sábado, 26 de febrero de 2011

Parroquia Santa Mónica en Rivas Vaciamadrid - Misa Televisada

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Parroquia Santa Mónica en Rivas Vaciamadrid - Consagración de nuestro Templo

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Parroquia Santa Mónica en Rivas Vaciamadrid - Vida Cristiana - Publicaciones interesantes

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SÁBADO SANTO: "Stabat Mater" - Radio Palabra

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Cipecar - Centro de iniciativas de pastoral de espiritualidad

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7ª semana. Sábado

CON LA SENCILLEZ DE LOS NIÑOS

— Infancia espiritual y sencillez.

— Manifestaciones de piedad y de naturalidad cristiana.

— Para ser sencillos.

I. En diversas ocasiones relata el Evangelio cómo los niños se acercaban a Jesús, quien los acogía, los bendecía y los mostraba como ejemplo a sus discípulos. Hoy nos enseña una vez más la necesidad de hacernos como uno de aquellos pequeños para entrar en su Reino: En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendecía, imponiéndoles las manos1.

En esos niños que Jesús abraza y bendice están representados no solo todos los niños del mundo, sino también todos los hombres, a quienes el Señor indica cómo deben «recibir» el Reino de Dios.

Jesús ilustra de una manera gráfica la doctrina esencial de la filiación divina: Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos; nuestro comportamiento se resume en saber hacer realidad la relación que tiene un buen hijo con un buen padre. Ese espíritu de filiación divina lleva consigo el sentido de dependencia del Padre del Cielo y el abandono confiado en su providencia amorosa, igual que un niño confía en su padre; la humildad de reconocer que por nosotros nada podemos; la sencillez y la sinceridad, que nos mueve a mostrarnos tal como somos2.

Volverse interiormente como niños, siendo personas mayores, puede ser tarea costosa: requiere reciedumbre y fortaleza en la voluntad, y un gran abandono en Dios. «La infancia espiritual no es memez espiritual, ni “blandenguería”: es camino cuerdo y recio que, por su difícil facilidad, el alma ha de comenzar y seguir llevada de la mano de Dios»3. El cristiano decidido a vivir la infancia espiritual practica con más facilidad la caridad, porque «el niño es una criatura que no guarda rencor, ni conoce el fraude, ni se atreve a engañar. El cristiano, como el niño pequeño, no se aíra si es insultado (...), no se venga si es maltratado. Más aún: el Señor le exige que ore por sus enemigos, que deje la túnica y el manto a los que se lo llevan, que presente la otra mejilla a quien le abofetea (cfr. Mt 5, 40)»4. El niño olvida con facilidad y no almacena los agravios. El niño no tiene penas.

La infancia espiritual conserva siempre un amor joven, porque la sencillez impide retener en el corazón las experiencias negativas. «¡Has rejuvenecido! Efectivamente, adviertes que el trato con Dios te ha devuelto en poco tiempo a la época sencilla y feliz de la juventud, incluso a la seguridad y gozo –sin niñadas– de la infancia espiritual... Miras a tu alrededor, y compruebas que a los demás les sucede otro tanto: transcurren los años desde su encuentro con el Señor y, con la madurez, se robustecen una juventud y una alegría indelebles; no están jóvenes: ¡son jóvenes y alegres!

»Esta realidad de la vida interior atrae, confirma y subyuga a las almas. Agradéceselo diariamente “ad Deum qui laetificat iuventutem” —al Dios que llena de alegría tu juventu»5. Verdaderamente, el Señor alegra nuestra juventud perenne en los comienzos y en los años de la madurez o de la edad avanzada. Dios es siempre la mayor alegría de la vida, si vivimos delante de Él como hijos, como hijos pequeños siempre necesitados.

II. La filiación divina engendra devociones sencillas, pequeñas obras de obsequio a Dios Nuestro Padre, porque un alma llena de amor no puede permanecer inactiva6. Es el cristiano, que ha necesitado de toda la fortaleza para hacerse niño, quien puede dar su verdadero sentido a las devociones pequeñas. Cada uno ha de tener «piedad de niños y doctrina de teólogos», solía decir San Josemaría Escrivá. La formación doctrinal sólida ayuda a dar sentido a la mirada que dirigimos hacia una imagen de Nuestra Señora y a convertir esa mirada en un acto de amor, o a besar un crucifijo, y a no permanecer indiferente ante una escena del Vía Crucis. Es la piedad recia y honda, amor verdadero, que necesita expresarse de alguna forma. Dios nos mira entonces complacido, como el padre mira al hijo pequeño, a quien quiere más que a todos los negocios del mundo.

La fe sencilla y profunda lleva a manifestaciones concretas de piedad, colectivas o personales, que tienen una razón de ser humana y divina. A veces, son costumbres piadosas del pueblo cristiano que nos han transmitido nuestros mayores en la intimidad del hogar y en el seno de la Iglesia. Junto al deseo de mejorar más y más la personal formación doctrinal –la más profunda que podamos adquirir en nuestras circunstancias personales–, hemos de vivir con amor esos detalles sencillos de piedad que nos hemos inventado nosotros o que han servido, durante muchas generaciones, para amar a Dios a tantas gentes diversas, que agradaron a Dios porque se hicieron como niños. Así, desde los orígenes de la Iglesia ha sido costumbre adornar con flores los altares y las imágenes santas, besar el crucifijo o el rosario, tomar agua bendita y santiguarse...

En algunos lugares, al no apreciarlas como manifestaciones de amor, algunos rechazan estas piadosas y sencillas costumbres del pueblo cristiano, que consideran equivocadamente propias de un «cristiano infantil». Han olvidado estas palabras del Señor: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él; no quieren tener presente que delante de Dios siempre somos como hijos pequeños y necesitados, y que en la vida humana el amor se expresa frecuentemente en detalles de escaso relieve. Estas muestras de afecto, observadas desde fuera, sin amor y sin comprensión, con crítica objetividad, carecerían de sentido. Sin embargo, ¡cuántas veces se habrá conmovido el Señor por la oración de los niños y de los que por amor se hacen como ellos!

Los Hechos de los Apóstoles han dejado constancia de cómo los primeros cristianos alumbraban con abundantes luces las salas donde celebraban la Sagrada Eucaristía7, y gustaban de encender sobre los sepulcros de los mártires lamparillas de aceite hasta que se consumían. San Jerónimo elogia de este modo a un buen sacerdote: «Adornaba las basílicas y capillas de los mártires con variedad de flores, ramaje de árboles y pámpanos de viñas, de suerte que todo lo que agradaba en la iglesia, ya fuera por su orden o por su gracia, era testimonio del trabajo y fervor del presbítero»8. Son pequeñas manifestaciones externas de piedad, apropiadas a la naturaleza humana, que necesita de las cosas sensibles para dirigirse a Dios y expresarle adecuadamente sus necesidades y deseos.

Otras veces la sencillez tendrá manifestaciones de audacia: cuando estamos recogidos en la oración, o cuando caminamos por la calle, podemos decirle al Señor cosas que no nos atreveríamos a decir –por pudor– delante de otras personas, porque pertenecen a la intimidad de nuestro trato. Sin embargo, es necesario que sepamos –y nos atrevamos– decirle a Él que le queremos, pero que nos haga más locos de Amor por Él...; que, si lo desea, estamos dispuestos a clavarnos más en la Cruz...; que le ofrecemos nuestra vida una vez más... Y esa audacia de la vida de infancia debe desembocar en propósitos concretos.

III. La sencillez es una de las principales manifestaciones de la infancia espiritual. Es el resultado de haber quedado inermes ante Dios, como el niño ante su padre, de quien depende y en quien confía. Delante de Dios no cabe el aparentar o el disimular los defectos o los errores que hayamos cometido, y también hemos de ser sencillos al abrir nuestra alma en la dirección espiritual personal, manifestando lo bueno, lo malo y lo dudoso que haya en nuestra vida.

Somos sencillos cuando mantenemos una recta intención en el amor al Señor. Esto nos lleva a buscar siempre y en todo el bien de Dios y de las almas, con voluntad fuerte y decidida. Si se busca a Dios, el alma no se enreda ni se complica inútilmente por dentro; no busca lo extraordinario; hace lo que debe, y procura hacerlo bien, de cara a Él. Habla con claridad: no se expresa con medias verdades, ni anda continuamente con restricciones mentales. No es ingenuo, pero tampoco suspicaz; es prudente, pero no receloso. En definitiva, vive la enseñanza del Maestro: Sed prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas9.

«Por este camino llegarás, amigo mío, a una gran intimidad con el Señor: aprenderás a llamar a Jesús por su nombre y a amar mucho el recogimiento. La disipación, la frivolidad, la superficialidad y la tibieza desaparecerán de tu vida. Serás amigo de Dios: y en tu recogimiento, en tu intimidad, gozarás al considerar aquellas frases de la Escritura: Loquebatur Deus ad Moysem facie ad faciem, sicut solet loqui homo ad amicum suum. Dios hablaba a Moisés cara a cara, como suele hablar un hombre con su amigo»10. Oración que se expresa a lo largo del día en actos de amor y de desagravio, en acciones de gracias, en jaculatorias a la Virgen, a San José, al Ángel Custodio...

Nuestra Señora nos enseña a tratar al Hijo de Dios, su Hijo, dejando a un lado las fórmulas rebuscadas. Nos resulta fácil imaginarla preparando la comida, barriendo la casa, cuidando de la ropa... Y en medio de estas tareas se dirigirá a Jesús con confianza, con delicado respeto, ¡pues bien sabía Ella que era el Hijo del Altísimo!, y con inmenso amor. Le exponía sus necesidades o las de otros (¡No tienen vino!, le dirá en la boda de aquellos amigos o parientes de Caná), le cuidaba, le prestaba los pequeños servicios que se dan en la convivencia diaria, le miraba, pensaba en Él..., y todo eso era perfecta oración.

Nosotros necesitamos manifestar a Dios nuestro amor. Lo expresaremos en muchos momentos a través de la Santa Misa, de las oraciones que la Iglesia nos propone en la liturgia..., o a través de una visita de pocos minutos mientras transcurre el ajetreo diario, o colocando unas flores a los pies de una imagen de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Pidámosle hoy que nos dé un corazón sencillo y lleno de amor para tratar a su Hijo, que aprendamos de los niños, que con tanta confianza se dirigen a sus padres y a las personas que quieren.

