente en vez del de los verdugos. En ello mismo está diciendo Jesús al abatido una palabra de aliento: nos está diciendo de parte de quién está Dios y qué es lo que salva al hombre al final y a la postre. Esa misma luz que emana de Cristo nos permite ver el amor arrojado que, pese a todo, mueve al débil Pedro a asumir riesgos y, literalmente, meterse en la boca del lobo en su desesperado intento por seguir cerca del maestro; las negaciones de Pedro son producto del temor, pero no de la indiferencia, como lo muestran sus lágrimas. Vemos también a esa misma luz la compasión de un hombre anónimo “que pasaba por allí”, Simón de Cirene y la de las santas mujeres que miran desde lejos y siguen esperando contra toda esperanza cuando José de Arimatea (otro destello de luz, proveniente esta vez del Sanedrín que condenó a Jesús) hace rodar la piedra del sepulcro. Y es también esa luz la que ilumina la conciencia del centurión en una confesión, “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”, que es la revelación final a la que tiende todo el evangelio de Marcos desde su primera línea (“Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”), y que significativamente se pone en boca de un pagano, capaz de reconocer lo que los “propios” han sido incapaces de ver: al morir Cristo el velo del templo se rasga, queda atrás la antigua alianza, y se establece una nueva, sellada con la Sangre del Cordero inmaculado, abierta a todas las gentes sin distinción. Es esa luz de Cristo, que alcanza a iluminar en torno a sí a muchos de los protagonistas de esta historia, la que da el verdadero sentido de los acontecimientos y la que alimenta nuestra esperanza: Jesucristo se ha entregado libremente y por amor hasta la muerte y una muerte de Cruz.
Es decir, vemos también en este relato la luz y los destellos de un bien que sigue en pie, con dignidad, sin ceder a las acometidas del mal ni sucumbir a sus seducciones, a pesar de su aparente derrota. Y lo que vemos en este relato podemos y debemos verlo también cuando hacemos la lectura de nuestro mundo. No podemos dejar que la evidencia del mal nos ciegue para esa otra evidencia, a veces casi imperceptible pero perseverante, tenaz, insobornable del bien y de la luz. Nuestra historia (la historia del mundo, las historias más locales que la componen, nuestra situación contemporánea, nuestras personales biografías) encierran en sí, al mismo tiempo, la realidad del pecado y de la gracia: son la historia del mal (la violencia, la injusticia, la traición, el sufrimiento…), pero también son historia de salvación: de entrega generosa, de fidelidad, de honestidad... No podemos cerrar los ojos ante la realidad del mal; pero no debemos sucumbir al pesimismo de pensar que ese mal es la perspectiva única y además la victoriosa (sintiendo así, de paso, la tentación de entregarnos a sus seducciones). En esta misma historia, en sus múltiples niveles, existe la otra posibilidad, la que procede de la luz de Cristo, de su entrega por amor, de su fidelidad insobornable. En nuestras manos está decidir de qué parte queremos estar, a cuál de estas historias queremos pertenecer. Porque, aunque las dos se entrecruzan en nosotros inevitablemente (también nosotros colaboramos con el mal de un modo u otro), podemos tomar la decisión de ponernos del lado de Cristo, reconociendo el mal que hay en nosotros y aceptando la luz que nos purifica y nos va haciendo miembros activos de esa otra historia de salvación.
Hoy, junto con el centurión (que apalabra y representa a todos los “iluminados” de esta historia), al contemplar la Pasión de Cristo y esa otra pasión que se desarrolla a diario en nuestra atormentada historia, somos invitados a confesar con esperanza: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Y, por eso, Dios lo levantó y lo seguirá levantando “sobre todo”, también sobre toda forma de mal. La derrota a la que asistimos hoy es el germen de una victoria definitiva, la de Cristo, y, en Él, la de todos nosotros.
