jueves, 31 de marzo de 2011



Alfa y Omega > Nº 729 > JMJ 2011
Encuentro del arzobispo de Madrid con jóvenes universitarios católicos
Defended vuestra fe
Dos días después de que un grupo de vándalos asaltara la capilla del Campus de Somosaguas, de la Universidad Complutense, el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, se reunió con los jóvenes universitarios católicos, en una cita anual, que comenzó hace tres años, organizada por la Delegación de Pastoral Universitaria, y que este año se ha centrado en la JMJ. El cardenal de Madrid instó a los jóvenes a no tener miedo y a defender la fe entre sus compañeros


El cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, acudió, el sábado, a la cita anual con los universitarios madrileños, en la III Jornada de Universitarios Católicos (JUC), organizada por la Delegación de Pastoral Universitaria, 48 horas después de que un grupo de estudiantes -en su mayoría chicas- entrase gritando consignas feministas contra la Iglesia y se desnudasen, de cintura para arriba, en la capilla del Campus de Somosaguas.
Acompañados por la Cruz y un Icono de la Virgen, los universitarios peregrinaron desde la Facultad de Derecho, de la UCM, hasta la catedral de la Almudena, donde el cardenal habló con ellos, largo y tendido, sobre la situación actual en la que se encuentran en la universidad y les aconsejó sobre cómo afrontar las dificultades, además de animarles a acudir a la JMJ.
Una estudiante de Filología Hispánica planteó al cardenal de Madrid sus miedos frente al rechazo sistemático que los católicos están sufriendo en el ambiente universitario: «En la Autónoma se canceló que usted diese una conferencia: está siendo un momento de verificación de la fe. A nivel legal, ¿qué puede hacer la universidad con las capillas católicas?», preguntó. «Es cierto que existen grupos extremistas, que son relativamente nuevos y más activos, dispuestos a la ofensa y a la agresión de palabra, pero no es el estilo general de los jóvenes», respondió.
Acuerdos legales
Respecto a los términos legales, el cardenal arzobispo de Madrid añadió que «hay derecho a la libertad religiosa y a la práctica pública y privada de la religión, en cualquier ámbito de la vida. También están los Acuerdos entre España y la Santa Sede, donde se dice que la Iglesia podrá desarrollar su actividad pastoral en las universidades; y los convenios entre el Rectorado de la Complutense y de otras universidades con el Arzobispado, firmados hace más de 20 años, donde se regula esa presencia y los medios con los que cuenta: un local para el culto y un espacio para los grupos de jóvenes, donde puedan desarrollar actividades. Siguen vigentes, nadie los ha denunciado y, si lo hubieran hecho, se negociarían otros, porque los principios jurídicos básicos no los puede cambiar un organismo interno de la facultad. En la práctica, a veces, aparecen personas o tendencias que buscan reducir el espacio de presencia de la Iglesia en la universidad, o si pueden, eliminarlo. Argumentan que en una universidad pública no puede haber presencia religiosa. Sería anticonstitucional si se prohíbe. Tenemos que defenderlo y lo haremos».
Testimonio y argumentos

Un momento de la peregrinación de los jóvenes
universitarios, desde la Facultad de Derecho de la UCM
hasta la catedral de la AlmudenaUn joven, estudiante de Ingeniería de Caminos, preguntó al cardenal de Madrid cómo pueden, los jóvenes universitarios católicos, introducir la idea de Dios en el debate intelectual de hoy, en un momento en el que está de moda la negación de toda creencia. «Daría consejos prácticos según la Facultad -afirmó el cardenal Rouco Varela-, sobre todo si se quiere dar una contestación teórica, aunque la mejor respuesta siempre tiene que ver con la vida, viendo el testimonio de entrega; por ejemplo, de las Hermanas de la Madre Teresa. Hay que dar también una respuesta intelectual; no hay que tener miedo al debate, pero hay que empaparse bien de autores que lo faciliten. Heiddeger o Habermas, un filósofo de lo empírico que tuvo un diálogo con el Papa sobre los fundamentos prepolíticos de la democracia. Y, por supuesto, del Papa».
También otro estudiante de Ingeniería, esta vez Industrial, que se va a confirmar este año, pidió algunos consejos para dar ejemplo al resto de universitarios:«Sed buenos estudiantes y buenos compañeros, que saben a estar al lado del otro. Después, no ocultéis la fe; incluso haced ver que vuestra forma de ser tiene esa fuente, la relación con el Señor. Y cuando se produzcan situaciones de debate, incluso de ofensa..., sabed hablar al corazón del compañero e invitadle también a la JMJ», señaló.
Jóvenes sin prejuicios
El cardenal de Madrid animó a los chicos y chicas allí reunidos a no tener miedo de defender la fe, y los definió como jóvenes sin prejuicios, muy diferentes de la generalidad de los jóvenes de los años 80, década en la que comenzaron las Jornadas Mundiales de la Juventud, que vivían envueltos en un pluralismo ideológico y cultural quelos apartaba del camino de la fe. «¿Con qué jóvenes se encontrará Benedicto XVI en agosto? Con jóvenes libres de prejuicios respecto a Dios y a la vida. Es verdad que tenemos grupos de vándalos que asolan las capillas universitarias, pero son minorías. Estáis abiertos a la gracia de Cristo en unas circunstancias muy complejas: el cuestionamiento ideológico del cristianismo ha ido a más; estáis inundados en un mar de posiciones intelectuales que niegan a Dios. Vivís en un mundo sin condiciones, quebrantadísimo desde el punto de vista intelectual y moral. En estas circunstancias, ponemos en marcha la Jornada Mundial de la Juventud, centrada en Cristo, con el lema Arraigados en Cristo, firmes en la fe».
La clave está en la oración
El cardenal Rouco Varela también recordó a los jóvenes la importancia de abrir el corazón al otro, tanto para el bien de la JMJ, como para sucesos como el ocurrido en la capilla de Somosaguas: «¿Qué debe hacer un grupo de universitarios cercanos a la Pastoral Universitaria, a la vivencia cristiana configurada en las capillas universitarias, para que resulte bien la JMJ?» La clave está en la oración: «La condición previa es la apertura del corazón a la acción del Señor. Como no tengamos la base de una Iglesia que ora, las cosas no van a salir bien. Si están saliendo medianamente bien es porque hay muchas almas que rezan. Por eso, el primer requisito para que resulte bien la JMJ es prepararse espiritualmente para ella; y hay que hacerlo a fondo, con un estilo humano caracterizado por la generosidad de corazón y la apertura al otro, ensayando ya, desde la Universidad, la acogida. La Pastoral Universitaria tendrá una gran labor en la acogida: por ejemplo, en la Complutense, se van a congregar muchos jóvenes; nos han dejado instalaciones para poder acogerlos, en contraste con lo que pasó el otro día», concluyó.
Cristina Sánchez
Ante los ataques a la capilla de la UCM
El Arzobispado de Madrid publicó, el viernes, un comunicado, ante los hechos ocurridos en la capilla del Campus de Somosaguas, de la Universidad Complutense de Madrid, cuando varios estudiantes -en su mayoría chicas- entraron en el templo y profirieron insultos a la Iglesia católica, al Santo Padre y a la fe cristiana, además de desnudarse completamente, de cintura para arriba. En la Nota, el Arzobispado señala que «estos hechos, absolutamente reprobables, son objeto de delito, y denigran en primer lugar a quienes los cometen». Asimismo, eleva su queja «al Rectorado de la Universidad y recuerda que estas acciones son un atentado a la libertad de culto y una profanación de un lugar sagrado, lo cual conlleva penas canónicas en el caso de que quienes las han cometido estén bautizados».
«Es indigno que, en una sociedad democrática, donde se pide el respeto a las personas, a las instituciones religiosas y al derecho de la celebración pública de la fe en la Universidad Complutense -con la que la Iglesia mantiene una estrecha y amigable relación de colaboración-, algunos jóvenes puedan manchar con este tipo de comportamientos el buen nombre y trabajo de la comunidad universitaria», finaliza la Nota.
Mañana, viernes 18 de marzo, a las 13.30 horas, se celebrará una Misa de desagravio por la profanación del lugar sagrado. La Misa será en la propia capilla de Somosaguas, de la UCM.
Testimonio de una testigo directa de lo ocurrido en la capilla de Somosaguas
Los católicos debemos lanzarnos, de una vez, a dar la cara



Un aspecto de la capilla del Campus de Somosaguas,
de la UCMCuando el jueves, 10 de marzo, llegué a la Facultad de Psicología, de la Universidad Complutense, un amigo me avisó de las pintadas contra la Iglesia en la capilla y de lo guerreras que estaban las asociaciones de izquierda. Le prometí pasar por el templo y rezar por los alumnos del Campus. Sabía que, en Somosaguas, el colectivo de lesbianas y feministas era muy peleón, pero nunca imaginé que iba a verlas en acción.
Al llegar, pude leer en las fachadas del templo varios eslóganes: La única Iglesia que ilumina es la que arde; Cerdos pederastas; Arderéis como en el 36; y otra típica: Alejad vuestros rosarios de nuestros ovarios. Ya dentro, recé.
Cuando me disponía a marcharme, el ruido desde un megáfono muy próximo me alertó de alguna concentración en el exterior. Pensé que se trataba de un acto en el Campus, hasta que una voz femenina dijo: Vamos a cantar, y entonó una especie de gregoriano. ¡Estaban en la puerta y, entonces, lo vi claro! Venían a manifestarse en son de burla, pero no pensé que fueran a entrar.
De dos en dos, como en procesión, aparecieron en el interior del templo. Me levanté para detenerlas, me puse delante frenándolas con las manos y dije a la primera pareja: «Aquí no podéis entrar así, ni hacer nada»…; pero me sobrepasaron y siguió entrando gente. «Sólo vamos a hacer un comunicado», me contestó la que dirigía al grupo y portaba el megáfono. Me pregunté qué podía hacer o decir, cómo impedirlo o pararlo, pero la prudencia y el silencio del capellán, que permaneció en la entrada, me hicieron ver que hacerles frente podría provocar un aumento de blasfemias o algún destrozo en el templo.
El grupo no llegaba a las 50 personas. La mayoría eran mujeres, y unas veinte llevaban la cabeza cubierta con un pañuelo morado. Algunas portaban fotos de Benedicto XVI, con una cruz gamada en el pecho. En la introducción, se quejaron de la presencia de una capilla en un espacio público y varias proclamaron distintos textos de la Iglesia sobre el papel de la mujer y la homosexualidad. También reivindicaron la prostitución como promiscuidad sin límites de ningún tipo, y lo hicieron ya sin palabras. Había llegado el momento de los hechos, de demostrar en un templo católico que se negaban a ser beatas y vírgenes y que querían ser prostitutas. Que no querían estar bajo la represión de la Iglesia. Las veinte se quitaron el pañuelo de la cabeza, la camiseta y más de cinco se quedaron completamente desnudas de cintura para arriba. Se trasformaron, ya eran libres. Había llegado el culmen, el momento esperado, y aplaudieron exultantes. Dos de ellas se besaron.
En sus brazos o torsos desnudos podía leerse Prostitutas y libres -expresado en términos más vulgares, claro-, Bolleras, Violentas o Bisexual. Mientras, coreaban Contra el Vaticano poder clitoriano; Me gustan las peras y las manzanas y yo me acuesto con quien me da la gana… La Conferencia Episcopal también fue nombrada. Radiantes, recogieron sus ropas del suelo y se marcharon felicitándose por la hazaña. Habían contribuido a la lucha contra las capillas católicas en la universidad, y, además lo habían grabado, y se habían hecho fotos.
Lo que ellas denominan performance -arte en vivo-, no fue otra cosa que exhibicionismo, blasfemia, profanación de un lugar sagrado, alteración del orden público, grabación ilícita y atentado contra la libertad religiosa y de culto.
Sé que esta semana, en muchos lugares, se está reparando el agravio. Dios, que de los males puede sacar bienes, puede hacer que los católicos nos lancemos, de una vez, a dar la cara, a hacer apostolado abiertamente y sin complejos, a manifestar con la vida la alegría de seguir a Cristo; salgamos de nuestros miedos, cobardías y de nuestro secularismo interno. Muchos lo hacen, pero hay tantos dormidos... Yo, la primera que necesito conversión. Aun así repito: Jesús, te quiero.
Altagracia Domínguez

Alfa y Omega, nº 729, JMJ 2011

Alfa y Omega, nº 729, JMJ 2011

miércoles, 30 de marzo de 2011

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Deuteronomio 4,1.5-9:
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. Mirad, yo os enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente." Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy? Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.»
Sal 147,12-13.15-16.19-20 R/. Glorifica al Señor, Jerusalén
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza. R/.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,17-19:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»
II. Oramos con la Palabra
CRISTO,quieres que acate tu ley, no por puro cumplimiento (cumplo-y-miento), sino como aceptación respetuosa y gozosa de tu voluntad, que quiere lo mejor para mí y me señala el camino. Tu palabra me da vida: ¿cómo voy a prescindir de tu Palabra cuando es la luz para mis pasos y la fuerza para seguir caminando hacia la Vida?

Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.

III. Compartimos la Palabra
•“ Ahora, Israel, escucha los mandatos que yo te mando cumplir”
El libro del Deuteronomio, recuerda a Israel, todo lo que Moisés transmitió al pueblo, en nombre de Dios. Inculca la fidelidad a Dios, único medio para ser feliz; esta fidelidad consiste, no sólo en saberse un pueblo privilegiado que tiene a su Dios con ellos:¿Hay alguna nación tan grande que tenga a sus dioses, tan cerca, como lo está el Señor nuestro Dios siempre que le invocamos? . Efectivamente, Dios ha entrado en la historia de Israel, lo ha guiado, “lo ha cuidado como a las niñas de sus ojos,; como el águila extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas” (Dt 32,11-12) pero esto no es suficiente, el pueblo tiene que dar una respuesta, que, no es otra que cumplir los mandamientos de la Alianza; que los conserve en su memoria y los trasmita a sus hijos y nietos para que sean fieles al Dios de sus padres.
Dios conserva siempre su fidelidad;¿Cuál es nuestra respuesta?

•“No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.”
Para un israelita, lo más importante era la Ley, una ley que, muchas veces, era interpretada erróneamente, poniendo al hombre en función de la Ley y no a la Ley en función del hombre; Cristo antepone al hombre, por eso, cura a los enfermos aunque sea día de sábado: “El sábado es para el hombre, no el hombre para el sábado”; “Mi Padre trabaja y yo también trabajo”, esto era interpretado, por algunos escribas y fariseos, como un desprecio a la Ley de Moisés, pero Cristo aclara, “No he venido a derogar la Ley y los profetas, he venido a darles plenitud”. La plenitud de la Ley es el Amor, quien ama de verdad, ha cumplido la Ley , por eso dice Jesús, no he venido a derogar la Ley sino a darle plenitud.

La carta a los gálatas nos recuerda que:” Cristo nació bajo la Ley para libarnos de la Ley, para que lleguemos a ser hijos por adopción en el Amor”.

Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario
12. DOMINICOS 2003

Cambiar, sin violentar; mejorar, sin herir
Adelantemos tres pensamientos que nos ayudarán a vivir la jornada en actitud positiva, agradecida, humilde, comprometida, fiel:


Señor, tú me enseñarás el sendero de la vida, y yo, si te escucho, podré gozar en tu presencia.


Dichosos quienes escuchan la Palabra de Dios, la guardan en su corazón y fructifican en bondades.


Los mandamientos de la ley son sabiduría y prudencia, hacen al hombre honrado y generan paz en la justicia y amor.


En la primera lectura de la acción litúrgica contamos hoy con un hermoso discurso de Moisés, recogido en el Deuteronomio. Moisés está contemplando la Tierra prometida, pero no puede entrar en ella. Dios le ha guiado en el camino, pero otro y no él será el elegido. Su voz, emocionada, se convierte en cantora de la sensatez, perfección y belleza de Ley. Quien sea fiel a ella, dice, será amigo de Dios, y l a eso están llamados los hijos de Israel.