1 Mc 10, 13-16. — 2 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, nota a Mc 10, 13-26. — 3 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 855. — 4 San Máximo de Turín, Homilía 58. — 5 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 79. — 6 Cfr. Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma, X, 41. — 7 Hech 20, 7-8. — 8 San Jerónimo, Epístola 60, 12. — 9 Mt 10, 16. — 10 S. Canals, Ascética Meditada, p. 145.

† Nota: Ediciones Palabra (poseedora de los derechos de autor) sólo nos ha autorizado a difundir la meditación diaria a usuarios concretos para su uso personal, y no desea su distribución por fotocopias u otras formas de distribución.

¡Alégrate! Pueblo de Dios - Cancionero Cristiano

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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

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Audios del Evangelio según San Juan

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Devociones y Promesas

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Antonio López (1936)

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TV Lourdes - Le direct avec la vie de Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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lunes, 21 de febrero de 2011

tengo sed de Ti – Mensajes de la Reina de la Paz en Medjugorje

tengo sed de Ti – Mensajes de la Reina de la Paz en Medjugorje
Meditación de ayer de Hablar con Dios
Séptimo Domingo
ciclo a

TRATAR BIEN A TODOS

— Debemos vivir la caridad en toda ocasión y circunstancia. Comprensión para quienes están en el error, pero firmeza ante la verdad y el bien.

— Caridad con quienes no nos aprecian, con quienes calumnian y difaman, con quienes se sienten enemigos..., con todos. Oración por ellos.

— La caridad nos lleva a vivir la amistad con un hondo sentido cristiano.

I. Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo... al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también la capa; a quien te fuerce a andar una milla, ve con él dos... Son palabras de Jesús en el Evangelio de la Misa1, que nos invitan a vivir la caridad más allá de los criterios de los hombres. Ciertamente, en el trato con los demás no podemos ser ingenuos y hemos de vivir la justicia –también para exigir los propios derechos– y la prudencia, pero no debe parecernos excesiva cualquier renuncia o sacrificio en bien de otros. Así nos asemejamos a Cristo que, con su muerte en la Cruz, nos dio un ejemplo de amor por encima de toda medida humana.

Nada tiene el hombre tan divino –tan de Cristo– como la mansedumbre y la paciencia para hacer el bien2. «Busquemos aquellas virtudes –nos aconseja San Juan Crisóstomo– que, junto con nuestra salvación, aprovechan principalmente al prójimo... En lo terreno, nadie vive para sí mismo; el artesano, el soldado, el labrador, el comerciante, todos sin excepción contribuyen al bien común y al provecho del prójimo. Con mayor razón en lo espiritual, porque este es el vivir verdadero. El que solo vive para sí y desprecia a los demás es un ser inútil, no es hombre, no pertenece a nuestro linaje»3.

Las múltiples llamadas del Señor –y especialmente su mandamiento nuevo4– para vivir en todo momento la caridad han de estimularnos a seguirle de cerca con hechos concretos, buscando la ocasión de ser útiles, de proporcionar alegrías a quienes están a nuestro lado, sabiendo que nunca adelantaremos lo suficiente en esta virtud. En la mayoría de los casos se concretará solo en pequeños detalles, en algo tan simple como una sonrisa, una palabra de aliento, un gesto amable... Todo esto es grande a los ojos de Dios, y nos acerca mucho a Él. Al mismo tiempo, consideramos hoy en nuestra oración todos esos aspectos en los que, si no estamos vigilantes, sería fácil faltar a la caridad: juicios precipitados, crítica negativa, falta de consideración con las personas por ir demasiado ocupados en algún asunto propio, olvidos... No es norma del cristiano el ojo por ojo y diente por diente, sino la de hacer continuamente el bien aunque, en ocasiones, no obtengamos aquí en la tierra ningún provecho humano. Siempre se habrá enriquecido nuestro corazón.

La caridad nos lleva a comprender, a disculpar, a convivir con todos, de modo que «quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, política e incluso religiosa deben ser también objeto de nuestro respeto y de nuestro aprecio (...).

«Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad que salva. Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando está desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa»5. «Un discípulo de Cristo jamás tratará mal a persona alguna; al error le llama error, pero al que está equivocado le debe corregir con afecto; si no, no le podrá ayudar, no le podrá santificar»6, y esa es la mayor muestra de amor y de caridad.

II. El precepto de la caridad no se extiende solo a quienes nos quieren y nos tratan bien, sino a todos, sin excepción. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian.

También, si alguna vez nos sucede, debemos vivir la caridad con quienes nos hacen mal, con los que nos difaman y quitan la honra, con quienes buscan positivamente perjudicarnos. El Señor nos dio ejemplo en la Cruz7, y el mismo camino del Maestro siguieron sus discípulos8. Él nos enseñó a no tener enemigos personales –como han atestiguado con heroísmo los santos de todas las épocas– y a considerar el pecado como el único mal verdadero. La caridad adquirirá diversas manifestaciones que no están reñidas con la prudencia y la defensa justa, con la proclamación de la verdad ante la difamación, y con la firmeza en defensa del bien y de los legítimos intereses propios o del prójimo, y de los derechos de la Iglesia. Pero el cristiano ha de tener siempre un corazón grande para respetar a todos, incluso a los que se manifiestan como enemigos, «no porque son hermanos –señala San Agustín–, sino para que lo sean; para andar siempre con amor fraterno hacia el que ya es hermano y hacia el que se manifiesta como enemigo, para que venga a ser hermano»9.

Esta manera de actuar, que supone una honda vida de oración, nos distingue claramente de los paganos y de quienes de hecho no quieren vivir como discípulos de Cristo. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen también lo mismo los paganos? La fe cristiana pide no solo un comportamiento humano recto, sino virtudes heroicas, que se ponen de manifiesto en el vivir ordinario.

También, con la ayuda de la gracia, viviremos la caridad con quienes no se comportan como hijos de Dios, con los que le ofenden, porque «ningún pecador, en cuanto tal, es digno de amor, pero todo hombre, en cuanto tal, es amable por Dios»10. Todos siguen siendo hijos de Dios y capaces de convertirse y alcanzar la gloria eterna. La caridad nos impulsará a la oración, a la ejemplaridad, al apostolado, a la corrección fraterna, confiando en que todo hombre es capaz de rectificar sus errores. Si alguna vez son particularmente dolorosas las ofensas, las injurias, las calumnias, pediremos ayuda a Nuestra Señora, a la que, en muchas ocasiones, hemos contemplado al pie de la Cruz, sintiendo muy de cerca aquellas infamias contra su Hijo: y gran parte de aquellas injurias, no lo olvidemos, eran nuestras. Nos dolerán más por la ofensa a Dios que significan, y por el daño que pueden causar a otras personas, y nos moverán a desagraviar al Señor y a reparar en lo que esté en nuestras manos.

III. El corazón del cristiano ha de ser grande. Evidentemente, su caridad debe ser ordenada y, en consecuencia, ha de comenzar a vivirla con los más próximos, con aquellas personas que, por voluntad de Dios, están a su alrededor; sin embargo, nuestro aprecio y afecto nunca puede ser excluyente o limitarse a ámbitos reducidos. No quiere el Señor un apostolado de tan cortos horizontes.

La unión con Dios que procuramos hacer fructificar con su gracia en nuestra conducta nos debe llevar a tener presente la dimensión entrañablemente humana del apostolado. La actitud del cristiano, su convivencia con todos, debe parecerse a un generoso caudal de cariño sobrenatural y cordialidad humana, procurando superar la tendencia al egoísmo, a quedarse en sus cosas.

En nuestra oración personal pedimos al Señor que nos ensanche el corazón; que nos ayude a ofrecer sinceramente a más personas nuestra amistad; que nos impulse a hacer apostolado con cada uno, aunque no seamos correspondidos, aunque sea necesario a menudo enterrar nuestro propio yo, ceder en el propio punto de vista o en un gusto personal. La amistad leal incluye un esfuerzo positivo –que mantendremos en el trato asiduo con Jesucristo– «por comprender las convicciones de nuestros amigos, aunque no lleguemos a compartirlas, ni a aceptarlas»11 porque no puedan conciliarse con nuestras convicciones de cristianos.

El Señor no deja de perdonar nuestras ofensas siempre que volvemos a Él movidos por su gracia; tiene paciencia infinita con nuestras mezquindades y errores; por eso, nos pide –así nos lo ha enseñado en el Padrenuestro de modo expreso– que tengamos paciencia ante situaciones y circunstancias que dificultan acercarse a Dios a personas, conocidos o amigos, que encontramos a nuestro paso. La falta de formación y la ignorancia de la doctrina, los defectos patentes, incluso una aparente indiferencia, no han de apartarnos de esas personas, sino que han de ser para nosotros llamadas positivas, apremiantes, luces que señalan una mayor necesidad de ayuda espiritual en quienes los padecen: han de ser estímulo para intensificar nuestro interés por ellos, por cada uno. Nunca motivo para alejarnos.

Formulemos un propósito concreto que nos acerque a los parientes, amigos y conocidos que más lo necesitan, y pidamos gracias a la Santísima Virgen para llevarlo a cabo.

1 Mt 5, 38-48. — 2 Cfr. San Gregorio Nacianceno, Oración 17, 9. — 3 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 77, 6. — 4 Cfr. Jn 13, 34-35; 15, 12. — 5 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 28. — 6 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 9. — 7 Cfr. Lc 23, 34. — 8 Cfr. Hech 7, 60. — 9 San Agustín, Comentario a la 1ª Epístola de San Juan, 4, 10, 7. — 10 ídem, Sobre la doctrina cristiana, 1, 27. — 11 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 746.

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

#1024842

#1024842
El sacerdote jesuita José Luis Caravias ofrece una reflexión sobre homosexualidad, sociedad e Iglesia
Infocatolicos Noviembre 11, 2010 Noticias
Homosexuales en búsqueda de Dios

En el Centro de Espiritualidad donde trabajo cada vez me vienen más personas “heridas”. Y entre ellas sobresalen los problemas de pareja y los de identidad sexual.