mentario al evangelio del Domingo 01 de Abril del 2012 - Ciudad Redonda

Domingo de Ramos B







Jesus Losada Queridos amigos:
Esta semana es muy especial. Por algo la Iglesia la llama la semana "santa". Toda ella aboca al triduo sacro en el que conmemoramos el centro de la fe cristiana. Nosotros confesamos que Jesucristo murió (viernes santo), fue sepultado (sábado santo) y resucitó al tercer día (domingo de resurrección). No es que conmemoremos estos hechos como quien desempolva un álbum de recuerdos familiares, sino que en la liturgia, por la fuerza del Espíritu, experimentamos su realidad y su energía salvadora. ¡Por eso es tan importante prepararnos para esta celebración! Si fuese un simple recuerdo, bastaría con poner en marcha los ritos de todos los años, pero no: ¡Es una experiencia que acontece hoy, que afecta a nuestra vida, al presente de la iglesia y del mundo! En el tramo final que nos conduce al triduo sacro, comenzamos purificando nuestros sentidos. Hoy, lunes santo, le toca el turno al olfato. La casa en la que habita Jesús, que es la casa de sus amigos de Betania, se llena de la fragancia del perfume. No se trata de una colonia barata comprada en un "todo a cien", sino de "un perfume de nardo, auténtico y costoso". Sólo el amor puede producir este derroche de belleza, porque sólo el amor sabe ir a lo esencial, a ese centro en el que la verdad, la bondad y la belleza se manifiestan unidas. Judas es un periférico, anda por los márgenes. Cree que da el do de pecho porque exhibe una actitud calculadora y un aparente interés por los pobres. Hace el ridículo. Está en otra onda. Sólo María de Betania, la que había escogido la mejor parte, sabe "lo que toca hacer" en este momento, es una experta en ir al centro del misterio. Por eso encuentra el símbolo adecuado en los días previos a la muerte de Jesús. María le dice que lo quiere, antes de que sea tarde y sólo quede tiempo para las lamentaciones. Ella no es una embalsamadora de muertos sino una perfumadora de vivos. Está perfumando al Jesús que, en su corazón, ya ha resucitado antes de morir. Por eso, la casa se llena de la fragancia de la vida. ¿Cómo huele la fe que hoy vivimos? ¿Huele a recinto cerrado, húmedo, miserable? ¿O huele al nardo de la libertad, de la alegría, de la entrega? En el primer caso, nuestro santo patrón es Judas. En el segundo, formamos familia con María de Betania. Perfumar al Jesús que vive hoy es una de las dimensiones más refrescantes de nuestra fe.Queridos amigos y amigas: El evangelio de este Lunes Santo nos presenta una cena, que es como un anticipo de la última cena. En ella se dan cita los amigos (Marta, María, Lázaro) y los traidores (Judas Iscariote). Es una cena en la que se ponen de relieve las dos actitudes básicas ante Jesús que van a estar presentes en el drama de su proceso y de su muerte: la cercanía del amor y la distancia del resentimiento. Marta (la camarera), Lázaro (el resucitado) y María (la perfumista) representan el polo del amor. Sirven, escuchan y ungen a Jesús. Y lo hacen todo desde la gratuidad propia de toda amistad. Judas Iscariote (el discípulo que lo va a entregar) representa el polo del resentimiento. Critica el “derroche”de María mediante una racionalización que podría pasar a cualquier manual de psicología: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? ¿Cómo responde Jesús a cada una de estas dos actitudes? Necesitamos escrutar cada detalle porque, en el fondo, su respuesta tiene que ver con cada uno de nosotros. En el caso de Marta, María y Lázaro, Jesús se deja hacer. A lo que es gratuito se responde con la gratuidad: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Acepta ser querido, encuentra consuelo en el hogar de Betania. Disfruta con sus amigos. En el caso de Judas, Jesús desenmascara la racionalización: A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. No se deja engatusar por las trampas de los que parecen amigos y no son más que funcionarios. Estas dos actitudes son un espejo en el que nos miramos nosotros al comienzo de una nueva Semana Santa. ¿Hacia dónde nos inclinamos?: ¿Hacia la entrega incondicional a Jesús o hacia nuevas racionalizaciones que encubren nuestra mediocridad? En la cena, además de los alimentos, hay perfume de nardo, que es un anticipo simbólico del perfume con el que las mujeres ungirán el cuerpo de Jesús después de su muerte. Es una perfume costoso (porque el amor no es tacaño) y es también un perfume expansivo (porque el amor no es cerrado): La casa se llenó de la fragancia del perfume. Tenemos esbozado el guión del drama que vamos a revivir durante los próximos días.