Por su parte, Jesús, en otro momento de la historia de salvación, cuando esa primera Ley, la de Moisés, toca a su fin y es superada, nos advierte: yo no he venido a suprimir la ley antigua sino a perfeccionarla y darle plenitud.

Para nosotros, creyentes en Cristo, la ley antigua, aun siendo buena, es la de Moisés y los profetas; la ley nueva es la de Jesús, y a ésta la vemos encumbrada mil codos sobre los preceptos anteriores, porque está penetrada por un espíritu nuevo, el espíritu del Hijo de Dios, encarnado.

La lección que se nos ofrece es clara: Hemos de venerar la ley antigua y su verdad, como obra inspirada por Dios a favor del hombre. Pero más allá de la justicia de la Ley, hemos de saber vivir en una Ley Nueva, la del Espíritu de Cristo, la del Reino de Dios, que es Reino de justicia, amor y paz.

ORACIÓN:

Enséñanos, Señor, a vivir en plenitud como hijos tuyos, y en esa experiencia de vida comprenderemos cómo nos has amado, cómo nos has iluminado en la historia –toda ella de salvación- y cómo nos quieres respetuosos pero dinámicos, agradecidos pero inquietos, conscientes del momento que vivimos pero sedientos de un mañana más puro, honrado, santo. Amén.

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores

Manuel Lozano Garrido... "Lolo"

Manuel Lozano Garrido... "Lolo"

El mundo visto desde Roma

El mundo visto desde Roma

Oración del enfermo
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“¡Señor, nosotros, los enfermos, nos acercamos a Ti!...
Somos los “inútiles” de la humanidad. En todas partes estorbamos...
No podemos echar nuestra parte a la economía maltrecha del hogar difícil.
Gastamos y consumimos dolorosamente los pobres ahorros, en medicinas,
en inyecciones, en apresuradas visitas de médicos...
Todos sonríen; nosotros lloramos, en silencio.
Todos trabajan; nosotros descansamos, forzosamente.
Quietud más fatigosa que la misma labor.
No podemos levantar la silla, que ha caído;
ni acudir al teléfono que suena; ni abrir la puerta, cuando toca el timbre...
No nos es permitido soñar; ni amar a una mujer o a un hombre;
ni pensar en un hogar;
ni acariciar, con los dedos de la ilusión, las rubias cabezas de nuestros hijos”...
“Y, sin embargo, sabemos... que tenemos reservada para nosotros
una empresa muy grande: ayudar a los hombres a salvarse, unidos a Ti...
Haz, Señor: que conozcamos nuestra vocación y su sentido íntimo...
Recoge, Señor, como un manojo de lirios en tus manos clavadas,
nuestra inutilidad,
para que les des una eficacia redentora universal...
La salvación del mundo la has puesto en nuestras manos.
Que no os defraudemos”

Manuel Lozano Garrido, Lolo

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Credo del Sufrimiento


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CREO en el sufrimiento como en una elección y quiero hacer de cada latido, un sí de correspondencia al amor.

CREO que el sacrificio es un telegrama a Dios con respuesta segura de Gracia.

CREO en la misión redentora del sufrimiento. Me acercaré a quien sufre como el relicario que guarda el "Lignunm-crucis" de la Pasión.

Doy un margen de fe al dolor en lo que tiene de poda necesaria y viviré en silencio mi hora de germinación, con la esperanza a punto.

CREO en la función útil de la soledad. Los pantanos se hacen en las afueras, para recoger la fuerza del agua y luego devolverla en luces y energía.

CREO que la acción y sacrificio cristianos se traban como la era y la lumbre de un cirio. Cuanto más pura es una inmolación tanto más resplandeciente su testimonio.

CREO que la inutilidad física revierte en provecho espiritual de todos. El arco iris de la Redención se tensa desde la inmovilidad de un niño hasta la invalidez que dan los clavos de una Cruz.

Daré a Dios los panes y los peces de mi corazón para que ÉL los convierta en milagro de salvación para todos.

Árbol de Dios, con raíces y ramas, viviré con las rodillas atornilladas y las manos metidas en las estrellas, encaramando nuestra savia y porteando hacia abajo la cosecha de la Gracia.

Manuel Lozano Garrido, Lolo

Lolo, Beato y Enfermo Misionero

Lolo, Beato y Enfermo Misionero

Granito de Sal. Humanizamos Internet contigo

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TV Lourdes - Le direct avec la vie de Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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martes, 29 de marzo de 2011

Programas gratis

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LAS VIRTUDES Y EL CRECIMIENTo ESPIRITUAL

— Las virtudes y la santidad.

— Virtudes humanas y virtudes sobrenaturales. Su ejercicio en la vida ordinaria.

— El Señor da siempre su gracia para vivir la fe cristiana en toda su plenitud.

I. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, Señor1.

Jesús nos enseña con diversas imágenes que el camino que conduce a la Vida, a la santidad, consiste en el pleno desarrollo de la vida espiritual: el grano de mostaza, que crece hasta llegar a ser un gran arbusto, donde se posan las aves del cielo; el trigo, que llega a la madurez y produce espigas con abundantes granos... Ese crecimiento, no exento de dificultades y que en ocasiones puede parecer lento, es el desarrollo de las virtudes. La santificación de cada jornada comporta el ejercicio de muchas virtudes humanas y sobrenaturales: la fe, la esperanza, la caridad, la justicia, la fortaleza..., la laboriosidad, la lealtad, el optimismo...

Las virtudes exigen para su crecimiento repetición de actos, pues cada uno de ellos deja una disposición en el alma que facilita el siguiente. Por ejemplo, la persona que ya al levantarse vive el «minuto heroico», venciendo la pereza desde el primer momento de la jornada2, tendrá más facilidad para ser diligente con otros deberes, pequeños o grandes, de la misma manera que el deportista mejora su forma física cuando se entrena, y adquiere mayor aptitud para repetir sus ejercicios. Las virtudes perfeccionan cada vez más al hombre, al mismo tiempo que le facilitan hacer buenas obras y el dar una pronta y adecuada respuesta al querer de Dios en cada momento. Sin las virtudes –esos hábitos buenos adquiridos por la repetición de actos y con la ayuda de la gracia– cada actuación buena se hace costosa y difícil, se queda solo como acto aislado, y es más fácil caer en faltas y pecados, que nos alejan de Dios. La repetición de actos en una misma dirección deja su huella en el alma, en forma de hábitos, que predisponen al bien o al mal en las actuaciones futuras, según hayan sido buenos o malos. De quien actúa bien habitualmente, se puede esperar que ante una dificultad lo seguirá haciendo: ese hábito, esa virtud le sostiene. Por eso es tan importante que la penitencia borre las huellas de los pecados de la vida pasada: para que no la vuelvan a inclinar al mal; penitencia más intensa cuanto más graves hayan sido las caídas o más largo el tiempo en que se haya estado separado de Dios, pues la huella que habrán dejado será mayor.

El ejercicio de las virtudes nos indica en todo momento el sendero que conduce al Señor. Cuando un cristiano, con la ayuda de la gracia, se esfuerza no solo por alejarse de las ocasiones de pecar y resistir con fortaleza las tentaciones, sino por alcanzar la santidad que Dios le pide, es cada vez más consciente de que la vida cristiana exige el desarrollo de las virtudes y también la purificación de los pecados y de las faltas de correspondencia a la gracia en la vida pasada. Especialmente en este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita precisamente a crecer en las virtudes: hábitos de obrar el bien.

II. La santidad es ejercicio de virtudes un día y otro, con constancia, en el ambiente y en las circunstancias en que vivimos. Las «virtudes humanas (...) son el fundamento de las sobrenaturales; y estas proporcionan siempre un nuevo empuje para desenvolverse con hombría de bien. Pero, en cualquier caso, no basta el afán de poseer esas virtudes: es preciso aprender a practicarlas. Discite benefacere (Is 1, 17), aprended a hacer el bien. Hay que ejercitarse habitualmente en los actos correspondientes –hechos de sinceridad, de veracidad, de ecuanimidad, de serenidad, de paciencia–, porque obras son amores, y no cabe amar a Dios solo de palabra, sino con obras y de verdad (1 Jn 3, 18)»3.

Aunque la santificación es enteramente de Dios, en su bondad infinita, Él ha querido que sea necesaria la correspondencia humana, y ha puesto en nuestra naturaleza la capacidad de disponernos a la acción sobrenatural de la gracia. Mediante el cultivo de las virtudes humanas –la reciedumbre, la lealtad, la veracidad, la cordialidad, la afabilidad...– disponemos nuestra alma, de la mejor manera posible, a la acción del Espíritu Santo. Se entiende bien así que «no es posible creer en la santidad de quienes fallan en las virtudes humanas más elementales»4.

Las virtudes del cristiano hay que ejercitarlas en la vida ordinaria, en todas las circunstancias: fáciles, difíciles o muy difíciles. «Hoy, como ayer, del cristiano se espera heroísmo. Heroísmo en grandes contiendas, si es preciso. Heroísmo –y será lo normal– en las pequeñas pendencias de cada jornada»5. De la misma manera que la planta se alimenta de la tierra en la que está, así la vida sobrenatural del cristiano, sus virtudes, hunden sus raíces en el mundo concreto en donde está inmerso: trabajo, familia, alegrías y desgracias, buenas y malas noticias... Todo debe servir para amar a Dios y hacer apostolado. Unos acontecimientos fomentarán más las acciones de gracias, otros la filiación divina; determinadas circunstancias harán crecer la fortaleza y otras la confianza en Dios... Teniendo en cuenta que las virtudes forman un entramado: cuando se crece en una, se adelanta en todas las demás. Y «la caridad es la que da unidad a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto»6.

No podemos esperar situaciones ideales, circunstancias más propicias, para buscar la santidad y para hacer apostolado: «(...) cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios (...). Dejaos, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera –¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!...–, y ateneos, en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor»7.

El esperar situaciones y circunstancias que a nosotros nos parezcan buenas y propicias para ser santos, equivaldría a ir dejando pasar la vida vacía y perdida. Este rato de oración de hoy nos puede servir para preguntarnos junto al Señor: ¿es real mi deseo de identificarme cada vez más con Cristo?, ¿aprovecho verdaderamente las incidencias de cada día para ejercitarme en las virtudes humanas y, con la gracia de Dios, en las sobrenaturales?, ¿procuro amar más a Dios, haciendo mejor las mismas cosas, con una intención más recta?

III. El Señor no pide imposibles. Y de todos los cristianos espera que vivan en su integridad las virtudes cristianas, también si están en ambientes que parecen alejarse cada vez más de Dios. Él dará las gracias necesarias para ser fieles en esas situaciones difíciles. Es más, esa ejemplaridad que espera de todos será en muchas ocasiones el medio para hacer atrayente la doctrina de Cristo y reevangelizar de nuevo el mundo.

Muchos cristianos, al perder el sentido sobrenatural y, por tanto, la influencia real de la gracia en sus vidas, piensan que el ideal propuesto por Cristo necesita adaptaciones para poder ser vivido por hombres corrientes de este tiempo nuestro. Ceden ante compromisos morales en el trabajo, o en temas de moral matrimonial, o ante el ambiente de permisivismo y de sensualidad, ante un aburguesamiento más o menos generalizado, etcétera.

Con nuestra vida –que puede tener fallos, pero que no se conforma a ellos– debemos enseñar que las virtudes cristianas se pueden vivir en medio de todas las tareas nobles; y que ser compasivos con los defectos y errores ajenos no es rebajar las exigencias del Evangelio.

Para crecer en las virtudes humanas y en las sobrenaturales necesitaremos, junto a la gracia, el esfuerzo personal por desplegar la práctica de estas virtudes en la vida ordinaria, hasta conseguir auténticos hábitos, y no solo apariencia de virtud: «La fachada es de energía y reciedumbre. —Pero ¡cuánta flojera y falta de voluntad por dentro!

»—Fomenta la decisión de que tus virtudes no se transformen en disfraz, sino en hábitos que definan tu carácter»8.

San Juan Crisóstomo nos anima a luchar en la vida interior como hacen «los párvulos en la escuela. Primero –dice el Santo– aprenden la forma de las letras; luego empiezan a distinguir las torcidas, y así, paso a paso, acaban por aprender a leer. Dividiendo la virtud en partes, aprendamos primero, por ejemplo, a no hablar mal; luego, pasando a otra letra, a no envidiar a nadie, a no ser esclavos del cuerpo en ninguna situación, a no dejarnos llevar por la gula... Luego, pasando de ahí a las letras espirituales, estudiemos la continencia, la mortificación de los sentidos, la castidad, la justicia, el desprecio de la gloria vana; procuremos ser modestos, contritos de corazón. Enlazando unas virtudes con otras escribámoslas en nuestra alma. Y hemos de ejercitar esto en nuestra misma casa: con los amigos, con la mujer, con los hijos»9.

Lo importante es que nos decidamos con firmeza y con amor a buscar las virtudes en nuestro quehacer ordinario. Cuanto más nos ejercitemos en estos actos buenos, más facilidad tendremos para realizar los siguientes, identificándonos así cada vez más con Cristo. Nuestra Señora, «modelo y escuela de todas las virtudes»10, nos enseñará a llevar a cabo nuestro empeño si acudimos a Ella en petición de ayuda y consejo, y nos facilitará alcanzar los resultados que deseamos en nuestro examen particular de conciencia, que frecuentemente estará orientado hacia adquirir una virtud bien concreta y determinada.

1 Antífona de la Comunión. Sal 15, 11. — 2 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 206. — 3 ídem, Amigos de Dios, 91.— 4 A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, Madrid, Epalsa, 4ª ed., p. 28. — 5 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 82. — 6 San Alfonso Mª. de Ligorio, Prácticas del amor a Jesucristo. — 7 Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 116. — 8 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 777. — 9 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Salmos, 11, 8. — 10 San Ambrosio, Tratado sobre las vírgenes, 2.Cuaresma. 3ª semana. Martes

perdonar y disculpar

— Perdonar y olvidar las pequeñas ofensas que se producen a veces en la convivencia diaria.

— Nuestro perdón en comparación con lo que el Señor nos perdona.

— Disculpar y comprender. Aprender a ver lo bueno de los demás.

I. En el trato con los demás, en el trabajo, en las relaciones sociales, en la convivencia de todos los días, es prácticamente inevitable que se produzcan roces. Es también posible que alguien nos ofenda, que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y esto, quizá, de forma un tanto habitual. ¿Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, ¿he de perdonar siempre? Esta es la cuestión que le propone Pedro al Señor en el Evangelio de la Misa de hoy1. Es también nuestro tema de oración: ¿sabemos disculpar en todas las ocasiones?, ¿lo hacemos con prontitud?

Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre. Pide el Señor a quienes le siguen, a ti y a mí, una postura de perdón y de disculpa ilimitados. A los suyos, el Señor les exige un corazón grande. Quiere que le imitemos. «La omnipotencia de Dios –dice Santo Tomás– se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera que Dios tiene de demostrar su poder supremo es perdonar libremente...»2, y por eso a nosotros «nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar»3. Es donde mostramos también nuestra mayor grandeza de alma.

«Lejos de nuestra conducta, por tanto, el recuerdo de las ofensas que nos hayan hecho, de las humillaciones que hayamos padecido –por injustas, inciviles y toscas que hayan sido–, porque es impropio de un hijo de Dios tener preparado un registro, para presentar una lista de agravios»4. Aunque el prójimo no mejore, aunque recaiga una y otra vez en la misma ofensa o en aquello que me molesta, debo renunciar a todo rencor. Mi interior debe conservarse sano y limpio de toda enemistad.

Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón, como Dios nos perdona a nosotros: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, decimos cada día en el Padrenuestro. Perdón rápido, sin dejar que el rencor o la separación corroan el corazón ni por un momento. Sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos teatrales ni dramatizar. La mayoría de las veces, en la convivencia ordinaria, ni siquiera será necesario decir «te perdono»: bastará sonreír, devolver la conversación, tener un detalle amable; disculpar, en definitiva.

No es necesario que suframos grandes injurias para ejercitarnos en esta muestra de caridad. Bastan esas pequeñas cosas que suceden todos los días: riñas en el hogar por cuestiones sin importancia, malas contestaciones o gestos destemplados ocasionados muchas veces por el cansancio de las personas, que tienen lugar en el trabajo, en el tráfico de las grandes ciudades, en los transportes públicos...

Mal viviríamos nuestra vida cristiana si al menor roce se enfriara nuestra caridad y nos sintiéramos separados de los demás, o nos pusiéramos de mal humor. O si una injuria grave nos hiciera olvidar la presencia de Dios y nuestra alma perdiera la paz y la alegría. O si somos susceptibles. Hemos de hacer examen para ver cómo son nuestras reacciones ante las molestias que, a veces, la convivencia lleva consigo. Seguir al Señor de cerca es encontrar también en este punto, en las contrariedades pequeñas y en las ofensas graves, un camino de santidad.

II. Y si siete veces al día te ofende... siete veces le perdonarás5. Siete veces, en muchas ocasiones. Incluso en el mismo día y sobre lo mismo. La caridad es paciente, no se irrita6.

En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen en la humildad. Cuando acudimos a Jesús, Él nos recuerda la parábola que narra el Evangelio de la Misa de hoy. Un rey quiso arreglar cuentas con sus siervos. Y le presentaron uno que le debía diez mil talentos7. ¡Una enormidad! Unos sesenta millones de denarios (un denario era el jornal de un trabajador del campo).

Cuando una persona es sincera consigo misma y con Dios no es difícil que se reconozca como aquel siervo que no tenía con qué pagar. No solamente porque todo lo que es y tiene a Dios se lo debe, sino también porque han sido muchas las ofensas perdonadas. Solo nos queda una salida: acudir a la misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que hizo con aquel criado: compadecido de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó la deuda.

Pero cuando este siervo encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, no supo perdonar ni esperar a que pudiera pagárselos, a pesar de que el compañero se lo pidió de todas las formas posibles. Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: Siervo malo, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido en ti?

La humildad de reconocer nuestras muchas deudas para con Dios nos ayuda a perdonar y a disculpar a los demás. Si miramos lo que nos ha perdonado el Señor, nos damos cuenta de que aquello que debemos perdonar a los demás –aun en los casos más graves– es poco: no llega a cien denarios. En comparación de los diez mil talentos nada es.

Nuestra postura ante los pequeños agravios ha de ser la de quitarles importancia (en realidad la mayoría de las veces no la tienen) y disculpar también con elegancia humana. Al perdonar y olvidar, somos nosotros quienes sacamos mayor ganancia. Nuestra vida se vuelve más alegre y serena, y no sufrimos por pequeñeces. «Verdaderamente la vida, de por sí estrecha e insegura, a veces se vuelve difícil. —Pero eso contribuirá a hacerte más sobrenatural, a que veas la mano de Dios; y así serás más humano y comprensivo con los que te rodean»8.

«Hemos de comprender a todos, hemos de convivir con todos, hemos de disculpar a todos, hemos de perdonar a todos. No diremos que lo injusto es justo, que la ofensa a Dios no es ofensa a Dios, que lo malo es bueno. Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la doctrina clara y con la acción buena: ahogando el mal en abundancia de bien (Cfr. Rom 12, 21)»9. No cometeremos el error de aquel siervo mezquino que, habiéndosele perdonado a él tanto, no fue capaz da perdonar tan poco.

III. La caridad ensancha el corazón para que quepan en él todos los hombres, incluso aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro amor. Junto al Señor no nos sentiremos enemigos de nadie. Junto a Él aprenderemos a no juzgar las intenciones íntimas de las personas.

No percibimos de los demás sino unas pocas manifestaciones externas, que ocultan, en muchas ocasiones, los verdaderos motivos de su actuar. «Aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo –aconseja San Bernardo–, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por debilidad. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte»10.

¡Cuántos errores cometemos en los pequeños roces de la convivencia diaria! Muchos de ellos se deben a que nos dejamos llevar por juicios o sospechas temerarias. ¡Cuántas divisiones familiares se tornarían atenciones si viéramos que ese mal detalle, esa inoportunidad, se debe al cansancio de aquella persona después de un día largo y difícil! Además, «mientras interpretes con mala fe las intenciones ajenas, no tienes derecho a exigir comprensión para ti mismo»11.

La comprensión nos inclina a vivir amablemente abiertos hacia los demás, a mirarlos con simpatía; alcanza las profundidades del corazón y sabe encontrar la parte de bondad que hay siempre en todas las personas.

Solo es capaz de comprender quien es humilde. Si no, las faltas más pequeñas de los demás se ven aumentadas, y se tiende a disminuir y justificar las mayores faltas y errores propios. La soberbia es como esos espejos curvos que deforman la verdadera realidad de las cosas.

Quien es humilde es objetivo, y entonces puede vivir el respeto y la comprensión con los demás: surge fácil la disculpa para los defectos ajenos. Ante ellos, el humilde no se escandaliza. «No hay pecado –escribe San Agustín– ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de cometer por razón de mi fragilidad, y si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido y me ha preservado en el bien»12. Además, «aprenderemos también a descubrir tantas virtudes en los que nos rodean –nos dan lecciones de trabajo, de abnegación, de alegría...–, y no nos detendremos demasiado en sus defectos; solo cuando resulte imprescindible, para ayudarles con la corrección fraterna»13.

La Virgen nos enseñará, si se lo pedimos, a saber disculpar –en Caná, la Virgen no critica que se haya acabado el vino, sino que ayuda a solucionar su falta–, y a luchar en nuestra vida personal en esas mismas virtudes que, en ocasiones, nos puede parecer que faltan en los demás. Entonces estaremos en excelentes condiciones de poder prestarles nuestra ayuda.

1 Mt 18, 21-35. — 2 Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 25, a. 3, ad 3. — 3 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 30, 5. — 4 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 309. — 5 Cfr. Lc 17, 4. — 6 1 Cor 13, 7. — 7 Cfr. Mt 18, 24 ss. — 8 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 762. — 9 ídem, Es Cristo que pasa, 182. — 10 San Bernardo, Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares. — 11 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 635. — 12 San Agustín, Confesiones, 2, 7. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 20.

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

El día del Señor - Parroquia San Juan Evangelista - RTVE.es

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Las hijas de las islas (Pueblo de Dios) 27/03/2011 Temporada 2011 - RTVE.es

