domingo, 30 de enero de 2011

Els Nostres "Màrtirs"

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Discípulos 5 - Ciberiglesia - Espiritualidad - Evangelización - Javier Salinas Viñals, obispo de Tortosa

Discípulos 5 - Ciberiglesia - Espiritualidad - Evangelización - Javier Salinas Viñals, obispo de Tortosa

XV Congreso Eucarístico del Movimiento de Adoración perpetua al Santísimo Sacramento (ARPU)

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Fotografías

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Jubileo Dominicano - La misión de la predicación - En solidaridad evangélica con los oprimidos

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Santo Tomás de Aquino Perfil Biográfico
Santo Tomás de Aquino nace en el castillo de Roccaseca (Italia) el año 1225. Hijo de los condes de Aquino recibe la primera educación religiosa y científica en la abadía de Montecasino, para pasar después a la universidad de Nápoles. Allí el contacto con fray Juan de San Juliano fue causa de que, a sus dieciséis años, frecuentase la comunidad de los hermanos predicadores, siendo el principio de su vocación a la vida apostólica. A los diecinueve años ingresa en la Orden de Predicadores. Esta opción juvenil de Sto. Tomás deberá ratificarla más de una vez; primero, frente a su aristocrática familia que, de novicio, le secuestra y le pone en calabozo durante seis meses en el castillo de Roccaseca; y, posteriormente, frente a los maestros de París, que no le permiten la docencia en la universidad por su condición de fraile mendicante.

Por indicación de Fray Juan Teutónico, Maestro de la Orden, termina sus estudios en París y Colonia, bajo la guía de Fray Alberto Magno, quien le convence de la necesidad de profundizar en Aristóteles, el filósofo de la razón, la razón es don de Dios y a él debe ordenarse.

A los treinta y dos años Tomás de Aquino es maestro de la cátedra de teología de París. En Tomás, la Palabra de Dios en la Escritura tiene la primacía sobre las otras ciencias, y hace de la oración la fuente más fecunda de sus investigaciones. Mientras permanece en París, Tomás y los hermanos Predicadores elaboran en comunidad filosofía y teología, para después hacerla presente en la universidad. Escribe muchas obras que destacan por su profundidad, admirando a maestros y estudiantes por la claridad, la distinción, la sutileza y la verdad con que procedía en la explicación de tantas y tan distintas materias, como son de ver en los cuatro grandes libros que escribió sobre el Maestro de las Sentencias. En estos años dio de sí tales muestras arguyendo, discutiendo y respondiendo que, según el sentir de la universidad, sólo Dios podía dar tanto ingenio, y así era en verdad. Por toda Europa volaba su fama, llevada por los que de todas partes iban a estudiar a la Sorbona y luego regresaban a sus tierras cantando la sabiduría del maestro.

Después de París, impartiría docencia en Roma y en Nápoles, dejando entre otras muchas obras la Suma Teológica.

Santo Tomás de Aquino murió en la abadía de Fossanova el día siete de marzo de 1274 cuando iba de camino al concilio de Lyon. Fue canonizado el dieciocho de julio de 1323 por Juan XXII. San Pío V, el once de abril de 1567, lo declaró Doctor de la Iglesia. León XIII, el cuatro de agosto de 1880, lo proclamó patrón de todas las universidades y escuelas católicas.



Semblanza Espiritual
Alternó la enseñanza con la predicación. Actuó con eficaces intervenciones ante la curia pontificia ea favor de los mendicantes. Destacó por su gran candor de vida y una fiel observancia de la vida conventual. La misión de la Orden, es decir, el ministerio multiforme de la Palabra de Dios en la pobreza voluntaria, en él se centró en una continua dedicación al trabajo teológico; investigar incansablemente la verdad, contemplarla con amor y entregarla a los demás en escritos y en la predicación directa. Empleó su capacidad totalmente al servicio de la verdad, ansioso de encontrarla, recibiéndola de donde quiera que viniese y participarla a los demás.

Tuvo siempre un comportamiento humilde y cordial. Su obra demuestra la estrecha coherencia entre la razón humana y la divina revelación.