Que los homosexuales salgan de sus armarios y busquen ayuda espiritual acá es un fenómeno nuevo. Tengo varios casos que, saturados de desprecios, vienen angustiosamente buscando reconciliarse con Dios y consigo mismos.

Cuando encuentran ambiente de confianza, derraman con fruición sus sufrimientos. Cómo les atruenan terribles rayos que les queman toda esperanza. Personas “religiosas” son las que más les clavan el tridente chamuscante de la condena, dejándolos hundidos en viscosos complejos. Los hacen sentirse despreciados por Dios, sin remedio arrojados de la comunión eclesial.

Las marginaciones de la sociedad civil y laboral tampoco se quedan atrás. No son aceptados en cantidad de trabajos, ni en muchos ambientes sociales. Hasta en muchos casos la propia familia los machaca.

Y lo peor de todo es que ni ellos mismos saben lo que tendrían que hacer. A muchos, no les gustaría ser así. Pero lo son. Y algunos por más que realizan esfuerzos por corregirse, no lo consiguen… Me consta.

La luz de Jesús

Se trata de personas humanas despreciadas y marginadas en grado extremo. Y cuando se acercan pidiendo comprensión y ayuda siento derretirse dentro de mí la ternura de Jesús hacia los despreciados y marginados.

Los que se acercan afirman que necesitan de Dios, que quieren reconciliarse en serio con él y experimentar su comprensión y su ayuda. Esa actitud enternecía a Jesús durante su vida mortal. Y siento que de nuevo se enternece en mí. Por eso me esfuerzo en recibirlos con una comprensión parecida a la de Jesús.

La pesada carga de sentirse condenados sin remedio por la sociedad y por Dios se parece a la que sentían muchos enfermos en tiempo de Jesús. La actitud del Nazareno fue claramente de solidaridad extrema a contracorriente. El viene a ayudar a todo sufriente, no importa lo pecador que sea, sobre todo si se acerca a pedirle ayuda, más aun si son torturados en nombre de Dios.

Recordando la comparación de Jesús sobre prostitutas y fariseos, me atrevo a preguntarme si no será verdad también ahora que hay homosexuales más cerca de Dios que algunos clérigos. Dios lo sabe, y me da miedo, pero no puedo dejar de pensar en la atrevida comparación de Jesús.

La condena de San Pablo se refiere a las orgías que realizaba la gente poderosa del imperio romano. Ellos abusaban sexualmente de los esclavos y sus hijos como algo normal, admitido por aquella sociedad corrupta. La homosexualidad no estaba mal vista dentro de la aristocracia, siempre que el señor fuese la parte activa del encuentro, ya que de lo contrario se producía un grandísimo escándalo.

Pablo condena severamente estas prácticas degradantes. Su condena está envuelta en un fuerte contexto social. Y se refiere de forma especial a la pedofilia, muy frecuente entre la gente acomodada. Hay testimonios claros en los historiadores de la época.

San Pablo no habla de la homosexualidad tal como la entendemos hoy. No existía ni la palabra siquiera. Lo que él exige tajantemente es que ningún cristiano siga las prácticas corrientes entonces de abuso sexual a jóvenes y niños, ni las degradantes orgías sexuales de la época.

En Jesús no encontramos condenas explícitas, seguramente porque las prácticas homosexuales no eran comunes en ambientes populares. Pero el silencio ante Herodes cuando su juicio, seguramente fue una condena a sus hipócritas orgías…

No es justo realizar trasplantes culturales de aquella época a la actual, realizando una lectura fundamentalista de la Biblia. Sigue en pie la condena a todo abuso sexual. Pero hoy los problemas de homosexualidad en parte son distintos.

En ningún caso podemos apoyarnos en Jesús para despreciar a nadie. Menos aun en problemas arraigados desde la infancia. Nadie puede ser juzgado por sus tendencias, sino cuando las usa para hacerse daño a sí mismo o a los demás. El ser homosexual no puede ser considerado como pecado. Lo importante para ellos, y para todos, es cómo usamos nuestra sexualidad…

Hasta no hace mucho la homosexualidad era considerada en todos los casos como viciosa y culpable. Pero hoy la medicina moderna nos muestra que hay casos de homosexuales genéticos, o sea, desde el vientre de su madre; y la sicología nos enseña también que si un bebé alrededor de los seis primeros meses de vida no experimentó la cercanía cariñosa de un varón, tiene posibilidades de no desarrollar adecuadamente su identidad sexual. Y en estos dos casos la tendencia es irreversible y, por supuesto, sin culpabilidad por parte de ellos.

La mayoría, en cambio, de los homosexuales desarrollaron sus tendencias a partir de la preadolescencia a causa de diversos tipos de experiencias sexuales negativas. Y estos casos sí son reversibles por medio de un largo proceso de acompañamiento profesional…

Acompañamiento pastoral

Es delicado el acompañamiento espiritual a homosexuales, pues hay muy diversos tipos de ellos. Yo no soy sicólogo profesional, pero estoy muy en contacto con ellos. Y aconsejo que se hagan atender por ellos.

Acá me limito a contar algo de mis experiencias de acompañamiento espiritual, ya que la fe en Dios es un factor importante en muchos de ellos. Hablo sólo de personas que han venido a mí con ansias de reconciliarse consigo mismos y encontrar al Dios escondido en sus vidas. No teorizo ni me refiero a otros muchos casos posibles.

Lo primero que hago es escucharles con atención y respeto. Que se desahoguen con confianza, cosa que les es muy difícil realizar porque están magullados de tantos golpes recibidos. Este bálsamo inicial es imprescindible para poder iniciar un proceso de aceptación y si es posible de curación de sus dolorosas heridas.

No se pueden dar reglas generales. No se les puede tratar a todos por igual. Ni cualquier persona de buena voluntad está capacitada para ayudarles. Aunque todos les pueden escuchar con respeto. Pero es necesario prepararse para ser capaces de diagnosticar cada caso. Y para ello es muy importante la ayuda de especialistas…

Pienso que la mayoría de los que se acercan buscando ayuda espiritual son casos genéticos o cuajados en sus primeros meses de vida. Es cruel e inútil insistirles en que cambien esas sus tendencias que ya están cuajadas.

Una vez que se han desahogado y tomado confianza, lo primero es ayudarles a que acepten su forma de ser y de sentir. Que Dios los respeta y los quiere tal como son. Y que está dispuesto a ayudarles siempre que lo acepten…

Más difícil es la atención a los que han desarrollado tendencias homosexuales a partir de experiencias negativas en su preadolescencia, como las víctimas de los pedófilos, por ejemplo. Tengo poca experiencia en este tema. Pero los seguidores de Jesús estamos obligados a buscar humildemente cómo ayudarles…

Muchas personas preguntan por qué en la actualidad hay tantos homosexuales. Quizás hoy se manifiestan con más libertad. Pero creo que la gestación y primera crianza de niños sin la cercanía cariñosa de un papá favorece la no madurez afectiva-sexual de esas pequeñas víctimas. Se me ponen los pelos de punta cuando en un aula pregunto quiénes no viven en casa con papá y mamá juntos, y muchos de la clase levantan la mano…

El “queremos papá y mamá” no se debe limitar a impedir la posible adopción de bebés por parte de parejas homosexuales. Mucho más abundantes y dolorosos son los gritos de los hijos de padres abusivos o separados…

Una sana educación de la sexualidad se apoya en el cariño complementario de papá y mamá, biológicos o al menos afectivos. En el caso de madres solteras o separadas el rol del padre lo realizan a veces muy bien los abuelos o algunos otros familiares.

Las autoridades religiosas del tiempo de Jesús lo persiguieron a muerte por haber ofrecido la misericordia de Dios a los ilegales: prostitutas, lisiados, “endemoniados”, leprosos…

Jesús, en cuanto excluido y condenado, tenía la capacidad de comprender y ayudar a los otros excluidos. ¿Qué nos pide hoy el Espíritu de Jesús frente a estos excluidos de nuestra sociedad? Esta pregunta muerde duro nuestras conciencias… No podemos juzgar a ninguno; menos, condenarlo.

Pienso que hoy Jesús nos repite con frecuencia a la gente religiosa que el que esté sin pecado que tire la primera piedra… Pero pide aun más: Al “doctor de la Ley” le dice ante el ejemplo del samaritano solidario: “Ve y haz tú lo mismo…” Hay que hacerse prójimo del malherido, acercarse a él, dedicarle tiempo y plata… En nuestro caso, con mucha humildad, pues las Iglesias hemos pasado de largo y condenado a muchos malheridos tirados por los caminos… Tenemos mucho de que pedir perdón, y mucho aun que aprender.

(Publicado en la Revista Acción, Octubre 2010)
…………………………………………………………………………………………………………………………………………
Sobre el autor:

José Luis Caravias, sacerdote jesuita, fue parte de la experiencia de las Ligas Agrarias Cristianas, movimiento en el cual estaban organizados campesinos y campesinas para hacer frente a los embates de la pobreza y de la dictadura estronista.

Actualmente dicta charlas relacionadas al matrimonio, noviazgo entre otros, en el Centro de Espiritualidad “Santos Mártires” en Limpio.

También conduce un programa en Radio Fe y Alegría.
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Infocatolicos, portal informativo de los católicos » El sacerdote jesuita José Luis Caravias ofrece una reflexión sobre homosexualidad, sociedad e Iglesia

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P. Jose Luis Caravias, S.J.. Autor Catolico

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José L. Caravias sj - BIBLIA, FE, VIDA - INTRODUCCIÓN A LA BIBLIA

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domingo, 20 de febrero de 2011

4.AMOR.

Sólo la fuerza del amor es capaz de tranformar el mundo. Esta es una verdad en la que los cristianos creemos firmemente; pero, por alguna extraña razón, nos cuesta ponerla en práctica.

El día que seamos capaces de convertirnos sinceramente al Dios amor, daremos testimonio ante todos los hombres de que ni las armas de los militares, ni la violencia de los fuertes, ni el comadreo de los políticos, ni el dinero de los opulentos, van a dar respuesta a sus interrogantes e inquietudes.

Es cierto que del amor hablamos todos: todos estamos de acuerdo en señalar su conveniencia y su necesidad; todos lo alabamos, lo imploramos, lo pedimos y, al menos de boca, lo ofrecemos. Pero lo que nuestro mundo necesita es que lo practiquemos, que lo vivamos.