Las hijas de las islas (Pueblo de Dios) 27/03/2011 Temporada 2011 - RTVE.es

domingo, 27 de marzo de 2011






manuel
lozano
garrido
“Lolo”
Ceremonia de
Beatificación
12 de junio de 2010
Linares (Jaén)
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 - Madrid
Tfno: 915311323
acg@accioncatolicageneral.es
www.accioncatolicageneral.es
􀁺 Pero ¿quién es Lolo?
Lolo fue un joven de Acción Católica, Nació en Linares
(Jaén, España) en 1920. A los 22 años una parálisis
progresiva le sentó en un sillón de ruedas.
Su inmovilidad fue total. Los últimos nueve años,
también ciego.
Pero Lolo fue un joven seglar, un cristiano que se
tomó en serio el Evangelio, o como decía de él el
Padre Martín Descalzo: «Se dedicaba a ser cristiano.
Se dedicaba a creer».
Tan en serio se tomaba el Evangelio que un día el
Hno. Robert de Taizé se acercó a su casa. Lo vio.
Lo oyó hablar. Miró aquel cuerpecillo agarrotado.
Tomó la pluma y escribió en la pantalla de la lámpara
que alumbraba desde el rincón la mesa donde
Lolo trabajaba. “Lolo, sacramento del dolor”.
Pero este joven de AC, que mantuvo la perenne
alegría en su permanente sonrisa, “varón de dolores”
y sin embargo sembrador de alegría en los
cientos de jóvenes y adultos que se acercaban a
él en busca de consejo, tenía un secreto.
􀁺 ¿Cual es el secreto de Lolo
que le hacía vivir la alegría en el dolor?
Lolo había sido un joven amante del deporte y de
la naturaleza; alegre en sus travesuras infantiles, y
más alegre aún en sus juegos de juventud cuando
Joven de Acción Católica
periodista y escritor
en silla de ruedas
durante más de 25 años
ciego durante
sus últimos 9 años
Comunicador de alegría a
los jóvenes desde su invalidez.
Cuando se presentó en Madrid
su biografía, “Lolo, un ciego
a los altares”, el Cardenal
Javierre decía: «Conociendo
la predilección que nutre
el Papa con los jóvenes y
enfermos, cabe imaginar
el gozo con que Juan Pablo II
habrá de dar su bienvenida
a Lolo, al hacer su ingreso
en la Congregación
de los Santos...».
Y añadía: «No es difícil
suponer la alegría que le
espera a Juan Pablo II viendo
a un inválido ascender a la
gloria de Bernini. Conviene
que la Congregación de los
Santos convierta las escaleras
en rampas. No me consta
de precedentes de una subida
en silla de ruedas. Por ello
me encanta pensar que la
Providencia haya reservado
a “LOLO” el privilegio
de semejante primado».
comenzó a abrirse a la vida, a desear “devorar”
apostólicamente el mundo.
Se había formado apóstol en el centro de jóvenes de
la Acción Católica de Linares por los años de la década
de 1930. “Para él la Acción Católica lo era todo”.
En la AC aprendió a amar con locura a la Virgen
Nuestra Señora. De ella escribirá bellísimas páginas
llenas de ternura y filial amor a lo largo de sus
28 años de escritor y periodista inválido.
En la AC curtió su fervor eucarístico que le marcó
para toda la vida. Ahí quedan sus escritos sobre la
fiesta del Corpus Christi, sobre el Jueves Santo o
sobre el sacerdocio. Ya paralítico -desde el balcón
de su casa, situada justamente enfrente de las
puertas de la Parroquia de Santa María de Linares,
donde él fue bautizado y donde ahora reposan
sus restos mortales- desde el balcón hacía un alto
en sus trabajos de escritor paralítico y decía:
«Ahora -frente a frente con el Sagrario- voy a echar
con Él un parrafillo».
􀁺 La experiencia eucarística de Lolo
Que en su adolescencia le convirtió en otro “Tarsicio”
llevando clandestinamente la Eucaristía durante
la guerra, se hace en él más profunda cuando
pasa la noche entera del Jueves Santo en prisión
adorando al Señor Sacramentado que le
habían pasado oculto en un ramo de flores.
La Eucaristía marcó a Lolo hasta los tuétanos. ¡Qué
bellamente lo describe Martín Descalzo: “¡Misa en
casa de Manolo!”. Porque Lolo, que había descubierto
lo que la Eucaristía es para la Iglesia y en la
vida de cada cristiano, ya no podrá pasar
sin tener cada día “Mesa redonda
con Dios” (ese es el título de uno de
sus libros). La Eucaristía es para Lolo
fortaleza en su debilidad y alegría en su
dolor, fuente de su inquietud apostólica
y manantial para su pluma.
􀁺 Apóstol
Este Lolo, joven, apostólicamente
comprometido en época de hostilidad
e incluso de persecución religiosa, recorre
pueblos como propagandista de
la Acción Católica; no duda en lanzarse
a evangelizar desde la radio; se enamora
de Cristo y le dice: «Un préstamo:
déjame tu corazón... no para el
egoísmo de realizarlo todo fácil y sin
esfuerzo, sino para hacer bueno ese deber que es
amarte a tu medida», como dice en “Las golondrinas
nunca saben la hora”, otro de sus libros.
Este Lolo, inquieto y andariego, recibe la visita del
dolor: «Aparentemente el dolor cambió mi destino
de modo radical. Dejé las aulas, colgué mi título, fui
reducido a la soledad y el silencio. El periodista que
quise ser no ingresó en la Escuela; el pequeño
apóstol que soñaba llegar a ser dejó de ir a los barrios;
pero mi ideal y mi vocación los tengo ahora
delante, con una plenitud que nunca pudiera soñar
». Así escribe en “Cartas con la señal de la Cruz”.
􀁺 Inválido
Este apóstol de la AC recibe de Dios “la vocación
de enfermo”: «Mi profesión: inválido». Y es tal su
invalidez que día a día va perdiendo todos sus
movimientos. Su cuerpo se convierte en un amasijo
retorcido de huesos doloridos; pero nunca se
queja ni habla de sí mismo. Sin embargo... cuando
pierde el movimiento de la mano derecha,
aprende a escribir con la izquierda. Cuando también
la izquierda se paraliza, dicta a un magnetófono
y así se convierte en escritor y periodista incansable
desde su silla de ruedas.
􀁺 Escritor y periodista
Cuando aún podía mover algo los dedos le regalaron
una máquina de escribir. ¿Lo primero que
escribió en ella?: «Señor, gracias. La primera palabra,
tu nombre; que sea siempre la fuerza y el
ORACIÓN (para la oración privada)
Oh Dios, que abriste el tesoro inmenso de tu Amor a tu siervo Manuel para que él, sumergido en el dolor,
desde su sillón de ruedas, lo proyectase a los hermanos con su testimonio y escritos. Concédenos que le sepamos
imitar en su aceptación dócil y esperanza ilusionada, cuando el sufrimiento llame a la puerta de nuestra
vida, y en su generosidad plena y ardor apostólico, cuando tratemos de darnos a los demás; dígnate glorificar
a tu siervo Manuel y concédeme por su intercesión el favor que te pido... Así sea.
alma de esta máquina... Que tu luz y tu transparencia
estén siempre en la mente y en el corazón
de todos los que trabajen en ella, para que lo que
se haga sea noble, limpio y esperanzador».
Y cuando recibe permiso para que en su “mesa
redonda” se pueda celebrar la Eucaristía tuvo esta
corazonada: «Tráete la máquina de escribir”. -¿Para
qué ahora? ¡Estás loco! - “Qué sí, ea; aprisa; te la
traes y la metes debajo de la mesa, para que así el
tronco de la Cruz se clave en el teclado y eche allí
mismo sus raíces».
¡Las raíces! ¡Y cómo arraigaron en su vida y cuánto
fruto dieron!
􀁺 “Sinaí”
Desde su rincón inmóvil, desde su silla de ruedas,
Lolo se convierte en periodista y escritor. Es más,
funda una obra pía: “Sinaí”, grupos de oración
por la prensa; cada 12 enfermos junto con un monasterio
de clausura toman sobre sí el “cuidado
espiritual” de un concreto medio de comunicación
social y así hasta 300 enfermos incurables a
los que Lolo une, alienta, a través de la revista
mensual que para ellos escribe. De este modo -
igual que Moisés mientras oraba con los brazos
levantados en el Sinaí para ayudar a Israel- todos
esos enfermos que «no pueden levantar ni sus
brazos ni andar con sus pies» se convierten sin
embargo en apoyo cristiano y apostólico para los
periodistas.
Escribió el “Decálogo del periodista” y “La oración
por los periodistas”, porque Lolo fue un periodista
cristiano desde una doble vertiente: porque
habló de temas religiosos, pero “muy también
y más” porque supo hablar de todo y de
cualquier cosa desde la doctrina de la Iglesia, desde
el enfoque de la fe: minería y urbanismo; escolarización,
monocultivo y agricultura; crónicas de
la ciudad o evolución del universo...
􀁺 Un enfermo que trabaja cada día
Lolo “se hace” periodista y escritor. «Gano mi pan
con el sudor de mi frente», dice cuando recibe
uno de sus múltiples premios literarios. Escribe 9
libros de espiritualidad, diarios, ensayos, una novela
autobiográfica, y cientos de artículos en la
prensa nacional y provincial.
Lolo es un trabajador dolorido o un enfermo que
trabaja de sol a sol. En su vida se mezcla año tras
año, en una única trenza, el trabajo arduo y la enfermedad
aguda. Pero en su vida, como su gran
secreto, está la piedad mariana y eucarística, de la
que brota un amor apasionado por la Iglesia y un
apostolado incansable “sin moverse de su sillón
de ruedas”.
􀁺 Su amor a la Iglesia
Porque en Lolo, para concluir, hay que decir que
se desarrolló, día a día, su amor a la Iglesia al compás
del caminar de los días en que la Iglesia “estaba
en Concilio”. ¡Con qué avidez “leía” ya ciego
oyendo las crónicas y las reflexiones de los Padres
y de los teólogos del Vaticano II y con qué profundidad
penetró en el espíritu conciliar!
La vigencia de un hombre, después de su muerte, está en función de lo que fue y de lo que hizo, y
LOLO, que físicamente no pasó de ser, desde su enfermedad, un remedo de hombre, fue, como contrapunto,
un gigante de la Fe y de la superación del sufrimiento, que trocó en permanente alegría,
constituyendo un auténtico paradigma para el hombre de hoy:
􀁺 Como joven, militó en Acción Católica, en la que desempeñó cargos y ejerció el apostolado.
􀁺 Como seglar, fue un cristiano comprometido y pionero de los postulados del Concilio Vaticano.
􀁺 Como periodista, jamás se hipotecó a ningún tipo de intereses.
􀁺 Y, como enfermo, sublimó su sufrimiento, trocándolo en el mejor vehículo para su salvación eterna.
Vigencia de Lolo
􀁺 Alegría contagiosa
En su vida fue calando el valor del dolor
como aceptación en paz y gozo de
los planes de Dios. Entonces su vida
de cada día, su contacto con las gentes,
se convierte en alegría contagiosa.
A los pies de la gruta de Lourdes, Lolo
peregrino-enfermo, le dijo a la Señora:
«Te ofrezco la alegría, la bendita alegría
». Y la Señora sembró y multiplicó
en él la semilla de la alegría, del buen
humor, que él trasmitía a quien se
acercaba a su sillón de ruedas.
􀁺 Lo extraordinario
vivido con normalidad
En Lolo creció una dimensión de su
vida que fue hacer de lo extraordinario
(que eran aquellos grandísimos dolores
de su enfermedad; su médico le
decía «eres el enfermo grave que goza
de más buena salud»), hacer que
aquello extraordinario pareciera “ordinario”
por la normalidad rutinaria con
que vivía sus circunstancias terribles.
Lo extraordinario de Lolo es que aquella
situación tan dura él la convirtió en
“aparente” normalidad. ¡Como si fuera
un hombre sano y fuerte! Era como
un Job del siglo XX.
􀁺 Consejero de jóvenes
Hasta su casa se llegaban personas de
toda clase social y condición: intelectuales
y trabajadores; sacerdotes y enfermos...
Pero sobre todo eran jóvenes
los que más frecuentaban su amistad.
Para ellos tenía Lolo una sensibilidad
especial. Para ellos era “el amigo siempre
alegre, el comunicador de alegría”.
Dice de él uno de aquellos jóvenes:
«Afectuoso, sonriente... se interesó por
mi vida, por mi familia, por mis proyectos,
por mi trabajo...; me sinceré con él
y le conté toda mi vida y mis inquietudes;
y me habló de un Dios PADRE que
comprende y perdona; me habló de la
necesidad de dar testimonio cristiano,
de lo indispensable que es el amor por
los demás... y yo, cada vez que lo visitaba,
me iba sintiendo más alegre, encontrando
la felicidad que yo buscaba...». Y así se
expresan muchos de los jóvenes que se acercaban
hasta él, estudiantes jovencísimos o mineros
de Linares, universitarios, oficinistas... El corazón
de Lolo era tan grande que cada vez le iban entrando
más y más amigos.
􀁺 El día 3 de noviembre de 1971
Su vida se apagó el día 3 de noviembre de 1971.
Era el día de San Martín de Porres, “Fray Escoba”,
el santo que había crecido en la santidad en un
rinconcito del convento, como Lolo que había vivido
toda su vida en el metro cuadrado que ocu-
JOVEN, ESTA ES TU HORA
Joven: esta es tu hora.
Te lo digo yo que tengo en ti puesta mi esperanza.
Joven, esta es la coyuntura,
para que el navío de tu alma
ponga proa por las singladuras
que son rutas de heroicas hazañas.
Joven: entra en tu corazón y extiende las velas,
que te aguardan tierras por conquistar
y hay un espacio vacío que espera tu nombre.
Joven: tu fe, el rápido golpeteo de tu vida de gracia
se tensa como nervio de ballesta de arquero,
para saltar hasta la diana de un corazón que no sabe de Cristo.
Los bancos vacíos de la capilla
aguardan, quietos,
el peso fuerte de tus rodillas.
Hazle a Cristo la señal
para que vierta sobre la noche del que no cree
la torrentera bravía de tu gracia.
Joven: la fe que conseguiste sin esfuerzo,
es ruta sangrienta
para millones de almas que viven sedientas sin saberlo;
sentadas en el umbral con sombras de muerte.
No ignores más el tesoro de tu fe
y lánzate a rescatar
al gimiente entre harapos,
predestinado para ser tu hermano en el hogar inmortal
de los cielos.
Joven: esta es tu hora. Esta es tu coyuntura,
de capitanes esforzados y valientes.
Te lo digo yo, que tengo, en ti puesta mi esperanza.
paba su sillón de inválido. Mientras, a su lado, yo,
Rafael Higueras Álamo, sacerdote y Consiliario de
la Asociación de amigos de LOLO, que tuve el
gozo de estar 9 años cerca de él, rezaba con él el
Padre Nuestro y decía con él a María Santísima:
«Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora
de nuestra muerte”. Y en esos momentos se paró
su corazón “que no le cabía en el pecho» como le
decía el médico siempre que lo auscultaba.
Doce años antes, el mismo día 3 de noviembre,
Lolo había escrito: «Hoy el día sabe a andén de ferrocarril,
cuando llega el tren y se baja el amigo a
quien hace mucho tiempo no veíamos. Ya tú estás
aquí, sentado junto a mi sillón, y yo te echo el brazo
efusivamente por los hombros...» (Así escribió
en su libro “Dios habla todos los días”).
Había llegado el momento del abrazo efusivo con
Dios a quien había amado y a quien, crucificado
con su cruz de prolongada y dura enfermedad, él
se había ofrecido como amigo.
Quienes le conocieron en vida recogieron su herencia.
Han reeditado todas sus obras escritas;
han constituido una asociación canónica que promueve
su canonización. Habiendo conocido su
sencillez franciscana, quizá él ahora desde el cielo
mire y se sonría con humor.
Desde el 17 de Octubre de 1996, sus restos trasladados
desde el cementerio de la ciudad que lo
vio nacer, reposan en la capilla del Cristo de la
Misericordia en la Iglesia de Santa María de Linares
(Jaén), en cuya lápida está escrito:
«MANUEL LOZANO GARRIDO, Escritor, Periodista
y Venerable, SIERVO DE DIOS, 9-8-1920 / 3-11-1971»
ORACIÓN POR LOS PERIODISTAS
Señor:
Pon en la frente de todos los que escriben, una
proa que enfile el buen puerto que eres, y asegura
a su nave un paisaje completo de obreros y operarios,
estudiantes y madres, profesores y chicas.
Que a su vez, en el trato y al margen del oficio
sean semilla noble de ejemplo y de ternura.
Que también acaricien mirando a los semáforos o
en el coche o en el metro.
Que su poso de ciencia tenga el espejo al fondo
de tu sabiduría.
Que cuando las masas griten y suenen puñetazos
en las cafeterías, él hable con un vaso en la palma
y el agua esté serena como la faz de un lago.
Si un milagro hace falta sea en los teclados, se les
vaya pintando la imagen de su hijo o la de los amigos.
Que si de pronto se hace en el mundo un silencio
porque hacen falta normas, su corazón sea bravo
para decir la palabra; que sea clara y rotunda y, sobre
todo, justa.
Le negarás el sueño, como también la sal y el pan
de cada día, si sólo él puede hablar y calla por cobarde.
Tendrá que poner “robo” o “compasión”, o “hambre”,
y lo dirá sin tentarle la bolsa o el ascenso, el
susto o la amenaza.
Que de sus labios broten consejos como fuente
de pueblo, que mana día y noche.
Si alguna ración doble hay que dar de optimismo,
de amor y de esperanza, escánciala sobre ellos.
Mensajeros de fe y de alegría.
Que escriban de rodillas cuando un hogar naufraga.
Que no los tiente la prensa de colores -”negra”,
“amarilla”, “rosa”-.
Un periodismo al sol, claro y limpio como tu luz
dorada, sea tu guía.
Y, por último, tantas gracias ocultas de quejas
aceptadas y rodillas que sangran, a ver si ellos, a
ver si en ellos pueden que estén siempre en la
brecha del sudor y el esfuerzo para que un hombre