Santo Tomás de Aquino fue devotísimo de Cristo Salvador, especialmente de la cruz y de la eucaristía, que exaltó en sus composiciones litúrgicas para la fiesta del Corpus Christi. Tuvo una ferviente devoción filial a la Madre de Dios, la Virgen María.


Santo Tomás de Aquino - Maestro de Vida Espiritual Página principal de Santo Tomás de Aquino
Maestro de vida espiritual La pasión por Dios La caridad La oración y contemplación



Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.


Santo Tomás de Aquino es más conocido como gran intelectual que como místico[1]. Es cierto que el acercamiento a sus obras desanima a gran parte de los lectores porque descubren en ellas un exceso de intelectualismo. En sus escritos es raro encontrar confidencias de su propia experiencia espiritual[2]. Su lenguaje es sobrio y, con frecuencia, demasiado especulativo, ajeno al lenguaje tan afectivo de la mayoría de los místicos. Sin embargo, esto no impide que podamos seguir hablando de él como gran maestro de vida espiritual, tanto por el ejemplo de su vida como por la doctrina que enseña. Así lo entendieron en la historia los grandes místicos que se inspiraron en él: Juan de Ruysbroeck, el autor anónimo de La nube del no saber, san Juan de la Cruz, Edith Stein y Manuel García Morente entre otros. Las enseñanzas del Doctor Angélico no quedaron encerradas en las aulas, sino que, de la pluma de algunos de sus discípulos –como Francisco de Vitoria y Bartolomé de Las Casas– generaron un dinamismo capaz de rescatar la dignidad pisoteada de los indígenas del continente americano.

En estas breves páginas nos vamos a limitar a evocar algunas vivencias y reflexiones del maestro Tomás en las que se transparenta su experiencia del misterio.

La pasión por Dios La caridad La oración y contemplación



Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.

Dios fue siempre la gran pasión de Tomás. Ya desde niño, siendo oblato en la abadía de Montecasino, les preguntaba a los monjes benedictinos: ¿Quién es Dios? Tomás descubrió con el paso del tiempo que esa es una pregunta clave, pero difícil de contestar. Por eso consagró su vida a responderla, siendo consciente de que toda respuesta humana es incompleta, aunque no inútil, pues en ella se juega la salvación. Él sabía que podemos responder a esa pregunta de dos formas bien distintas. La mejor respuesta viene de la vida, de la experiencia. Por eso nos recuerda, convencido de su verdad, la frase magistral del Pseudo Dionisio Areopagita, padre de la mística, quien hablando de su presunto maestro dice: Hieroteo es docto no sólo porque sabe, sino también porque experimenta lo divino. Experimentar lo divino es antes que nada un don de Dios que crea en el ser humano una cierta connaturalidad con él. Ese don de Dios, esa gracia, no arrasa la libertad humana; al contrario, la aumenta, pues nuestras acciones son más nuestras cuando las recibimos enteramente de Dios. Por este camino, cualquier viejecilla cristiana supera con su fe el conocimiento de Dios alcanzado por los filósofos anteriores a la encarnación de Cristo[1]. Es el conocimiento que brota del amor; cuanto más se ama a Dios mejor se le conoce y mayor felicidad produce ese conocimiento. A Dios –nos dice Tomás– no se accede por pasos corporales, porque él está en todas partes, sino por la mente y el corazón. De este mismo modo nos alejamos de él[2].

Pero también reconoce que se puede responder a esa misma pregunta por otro camino más costoso: el estudio. No es el estudio del ateo ni del agnóstico ni del indiferente; es el estudio del creyente que busca y se preocupa por entender lo que cree. ¿Por qué indagar por el camino del estudio? ¿No bastaría con conocer a Dios por la gracia, puesto que a través de ella alcanzamos un conocimiento superior? Tomás responde a estas cuestiones diciendo que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona[3]; la gracia, por tanto, no hace inútil ningún esfuerzo humano. Éste es uno de los adagios más esenciales y quizás más citados de su obra. La importancia de este principio es central, pues su olvido en la historia del cristianismo ha sido fuente de todos los desequilibrios tanto en el pensamiento como en la acción[4].