Dios es amor y nos llama al amor; si queremos ser discípulos suyos no tenemos otra alternativa: amar a Dios y amar al prójimo.

DABAR 1987/16

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El amor cristiano es desbordante y no puede medirse por el rasero de la estricta justicia. En este texto Jesús no pretende dar normas concretas, sino poner ejemplos concretos para que se entienda esta gran verdad universal: el amor cristiano, si es verdadero, será siempre sorprendente y difícilmente encasillable.

La sabiduría del Evangelio hace descubrir al cristiano que hasta quien le persigue es hermano suyo. Dios acepta nuestra Eucaristía si es signo de nuestro amor a todos. Solamente así seremos la comunidad de los hijos de Dios, que no se venga, y perdona porque es santo.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5,38-48.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

-Sabéis que está mandado: «Ojo por ojo, diente por diente.» Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

Habéis oído que se dijo:

-Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo:

Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

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Homilías - Predicación - Orden de Predicadores

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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

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domingo, 13 de febrero de 2011

"No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a darle plenitud"

Vivimos un momento histórico de vacío de valores. El sociólogo francés Giles Lipovestky le llama la “era del vacío”. Pero no solo es vacío lo que existe sino también “desorden establecido a nivel planetario”, solidario con la injusticia y la muerte, que ha dejado en la cuneta de la vida a millones de personas y amenaza con dejar aún más víctimas.

Pero tanto los seguidores de Jesús, como toda persona creyente o no creyente que vive en este mundo, tiene una referencia de valores en las palabras y obras de Jesús de Nazaret para llenar ese vacío y tratar de poner fin a ese desorden. Los cristianos tenemos que tener coraje para presentar en nuestra sociedad los valores de Jesús en toda su riqueza. Y con otros colectivos creyentes o no creyentes ir poniendo los cimientos y los pilares de un mundo nuevo.

La lectura continuada en estos primeros domingos del año del Evangelio de San Mateo (Caps. 5,6 y 7: el “sermón de la montaña”) es una ocasión de oro para que la comunidad pueda profundizar en los valores de Jesús, vivirlos personal y comunitariamente y compartirlos en su entorno para ayudar a construir lo que el Obispo Casaldáliga ha definido como la “altermundialidad”, esa nueva sociedad u otro mundo posible donde resplandezcan la libertad, la igualdad, la apertura al otro, el amor solidario y la austeridad solidaria. Esa nueva sociedad en la que se realicen plenamente los Derechos Humanos.

Fr. Manuel Sordo O.P.
Casa del Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)

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TV Lourdes - Le direct avec la vie de Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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Sexto Domingo
ciclo A

FIRMES EN LA FE

— El depósito de la fe. Un tesoro que recibe cada generación de manos de la Iglesia, quien lo guarda fielmente con la asistencia del Espíritu Santo y lo expone con autoridad.

— Evitar todo lo que atenta a la virtud de la fe.

— Prudencia en las lecturas.

I. Nos dice el Señor en el Evangelio de la Misa1 que Él no viene a destruir la Antigua Ley, sino a darle su plenitud; restaura, perfecciona y eleva a un orden más alto los preceptos del Antiguo Testamento. La doctrina de Jesús tiene un valor perenne para los hombres de todos los tiempos y es «fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta»2. Es un tesoro que cada generación recibe de manos de la Iglesia, quien lo guarda fielmente con la asistencia del Espíritu Santo y lo expone con autoridad. «Al adherirnos a la fe que la Iglesia nos propone, nos ponemos en comunicación directa con los Apóstoles (...); y mediante ellos, con Jesucristo, nuestro primer y único Maestro; acudimos a su escuela, anulamos la distancia de los siglos que nos separan de ellos»3. Gracias a este Magisterio vivo, podemos decir –en cierto modo– que el mundo entero ha recibido su doctrina y se ha convertido en Galilea: toda la tierra es Jericó y Cafarnaún, la humanidad está a la orilla del lago de Genesaret4.

La guarda fiel de las verdades de la fe es requisito para la salvación de los hombres. ¿Qué otra verdad puede salvar si no es la verdad de Cristo? ¿Qué «nueva verdad» puede tener interés –aunque fuera la del más sabio de los hombres– si se aleja de la enseñanza del Maestro? ¿Quién se atreverá a interpretar a su gusto, cambiar o acomodar la Palabra divina? Por eso, el Señor nos advierte hoy: el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el reino de los Cielos.

San Pablo exhortaba de esta manera a Timoteo: Guarda el depósito a ti confiado, evitando las vanidades impías y las contradicciones de la falsa ciencia que algunos profesan, extraviándose de la fe5. Con esta expresión –depósito– la Iglesia sigue designando al conjunto de verdades que recibió del mismo Cristo y que ha de conservar hasta el final de los tiempos.

La verdad de la fe «no cambia con el tiempo, no se desgasta a través de la historia; podrá admitir, y aun exigir, una vitalidad pedagógica y pastoral propia del lenguaje, y describir así una línea de desarrollo, con tal que, según la conocidísima sentencia tradicional de San Vicente de Lérins (...): quod ubique, quod semper, quod ab omnibus: “lo que en todas partes, lo que siempre, lo que por todos” se ha creído, eso debe mantenerse como formando parte del depósito de la fe (...). Esta fijeza dogmática defiende el patrimonio auténtico de la religión católica. El Credo no cambia, no envejece, no se deshace»6. Es la columna firme en la que no podemos ceder, ni siquiera en lo pequeño, aunque por temperamento estemos inclinados a transigir: «Te molesta herir, crear divisiones, demostrar intolerancias..., y vas transigiendo en posturas y puntos –¡no son graves, me aseguras!–, que traen consecuencias nefastas para tantos.

»Perdona mi sinceridad: con ese modo de actuar, caes en la intolerancia –que tanto te molesta– más necia y perjudicial: la de impedir que la verdad sea proclamada»7. Y anunciar la verdad es frecuentemente el mayor bien que podemos hacer a quienes nos rodean.

II. El cristiano, liberado de toda tiranía del pecado, se siente impulsado por la Nueva Ley de Cristo a comportarse ante su Padre Dios como un hijo suyo. Las normas morales no son entonces meras señales indicadoras de los límites de lo permitido o prohibido, sino manifestaciones del camino que conduce a Dios; manifestaciones de amor.

Debemos conocer bien este conjunto de verdades y de preceptos que constituyen el depósito de la fe, pues es el tesoro que el Señor, a través de la Iglesia, nos entrega para que podamos alcanzar la salvación. Esta riqueza de verdades se protege especialmente con la piedad (oración y sacramentos), con una seria formación doctrinal, adecuada a las personas, y también ejercitando la prudencia en las lecturas.

Todo el mundo considera razonable, por ejemplo, en una cátedra de física o de biología, que se recomienden determinados textos, se desaconseje el estudio de otros y se declare inútil y aun perjudicial la lectura de una publicación concreta para quien de verdad está interesado en adquirir una seria formación científica. En cambio, no faltan quienes se asombran de que la Iglesia reafirme su doctrina sobre la necesidad de evitar aquellas lecturas que sean dañinas para la fe o la moral, y ejerza su derecho y su deber de examinar, juzgar y, en casos extremos, reprobar los libros contrarios a la verdad religiosa8. La raíz de ese asombro infundado podría encontrarse en una cierta deformación del sentido de la verdad, que admitiría un magisterio solo en el campo científico, mientras que considera que en el ámbito de las verdades religiosas solo cabe dar opiniones más o menos fundadas.

Al avivar en nuestra oración la fidelidad al depósito de la revelación, recordamos al mismo tiempo que incluso la ley natural, que el Señor ha escrito en nuestros corazones, nos impulsa desde dentro a valorar los dones del Cielo y, en consecuencia, «obliga a evitar en lo posible todo lo que atenta contra la virtud de la fe»9, como nos pide, por ejemplo, que conservemos la vida física; por ello, «poner voluntariamente en peligro la fe con lecturas perniciosas sin un motivo que lo justifique, sería un pecado aunque en la actualidad no se incurra en pena eclesiástica alguna»10.

Tras una larga experiencia en convivir y estudiar autores paganos o desconocedores de la fe, recomendaba San Basilio: «Debéis, pues, seguir al detalle el ejemplo de las abejas. Porque estas no se paran en cualquier flor ni se esfuerzan por llevarse todo de las flores en las que posan su vuelo, sino que una vez que han tomado lo conveniente para su intento, lo demás lo dejan en paz.

»También nosotros, si somos prudentes, extrayendo de estos autores lo que nos convenga y más se parezca a la verdad, dejaremos lo restante. Y de la misma manera que al coger la flor del rosal esquivamos las espinas, así al pretender sacar el mayor fruto posible de tales escritos, tendremos cuidado con lo que pueda perjudicar los intereses del alma»11.

La prudencia en las lecturas es manifestación de fidelidad a las enseñanzas de Jesucristo; la fe es nuestro mayor tesoro, y por nada del mundo nos podemos exponer a perderlo o a deteriorarlo. Nada vale la pena en comparación de la fe. Debemos velar por nosotros mismos y por todos, pero de modo particular por aquellos que de alguna manera el Señor nos ha encomendado: hijos, alumnos, hermanos, amigos...

III. Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de todo corazón12, dice el Salmo responsorial, avivando nuestra disposición de seguir fielmente a Jesucristo.

Entre las ocasiones particularmente delicadas que pueden poner en peligro la integridad de la fe, la Iglesia ha señalado siempre la lectura de libros que atentan directa o indirectamente contra las verdades religiosas y contra las buenas costumbres, pues la historia atestigua con evidencia que, aun con todas las condiciones de piedad y de doctrina, no es raro que el cristiano se deje seducir por la parte o apariencia de verdad que hay siempre en todos los errores13.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes (...). Enséñame a cumplir tu voluntad, le decimos nosotros a Jesús con palabras del Salmo responsorial14. Y Él, a través de una conciencia formada, nos moverá a ser humildes, a realizar una prudente selección y a buscar un asesoramiento con garantías si hemos de estudiar cuestiones científicas, humanísticas, literarias, etc., en las que pueda inficcionarse nuestro pensamiento. Permaneciendo junto a Cristo, valorando mucho la fe, andaremos sin falsos complejos, con naturalidad, sin el afán superficial de «estar al día», como se han comportado siempre muchos intelectuales cristianos: catedráticos, profesores, investigadores, etc. Si somos humildes y prudentes, si tenemos «sentido común», no seremos «como los que toman el veneno mezclado con miel»15.