vaya por la acera o aprisa y se dé con tu rostro,
que le sonríe entre líneas.
Oración a las doce
ante un pedazo de pan
El pan es vitalmente humano, Ulises aconsejaba
dar a los soldados pan y vino, porque aquí están
la fuerza y el valor. El milagro de la criatura,
esa armonía del latido y la voz, la caricia y el ritmo,
tienen en el trozo fermentado su frente representativa
de energía.
Por eso al pan, como destinado a la vida palpitante,
se han añadido características que son como una
atrayente llamada a los sentidos: su color, el estallido
con que se abre al gozo, su aroma y su gusto indefinible,
ese tacto suave de su intimidad. El mundo gravita
así sobre un leve montón de trigo pulverizado.
Constitutivamente, en el pan, hay por tanto una
conjunción de elementos que predisponen a lo
espiritual. Desde su nacimiento pagano, o tal vez
desde los umbrales del Paraíso, la masa de harina
fue ya creada con una como nostalgia de encarnaciones
divinas. De aquí que, cuando sobre la corteza
desciende, al fin, la sombra rotunda de una
cruz y ciertos labios le cincelan la fórmula eterna
de una consagración, se cumple, sencillamente, la
maravillosa transmutación en Carne de Dios, y lo
que solo era materia apetecible, pasa a ser sangre
y Cuerpo a la mano, portentosamente multiplicados
y capaces de elevar y divinizar a todo el que
de ellos quiera saciarse.
Y sin embargo, este pan prodigioso, de fácil accesibilidad
y contenido infinito, está ahí, intacto,
con su inmensa fuerza operante, esperando solo
a que a nosotros se nos cambie el deseo y nos
nazca una verdadera hambre de eternidad.
Ante cada uno de los doce, reunidos en el momento
de la instauración asombrosa, venimos
hoy con una petición de hambre para el mundo.
Hambre de cosas actuales, vigentes, olvidadas y,
no obstante, necesarias para la salvación.
A ANDRÉS, RIESGO: Cronológicamente, tú con
Juan, fuisteis los primeros aquella tarde en que
seguíais al Rabí para ver donde habitaba. Por eso
lo has de comprender cuando te diga de ese orgullo
nuestro da haber sido gestado en la fe y que
hasta en la muerte tendremos un tañido de campanas.
Es bueno esto de que seamos cifra segura
en la estadística de creyentes. De aquí nuestro
«conservadurismo». ¿Sabes? A cada uno se nos ha
dado un denario que todos guardamos entre el
espliego de nuestras oraciones. Obliga mucho
esta fama de país sin herejes, ya conoces que en
otros han tenido que reprimir, claro que no sé si
será menos condenable eso del minero que se
pierde, el chaval que delinque o la chica que se
prostituye, y nosotros mano sobre mano.
Andrés. Consíguenos un deseo devorante de abrir
perspectivas a la caridad, hambre de intrepidez; que
cada mañana palpemos el escalofrío de tener que
ganar la gloria a pulso, que vivamos, en fin, la agonía
de los que se condenan por nuestra omisión.
A PEDRO, SINCERIDAD: Déjame aupar, Pedro,
hasta tus pupilas de asombro: ¡Cristo, Pan; la vieja
barca embreada, quilla del mundo, y tú, Roca,
haciendo y deshaciendo por toda una eternidad!
Hoy en ti se han coronado las cosas humildes.
¿Qué como fue todo? Tus manos yodadas, esas
espaldas con las cicatrices aún frescas de las redes
que tajan y el acre olor sudoroso de la túnica,
conservaron hasta el fin tu conciencia de trabaja-
De su pluma y letra
Este pan prodigioso,
de fácil accesibilidad y contenido
infinito, está ahí, intacto, con su
inmensa fuerza operante, esperando
solo a que a nosotros se nos cambie
el deseo y nos nazca una verdadera
hambre de eternidad.
dor humilde. Lo demás lo pudo tu sinceridad,
aquella corazonada de saltar sobre el copo y el
vértigo de tu caída, la gloria de tus confesiones y
la veracidad de tu lágrima.
Ahora, Pedro, componemos la sonrisa mientras
en la intimidad se fragua la zancadilla y unas acciones
o algún puesto con suerte arrinconan la
piel curtida del padre labriego.
¡Hambre, hambre de humildad y de sinceridad
danos hoy, Piedra firme de la Iglesia de Cristo!
A JUAN, HOMBRÍA: Quien por primera vez puso
en entredicho tu hombría debió ser un loco o,
algo peor, un perverso. ¡Dudar de ti, cuando nunca
la imagen del varón pudo ser más representativa!
Ahora que lo pienso, tus músculos de acero,
esos brazos tuyos achicando y el ejemplo de tu virilidad
íntegra, denunciaban demasiado la impotencia
de los que solo ven en la mujer una hembra
a la que hay que atropellar. Los fracasados, los
de las claudicaciones solitarias, las ratas de los cubículos,
se han confabulado para darnos una imagen
tuya quebradiza, amerengada, de caballerete
de novela rosa. Pero tú estás ahí, bravo hombre
de la mar y la lucha, la cárcel y el martirio, para
proclamar la valentía de ese muchacho y esa chica
que se relacionan limpiamente para florecer
en el cauce natural del matrimonio.
Muéstrate bien, Juan, para que cunda el ejemplo
de tu pureza, la apetencia de hombría.
A SANTIAGO, DIGNIDAD HUMANA: Creo que
los demás apóstoles habrán de perdonarme la
predilección por ti del hijo al que has afanado el
don de la fe y que, porque tú lo quisiste, remonta
cada día el vuelo en busca de la felicidad.
Tú, Santiago, has galopado sonoramente sobre
mis sueños de niño. Por eso, justamente ahora,
vengo a urgirte a algo tan anacrónico como una
cruzada. No es que vuelvas sobre el corcel; si acaso,
sí, sobre un tractor y con un martillo por mango.
Porque es la fábrica, y la mina, y el campo
quienes están apremiando por la realidad del
quinto Evangelio: el de la dignidad de la persona
humana.
En el camino que lleva a ese concepto del obrero
miembro de tu cuerpo, con tu sangre transvasada
a sus venas, hecho tú mismo, queda mucho por
recorrer. Es lo que queremos. Esa mano que empieza
a embozarse a la antigua usanza me dice
que sí, que lo has de hacer. Que así sea.
A FELIPE, APOSTOLADO SEGLAR: Sencillo, expeditivo,
corazón de ley, en ti, Felipe, hubo siempre
ese sentido práctico que da la administración responsable
de una familia. De tus heroísmos domésticos
hizo Cristo consejo para el milagro del
pan y los peces. Con mujer y dos hijas, aún te sobrabas
para la conquista de Bartolomé.
Tu hogar nunca supo de despreocupaciones, y en
él floreció la santidad. ¿No es suficiente para
traerte a los que en el matrimonio o en los horarios
buscan una situación de seguridad para retraerse
de llevar a Dios a su mundo? Hay que alzar
sobre el pavés a esos hombres y mujeres que
gritan con sus vidas que la superación no es solo
cosa de clérigos y que junto al martillo o la calculadora,
la prole o la ventanilla, puede estar gravitando
el ángel de un hombre.
A BARTOLOMÉ, HUMILDAD INTELECTUAL: Ojos
penetrantes, frente ampulosa, hay en tu cara
como una serena conjunción de líneas áticas: tu
condición de intelectual.
Se te ha popularizado bajo un ángulo negativo -
«¿Puede salir algo bueno de Nazaret?»-, cuando la
verdad es el reconocimiento de Cristo «He aquí a
un israelita en el cual no hay doblez».
Pedirle a un hombre de costumbres y formación
esmeradas que descienda hasta tomar la vida de
once pescadores es ya una exigencia límite. Y, no
obstante, tú la superaste con la adhesión intelectual
a un obrero o hijo de artesano. Veinte siglos
después, a filósofos, matemáticos o cualquier
rompe-vidrios de laboratorio les bastan dos renglones
de sabiduría para hacer girar sobre el «yo»
el mundo de la ciencia. ¿Por qué no cuenta en las
eminencias grises eso tan elemental como es el
reconocimiento de las propias limitaciones? ¿Hasta
cuándo el corazón seco y la lente del microscopio
sobre la armonía y el milagro de la vida?
Si a la hora de los satélites puedes ejemplarizarla,
que sea con la humildad intelectual, que buena
falta nos hace.
A TOMAS, FE EN LO COTIDIANO: Una mano que
pasa por el borde de una herida se mancha con la
sangre que fluye. Un dedo que entra en el orificio
de una mano vibra con los tendones y las arterias
desgarradas. Duro fuiste, Tomás, en el testimonio
de los sentidos.
Hay ahora demasiadas cosas que escapan al tamiz
de la razón. Aspiramos a darle a todo un germen
explicativo, y el árbol nos ha hecho perder la panorámica
del bosque. Así ha nacido la filosofía
existencial, ese rompecabezas con una articulación
tan evidente como es la palabra Dios.
La peseta que el Señor pone cada día en nuestro
portamonedas, el pan y la vida, la rosa y el dolor,
comulgan en la misma estela asombrosa de la noche
pascual. Algunos se asustan ante la palabra
milagro, cuando «la cuestión no es que no sucedan
los milagros, sino que la gente los llama de algún
otro modo» (Green).
A mí y a muchos nos convendría una inyección de
fe en lo cotidiano para ver a Dios hasta en el más
negro perfil de las horas.
A MATEO, MORAL EN LOS NEGOCIOS: El brillo
del oro es como las pupilas de la esfinge, que
quien las contempla sucumbe a su hechizo. Papini
lo llamó «el excremento del diablo» y es así que
su dueño arrastra por siempre su podredumbre.
Pero el mito de la fortuna está aquí, hecho carne en
la gigante estructura de los negocios, sube que te
sube al vértice de los dioses, aunque lo sea sobre la
degradación, el lamento o la sangre. ¡Qué no podrá
este engendro, que ha hecho circular una moral
acomodaticia, en la que se incluye la tregua para
sus hechos turbios! Pemán ha escrito que «hay
enormes indecencias morales que transitan a los
ojos de todos». Nos escandaliza, por ejemplo, un
vestido o la ligereza de una cinta, y no caemos en la
pornografía de una operación en la que alguien se
alza con el cincuenta por ciento. De seguro que así
seguirán las cosas; pero al menos tú, que te liberaste,
tráenos aquel aire fresco que puso en tu frente
el puntapié a las hileras de dracmas.
A SANTIAGO DE ALFEO, COMPRENSION: Difícil armonía
de judíos y gentiles la que realizaste en los
treinta años de obispo en Jerusalén. Para el judío era
denigrante el contacto con el pueblo no elegido.
Ahora también, la herencia, el apellido, la posición,
obligan a muchos, y en el otro extremo está
cortado el paso a nivel con el odio de clases. Hemos
dado a la relación un fundamento divisionario,
y los juicios ligeros tienen el volumen y la gravedad
de un dogma. El olvido no cuenta para
cualquier falta que, desgraciadamente, cobre aire
público. Quien cae habrá de llevar eternamente
su contrición como un estigma, aunque los que le
juzguen tengamos una gusanera en el corazón.
Que dé gracias Magdalena por no haber nacido
en este siglo.
La felicidad, eso tan hermoso y subyugante, puede
que tenga en su frontis el «no juzguéis y no seréis
juzgados», pero, desde luego, empieza por
una hoguera de caridad y comprensión.
A JUDAS TADEO, ANONIMATO: No sé que tal ha
de sentarte eso de que yo escriba haciendo tabla
rasa de tu bella historia. Me gusta verte así, con
gesto corriente y moliente, con facciones de
hombre vulgar, y creo que lo has de pasar bien
dialogando sobre los “Juan Nadie” del mundo,
esas criaturas que ya oscuramente en el tranvía
leyendo el periódico, y un buen día, zas, lo cierran
y se encuentran en la misma cara de Dios,
porque resulta que les ha llegado su hora, y a lo
“calla callando” han cumplido con su deber.
Creo que las palabras de Cristo son como son, y
no como esas cosas que se dicen y luego ocurre
que donde dice digo debe decir Diego. Así con
aquello de la mano izquierda y la derecha. Cual-
Algunos se asustan
ante la palabra milagro, cuando
“la cuestión no es que no sucedan
los milagros, sino que la gente los
llama de algún otro modo”. A mí
y a muchos nos convendría una
inyección de fe en lo cotidiano
para ver a Dios hasta en el más
negro perfil de las horas.
quiera de nuestras buenas acciones dispone ahora
de todo un servicio de publicidad privada. Que
García da para antibióticos, ya está la radio aireando
su nombre. Y así, alrededor de ese otro hombre,
en cuyo secreto de caridad solo Dios participa,
se ha creado un complejo de estupidez a los
ojos del mundo, que únicamente la vuelta al sabor
evangélico del silencio puede rehabilitar.
¿Comprendes ya, Tadeo, por qué quiero insistir
en tu condición de hombre corriente y moliente?
A SIMÓN CANANEO, UNIVERSALIDAD: Te llamaron
Celote. Los celotes eran una bandería política
de tu tiempo, un nacionalismo de los que tanto
abundaron siempre. Está visto que partidismos serán
el lastre que ha de llevar la humanidad de por
vida. Ayer y hoy, el horizonte de una raza u de una
agrupación está limitado por ríos y cordilleras.
Pero ser celote entonces era un progreso hacia la
libertad mínima. Ahora carecería de vigencia. La
civilización pide ya acabar con la sangría y el tira y
afloja de las invasiones, y nada mejor para sobrevivir
que una evolución de las mentes hacia lo
universal. Pero resulta que esta aspiración es también
el fundamento ecuménico de la Iglesia. Muchos
estamos descubriendo ahora que las metas
europeistas y de unión estaban ya preconizadas
por los Papas.
El ideal, pues, ha de acelerarse a medida que se
clarifiquen las ideas. Tú, Simón, aboga por la universalidad.
Si no, toda esa ilusión de átomos domesticados,
conquistas biológicas y bienestar social
quedarán prendidas en la tela de araña de las
fronteras, y hasta en el nacionalismo de cincuenta
centímetros cuadrados que es el hombre.
ANTE JUDAS ISCARIOTE: No vengo, no puedo
venir a ti, con una oración, más que por la imposibilidad
teológica de una plegaria, porque tú has
cercenado todo diálogo. Me aterra, Judas, la muralla
que has antepuesto a tus ojos, ese telón de
denarios que voluntariamente has echado a tu
mundo. No hay en tu infancia fatalismos ni situaciones
clave que te abocaran a la catástrofe. Tú,
como todos, tuviste en Keriot una
madre que posaba sus labios sobre
tus sienes con fiebre, y viste en los ribazos
una eclosión de malvas y siemprevivas.
Pero un día se te colocó
ante la frente cierto pedazo de oro
con un perfil coronado de mirtos, y
le tuviste en la mano mientras la uña
pasaba, una y otra vez, por las incisiones
del borde.
Y eso fue todo: la codicia echó el cerrojo
a tu caos interior. El beso de
Cristo, la mano taumatúrgica y su palabra
cautivadora te llegarían luego
como de un cosmos lejano y quimérico.
Por eso, al mirarte, parece como
si una voz repitiera con machaconería:
«egoísta, egoísta, egoísta...».
Ante un cristo de
un millón de pesetas
Tú, mi Cristo crucificado, ¿qué prefieres: que
digan que vales centenares de miles de pesetas
o que te pongan un precio de treinta monedas?
Dirás que tan malo es lo uno como lo otro y
que Tú nada tienes que ver con lo amarillo.
Pues, sí, claro; pero yo pienso que dentro de lo
malo, aún es peor que te manejen con talonario
de cheques. En la cicatería de las pocas monedas,
por lo menos, se te ve más la Cruz, en su afrenta
y su misterio, que es lo que queremos que nos
lleguen en tus imágenes de crucificado; pero
¡mira que tener que pensar en un Cristo con joyería
en caja fuerte, en un Poncio Pilatos de ventanilla
o en un Judas de talonario y Cadillac!
Verás por lo que viene todo esto. Ahora hay primavera
en el campo, en el cielo y en los árboles, lo
que quiere decir que está a punto y va a estallar de
las ramas del Gólgota la rosa de Pasión de tu sangre.
Como cristianos nos sentimos orgullosos de tu
hazaña, y queremos pasearte por la calle para que
todos te vean con los brazos abiertos y se emocionen
con la maravilla de tus manos, generosamente
taladradas. Por eso hacemos que te tallen al natural
y luego nuestros hombros se encargan de meterte
hasta por los callejones. Cuanto más sangre, más
patetismo y más almas te vamos ganando.
Pero luego viene lo de mirarnos en la Cruz como
un espejo, y ya la tortura hiere, y el «Tengo sed»
escuece en la garganta como la teja que sale del
horno. Vaya, que te ponemos flores, tisú, diadema
o remates en la Cruz de oro y pedrería, Y, por supuesto,
eso de que tengas pose en la agonía o
luzcas almohadón y melena en la muerte, que a lo
mejor a alguno le puede dar un acindoque de
verte una contorsión o una mueca.
Hay que comprender que se quieren hacer las cosas
en grande. ¿No dijiste que tu Pasión era para
todos? Pues, ¡hala!, nosotros a vivir la idea de lo
universal y que te vengan a riadas los turistas.
Por supuesto que ellos no van a tomar el avión
para darse un hartazgo de lágrimas, y viene lo de
los carteles publicitarios con tu imagen, el “Baedeker”
y las bengalas. Tú, claro, ¿Cómo vas a quejarte
si el amor de los cristianos no ha conseguido
hacerte tan popular y ecuménico como las oficinas
de turismo? Se te ve en Nigeria, Karachi, Puerto
Príncipe, Riad y ¿Quién iba a soñar con estampas
tuyas en los bares de la Suiza de Calvino, junto
a los minaretes tunecinos o en la vieja y hostil
Lassa tibetana?
Después viene el mercantilismo del arte. ¿Qué