DOMINGO DE RAMOS (B)¡Venga, Vayamos con Él! ¿Cuál es nuestra posición?I. BENDICIÓN DE LAS PALMASIntroducción por el Celebrante¡Venga, Vayamos con Él!Hoy, y durante los días de la Semana Santa, vemos a Jesús en toda su flaqueza humana, tanto como la nuestra, excepto en el pecado; pero también le vemos en su determinación de amor y en su valor para cumplir la misión para la que había venido a este mundo. Finalmente vemos a Jesús en su triunfo: primero en un triunfo muy provisional y frágil cuando la muchedumbre le aclama como Mesías, pero que pocos días más tarde se vuelve contra él; después, en el triunfo definitivo de su resurrección. Vemos cómo él estaba con nosotros en las profundidades de la angustia y la soledad. Podemos comprenderle y sentir como él. Él nos invita a superar todos los miedos, el mal y hasta la misma muerte. ¡Venga, vayamos con él! ¿Cuál es nuestra postura interior?Hoy, en este Domingo de Ramos, y durante los días de la Semana Santa, vemos a Jesús rodeado de su pueblo que le aclamó agitando palmas; le veremos portando su cruz, muriendo con una muerte ignominiosa clavado en la cruz. ¿Cuál es nuestra postura interior? ¿Con quién o con quiénes nos identificamos? Para nosotros, ¿es Jesús realmente el Hijo de Dios, que murió por nosotros porque nos amaba en extremo? ¿Hasta qué punto cambia nuestra vida, porque le conocemos? Y el próximo domingo de resurrección, ¿nos regocijaremos y le alabaremos como nuestro Señor que nos da vida? Oración de Bendición de los Ramos o PalmasOremos.(Pausa) Oh Dios, Salvador nuestro: Tu Hijo Jesús se dio a sí mismo el nombre de “madero verde”,porque él es el árbol en el que estamos injertados de forma que podemos recibir de él la savia de la vida espiritual.Que estos ramos verdes que portamos en nuestras manos expresen que estamos unidos a él y que queremos vivir en élcomo el pueblo al que él libera del pecado y al que da nueva vida con amor hacia ti, Dios nuestro, y hacia los hermanos.Bendice + estos ramos vivos, para que los agitemos aclamando a Jesús como al Señor a quien queremos seguir fielmenteen nuestro camino hacia ti, nuestro Dios vivo. Que él no permita que nos marchitemos como hojas inútiles y secas,pues él es nuestro Señor y Salvador, por los siglos de los siglos.El sacerdote rocía los ramos con agua bendita en silencio.Introducción al Evangelio de la Bendición de los Ramos (Mt 11,1-10): ¡Bendito el Que Viene!Jesús acepta el que la muchedumbre lo aclame, pero su triunfo real se realizará en la cruz.Breve homilía opcional. Después, el sacerdote o un ministro invita al pueblo a unirse a la procesión diciendo:¡Con el pueblo de Jerusalénaclamemos a Jesús como a nuestro Señory sigámosle mientras cantamos su alabanza!Canción: El canto de procesión sirve también como canción de entrada. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote reza ya inmediatamente la Oración Colecta. Si no hay procesión o entrada solemne, se dice el Acto Penitencial acostumbrado que se encuentra en el misal.II. LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICAOración ColectaOremos para que sepamos seguir a Jesús en su camino de servicio.(Pausa)Oh Dios y Padre nuestro:En Jesucristo tu Hijo nos has mostradoque el camino que conduce a la victoriaes el camino del servicio amorosoy de la disponibilidad para pagar el precio del sacrificiomostrando así un amor fiel e inquebrantable.Danos la mentalidad y la actitud de Jesús,para que aprendamos a servir como ély como él amar a los demás sin contar el precio.Que así lleguemos a ser victoriosos con él,que es nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos.Primer Lectura (Is 50:4-7): Dios Vendrá en Mi AyudaEl Siervo de Dios Sufriente permanece fiel a su misión aun cuando sea perseguido, porque confía en Dios.Segunda Lectura (Flp 2,6-11): Jesús Se Humilló y así Llegó a Ser Nuestro Señor.Jesús se humilló a sí mismo para ser uno de nosotros y para servirnos. Por eso Dios le resucitó y le hizo Señor de todo.Evangelio: Pasión (Mc 14,1-15,47): Pasión y Muerte de Jesús.En su Pasión y Muerte, Jesús es el Señor anunciado en las Escrituras. Pero