Fieles a la enseñanza del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia, necesitamos una formación que nos permita apreciar cuanto de válido puede encontrarse en las diversas manifestaciones de la cultura –pues el cristiano debe estar siempre abierto a todo lo que es verdaderamente positivo–, a la vez que detectamos lo que sea contrario a una visión cristiana de la vida. Pidamos a la Santísima Virgen, Asiento de la Sabiduría, ese discernimiento en el estudio, en las lecturas y en todo el ámbito de las ideas y de la cultura. Pidámosle también que nos enseñe a valorar y a amar siempre más el tesoro de nuestra fe.

1 Mc 5, 17-37, — 2 Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, 7. — 3 Pablo VI, Alocución 1-III-1967. — 4 Cfr. P. Rodríguez, Fe y vida de fe, p. 113. — 5 1 Tim 6, 20-21. — 6 Pablo VI, Audiencia general 29-IX-1976. — 7 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 600. — 8 Cfr. Código de Derecho Canónico, cánones 822-832. — 9 J. Mausbach y G. Ermecke, Teología Moral Católica, EUNSA, Pamplona 1974, vol. II, p. 108. — 10 Cfr. ibídem. — 11 San Basilio, Cómo leer la literatura pagana, p. 43. — 12 Sal 118, 1-2. — 13 Cfr. Pío XI, Const. Apost. Deus scientiarum Dominus, 24-V-1931: AAS 23 (1931), pp. 245-246. — 14 Sal 118, 34. — 15 San Basilio, loc. cit.
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viernes, 11 de febrero de 2011

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES*

Memoria

— Las apariciones de la gruta. Santa María, Salus infirmorum.

— El sentido de la enfermedad y del dolor.

— Santificar el dolor. Acudir a Nuestra Señora.

I. Cuatro años después de haberse proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, se apareció la Santísima Virgen a una niña de catorce años, Bernadette Soubirous, en una gruta cercana a Lourdes. La Virgen era de tal belleza que era imposible describirla, cuenta la Santa1. Cuando años más tarde el escultor de la gruta preguntó a Bernadette si su obra, que representaba a la Virgen, se asemejaba a la aparición, respondió con gran ingenuidad y sencillez: «¡Oh, no, señor, de ninguna manera! ¡No se parece en nada!». La Virgen es siempre más bella.

Las apariciones se sucedieron durante diecisiete días más. La niña preguntaba su nombre a la Señora, y esta «sonreía dulcemente». Por fin, Nuestra Señora le reveló que era la Inmaculada Concepción.

En Lourdes se han sucedido muchos prodigios sobre los cuerpos y más aún sobre las almas. Incontables han sido las curaciones, y muchos más quienes han vuelto sanos de las diferentes enfermedades que también puede padecer el alma, habiendo recobrado la fe, con una piedad más recia o con una aceptación amorosa de la voluntad divina.

La Primera lectura de la Misa2 propone a nuestra consideración las palabras del Profeta Isaías que consolaba al pueblo elegido en el destierro con la vuelta a la ciudad santa, en la que encontrarían el consuelo como un hijo pequeño en su madre. Porque así dice el Señor: Yo haré derivar hacia ella, como un río de paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo...

Al meditar en la fiesta de hoy, vemos cómo el Señor ha querido poner en manos de su Madre todas las verdaderas riquezas que los hombres debemos implorar, y nos ha dejado en Ella el consuelo del que andamos tan necesitados. Aquellas dieciocho apariciones a la pequeña Bernadette son una llamada que nos recuerda la misericordia de Dios, que se ejerce a través de Santa María.

La Virgen se muestra siempre como Salud de los enfermos y Consoladora de los afligidos. Nosotros, al hacer hoy nuestra oración, acudimos a Ella, pues son muchas las necesidades que tenemos a nuestro alrededor. Ella las conoce bien, nos escucha allí donde nos encontramos y quiere que acudamos a su protección. Y esto nos llena de alegría y de consuelo, especialmente en la fiesta que hoy celebramos. A Nuestra Señora acudimos como hijos que no se quieren alejar de Ella: «Madre, Madre mía...», le decimos en la intimidad de nuestra oración, pidiéndole ayuda en tantas necesidades como nos apremian: en el apostolado, en la propia vida interior, en aquellos que tenemos a nuestro cargo, y de los que nos pedirá cuentas el Señor.

II. También la Santísima Virgen quiso recordar en aquella gruta la necesidad de la conversión y de la penitencia. Quiso Nuestra Madre poner de relieve que la humanidad fue redimida en la Cruz, y el valor redentor actual del dolor, del sufrimiento y de la mortificación voluntaria.

Lo que los hombres consideran, con mirada solo humana, como un gran mal, con ojos de buenos cristianos puede ser un gran bien: la enfermedad, la pobreza, el dolor, el fracaso, la difamación, la falta de trabajo... En momentos humanamente muy difíciles, podemos descubrir, con la ayuda de la gracia, que esa situación de debilidad es un gran camino para una sincera humildad, al sentirnos necesitados y en especial dependencia de Dios. La enfermedad, o cualquier otra desgracia, puede ayudarnos mucho a despegarnos un poco más de las cosas de la tierra, en las que, casi sin darnos cuenta, estábamos quizá demasiado metidos. Sentimos entonces la necesidad de mirar al Cielo y de fortalecer la esperanza sobrenatural, al comprobar la endeblez de la esperanza humana.

La enfermedad nos ayuda a confiar más en Dios, que nunca tienta por encima de nuestras fuerzas3, y a poner nuestra seguridad en Él, en la filiación divina, en el abandono pleno en sus brazos fuertes de padre. Él conoce bien nuestras fuerzas y no nos pedirá nunca más de lo que podamos dar. La enfermedad, o cualquier desgracia, es buena ocasión para llevar a la práctica el consejo de San Agustín: hacer todo lo que se pueda y pedir lo que no se puede4, pues Él no manda cosas imposibles.

La gran prueba de amor que podemos dar es aceptar la enfermedad, y la misma muerte, entregando la vida como oblación y sacrificio por Cristo, para bien de todo su Cuerpo Místico, la Iglesia. Nuestras penas y dolores pierden su amargura cuando se elevan hasta el Cielo. Poenae sunt pennae, las penas son alas, dice una antigua expresión latina. Una enfermedad puede ser, en algunas ocasiones, alas que nos levanten hasta Dios. ¡Qué diferente es la enfermedad acogida con fe y humildad, aceptando de corazón la voluntad de Dios, de la que, por el contrario, se recibe con fe corta, malhumorados, resentidos o tristes!

III. ... Y estaba allí la Madre de Jesús5. Con alegría vemos cómo a los santuarios de la Virgen se acercan personas de todo tipo y condición y se postran a los pies de Nuestra Señora. Quizá no se habrían acercado si no hubieran experimentado la debilidad, el dolor o la necesidad, propia o ajena.

Refiriéndose a la fiesta que hoy celebramos, se preguntaba el Papa Juan Pablo II por qué gentes tan diversas acuden a la gruta donde tuvieron lugar las apariciones, y respondía: «Porque saben que allí, como en Caná, “está la madre de Jesús”: y donde Ella está no puede faltar su Hijo. Esta es la certeza que mueve a las multitudes que cada año se vuelcan en Lourdes en busca de un alivio, de un consuelo, de una esperanza (...).

»La curación milagrosa, sin embargo, es, a pesar de todo, un acontecimiento excepcional. La potencia salvífica de Cristo, obtenida por la intercesión de su Madre, se revela en Lourdes sobre todo en el ámbito espiritual. En el corazón de los enfermos hace oír la voz del Hijo que desata prodigiosamente los entumecimientos de la acritud y de la rebelión, y restituye los ojos al alma para ver con una luz nueva el mundo, los demás, el propio destino»6.

El Señor, a quien nos conduce siempre su Madre, amaba a los enfermos. San Pedro compendia su vida en estas pocas palabras: Jesús de Nazareth... pasó haciendo el bien y sanando.... Los Evangelios no se cansan de ponderar la misericordia del Maestro con quienes padecían en el alma o en el cuerpo. Gran parte de su ministerio aquí en la tierra lo dedicó a curar a los enfermos y a consolar a los afligidos. «Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto del cuerpo como del alma»8. Él es compasivo y espera de nuestra parte que pongamos los medios a nuestro alcance para salir de esa enfermedad o de ese agobio; y nunca permitirá pruebas por encima de nuestras fuerzas. En todo momento nos dará las gracias suficientes para que esas circunstancias dolorosas no nos separen de Él; por el contrario, deben acercarnos más y más y ayudarnos a llevar a otras personas a una mejora espiritual de sus vidas. Podemos pedir la curación o que se resuelvan los problemas que pesan sobre nosotros, pero, ante todo, debemos pedir ser dóciles a la gracia para que en esas circunstancias -en esas y no en otras sepamos crecer en fe, en esperanza y en caridad.

Nos aliviará las penas y sufrimientos el no pensar excesivamente en ellos, porque los hemos dejado en manos de Dios, y tampoco en las consecuencias futuras de los males que padecemos, pues aún no tenemos la gracia para sobrellevarlas... y quizá no se presenten. Bástele a cada día su propio afán9. No olvidemos que «todos estamos llamados a sufrir, pero no todos en el mismo grado y de la misma manera; cada uno seguirá en esto su llamada, correspondiendo a ella generosamente. El sufrimiento, que desde el punto de vista humano es tan desagradable, se convierte en fuente de santificación y de apostolado, cuando lo aceptamos con amor y en unión con Jesús...»10, corredimiendo con Él, sintiéndonos hijos de Dios, especialmente en esas circunstancias.

Acudamos en todo a María. Ella nos atenderá siempre. Nos alcanzará lo que pedimos, o nos conseguirá gracias mayores y más abundantes para que de los «males saquemos bienes; y de los grandes males, grandes bienes». Y sea cual sea nuestra situación, experimentaremos siempre su consuelo. Consolatrix afflictorum, Salus infirmorum, Auxilium christianorum... ora pro eis... ora pro me.