Cristo eres Tú que sale de la cabeza de un hombre
que te mira con mentalidad de cuenta corriente:
cada gubiazo, un billete de a mil? ¿Que
pantomima es esa de que te facturen para un
pueblo y que allí te esperen con espinas de diamantes,
terciopelo, placas e hilos de oro los que
han leído, y saben, que desde la cueva de Belén al
sepulcro de José de Arimatea pasaste por la vida
tan pobre como una rata?
Pobre mío, ¿quién te iba a decir que la píldora del
último escarnio te la iban a dorar con diamantes y
bordados? El gran chasco de Judas sería ahora
verte traficado por un millón de pesetas; él que
tan modosito estuvo con sus treinta monedas. ¡Si
hasta te llaman “el Rico”, Tú, que apenas si tenías
lo que pudiera dar de sí cualquier chapuza! Te
llevan ahora con tantas alhajas por la calle, que te
nos pierdes tras un fulgor de escaparate de joyería.
Hasta hay quien dice que ya no te hablas con
los pobres; ya ves, Tú que solo supiste de fatiga
de pobre, de angustia de pobre, de pensamiento
de pobre...
Aquí tenemos el prurito de valorar las cosas por el
brillo que da lo singular, lo único. Se saca en cualquier
reunión una perla del tamaño de un garbanzo
y en el ¡oooh...! de la envidia se paga y se crece
la recompensa. Tú, lo tuyo lo pones al revés: eres
de todos y tu valor se agiganta cuando todos te poseen.
Y lo mismo vale en tus cosas. Con lo uno y
con lo otro, nosotros a buscar los lingotes y Tú dale
con escoger lo que está a flor de la tierra, por el
campo, por la calle, por la casa y hasta metiéndose
en los bolsillos. Así, con el trabajo, la humillación,
el dolor y la pobreza. Lo que nos vienes a decir con
todo es que la cruz está hecha con madera corriente
y moliente, y nada de ponerle celofán a las cicatrices.
Lo que importa no es que te hagas excepcional,
sino que todas las criaturas del mundo tengan
su fortunilla en los latigazos, troncos sobre las
espaldas y esponjas de hiel. En casa cruces, y calvario
también en el taller y en la convivencia. Lo que
cuenta no es que tu sudor y tu sangre tengan barnices
de colores bonitos, sino que se viva el acre
goterón de la muerte, ese mismo que fue por la
vida empapando las virutas, y el desgarrón de tu
Carne Redentora.
Que no hagan al arte capitalista exigiéndole oro. A
la gubia o al pincel les basta con la belleza y una
pulsación de testimonio. No hay inspiración o gracia
como la de una paleta o un cincel que se mojan
o se mueven en humildad. ¡Qué sobrias, qué virginalmente
pobres y qué maravillosas y definitivamente
bellas las líneas y el rasguear de tus manos
creadoras cuando cincelaban los mundos!
Cristo, de cara a los ojos que piensan que te miran
y tienen cataratas de oro, y a los que quieren
verte y no te ven porque estas aprisionado por un
molde de lujo y de riqueza, te alzo rabiosamente
una petición de milagro: tu sudor del huerto, esas
Aquí tenemos el prurito
de valorar las cosas por el brillo
que da lo singular, lo único.
Se saca en cualquier reunión una
perla del tamaño de un garbanzo
y en el ¡oooh...! de la envidia
se paga y se crece la recompensa.
Tú, lo tuyo lo pones al revés:
eres de todos y tu valor se agiganta
cuando todos te poseen.
gotas espesas y rojas cargadas de hemoglobina, te
pido que las pobres gentes las vean salir realmente
de esas espinas de diamantes como te brotan
del corazón cuando te cuelgan la humillante calumnia
de Rico.
Ad te clamamus
Escribo bajo la pesadumbre de una impresión
apocalíptica. Aún me tiembla en los oídos una
relación de catástrofes mientras en la imaginación
baila la fatídica zarabanda de la muerte.
He leído a Bloy uno de sus muchos libros trágicos,
ese en el que el diapasón de la guerra acentúa
su dramático trémolo cotidiano. Desde la portada,
cuatro caballos enloquecidos galopaban sobre
un cielo cárdeno, mientras, a mi lado, la radio
iba ribeteando el ambiente patético con noticias
de desgracias: terremoto en Tokio, en Filipinas, en
el Asia Menor.
No es que afirme que las cosas sean como un claro
teletipo de Dios, cuya palabra se nos da a la
simple aplicación cifrada. Lo que nos ocurre tiene
a veces una perspectiva ampulosa, a la que solo el
tiempo arranca sus limpios contornos. Los hechos
son así, como piezas de un rompecabezas que
únicamente en la totalidad alcanzan su armonía.
Mas en la vida hay también sucesos que titilan
como un continuo invitatorio a la interpretación.
Es, por tanto, que se cumple lo de Salvaneschi, de
que “las cosas llegan siempre en el momento más
oportuno para darnos una enseñanza”. El mismo
Bloy lo ha expresado con palabras más duras: “El
azar es el Dios de los imbéciles”.
Hoy, en el camino árido, alucinante, de la lectura
de Bloy, se ha antepuesto el valladar de la Salve, y
lo acepto con toda su categoría de símbolo y su
alta función medianera. He aquí lo que puede ser
su mensaje.
Cada vida tiene una órbita prefijada,
cuya fidelidad lleva al orden del
mundo espiritual. Mas cuando por
el pecado se rompe el equilibrio, es
preciso un esfuerzo compensatorio
que lo restaure. Así, que nadie se
sorprenda si en el mismo momento
que un hombre goza desordenadamente,
Dios sabe que hombres
anónimos están siendo abrumados
por el peso nuevo de una cruz.
Hay ahora una prevaricación que
aterra. La Historia, es verdad, está
plagada de claudicaciones, pero
nunca como hoy fue el pecado tan
accesible y tuvo tan escandalosa resonancia.
A la civilización, lo que es
en esencia para elevar y dignificar,
se la ha contorsionado hasta dar
con sus aristas más degradantes. El
que escribe moja su pluma en fango y presume
de estilista. Para el niño parece como si hubiera
una salvaje complacencia en aminorar su inocencia.
El robo, siempre ceñido al área del “descuidero”
tiene ahora una vasta nomenclatura de márgenes,
salarios base y dividendos. Hasta para el genocidio
hay el refrendo de los Estados y el
“santasanturum” de las clínicas anticonceptivas.
Se diría que un humo viscoso, mísero, de podredumbre,
llega hasta los mismos labios de Dios,
forzándole a la náusea. Es, por tanto, que el motivo
está a la mano para los Bloy jeremíacos.
Pero “el abismo llama al abismo” (P. Van der.
Meer). Sobre la sima sin fondo de nuestra culpa
gravita también el ala gigante de Dios, ese otro
abismo de misericordia que se extremó hasta el
paroxismo de la Cruz, y la Mano a la que es habitual
el milagro le ha dado continuidad en las
nuestras con el soberbio poder de la oración. Un
corazón que acepta y clama -la mujer que lleva en
silencio el afán diario, el niño de la “china” en el
zapato, el hombre de la lesión en la espalda que
descansa sobre un lecho de pino- tiene ya en sus
dedos la clave para compensar, y todos los estigmas
de maldición podían ser borrados con una
clara actitud oferente.
¿Es posible que las manos escuetas de unos hombres
puedan saldar la impagable deuda del mal?
Claro que la plegaria es mucho más que nuestros
atropellados padrenuestros o nuestras soñolientas
avemarías. Todo el poder estabilizante de la
oración radica en su fundamento sobrenatural, o
sea de superación de la naturaleza. Nuestras inclinaciones
espontáneas están, por el egoísmo, sin
medida. En consecuencia, el hecho punible nace
de un uso abusivo que allana el fiel de la balanza
de Dios. La renuncia voluntaria de otra criatura
pone en juego una nueva fuerza que se le opone
y le supera por el valor del desprendimiento. En
la oración hay, pues, una raíz de renuncia. Rezar
es, por tanto, que la lágrima que arranca la tribulación
brille porque lleva en su seno una mágica
luz de amor, que al río rojo de los dolores lo cubra
la púrpura de la aceptación, que tengamos
siempre a la mano la brida para el potro de los deseos
y las inclinaciones. Renuncia, siempre renuncia,
a la medida de nuestras circunstancias;
oración, al fin y al cabo, en carne viva.
Santo Domingo vio esta posibilidad en nuestras
vidas, llevándola a la estructura del rosario: gozo,
dolor y gloria. Porque, como ha dicho Jammes,
“en la vida –destierro- hay gozos, dolores y glorias
a la medida de cada uno”. Todo es perfecto, a la
larga, en la composición Divina.
Un solo punto queda por dilucidar, el de nuestro
valor para canalizar por María el gozo, el dolor y
la gloria de nuestras existencias, hasta hacerlas
suplir, generosamente, el vacío que deja la sangre
que dilapidamos. Es esencial, porque mientras
haya clamor no habrá Apocalipsis.
En el barrio
ya no hay misa de ocho
Voy a hablar de un hombre. No conozco su fisonomía,
ni sus apellidos, ni si es de pueblo o de
Capital. He sabido de él por una noticia y ya conocéis
que el periodismo es como en el cuadro de
Sorolla, que busca sólo el pescado -la noticia- sin
importarle las criaturas que quedan en la cuneta.
Bueno, ahora que digo esto, caigo en que precisamente
sí sé que es un hombre en la cuneta y también
cura, un cura que desde hace tiempo ha dejado
de decir su misa de ocho, cada día.
Sin más, os doy la noticia: “En Barcelona, y, por
primera vez, un hombre -sacerdote- ha podido comulgar
a través de una sonda”.
Ahora que están de moda las encuestas, pienso
que a una en la que se me interesara qué es lo
primero que salvaría del mundo en caso de una
catástrofe, contestaría diciendo que la palabra y la
mano derecha de un hombre como éste, aunque
estuviera ronca, aunque se le quedara inválida,
pero que al menos pudiera decir levemente un
“yo te perdono”, mientras la mano iba trazando
una cruz en el aire.
A quienes creen, les parece poco el mimo que
merece la figura de un sacerdote. Su fragilidad,
en cambio, como en este caso, es una baza, que
los incrédulos airean intentando meter cuña en la
solidez del cristianismo. Por el contrario, esta peripecia
yo la he sentido en forma de un tirón de
las rodillas que buscan el suelo para dar gracias
por este milagro de un Dios con nosotros en forma
permanente.
Necesito decir que, cuando leí la noticia, tal vez
por asociación, me vino a la memoria la escena,
de mi primera visita a los talleres de un periódico.
Me acuerdo que lo que más me entusiasmó fue el
trabajo de la rotativa. Miraba al rodillo y nunca
me cansaba de aquella milagrosa multiplicación
del pan del espíritu. Era un diario católico y estaban
tirando algo que se relacionaba con unas jornadas
misioneras. Todavía caigo en aquella cara
grande de Cristo que iluminaba una gran cerilla,
puesta en primer plano. Los rasgos eran simples y
fuertes, y muy penetrantes sus ojos. Cuando echó
a rodar la bobina todos empezamos a ver la cara
del Cristo que se iba estampando centenares de
veces sobre la blanca superficie del papel. La primera
impresión salió tímidamente, pero al rato
las dos pupilas incandescentes nos miraban desde
todos los rincones del taller.
Desde entonces he pensado muchas veces en
que también el sacerdocio es así, como una rotativa
que va estampando la imagen, la gracia y el
poderío de Dios para que lo tengamos a Él en las
calles con autobuses y en las humildes veredas de
los villorrios escondidos, junto a niños que juegan
en los parques o al lado de negros que disparan
flechas envenenadas.
Si cada altar es un Gólgota
diario, la compasión de Dios,
su padecer, con nosotros,
dentro de nosotros, se realiza en
cada aldea, cada habitación y cada
hombre que se mueve bajo el sol.
En realidad, la limitación física del sacerdote es una
preocupación que hay que adelantar veinte siglos.
Un cura con cáncer o inválido no hace sino reiterar
en el tiempo el temblar de un Cristo con posibilidades
de pulmonía o de accidente de trabajo. La Redacción,
consumada desde un cuerpo de barro, airea
a los cuatro vientos la hermosa y total solidaridad
de Dios por el hombre que Él forja. Es
impresionante el humanismo de Dios por lo que de
cariño radical expresa. De un lado, toda la obra creadora
tiene por dentro el ascua viva del amor al
hombre. Nacimos para intercambiar fuego del corazón
con el Autor de la vida, pero sólo se ama en la
entrega voluntaria. De aquí nuestra libertad. En su
ocultación bajo la piel de un hombre, hemos de ver,
ante todo, un inmenso e impresionante deseo de
que no sea mediatizada esa libertad. Pero hay más.
Un Cristo con hambre en el desierto o sudando
bajo los olivares, un Dios-hombre que trabaja, lucha,
pasea y conversa, lo que hace es decirnos que
los cincuenta o sesenta años que puede vivir una
criatura, tienen en su limitación, un aparente carácter
de debilidad pero, desde que El la ha vivido, la
superación es posible y la debilidad, en cambio, de
cada minuto nos sirve para ir amasando piedra a
piedra un puesto seguro en la eternidad. Todo el
cristianismo gira sobre las fuerzas de esta limitación
que usó Cristo para saldar la trampa de una cadena
de generaciones. Un Cristo al que se puede contar
las palpitaciones o que siente el cansancio del trabajo
del taller es como un amigo que nos echa la
mano por la espalda y nos dice “Aúpa, hombre, que
esa tentación es fácil de vencer y se puede ser bueno
durante las 24 horas del día”. Y uno levanta la cabeza
y tensa los músculos porque son unas fibras
gemelas las que lo dicen y dan el ejemplo.
¿Qué sería hermoso que estas mismas cosas nos
la dijera el Señor vistiéndola toda su grandeza y
viéndola nosotros cada día? ¡Pobre hombre nuestro,
mediatizado entonces! ¡Lástima de ese Dios
del lado de acá del barro, cruzando la frontera y
mirándonos tan sólo a través de una distancia infinita!
Si la fórmula de la Redención ha
sido el milagro más asombroso de
todos los tiempos, un portento gemelo
se repite cada día en los
hombres que visten de negro. Si
cada altar es un Gólgota diario, la
compasión de Dios, su padecer,
con nosotros, dentro de nosotros,
se realiza en cada aldea, cada habitación
y cada hombre que se mueve
bajo el sol. Ante todo, Dios ha
cuidado al máximo nuestra consolación.
Cuando uno levanta la cabeza
después de una caída, no somos
fulminados por que el depositario
del perdón tiene dentro de
su carne la misma posibilidad de
tropiezo. Cuando el mal físico nos
pone en ese trance de tener que
usar una sonda en la garganta,
Cristo vive el ángulo de su inmensa
ternura canalizándola a través
de las manos de un hombre que
también puede ser sondado cualquier día. La gloria
nuestra está en ese laurel de la Redención que
fructifica cada hora. Lo bueno, lo maravilloso, lo
escalofriante, lo fundamental es que en cualquier
minuto del día o de la noche, con viento, con lluvia
o con niebla podamos estar seguros de que
cada marca del tiempo del siglo veinte, tiene una
tarde de Nisán con la misma precisión y eficacia,
que aquella otra de Jerusalén. Y todo gracias a
esos hombres ungidos que pueden ser carne,
hombres noticia y de cirugía.
Comunicado del Sr. Obispo sobre
el milagro atribuido a la intercesión
del Venerable Manuel Lozano
Domingo, 20 de diciembre de 2009
En la mañana del sábado, 19 de Diciembre de
2009, en el Vaticano, el Santo Padre Benedicto
XVI ha recibido en audiencia privada al Arzobispo
Prefecto de la Congregación para las causas
de los Santos, Excmo. y Rvdmo. Mons. Ángel
Amato. En esta audiencia el Papa ha aceptado la
curación atribuida a la intercesión del Venerable
Manuel Lozano Garrido, “Lolo”, como inexplicable
científicamente, es decir, se considera
como un hecho milagroso.
Esta decisión del Sumo Pontífice es el último
paso necesario antes de la Beatificación.
La curación de un niño en estado de gravísima situación
(septicemia por pseudomona, tras dos
operaciones quirúrgicas y con vómitos fecaloideos),
fue estudiada como posible milagro, ante el
tribunal del Obispado de Jaén en 2000. Trasladadas
las actas a la Congregación romana correspondiente,
fueron estudiadas por el Congreso médico
en Roma el pasado 17 de Enero de 2008. Los componentes
del Congreso emitieron su voto favorable.
A continuación todo este proceso “super
miro” pasó a estudio de los siete Rvdmos. PP. Consultores
Teólogos el 15 de Febrero de 2008 que
emitieron su parecer favorable por unanimidad.
Como ya se informó, el día 29 de septiembre de
2009, los Emmos. Cardenales y Obispos en sesión
ordinaria de la Congregación estudiaron la
curación indicada y votaron sobre este hecho
como algo naturalmente inexplicable; su voto
también fue favorable por unanimidad.
El Santo Padre, cumplidos todos estos pasos previos
que son la práctica habitual en estos procesos
de Canonización y Beatificación, al recibir
hoy al Rvdmo. Prefecto de la Congregación para
las Causas de los Santos, Mons. Ángel Amato, ha
aprobado finalmente, como un hecho milagroso,
esta curación atribuida a la intercesión del Venerable
Manuel Lozano Garrido. Con ello ya sólo
queda fijar fecha y lugar para la Beatificación.
La Diócesis de Jaén se alegra con esta noticia, justamente