su muerte destruirá el poder de la muerte y nos traerá vida.Oración de los FielesOremos ahora a nuestro Señor, Jesús, quien en su profundo amor amó hasta el fin y nos salvó por su muerte y resurrección. Y digamos: R/. Señor, Jesús, sana a tu pueblo.Señor, Jesús, por el alimento y la bebida de la Eucaristía, acompáñanos en el camino de la vida, sé nuestra alegría y esperanza, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu agonía en el Huerto de los Olivos, asiste a todos los moribundos en su hora de agonía, y dales a todos el valor de aceptar la voluntad del Padre, especialmente cuando se haga muy difícil, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu injusto encarcelamiento y condena a muerte recuerda a los encarcelados por sus convicciones, o condenados por jueces injustos, y así te pedimos: Señor, Jesús, traicionado y abandonado por tus amigos, hazte cercano a todos los que se sienten solos; da a tu pueblo la capacidad de hacer amigos fieles, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu camino de la cruz, aligera las cargas de todos los que sufren y hazlos afables y comprensivos para con otros, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu muerte en la cruz y por tu gloriosa resurrección perdona todo pecado, da vida a todos, y así te pedimos: Señor, Jesús, que el raudal de tu perdón y de tu vida se derrame sobre todos nosotros y nos otorgue tu felicidad y gozo eternos, en tu reino que permanecerá para siempre, por los siglos de los siglos. Oración de OfertorioOh Dios, Padre amable y compasivo:En la noche anterior a su muerte,en la Última Cena,Jesús se dio a sí mismo a sus amigosen forma de pan y vino,y lo repite ahora de nuevo aquí entre nosotros.Danos un corazón agradecido por toda su bondady haznos suficientemente fuertes para que con él sepamos darnos a nosotros mismos a todos los que caminan con nosotros en la vida. Que esta ofrenda nos traiga reconciliación contigo y con los hermanos.Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.Introducción a la Plegaria EucarísticaLa cruz y muerte de Jesús nos trajo perdón y vida. Él murió para que nosotros vivamos. Con Jesús, damos gracias al Padre por su amor.Introducción al Padre Nuestro.Jesús rogó al Padrepidiendo la fuerza necesaria para hacer su voluntad.Nos unimos a él en nuestra oración confiada.R/. Padre nuestro…Líbranos, SeñorLíbranos, Señor, de todo pecado y de todos los males,y concédenos tu perdón y tu paz.Ayudados por tu misericordia, danos esperanza y amor para compartirlos con los que se sienten abandonados y con los que agonizan a causa de sus cruces.Llévanos a todos con esperanza hacia la venida gloriosa entre nosotrosde nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.R/. Tuyo es el reino…Invitación a la ComuniónÉste es Jesucristo,el Cordero sin pecadoque sufrió y murió por nuestros pecados.Dichosos nosotros ya que él viene para que podamos compartir su vida y su amor.R/. Señor, no soy digno…Oración después de la ComuniónOh Dios, Padre amoroso:En esta Eucaristía tu Hijo Jesús se nos ha dadocomo se entregó totalmente a sí mismo en la cruz.Queremos aprender de él a mantener viva nuestra esperanza en tiy a seguir recorriendo nuestro camino en la vidaincluso cuando no sepamoslo que el futuro nos tiene reservado,o cuando tengamos que soportar cruces pesadas,ya que confiamos en ti y sabemosque surgiremos por encima de nuestras miseriasa una vida de gozo y alegría sin fin, por el poder de Jesucristo nuestro Señor.BendiciónHermanos: Hemos visto hoy en Jesús cómo el amor a Dios y al prójimovan inseparables, agarrados de la mano.El amor de Jesús al Padrele hizo ir “hasta el extremo” en su amor hacia nosotros.Murió llevando a cabo esa misión,y en su muerte hemos renacido.Que este pensamiento nos guíe durante esta Semana Santae inspire también nuestra vida cristiana:Él es el Maestro y Señor a quien seguimos.Que Dios nos dé fuerza y nos bendiga. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santodescienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

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