Ven en ayuda de nuestra debilidad, Dios de misericordia, y haz que, al recordar hoy a la Inmaculada Madre de tu Hijo, por su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas.

1 Liturgia de las Horas, Segunda lectura del Oficio, Carta de Santa María Bernarda Soubirous al padre Godrand, año 1861. — 2 Is 66, 10-14. — 3 Cfr. 1 Cor 10, 13. — 4 Cfr. San Agustín, Tratado de la naturaleza y de la gracia, 43, 5. — 5 Cfr. Jn 2, 1. — 6 Juan Pablo II, Homilía 11-II-1980. — 7 Hech 10, 38. — 8 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 11-II-1984, 16. — 9 Mt 6, 34. — 10 A. Tanquerey, La divinización del sufrimiento, Rialp, Madrid 1955, p. 240. — 11 Liturgia de las Horas, Oración conclusiva de laudes.
* En el año 1858, la Inmaculada Virgen María se apareció dieciocho veces a la niña Bernadette Soubirous en una gruta cercana a Lourdes. La primera aparición tuvo lugar el 11 de febrero. Por medio de esta niña, la Virgen llama a los pecadores a la conversión y a un mayor espíritu de oración y caridad, principalmente con los más necesitados. Recomienda el rezo del Santo Rosario, oración con la que acudimos a nuestra Madre como hijos pequeños y necesitados. León XIII aprobó esta festividad y Pío X la extendió a toda la Iglesia. Bernadette fue beatificada y canonizada por Pío XI en 1925.
† Nota: Ediciones Palabra (poseedora de los derechos de autor) sólo nos ha autorizado a difundir la meditación diaria a usuarios concretos para su uso personal, y no desea su distribución por fotocopias u otras formas de distribución.

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal
Marcos subraya pues que Jesús cumple la gran esperanza prometida por Isaías. Es como una nueva creación, un hombre nuevo, ¡con oídos bien abiertos para oír y con la lengua bien suelta para hablar! La salvación que Dios había prometido por los profetas es como un perfeccionamiento del hombre, una mejora de sus facultades: por la fe la humanidad adquiere como unos "sentidos" nuevos, más afinados.

3. DOMINICOS 2004

El día 8 de diciembre de 1854, Pío IX declaraba solemnemente el dog­ma de la Inmaculada Concepción de María.

Y el año 1858, cuatro años después de la proclamación solemne del dogma de la Inmaculada Concepción de María, en un pueblecito del sur de Francia, Lourdes, se aparecía la Virgen a una niña, Bernadette Soubirous.

Y un 25 de marzo, después de varias apariciones, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, Bernadette se atrevió a preguntar a la Virgen por su nombre. La Virgen le respondió: "Yo soy la Inmaculada Concepción". Y Bernardette saltó de júbilo, con los ojos encendidos de amor.

Este detalle, de profunda espiritualidad, es el que recordamos hoy a los pies de la Virgen, acompañando a miles de peregrinos.¡Cuántas penas ha quitado esa Virgen de Lourdes, cuántos odios, cuantos falsos compromisos!

Llénanos, Señora, de paz y de amor.

Para que nuestra unión con los fieles peregrinantes, sanos o enfermos, sea más intensa, nos serviremos de textos bíblicos adaptados a la fiesta popular mariana.


La luz de la Palabra de Dios
Del profeta Isaías 66, 10‑14.
“Alegraos con Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis. Llenaos con ella de alegría... He aquí que voy a derramar sobre ella la paz como un río y la gloria de las nacio­nes como un torrente desbordado...

Y vosotros lo veréis y vuestro corazón latirá de gozo; y vuestros huesos reverdecerán como la hierba. La mano de Yavé se dará a conocer a sus siervos.”

Evangelio según san Juan 2, 1‑11.
"Hubo una boda en Caná de Gali­lea; y estaba allí la madre de Jesús.

Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda.

Al final de la fiesta, no tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. Movida de piedad, la madre de Jesús dijo a éste: mira, no tienen vino... Y después dijo a los servidores: "haced lo que Jesús os diga". Jesús, tras escuchar a su madre, les dijo: "llenad las tinajas de agua". Las llenaron hasta el borde; y él les agregó: "sacad ahora ese nuevo vino y llevadlo al maestresala”. Se lo llevaron; y cuando el maestresala hubo probado el agua convertida en vino... preguntó a los novios: ¿por qué habéis guardado este vino hasta el final?...

Este fue el primer milagro que hizo Jesús en Galilea, y en él mani­festó su gloria y creyeron en El sus discípulos".


Reflexión para este día
María, Mediadora de Gracia
En esta fiesta de la Santísima Virgen se expresa, como en otras muchas, la fe del pueblo de Dios que siempre vio en María a la Mujer privilegiada, a la llena de gracia, sin macha ni arruga, a la Madre de Dios encarnado, a la Doncella que nunca fue esclava del pecado.

La declaración dogmática de que María es limpia de pecado desde su Concepción forma parte de las declaraciones solemnes del Magisterio por las que se eleva a categoría de gran verdad algo que la comunidad cristiana ya vivía con especial gozo: el amor electivo de Dios que tomaba a María como mediación para encarnarse y hacerla madre suya.

Y su presencia espiritual en Lourdes es una delicadeza más para convocarnos al encuentro frecuente con ella, desde el gozo o el dolor, desde el éxito o el fracaso...

Honremos, pues, en este día a Dios Padre, Hijo y Espíritu, nuestra fuente de vida y de esperanza, cantemos a Maria, la elegida, porque sobre ella se derramó el Amor, y elevemos una antorcha de fe junto a las antorchas de los peregrinos en su Rosario.

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Hoy, Señor, me presento ante ti
con todo lo que soy y lo que tengo.
Acudo a ti como persona sedienta, necesitada...
porque sé que en ti encontraré respuesta.
Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo
y que se acerca el momento de tomar una decisión.

Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra.
Deseo ponerme ante ti como Abraham,
con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos.
Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.

Aquí me tienes, Señor,
con un deseo profundo de conocer tus designios.
Quisiera tener la seguridad
de saber lo que me pides en este momento;
quisiera que me hablases claramente, como a Samuel.
Muchas veces vivo en la eterna duda.
Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión
y en medio de todo no acabo de ver claro.

Sácame, Señor, de esta confusión en que vivo.
Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo
y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos.
Quiero perder tantos miedos
que me impiden ver claro
el proyecto de vida que puedas tener sobre mí.

¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme!
¿Quieres que sea un discípulo tuyo
para anunciarte en medio de este mundo?
Señor, ¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro?
¿Cómo tener la seguridad de que es este mi camino y no otro?

En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas.
Si me quieres para anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor.
Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.

Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma más radical
como consagrado en medio de los hombres,
cuenta conmigo, Señor.
Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi corazón,
habla, Señor, que tu siervo escucha.

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miércoles, 9 de febrero de 2011

:: Fray Leopoldo de Alpandeire ::

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BEATO LEOPOLDO DE ALPANDEIRE


“La vida de Fray Leopoldo es una confirmación de la palabra de Pablo: «Dios ha elegido lo necio del mundo para confundir a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios para confundir a los fuertes. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios y lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se pueda gloriar en presencia de Dios» (1 Co 1, 27-29). El santo transparenta en su vida la santidad de Dios, dejando resplandecer la belleza divina a través de sus palabras y acciones. La santidad redunda también en beneficio de los demás y no sólo en provecho propio. Decía un genio de la música, Gounod, que “una gota de santidad vale más que un océano de genio”.
Los santos son hombres verdaderos, auténticos, plenamente realizados, que han dejado una huella duradera y un recuerdo dichoso en la historia. Quienes conocieron a Fray Leopoldo, cristianos y no creyentes, pudieron apreciar la riqueza de su vida y de sus virtudes; todos se enriquecieron de la santidad, que manaba de su alma” (Homilía de S.E.D. Jesús Catalá, Obispo de Málaga, en la Misa de Acción de Gracias, en Alpandeire, el 19 de septiembre de 2010).

:: Fray Leopoldo de Alpandeire ::

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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

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Ponencias del Congreso

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Criterios exegéticos y teológicos

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Criterios de reconocimiento de las versiones

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La lectura eclesial del Antiguo Testamento

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La Biblia en los Santos Padres de la Iglesia

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Exégesis bíblica y vida eclesial

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La Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia

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El testimonio apostólico sobre Jesús y la historia

El testimonio apostólico sobre Jesús y la historia

Palabra de Dios y compromiso en el mundo

Palabra de Dios y compromiso en el mundo

Celebración de la Palabra de Dios

Celebración de la Palabra de Dios

Acto de Clausura

Acto de Clausura

La lectura científica de la Sagrada Escritura

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Segundo día del Congreso (fotografías)

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TV Lourdes - Le direct avec la vie de Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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martes, 8 de febrero de 2011

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores

MARCO DOMINGO 05A

MARCO DOMINGO 05A

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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Sagrada Biblia de la CEE

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RADIO LUZ 93.7 F. M. SANTIAGO, REP. DOM. 2009

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YouTube - Canal de SerFraileDominico#p/a/u/0/KjNk_r38g8w

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jueves, 3 de febrero de 2011

#842297

#842297

SAN BLAS

SAN BLAS


"Honrando a Juan Pablo II"

"Honrando a Juan Pablo II"

SAN BLAS
03 de febrero
SAN BLAS

Blas significa: "arma de la divinidad". (año 316)

San Blas fue obispo de Sebaste, Armenia (al sur de Rusia). Al principio ejercía la medicina, y aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad de excelente médico, para hablarles a sus pacientes en favor de Jesucristo y de su santa religión, y conseguir así muchos adeptos para el cristianismo. Al conocer su gran santidad, el pueblo lo eligió obispo.

Cuando estalló la persecución de Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una cueva de la montaña, y desde allí dirigía y animaba a los cristianos perseguidos y por la noche bajaba a escondidas a la ciudad a ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en las cárceles, y a llevarles la Sagrada Eucaristía.