en estas fechas en que se han declarado
vigentes para esta Diócesis los nuevos Estatutos
para la Acción Católica, que han sido promulgados
recientemente por la Conferencia Episcopal
española, confiando que la intercesión de Manuel
Lozano Garrido ante el Señor sea abundante
en frutos de apostolado de quienes se encuadren
en estas tareas de la Iglesia. Manuel Lozano
Garrido, nacido en Linares y allí mismo fallecido
(1920-1971) fue un joven de Acción Católica en la
que recibió su formación apostólica y en la que
militó como miembro dinámico y comprometido
desde su adolescencia hasta su muerte.
Con esta aprobación pontificia se espera que
pronto pueda ser celebrada la Beatificación del
Venerable Manuel Lozano Garrido.
La Beatificación de Manuel Lozano
Garrido, “Lolo”, será en Linares
el sábado 12 de junio de 2010
Sábado, 20 de febrero de 2010
El Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Ramón del Hoyo López,
Obispo de Jaén, comunica gozosamente a los
Medios de Comunicación Social, y a través de
ellos a todos los fieles diocesanos jienenses, y de
un modo especial a los feligreses de Linares, que
se ha recibido de la Secretaría de Estado del Vaticano
el señalamiento de la fecha de Beatificación
del Venerable Manuel Lozano Garrido.
A finales del pasado mes de enero, el Sr. Obispo
se trasladó a Roma para realizar diversas gestiones
ante varios organismos vaticanos. Especial
relieve tuvo el saludo personal del Prelado
al Santo Padre Benedicto XVI. A él agradeció la
concesión de la Rosa de Oro a la imagen de la
Virgen de la Cabeza, patrona de la Diócesis, y al
mismo tiempo le presentó su petición para que
señalara la fecha de Beatificación del Venerable
Manuel Lozano Garrido.
Esta petición pudo ser formulada al Santo Padre
porque previamente se habían cumplido todos
los requisitos necesarios en el Proceso de Beatificación
y Canonización; el último trámite fue la
aprobación -como milagrosa-, por el propio Benedicto
XVI, el día 19 de diciembre de 2009, de
una curación atribuida a la intercesión del Venerable
Manuel Lozano Garrido.
La Secretaría de Estado del Vaticano responde a
esta petición del Sr. Obispo de Jaén, con fecha
12 de febrero 2010, concediendo que la Beatificación
del Venerable Manuel Lozano Garrido,
se celebre en Linares, su ciudad natal y donde
vivió y murió. Y que esta Beatificación se celebre
el día 12 de junio de 2010.
En primer lugar el Sr. Obispo quiere manifestar su
agradecimiento al Santo Padre, por lo que supone
de bendiciones de Dios esta gracia que concede
Benedicto XVI a nuestra Diócesis. Al mismo tiempo
ruega a todos los diocesanos agradezcan también
al Santo Padre esta concesión suya, mediante
las oraciones por las intenciones del Papa.
El Sr. Obispo de Jaén quiere tener en este momento
un recuerdo especialísimo hacia las hermanas
de “Lolo”, Expectación y Lucía, que aún
viven y que van a gozar, si Dios así lo quiere, de
un día feliz por esta declaración de su hermano
con el título de BEATO, en esta Iglesia particular
que es la Diócesis de Jaén. También felicita el Sr.
Obispo a la “Asociación de Amigos de Lolo”,
que ha sido promotora de este Proceso de Beatificación
y Canonización, y que han perseverado
en el seguimiento de esta Causa, manteniendo
la esperanza con ilusión y alegría.
En su primer libro “El sillón de ruedas” escribió
Lolo hablándole a la Virgen María: “...como
cumbre del ansia arráncanos la bondad hasta
llegar a la perfección... Santos a manojillos: los
municipales, las mujeres que van a la compra,
las mecanógrafas, los oficinistas... y los pobres
hombres en sillón de ruedas”.
Una Beatificación de un seglar, con el riquísimo
perfil espiritual que tiene la vida de Manuel Lozano
Garrido, es una ocasión providencial y maravillosa
para preparar ese acontecimiento, procurando
enriquecer la vida de los cristianos con estos
ejemplos de santidad. Por ello se ha creado una
Comisión Diocesana, que ya trabaja con ilusión
en coordinar esfuerzos para que la vida y virtudes
de este hombre fiel sea conocida e imitada.
El Sr. Obispo invita a todos los sacerdotes, consagrados,
y seglares a aproximarse a esta figura
brillante y tan contemporánea de nuestra Iglesia
de Jaén, a través de los distintos actos que se
preparen y en los que ya trabaja la mencionada
Comisión Diocesana.
Muy queridos diocesanos:
1. ¡Feliz anuncio!
Su Santidad Benedicto XVI ha acordado, como
bien saben todos, el Rito de Beatificación de
MANUEL LOZANO GARRIDO. Ha encomendado
su Representación al Excmo. Señor Prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos,
Mons. Ángelo Amato, y tendrá lugar, si Dios quiere,
en Linares, el próximo día 12 de junio de este
año, a las 19’30 horas.
Finalizados los trámites del proceso canónico,
que se inició el 5 de noviembre de 1994, bajo la
presidencia de mi predecesor en esta Sede, Excmo.
Señor D. Santiago García Aracil, el 2 de marzo
de 1998 se promulgaba el Decreto de validez en
Roma. El 21 de enero del año 2000 se abría el proceso
sobre “posible milagro”, que se aprobaba,
por el Santo Padre, Benedicto XVI, el 19 de diciembre
de 2009. El 12 de febrero se nos comunicaba,
desde Secretaría de Estado del Vaticano, el
acto de Beatificación en Linares, lugar de su nacimiento,
el 9 de agosto de 1920 y de su muerte en
un 3 de noviembre de 1971.
¡Gracias, Santo Padre, por lo que supone y supondrá
la gracia de esta Beatificación para nuestra
Diócesis! Agradezcamos a Su Santidad Benedicto
XVI tan singular favor y presentemos nuestras súplicas
al Señor por sus intenciones de forma generosa.
Debemos agradecer también al Postulador, Asociación
de Amigos de Lolo, promotores del proceso, y
a las muchas personas que han intervenido en los
expedientes señalados, su deseada conclusión.
Vuestra confianza en Dios y en la Iglesia, vuestro
empeño y constancia, han llegado hasta el final.
2. Tu Iglesia se alegra
Un miembro destacado por sus virtudes, que nació
y creció en esta Iglesia de Jaén, el Venerable
Manuel Lozano Garrido, será Beatificado. Hemos
de sentirnos felices al ver que un cristiano sencillo,
joven seglar, paralítico y ciego, ha sabido recorrer
los caminos de la vida y llegar hasta la cima
del monte, guiado por la luz de Jesucristo, llevando
siempre abierto el Evangelio en el corazón.
Con gozo inmenso, saludo a las hermanas de
“Lolo” que aún viven: Expectación y Lucy. Esta última,
además de hermana, fue secretaria, enfermera
y fiel ángel de la guarda para él, día tras día
y año tras año. Igualmente debemos tener un recuerdo
especial para los demás familiares y amigos,
que son muchos, y muy en concreto para el
niño, ahora joven maduro, que prestó a Dios su
Carta pastoral
del Excmo. y Rvdmo.
Sr. D. Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
sobre la Beatificación de
Manuel Lozano
Garrido, «Lolo»
Jaén, 15 de marzo de 2010
enfermedad grave para que, a través de su curación,
resplandeciera el poder de la intercesión de
Manuel Lozano Garrido ante Dios.
Feliz coincidencia el que la ciudad de Linares
cuente en tan breve espacio de tiempo, con dos
cristianos declarados por la Iglesia como ejemplos
eminentes de virtudes y testigos del Evangelio:
San Pedro Poveda Castroverde, sacerdote, y Manuel
Lozano Garrido, laico. Ambos recibieron las
aguas bautismales en la misma pila, de la preciosa
Iglesia de Santa María, y ambos fueron cristianos
profundamente devotos de la Santísima Virgen.
3. Tu historia continúa ante Dios
Manuel Lozano Garrido, nacido y bautizado,
como he dicho, en Linares, creció durante los
años de su infancia y adolescencia profundizando
en el Evangelio de Jesucristo y desarrollando su
vocación de cristiano, que tomó siempre muy en
serio. Debió ayudarle mucho, en este crecimiento,
el ambiente de su familia: un “hogar cálido”.
Sería el fundamento para todo su posterior recorrido,
duro desde muy pronto y nada fácil hasta el
final.
Fue templando su espíritu y su corazón en los círculos
de Acción Católica de Linares, lugar donde
se fundó el primer Centro de España, después del
de Madrid. Como diría más adelante el sacerdote
Martín Descalzo: este joven linarense “se dedicaba
a ser cristiano. Se dedicaba a creer”.
En la Acción Católica fue moldeando su vida y,
cuando le llegó la prueba del dolor, su casa se
convirtió en el “segundo centro” o local de la Juventud
Católica de Linares.
Como joven seglar de tan querida Asociación de
fieles, que tantos frutos sazonados ha proporcionado
a la Iglesia, se abrazó con fuerza a su lema:
“piedad, estudio y acción”. Quedó así marcada ya
para siempre su vida de cristiano, desde aquellos
primeros años de su infancia y adolescencia.
En Linares transcurre prácticamente su vida entera,
salvo los pocos meses en que es llamado a filas.
Con sólo 17 años fue movilizado al frente de
guerra en la contienda civil de 1936-39. Estuvo
también fuera de Linares en los años del servicio
militar, en que ya comienzan los primeros síntomas
de su larga y dolorosa cruz.
En Linares, finalmente, vive los muchos años de
su enfermedad, paralítico y ciego, hasta que le llega
la muerte. Él escribió de sí mismo: «De profesión,
paralítico». Supo caminar en su inmovilidad,
sin embargo, con el brío de sus ansias apostólicas
y, cuando más se iba deshaciendo su cuerpo, más
se fortalecía su espíritu y su cercanía a Dios por la
oración contemplativa, sencilla y continua.
4. ¡Todo un cristiano!
No es mi intención ahora escribir, ni siquiera a
grandes trazos, las líneas de su biografía. Todos
podéis tener acceso a ello por otros medios. Pero
sí que debo subrayar su perfil espiritual. No es
otra cosa lo que la Iglesia desea cuando otorga a
un cristiano el título de «Venerable», declarando
la vida y virtudes heroicas de un Siervo de Dios, o
cuando le concede el título de Beato o de Santo
para que pueda recibir culto público. Presentar
su vida como ejemplo a seguir por los demás.
Ejemplo a seguir tenemos, pues, en “Lolo”.
En su perfil espiritual sobresalen principalmente
las siguientes características:
a) La oración, su profunda piedad, su sencilla
y continua comunicación con Dios.
Prueba de ello es su intensa devoción eucarística,
hasta el punto que podemos decir que ése es precisamente
el gran secreto y la clave para entender
su vida. La Eucaristía es renovación del Misterio
Pascual: Cristo muerto y resucitado. Y en la Eucaristía
encontraba Manuel Lozano la fortaleza para
llevar la cruz de sus años de dolor y de sufrimiento.
¡Qué bellos son los escritos de “Lolo” hablando
de la Eucaristía! ¡Qué lirismo tan profundo y
místico derrama en sus escritos hablando con
Cristo crucificado o en coloquio con el Padre!
«Tengo sed, Señor, del agua de esa fuente... Mi sed
es de Ti ¿por qué has de darte siempre con cuentagotas?
¡Dame más, Señor! ¡Lléname como aljibe,
y casi enseguida, me dejas vacío, para que yo goce
además el júbilo de sentir cómo te viertes!» [1].
En esta primera nota de su identidad espiritual
hay que recordar la ternura y confianza con que
trata a la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, la
Virgen Santa María. Destacamos el rezo recogido
y suplicante del rosario de cada día, siempre colgado
en su sillón de ruedas y los encendidos «piropos
» en la letanía con que concluye el primero
de sus libros llamándola una y otra vez «Reina de
las horas gemelas... Dama de honor de los inútiles...
Madre sin canastilla... Desierto con fuentes y
rumores... Cascabel que late...» [2].
b) La inmensa confianza en Dios aceptando,
con alegría y como un regalo, todo lo que
venga de su mano.
«De Dios, dime primero que es Padre; y luego, ya
lo que quieras» [3]. Esta aceptación de la cruz del
dolor de su enfermedad, de su parálisis, de su ceguera
es de tal calibre que llega a escribir así:
“¡Que mi Vía crucis sea también redentor!” [4]
c) La íntima unión que hace en toda su vida
del dolor y la alegría.
En el Decreto de Santa Sede, por el que se declaraba
la heroicidad de su vida y virtudes, como lema
de todo el texto del mismo se dice al comienzo:
«Vuestra alegría no os la quitaría nadie» (Jn. 16, 22).
Sobresale en la vida de Manuel Lozano la alegría
en toda la trayectoria de su vida: en los años de salud
y en los años de la enfermedad; alegría permanente,
alegría contagiosa. Él llega a identificar cristianismo
y alegría. Cuando piensa en su muerte la
describe con tal luminosidad que se despide de la
tierra convocando a todos a volver a encontrarnos
en la «Alegría». No en vano, enfermo y peregrino
en Lourdes, ofreció a la Virgen la alegría, la bendita
alegría... Una alegría nacida desde la fe y por eso
no podía arrancársela del corazón nada ni nadie: ni
el dolor, ni la cárcel, ni las demás dificultades por
las que atravesó en su vida.
d) Su afán apostólico, evangelizador y misionero.
Este afán que desplegó intensamente en sus años
de joven, lo mantuvo igualmente vivo durante sus
años de enfermo. Pero, si alguien de todos los
que se acercaban a “Lolo” podían sentirse preferidos,
ésos eran los jóvenes. «Llevar almas de joven
a Cristo, inyectar en sus pechos la fe» (Himno de
la JACE). El celo evangelizador en “Lolo” no tiene
fronteras. Para evangelizar usa los todavía entonces
casi rudimentarios medios de comunicación:
la radio, la prensa...
Él, de tal manera pone sus cualidades al servicio
de la fe, que su indomable vocación de periodista
no la doblegará su terrible y prolongada enfermedad;
al contrario, son los años más fecundos de
su pluma: nueve libros y cientos de artículos de
prensa. Con esa vocación de escritor y periodista,
que él sentía como llamada el servicio del Evangelio,
escribe el «Decálogo del periodista», y este
afán apostólico le impulsa a crear la obra pía «Sinaí
»: grupos de oración por la prensa católica.
Ser escritor y periodista era su vocación desde su
adolescencia.
Sus vehementes deseos de conocer e imitar a
Cristo los expresa él así, en sus escritos, recordando
sus años jóvenes: «El ideal es cuajar en el interior
una noble y divina figura, vivir con transparencia,
ensancharse en el amor a los hombres» [5].
Quiero en estas circunstancias ante la próxima
Beatificación de Manuel Lozano Garrido tener
una mirada y una oración por los jóvenes. A él encomiendo,
de modo especialísimo la juventud de
la Diócesis. A ellos, como a todos los hombres y
mujeres, se ofrece el Evangelio como camino de
vida, de alegría, de felicidad. En “Lolo” podemos
ver un joven que supo vivir esos caminos, y que
hizo de la alegría su señal y su vivencia. El Evangelio
vivido desde la fe, es la única causa de felicidad
plena. Recorren este camino los valientes de
corazón limpio y generoso. Los que viven con ilusión
y sin descanso.
En sus años de joven, sano y fuerte, es catequista
en los barrios. Es amigo de los presos. Es animador
de la sana alegría de los campamentos juveniles.
Es «micrófono de Cristo» en las visitas a los
pueblos para propagar la incipiente Acción Católica.
Es hijo fiel de la Iglesia a la que ama con pasión.
Muestra de ello son sus escritos en los años
del Concilio Vaticano II, cuyas enseñanzas siguió
con veneración ilusionada día a día. Es también
consejero prudente en el silencio de sus incontables
horas de enfermo ciego y paralítico.
5. “Lolo” nos sonríe desde el Cielo
Quiero invitar a todos los diocesanos de Jaén, y
de un modo especial a los linarenses, a celebrar y
participar en los diversos actos que se programan
para difundir más y más la figura de este joven seglar
que llega a los altares.
De un modo especial, por los trazos más sobresalientes
que se ven en su vida, dirijo la mirada a los
jóvenes, a los periodistas y escritores, a los movimientos
de apostolado seglar pues “Lolo” es un
seglar, fruto maduro de la Acción Católica. También
a las cofradías, de las que Manuel Lozano
tanto escribió en la prensa; a las instituciones eucarísticas
y marianas; a los enfermos y a los profesionales
de la sanidad; a los monasterios de
clausura, en los que Manuel Lozano tan confiadamente
se apoyaba.
Una palabra especial para los sacerdotes, en este
Año Sacerdotal. Manuel Lozano nunca pensó ser
sacerdote; ¡pero qué veneración y amor les tenía!
Lo manifestó, a las claras, en «la oración por los sacerdotes
». Invito de corazón a todo el Clero de la
Diócesis, para que participe activamente en esta
alegría diocesana de la Beatificación de Manuel Lozano
Garrido. Que encontremos en los libros y en
la vida de “Lolo” una cantera abundante e ilusionada
para nuestro apostolado. Están religiosos y religiosas
y los seminaristas. Reitero mis palabras de
gratitud y de invitación muy especial para sus familiares
y amigos; asociación Manuel Lozano Garrido,
y a la Comisión Diocesana constituida para la preparación