Cuenta la tradición que a la cueva donde estaba escondido el santo, llegaban las fieras heridas o enfermas y él las curaba. Y que estos animales venían en gran cantidad a visitarlo cariñosamente. Pero un día él vio que por la cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno y entonces espantó a las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de la cacería.

Entonces los cazadores, en venganza, se lo llevaron preso. Su llegada a la ciudad fue una verdadera apoteosis, o paseo triunfal, pues todas las gentes, aun las que no pertenecían a nuestra religión, salieron a aclamarlo como un verdadero santo y un gran benefactor y amigo de todos.

El gobernador le ofreció muchos regalos y ventajas temporales si dejaba la religión de Jesucristo y si se pasaba a la religión pagana, pero San Blas proclamó que él sería amigo de Jesús y de su santa religión hasta el último momento de su vida. Entonces fue apaleado brutalmente y le desgarraron con garfios su espalda. Pero durante todo este feroz martirio, el santo no profirió ni una sola queja. El rezaba por sus verdugos y para que todos los cristianos perseveraran en la fe.

El gobernador, al ver que el santo no dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó que le cortaran la cabeza. Y cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba bendiciendo por el camino a la inmensa multitud que lo miraba llena de admiración y su bendición obtenía la curación de muchos.

Pero hubo una curación que entusiasmó mucho a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando porque se le había atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio por donde debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se ahogaba. San Blas le colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él. Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud. El pueblo lo aclamó entusiasmado.

Le cortaron la cabeza (era el año 316). Y después de su muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los que le rezaban. Se hizo tan popular que en sólo Italia llegó a tener 35 templos dedicados a él. Su país, Armenia, se hizo cristiano pocos años después de su martirio.

En la Edad Antigua era invocado como Patrono de los cazadores, y las gentes le tenían gran fe como eficaz protector contra las enfermedades de la garganta. El 3 de febrero bendecían dos velas en honor de San Blas y las colocaban en la garganta de las personas diciendo: "Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta". Cuando los niños se enfermaban de la garganta, las mamás repetían: "San Blas bendito, que se ahoga el angelito".

A San Blas, tan amable y generoso, pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las enfermedades corporales de la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad espiritual de la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en sentir miedo de hablar de nuestra santa religión y de nuestro amable Redentor, Jesucristo.

Patrón de: Enfermedades de la garganta y laringólogos. +C.316
San Blas fue médico y obispo de Sebaste, Armenia. Hizo vida eremítica en una cueva del Monte Argeus.
San Blas era conocido por su don de curación milagrosa. Salvó la vida de un niño que se ahogaba al trabársele en la garganta una espina de pescado. Este es el origen de la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta.
Según una leyenda, se le acercaban también animales enfermos para que les curase, pero no le molestaban en su tiempo de oración.
Cuando la persecución de Agrícola, gobernador de Cappadocia, contra los cristianos llegó a Sebaste, sus cazadores fueron a buscar animales para los juegos de la arena en el bosque de Argeus y encontraron muchos de ellos esperando fuera de la cueva de San Blas. Allí encontraron a San Blas en oración y lo arrestaron. Agrícola trató sin éxito de hacerle apostatar. En la prisión, San Blas sanó a algunos prisioneros. Finalmente fue echado a un lago. San Blas, parado en la superficie, invitaba a sus perseguidores a caminar sobre las aguas y así demostrar el poder de sus dioses. Pero se ahogaron. Cuando volvió a tierra fue torturado y decapitado. C. 316.

miércoles, 2 de febrero de 2011


FRASES CÉLEBRES DEL PADRE PÍO DE PIETRELCINA

Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración...

La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón...

Solo quiero ser un fraile que reza...

El tiempo transcurrido en glorificar a Dios y en cuidar la salud del alma, no será nunca tiempo perdido.

No hay tiempo mejor empleado que el que se invierte en santificar el alma del prójimo.
Una sola cosa es necesaria: consolar tu espíritu y amar a Dios.

Dulce es el yugo de Jesús, liviano su peso, por lo tanto, no demos lugar al enemigo para insinuarse en nuestro corazón y robarnos la paz.

La clave de la perfección es el amor. Quien vive de amor, vive en Dios, pues Dios es amor, como dice el Apóstol.

No amar es como herir a Dios en la pupila de Su ojo. ¿Hay algo mas delicado que la pupila?

Haré más desde el Cielo, de lo que puedo hacer aquí en la Tierra.

Cuando se pasa ante una imagen de la Virgen hay que decir: Te saludo, María. Saluda a Jesús de mi parte.

El demonio es como un perro rabioso atado a la cadena; no puede herir a nadie más allá de lo que le permite la cadena. Mantente, pues, lejos. Si te acercas demasiado, te atrapará.

El sufrimiento de los males físicos y morales es la ofrenda más digna que puedes hacer a aquel que nos ha salvado sufriendo.

Los ángeles sólo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios. Sólo el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad: Dios mío, mirad cómo os amo.

Salvar las almas orando siempre.

Con el estudio de los libros se busca a Dios; con la meditación se le encuentra.

¡Piensa siempre que Dios lo ve todo!

Es terrible la justicia de Dios. Pero no olvidemos que también su misericordia es infinita.

El ser tentado es signo de que el alma es muy grata al Señor.

Cuando el alma sufre y teme ofender a Dios, no le ofende y está muy lejos de pecar.
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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal


SANTA RITA DE CASIA
Su fiesta se celebra el 22 de Mayo
Santa Rita nació en 1381 junto a Casia, su segunda patria, en la hermosa Umbría, tierra de Santos: Benito, Escolástica, Francisco, Clara, Angela, Gabriel... Santa Rita pertenece a esa insigne pléyade de mujeres que pasaron por todos los estados: casadas, viudas y religiosas. Por otra parte, pocos santos han gozado de tanta devoción como Santa Rita, Abogada de los imposibles. Su pasión favorita era meditar la Pasión de Jesús.

Los antiguos biógrafos esmaltan su infancia de prodigios sin cuento. Lo cierto es que fue una niña precoz, inclinada a las cosas de Dios, que sabía leer en las criaturas los mensajes del Creador. Su alma era una cuerda tensa que se deshacía en armonías dedicadas exclusivamente a Jesús.
Sentía desde niña una fuerte inclinación a la vida religiosa. Pero la Providencia divina dispuso que pasara por todos los estados, para santificarlos y extender la luz de su ejemplo y el aroma de su virtud. Fue un modelo extraordinario de esposa, de madre, de viuda y de monja.

Por conveniencias familiares se casa con Pablo Fernando, de su aldea natal. Fue un verdadero martirio, pues Pablo era caprichoso y violento. Rita acepta su papel: callar, sufrir, rezar. Su bondad y paciencia logra la conversión de su esposo. Nacen dos gemelos que les llenan de alegría. A la paz sigue la tragedia. Su esposo cae asesinado, como secuela de su antigua vida. Rita perdona y eso mismo inculca a sus hijos. Y sucede ahora una escena incomprensible desde un punto de vista natural. Al ver que no puede conseguir que abandonen la idea de venganza, pide al Señor se los lleve, por evitar un nuevo crimen, y el Señor atiende su súplica.

Vienen ahora años difíciles. Su soledad, sus lágrimas, sus oraciones. Intenta ahora cumplir el deseo de su infancia; ser religiosa. Tres veces desea entrar en las Agustinas de Casia, y las tres veces es rechazada.

Por fin, con un prodigio que parece arrancado de las Florecillas, se le aparecen San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino y en volandas es introducida en el monasterio. Es admitida, hace la profesión ese mismo año de 1417, y allí pasa 40 años, sólo para Dios.

Recorrió con ahínco el camino de la perfección, las tres vías de la vida espiritual, purgativa, iluminativa y unitiva. Ascetismo exigente, humildad, pobreza, caridad, ayunos, cilicio, vigilias. Las religiosas refieren una hermosa Florecilla. La Priora le manda regar un sarmiento seco. Rita cumple la orden rigurosamente durante varios meses y el sarmiento reverdece. Y cuentan los testigos que aún vive la parra milagrosa.

Jesús no ahorra a las almas escogidas la prueba del amor por el dolor. Rita, como Francisco de Asís, se ve sellada con uno de los estigmas de la Pasión: una espina muy dolorosa en la frente. Hay solicitaciones del demonio y de la carne, que ella calmaba aplicando una candela encendida en la mano o en el pie. Pruebas purificadoras, miradas desconfiadas, sonrisas burlonas. Rita mira al Crucifijo y en aquella escuela aprende su lección.

La hora de su muerte nos la relatan también llena de deliciosos prodigios. En el jardín del convento nacen una rosa y dos higos en pleno invierno para satisfacer sus antojos de enferma. Al morir, la celda se ilumina y las campanas tañen solas a gloria. Su cuerpo sigue incorrupto.

Cuando Rita murió, la llaga de su frente resplandecía en su rostro como una estrella en un rosal. Era el año 1457. Así premiaba Jesús con dulces consuelos el calvario de su apasionada amante. Leon XIII la canonizó el 1900.
NOVENA A SANTA RITA DE CASIA
EXHORTACIÓN para los devotos que deseen hacer con fruto esta novena

El perfecto modo de venerar a los Santos es imitar sus virtudes; porque tributar reverentes obsequios a estos escogidos de Dios, gemir al pie de su respetable altar, implorar su protección, querer mediante ella que se abran y derramen los tesoros de la gracia y beneficiciencia de nuestro Dios, y dejarse al mismo tiempo seducir y arrastrar del espíritu del mundo, del amor al placer, de la impiedad, es una devoción falsa, una dañosa hipocresía, una ilusión del corazón, un culto aparente, estéril y superficial. La devoción a los Santos debe ser verdadera, interior, activa y permanente, es decir, que imitemos su amor a Dios, su caridad con el prójimo, su penitencia, su humildad, su fe, su religión, su justicia y su celo. Tal es el modo de conseguir la misericordia del Señor, la protección de sus siervos, la remisión de las culpas y la santificación de nuestras almas.