de tan deseado acontecimiento.
6. ¡Damos gracias a Dios!
No me extiendo más en dibujar los rasgos de la figura
de Manuel Lozano Garrido. Pero sí deseo invitaros
a todos a dar gracias a Dios por el regalo,
que ha hecho a la Iglesia de Jaén, por su vida y
virtudes; por su temple apostólico; por la obra escrita
de este “varón de dolores” que contagia alegría
y amor a quien se acerca a él.
Recordarles, finalmente, que la última visita que
hizo el Venerable Manuel Lozano al salir de Linares,
para volver ya enfermo, fue subir al Santuario
de la Virgen de Linarejos. Ese fue su deseo y así lo
cumplió. Después, ya paralítico, descansaba del
rigor del verano de Linares, junto al santuario de
la Virgen de Tíscar. De esta devoción escribe páginas
bellísimas.
A la Virgen María, Madre de Dios, causa de nuestra
alegría, salud de los enfermos, con los títulos
de Linarejos y de Tíscar y tantos otros que recibe
en el Santo Reino de Jaén, encomendamos estas
fechas próximas y gozosas. Que Ella interceda por
nosotros y alcance de su Hijo Jesucristo frutos
abundantes por la celebración de los actos de Beatificación
de Manuel Lozano Garrido «Lolo», en
esta Pascua del 2010.
Con mi saludo y bendición.
† RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ. OBISPO DE JAÉN
“Llegar a ser santo es la tarea
de todo cristiano, más aún,
podríamos decir, de todo hombre”.
Queridos hermanos y hermanas:
En esta solemnidad de Todos los Santos, nuestro
corazón, superando los confines del tiempo y
del espacio, se ensancha con las dimensiones
del cielo. En los inicios del cristianismo, a los
miembros de la Iglesia también se les solía llamar
“los santos”. Por ejemplo, san Pablo, en la
primera carta a los Corintios, se dirige “a los santificados
en Cristo Jesús, llamados a ser santos,
con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre
de Jesucristo, Señor nuestro” (1 Co 1, 2).
En efecto, el cristiano ya es santo, pues el bautismo
lo une a Jesús y a su misterio pascual,
pero al mismo tiempo debe llegar a serlo, conformándose
a él cada vez más íntimamente. A
veces se piensa que la santidad es un privilegio
reservado a unos pocos elegidos. En realidad,
llegar a ser santo es la tarea de todo cristiano,
más aún, podríamos decir, de todo hombre.
El apóstol san Pablo escribe que Dios desde
siempre nos ha bendecido y nos ha elegido en
Cristo “para ser santos e inmaculados en su presencia,
en el amor” (Ef 1, 4). Por tanto, todos los
seres humanos están llamados a la santidad
que, en última instancia, consiste en vivir como
hijos de Dios, en la “semejanza” a él según la
cual han sido creados.
Todos los seres humanos son hijos de Dios, y
todos deben llegar a ser lo que son, a través del
camino exigente de la libertad. Dios invita a todos
a formar parte de su pueblo santo. El “camino”
es Cristo, el Hijo, el Santo de Dios: nadie
puede llegar al Padre sino por él (cf. Jn 14, 6).
La Iglesia ha establecido sabiamente que a la
fiesta de Todos los Santos suceda inmediatamente
la conmemoración de Todos los Fieles
Difuntos. A nuestra oración de alabanza a Dios
y de veneración a los espíritus bienaventurados,
que nos presenta hoy la liturgia como “una muchedumbre
inmensa, que nadie podría contar,
de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas”
(Ap 7, 9), se une la oración de sufragio por quienes
nos han precedido en el paso de este mundo
a la vida eterna. Mañana les dedicaremos a
ellos de manera especial nuestra oración y por
ellos celebraremos el sacrificio eucarístico. En
verdad, cada día la Iglesia nos invita a rezar por
ellos, ofreciendo también los sufrimientos y los
esfuerzos diarios para que, completamente pu-
[1] MANUEL LOZANO GARRIDO, Las golondrinas
nunca saben la hora, p. 274
[2] MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón de
ruedas, cap. XXVII
[3] MANUEL LOZANO GARRIDO, Bien venido,
amor, nº 71
[4] MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos
los días, p. 32.
[5] MANUEL LOZANO GARRIDO, Las golondrinas
nunca saben la hora, p. 23
rificados, sean admitidos a gozar para siempre
de la luz y la paz del Señor.
En el centro de la asamblea de los santos resplandece
la Virgen María, “la más humilde y excelsa
de las criaturas” (Dante, Paraíso, XXXIII, 2).
Al darle la mano, nos sentimos animados a caminar
con mayor impulso por el camino de la
santidad. A ella le encomendamos hoy nuestro
compromiso diario y le pedimos también por
nuestros queridos difuntos, con la profunda esperanza
de volvernos a encontrar un día todos
juntos en la comunión gloriosa de los santos.
BENEDICTO XVI
Solemnidad de Todos los Santos - Ángelus
Plaza de San Pedro
Jueves 1 de noviembre de 2007
Podemos pensar que la santidad está reservada para algunos, para aquellos fieles muy devotos,
muy celosos, muy buenos. No. La santidad -¡presten atención!- ¡es una propuesta para
todos!, ¡grandes y pequeños; hombres y mujeres; a todos se propone como posible! ¡Más todavía,
como un deber! La santidad, lo decimos con alegría y estupor, la santidad es para todos.
PABLO VI
16-III-1966
La AC debe ser escuela de santidad siguiendo el ejemplo de tantos hombres y mujeres, jóvenes
y niños que en el programa oración, acción y sacrificio, encontraron el camino de su fidelidad
generosa y hasta heroica.
PABLO VI
25-IV-1977
El objetivo de la santidad se propone no sólo a las personas que hacen opción por la vida
consagrada, sino también a todos los fieles, en cuanto que han recibido el don de ser regenerados
en Cristo. En el mundo de los laicos católicos este objetivo debe convertirse en preocupación
constante para quienes, como vosotros, miembros
de la Acción Católica, hacen una opción de calidad, para
vivir la vida del hombre en todas sus dimensiones,
volviendo a dar a la fe y al espíritu, el primado
que les corresponde según la perspectiva del
Evangelio, y que la sociedad de hoy, con
su mentalidad difusa y sus estructuras,
tiende a ignorar.
JUAN PABLO II
Discurso a la V Asamblea de
la ACI. 9-XII-1983
En vuestra misión de humildes
servidores de la unidad
del Pueblo de Dios, dejaos inspirar
constantemente por los
ejemplos y enseñanzas de los
santos y beatos que se formaron
en el ámbito de vuestra
Asociación.
JUAN PABLO II
Audiencia a la III Asamblea
del FIAC. 4-XII-2000
En Christifideles Laici podemos leer: «La vocación
a la santidad hunde sus raíces en el
Bautismo y se pone de nuevo ante nuestros
ojos en los demás sacramentos, principalmente
en la Eucaristía. Revestidos de Jesucristo y saciados
por su Espíritu, los cristianos son “santos”, y
por eso quedan capacitados y comprometidos a
manifestar la santidad de su ser en la santidad de
todo su obrar» [16]. La llamada que se nos hace a
la santidad debemos entenderla como el desarrollo
de nuestra vocación bautismal, pues el Sacramento
del Bautismo es el punto de partida, ya
que nos capacita a configurarnos con Jesucristo.
En la oración de crismación del Bautismo, se recitan
estas palabras: «Dios todopoderoso, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que os ha liberado del
pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu
Santo, os consagre con el crisma de la salvación
para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis
para siempre miembros de Cristo sacerdote,
profeta y rey».
En la antigüedad, cuando un rey iniciaba su mandato,
era ungido con aceite para indicar así su dignidad;
en Israel también eran ungidos los profetas
y los sacerdotes que recibían una misión [Ex 30, 30;
1 Sam 10, 1; 1 Cró 11, 3; Sal 20, 7; Is 45; Za 4, 14]. Los cristianos
y cristianas son ungidos en el Bautismo
para expresar su dignidad como tales, y la misión
que se les confía de continuar la obra de Jesús.
Por el Bautismo se les convoca a vivir la identidad
o vocación cristiana con vistas a su misión: ser signo
e instrumento de salvación para el mundo.
Por el Bautismo somos hechos hijos e hijas de
Dios, miembros de Cristo, y de su cuerpo que es
la Iglesia; somos consagrados como templos del
Espíritu Santo y participamos de la misma misión
de Jesucristo. Por el crisma recibido participamos
de la triple función de Cristo, sacerdotal, profética
y real, lo que subraya la condición eclesial, la
pertenencia a la Iglesia [Cf. LG 31].
De este triple ministerio sacerdotal, profético y
real, cuya interrelación podemos simbolizar con
la imagen de un triángulo, surge la identidad cristiana.
Esta identidad se concreta en tres áreas: formación,
acción y celebración, siendo discípulos,
apóstoles y santos, en un dinamismo que es recogido
en Christifideles Laici: «La vida según el Espíritu,
cuyo fruto es la santificación [cf. Rm 6, 22; Ga 5,
22], suscita y exige de todos y de cada uno de los
La Iglesia recuerda continuamente a los
bautizados las palabras del Señor: “Sed
perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto” (Mat. 5, 48).
A esta meta están destinados todos los
cristianos. Nos lo recuerda de un modo
especial el Concilio Vaticano II, en el capítulo
5º del documento dedicado a “LA
IGLESIA”. El capítulo se titula: “La vocación
universal a la santidad”.
Hay una fiesta en el año, que tiene un
sentido precioso: es del día de todos los
santos. San Pablo en sus cartas, cuando
saludaba a los destinatarios les decía: “Saludo
a los SANTOS que viven en la Iglesia
de Roma... de Corinto...”. Porque incluso
los que vivimos en la tierra, si nos esforzamos
en vivir de acuerdo con la voluntad
de Dios, en nosotros está la gracia “santificante”,
la gracia que nos hace santos.
Ese día de “todos los santos” recordamos también
a tántos y tántos hombres y mujeres que ya
han llegado al cielo y participan de la vida de
Dios, aunque no conozcamos sus nombres o aunque
su vida -cercana a nosotros- pasara de un
modo sencillo y casi anónimo. “Esta es la voluntad
de Dios, vuestra santificación” (Ef. 1,4).
La santidad podría definirse de un modo sencillo
como el seguimiento de Jesucristo. Este seguimiento,
de tal modo debe estar por encima de
todo, que el mismo Señor dice: “Si alguno ama a
su padre o a su madre más que a Mí no es digno
de Mí” (Mat. 10, 37).
Este amor “preferencial” a Dios sobre todas las
cosas puede llevar incluso a dar la vida por Dios. La Santidad
LA ACCIÓN CATÓLICA, “ESCUELA DE SANTIDAD”
“Vosotros, pues, sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48)
La Acción Católica nace
y vive para la evangelización; otro
empeño permanente de la Acción
Católica es la formación de
cristianos, capaces de evangelizar. Y
por tanto la Acción Católica impulsa
la vocación universal a la santidad
y la promueve por diversos medios.
bautizados el seguimiento y la imitación de Jesucristo,
en la recepción de sus Bienaventuranzas,
en el escuchar y meditar la Palabra de Dios, en la
participación consciente y activa en la vida litúrgica
y sacramental de la Iglesia, en la oración individual,
familiar y comunitaria, en el hambre y sed de
justicia, en el llevar a la práctica el mandamiento
del amor en todas las circunstancias de la vida y
en el servicio a los hermanos, especialmente si se
trata de los más pequeños, de los pobres y de los
que sufren«» [16].
Así pues, la identidad cristiana se vive:
􀁺 Santificándose en el mundo desde la vivencia
y celebración de la fe, de una manera especial
por la oración comunitaria y personal, y por la
celebración comunitaria de los sacramentos:
Dimensión sacerdotal - CELEBRAR - Santo - CELEBRACIÓN.
􀁺 Profundizando en la Buena Nueva de Jesucristo,
estando como discípulo a los pies del Maestro,
escuchando sus enseñanzas: Dimensión profética
- CREER - Discípulo - FORMACIÓN.
􀁺 Viviendo la fe de forma comprometida, mediante
el ejercicio del servicio, de la entrega y
la caridad personal y estructural, en los ambientes
donde se está presente: Dimensión
real - VIVIR - Apóstol - ACCIÓN.
Un instrumento que ayuda a desarrollar la vocación
bautismal, y por lo tanto a vivir la identidad
cristiana atendiendo a los tres “lados” de ese triángulo,
es la Acción Católica. Como podemos leer en
Apostolicam actuositatem la primera Nota de identidad
de la Acción Católica es la eclesialidad: «El fin
inmediato de estas organizaciones es el fin apostólico
de la Iglesia, es decir la evangelización y santificación
de los hombres y la formación cristiana de
sus conciencias de tal manera que puedan imbuir
del espíritu del Evangelio las diversas comunidades
y los diversos ambientes» [20 a].
Este fin general de la Iglesia está claramente especificado
en los tres objetivos esenciales de la Iglesia:
evangelizar, santificar [Mt. 28, 18-20]
y, formar cristianamente las conciencias,
consiguiendo cristianos
maduros y conscientes, evangelizadores,
misioneros y militantes,
para llevar el Evangelio a todos los
ambientes. Dicho de otro modo,
es propagar el reino y extenderlo
a todos las personas ordenando el
universo entero en Cristo.
La Acción Católica, pues, no tiene
un fin propio, sino que hace
suyo el triple objetivo de la Iglesia,
en cualquier campo, en cualquier
ambiente y también en el
ámbito de la comunidad. La Acción
Católica nace y vive para la
evangelización; otro empeño
permanente de la Acción Católica
es la formación de cristianos,
capaces de evangelizar. Y por
tanto la Acción Católica impulsa la vocación universal
a la santidad y la promueve por diversos
medios: los sacramentos y la oración, la acción y
la formación, la escucha de la Palabra y la revisión
de vida; anima a todos los laicos en el seguimiento
de Jesucristo, concreta así la llamada universal
y común a la santidad sin diferencia de grado [LG
39]; orienta asimismo la coherencia y unidad entre
lo que se cree-vive-celebra; y por último acompaña
la fidelidad de los laicos a Jesucristo en los diversos
ámbitos y tareas de la vida pública en que
están presentes activamente [LG 41]. De esta forma
la Acción Católica ayuda a los laicos a llevar en el
mundo una «vida según el Espíritu» [Rm 6, 22; Gal 5,
22] cuyo fruto es la santificación [ChL 16] y cuya expresión
es su inserción y participación en la vida
pública [LG 40; ChL 17; CVP 60-61].
La Acción Católica es por tanto una verdadera ESCUELA
DE SANTIDAD, como lo atestiguan los frutos
que de ella han ido surgiendo a lo largo de su
historia, tanto instituciones y organizaciones eclesiales
(Cáritas, Manos Unidas, Centros Católicos
de Cultura Popular, Cursillos de Cristiandad, Comunión
y Liberación, Focolares...), como de laicos,
personas consagradas y curas, que ya son
Santos, Beatos y Venerables, o en proceso de Beatificación
(Manuel Lozano Garrido “Lolo”, Pedro
Poveda, Vicente Vilar David, Mª Teresa Ferragut
Roig, Juan Gonga Martínez, Francisco Castelló
Aleu, Mª del Carmen Viel Ferrando, Guillermo Rovirosa,
Ismael de Tomelloso...) que encarnan estas
palabras de Christifideles Laici con las que finalizamos:
«Ante la mirada iluminada por la fe se descubre
un grandioso panorama: el de tantos y tantos
fieles laicos -a menudo inadvertidos o incluso
incomprendidos; desconocidos por los grandes
de la tierra, pero mirados con amor por el Padre-,
hombres y mujeres que, precisamente en la vida y
actividades de cada jornada, son los obreros incansables
que trabajan en la viña del Señor; son
los humildes y grandes artífices -por la potencia
de la gracia de Dios, ciertamente- del crecimiento
del Reino de Dios en la historia» [17].
«¿Acaso no es posible también hoy para vosotros,
muchachos, para vosotros, jóvenes y adultos,
hacer de vuestra vida un testimonio de comunión
con el Señor, que se transforme en una auténtica obra
maestra de santidad? ¿No es precisamente esta la finalidad de
vuestra asociación? Ciertamente, esto será posible si la Acción
Católica sigue manteniéndose fiel a sus profundas raíces de fe,
alimentadas por una adhesión plena a la palabra de Dios, por
un amor incondicional a la Iglesia, por una participación vigilante
en la vida civil y por un constante compromiso formativo.
Responded generosamente a esta llamada a la santidad, según
las formas más características de vuestra condición laical... Esta
amplia dimensión eclesial, que identifica vuestro carisma asociativo,
no es signo de una identidad incierta o superada; más
bien, atribuye una gran responsabilidad a vuestra vocación laical:
iluminados y sostenidos por la acción del Espíritu Santo y
arraigados constantemente en el camino de la Iglesia, se os estimula
a buscar con valentía síntesis siempre nuevas entre el
anuncio de la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo
y la promoción del bien integral de la persona y de toda la familia
humana».
Benedicto XVI. Palabras dirigidas a la Acción Católica
en el 140 aniversario de su Fundación, 15 de mayo de 2008.