Puestos de rodillas, delante de alguna imagen de Santa Rita,; hecha la señal de la cruz y dicho el acto de contricción, se dará comienzo la novena:
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Señor Dios omnipotente y misericordioso, conviérteme para que me arrepienta de mis pecados. Tócame para que me levante y vaya a tí y tengas misericordia de mí. Líbrame Señor, de todos los males presentes y futuros, concédeme la paz espiritual y temporal. Bendice al Papa, a los Obispos y a los Sacerdotes para que guíen con acierto al Pueblo de Dios, ilumina a todos los que tienen en sus manos los destinos de nuestra Patria, para que gobiernen conforme a los principios del Evangelio, dales un corazón recto para que no se aparten del camino de tu justicia. Te pido me concedas el remedio de mis necesidades que ahora te presento..., y que pongo por intercesora a Santa Rita de Casia, a quien invocaré en esta novena. Dame, Señor tu gracia, para que un día pueda cantar tus alabanzas en el cielo. Amén.

PETICIÓN A SANTA RITA DE CASIA

Bendita y abogada de los imposibles, Santa Rita de Casia, luminoso modelo de paciencia, azote de los demonios, refugio de los necesitados, y ejemplo de vida cristiana; esposa muy amada de Cristo, coronada con una de sus sagradas espinas, te ruego, si es para gloria de Dios y bien de mi alma, que me obtengas de Dios lo que te pido en esta NOVENA; sobre todo alcánzame una conversión total y que pueda enmendarme de mi mala vida por los méritos de mi Señor Jesucristo y los méritos de su Santísima Madre. Amén.

Día primero
ORACIÓN
Dios de bondad, Señor de los ángeles, refugio de los que en ti esperan, escucha mis súplicas, por los méritos de todos los santos y en particular por los de Santa Rita de Casia, ya que siempre estuvo dispuesta a cumplir tu santa voluntad. Por su intercesión, te suplico me concedas vivir siempre como auténtico cristiano, esperando me otorgues la gracia y el favor que te pido en esta NOVENA.... si es para tu gloria y bien de mi alma. Amén.

Aquí se rezan veintidós Avemarías a santa Rita de Casia.
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos". (Mateo 5, 3-12)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)
Preces:
- Para que todos los hombres respeten y amen la vida como un don de Dios, y para que los cristianos demos testimonio de un modo ordenado de vivir, roguemos al Señor.

- Para que santifiquemos la vida humana, manteniendo y desarrollando en nosotros la gracia santificante, roguemos al Señor.

- Para que la vida en familia sea una convivencia centrada y dirigida por el amor de Dios, roguemos al Señor.
Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Gloriosa santa Rita, tú que de prodigiosa manera participaste de la dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, alcánzame que sufra, con resignación cristiana, las penas y dificultades de vida y protégeme en todas mis necesidades. Amén.
Día segundo
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "El que acepta mis mandamientos y los cumple, ese me ama. El que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él". (Juan 14, 21)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que nuestra fe nos impulse a conocer y practicar mejor todo el contenido del Evangelio, roguemos al Señor.

- Para que en todas las circunstancias, incluso las más adversas, mantengamos la fidelidad y el testimonio de la fe cristiana, roguemos al Señor.

- Para que sepamos ser apóstoles de Cristo con nuestro comportamiento cristiano, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Dios, Padre Santo, a quien adoran y alaban los coros angélicos, y a quienes me uno, te ofrezco y consagro todos los méritos de Santa Rita de Casia, protectora y patrona mía, especialmente el gran amor con que te amó, el desprendimiento y abandono en que tuvo todas las cosas y honores del mundo, solamente por consagrarse a ti. Te pido, Señor y Dios mío, por el amor y los méritos de esta santa portadora de paz para tu Iglesia, escuches mi petición que te hago en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
Día tercero
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". (Lucas 14, 27)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que nunca perdamos la esperanza por muchas que sean las exigencias o sufrimientos de la vida, roguemos al Señor.

- Para que al mismo tiempo que confiamos en Dios, mantengamos el esfuerzo por ser fieles constantemente a su voluntad, roguemos al Señor.

- Para que la juventud viva con esperanza y sepa orientar su vida con el mejor sentido cristiano, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Te pido, Señor, por intercesión de Santa Rita, que llenes de luz y de gozo mi corazón y que me concedas por sus méritos, el favor que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.

Día cuarto
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Vosotros son mis amigos, si hacéis lo que yo os mando..., que os améis los unos a los otros". (Juan 15, 12-17)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que todas las familias cristianas hagan de su hogar un santuario de amor donde reine Dios, roguemos al Señor.

- Para que en todos nosotros prevalezca el amor a Dios y el amor al prójimo como la ley fundamental de nuestra vida, roguemos al Señor.

- Para que los esposos cristianos eduquen a sus hijos en la práctica del amor y les enseñen a superar los inconvenientes y tendencias destructoras del egoísmo, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Concédeme, Señor, que a imitación de Santa Rita de Casia, pueda siempre mostrarme lleno de amor y comprensión haica mis hermanos, como ella vivió observando tu gran mandamiento y practicando los consejos evangélicos. Hoy te ofrezco, Señor, sus sufrimientos y méritos, y por su intercesión te pido me concedas vivir siempre como hijo tuyo, para que dé testimonio de ti en todas partes y me concedas lo que en esta NOVENA te pido..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.

Día quinto
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas". (Mateo 11, 29)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que aprendamos a orar buscando más a Dios que nuestros propios intereses, roguemos al Señor.

- Para que en nuestra oración de súplica busquemos antes el bien de los demás que el propio, roguemos al Señor.

- Para que utilicemos la oración como instrumento de santificación, hasta conseguir permanecer en frecuente diálogo oracional con Dios, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Te adoro, Dios mío, y te amo de todo corazón, tú que remedias todas nuestras necesidades, te alabo, te amo y te bendigo con todos los ángeles, como a mi Dios y a mi Creador; te presento todos los méritos de tu sierva Santa Rita de Casia, patrona y abogada mía, a quien concediste el don de pacificar los corazones difíciles, y de poner paz en las familias. Humildemente te suplico, Dios nuestro, que por su intercesión, pueda unirme más a ti y me preserves del pecado y de todo mal, concediéndome la gracia que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.

Día sexto
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se le arroja al fuego. Por sus frutos los reconocerán". (Mateo 7, 19-20)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que todos perseveremos, con la más santa fidelidad, en todos los compromisos de nuestro propio estado de vida, roguemos al señor.

- Para que tengamos en la Iglesia suficientes y santas vocaciones religiosas y sacerdotales, que respondan al seguimiento de Cristo con la mejor eficacia, roguemos al Señor.

- Para que las familias cristianas favorezcan y ambienten adecuadamente la vocación cristiana de sus hijos y les ayuden a encontrar la mejor orientación a la hora de elegir su estado de vida, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Dios nuestro, a quien adoran todas las criaturas del cielo y de la tierra, como a su Señor, yo me uno para alabarte y bendecirte y por amor a ti, amo a mi prójimo como a mí mismo y perdono todas las ofensas recibidas. Te ofrezco los méritos de tu sierva y protectora mía, Santa Rita de Casia, a quien otorgaste innumerables gracias, para vencer las más difíciles empresas; te pido me concedas por su intercesión no ofenderte más y huír de las ocasiones próximas de pecado, favoreciéndome con lo que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.



Día séptimo
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "¿De qué servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?". (Lucas 9, 25)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que seamos conscientes de que por el bautismo hemos sido consagrados a Dios, y vivamos con agrado entregados a Él y fieles a su voluntad con amor cristiano, roguemos al Señor.

- Para que avivemos nuestra conciencia de ser la Iglesia de Cristo, y nos esforcemos por colaborar con todas sus necesidades, roguemos al Señor.

- Para que en la Iglesia tengamos Religiosos santos, a ejemplo de Santa Rita, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Dios nuestro, que otorgaste a Santa Rita la gracia de seguir gozosamente a Cristo en una vida de pobreza y de humildad, te ofrezco todos sus méritos, particularmente su paciencia y su penitencia; haz que, a ejemplo suyo, sea mi preocupación principal en esta tierra, la de amar y seguir a tu hijo, Jesucristo. Ahora, humildemente te ruego me concedas lo que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.

Día octavo
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Yo haré lo que ustedes pidan en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo". (Juan 19, 13)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que ante las exigencias lacerantes de la vida, mantengamos la confianza en Dios y el esfuerzo por demostrar bondad, roguemos al Señor.

- Para que ningún sufrimiento, adversidad o dolor, nos aparte del amor de Dios, antes, al contrario, nos ayude a asemejarnos más a Cristo Redentor, roguemos al Señor.

- Para que ante la enfermedad, la pérdida de los seres queridos o la proximidad de la muerte, reafirmemos la fe en Cristo y nos unamos a los sentimientos de su Pasión, con plena confianza en la Resurrección, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Escucha, Señor, nuestra oración, perdona mis pecados, para que tu misericordia se manifieste una vez más y así pueda recibir tu perdón y tu paz. Te ruego, por intercesión de Santa Rita de Casia, mi protectora y abogada, a quien concediste el don de amarte y servirte, me concedas lo que te pido en est NOVENA..., y así poderte servir con renovado entusiasmo y disfrutar continuamente de tus beneficios. Amén.



Día noveno
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". (Lucas 15, 7)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que aspiremos con sincero deseo a la santidad, roguemos al Señor.

- Para que en toda circunstancia de vida demostremos que vivimos para Dios, roguemos al Señor.

- Para que, con un cristiano ejemplo de conducta alegre y bondadosa, estimulemos a otros a obrar el bien y evitar el mal, y crear entre todos una grata convivencia cristiana, roguemos al Señor.

Padrenuestro ...
ORACIÓN FINAL
A ti, Padre Santo, que siempre escuchas a tus hijos y nos concedes más de lo que pedimos, te alabo y te bendigo junto con todos los coros de los ángeles, que llenos de tu amor, te aman y quieren que seas amado, te consagro en este último día de mi NOVENA, todo mi ser, con mi inteligencia, mi corazón, mis sentidos, para que nunca cometa el pecado y me libres de toda desgracia corporal. Te ofrezco los méritos de todos los santos, especialmente los de mi protectora y abogada, Santa Rita de Casia, que quisiste asociarla a los sufrimientos de tu Pasión. Concédeme por su intercesión, lo que te pido en esta NOVENA..., si es para tu mayor gloria y bien de mi alma, y así un día pueda participar de tu gloria eterna. Amén.