Cuando, mediante el estudio, analizamos atentamente la realidad y nos remontamos a su origen, podemos descubrir que Dios existe, es decir, que él es la causa de todo (vía afirmativa); cuando percibimos la diferencia que hay entre Dios y todo lo demás, descubrimos que Dios no es nada de lo que ha sido creado (vía negativa); cuando afirmamos que él es la causa de todo, descubrimos que está por encima de todo (vía de la preeminencia)[5]. Pero el conocimiento de Dios que alcanzamos por la gracia es más profundo. No obstante, incluso por la gracia seguimos sin saber qué es Dios; por eso nos unimos a él como a algo desconocido[6]. Dadas las limitaciones de nuestro conocimiento, Tomás no dudará en afirmar que a Dios es mejor amarle que conocerle[7]. El amor mismo es ya conocimiento[8]. No hay contradicción aquí con el famoso adagio que enseña que nada puede ser amado si no es previamente conocido, pues una persona puede ser perfectamente amada sin ser perfectamente conocida; y algo semejante ocurre cuando se ama a Dios[9].

Maestro de vida espiritual La pasión por Dios La caridad La oración y contemplación



Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.

Tomás es consciente de que la vida espiritual consiste principalmente en la caridad; sin ella no existe vida espiritual. De este modo identifica la vida espiritual con la perfección de la caridad[1]. Pero, ¿en qué consiste la caridad? Siguiendo el desarrollo de su pensamiento encontramos numerosas afirmaciones que van perfilando su concepción del amor. Influenciado por Aristóteles, define el amor como desear el bien a alguien. Pero este amor no se limita al mero deseo o al sentimiento, sino que empuja a esforzarse y trabajar para que ese deseo se convierta en realidad. El amor es definido igualmente como fuerza de unión que une a la persona que ama con la persona amada, hasta el punto de que esta última es tratada y considerada como si fuera un segundo yo. Esto mismo se aplica al amor de Dios: su amor es fuerza que une, respetando siempre la alteridad, es decir, sin destruir en absoluto a las personas amadas[2]. La mística cristiana se distingue radicalmente de otras místicas porque en ella la plenitud no se alcanza mediante la disolución del sujeto en un todo divino.

Inspirado en el lenguaje místico del Pseudo Dionisio, Tomás define también el amor como salida, como éxtasis o como éxodo; el amante sale de sí mismo para instalarse en la persona amada, en el sentido de que busca el bien de la persona amada y se esfuerza por procurárselo como si se tratara de sí mimo. Esto se aplica también a Dios: por su amante bondad, sale fuera de sí para crear todos los seres, y permanece fuera cobijando la creación entera con su providencia[3]. Desde la eternidad todas las criaturas están en Dios como amadas, aunque el amor de amistad se reserva únicamente para los seres racionales.

Tomás entiende igualmente el amor como la principal pasión y como la fuente de todas las demás pasiones, incluso del odio. El amor brota únicamente de la atracción que provoca el bien en los seres. Pero hay que distinguir dos clases de amor: el amor de concupiscencia o de deseo y el amor de amistad. En ambos casos hay salida hacia fuera de uno mismo, pero la finalidad de esta salida es muy diferente en un caso y en otro. En el primer caso es una salida para volver de nuevo sobre sí. Se sale atraído por el bien que se encuentra en las personas y en las cosas, y una vez que uno se ha apropiado de ese bien se retorna sobre sí. En cambio en el amor de amistad se da una salida sin retorno, se sale no para apropiarse de los bienes ajenos sino para compartir el propio bien y para buscar el bien del otro. El amor de concupiscencia es ambivalente, aunque no siempre es malo desde el punto de vista ético. No es malo cuando, por ejemplo, se dirige a las cosas que necesitamos para cubrir las necesidades más elementales de la vida. Pero cuando se dirige a las personas, se convierte en una forma restringida del amor, porque tiende a relacionarse con ellas en función del propio yo, de las propias necesidades y deseos. Es un amor parcial, porque sólo tiene en cuenta una parte del otro, y siempre en la medida en que beneficia al propio yo. Es un amor incompleto, porque deja en la sombra una gran parte del otro. Es un amor funcional, y puede conducir al egoísmo, a la posesión y a todas las demás formas de inmoralidad[4].

En cambio, el amor de amistad se caracteriza por el olvido o el abandono de sí. Entre los rasgos esenciales de un amor así, Tomás señala en primer lugar la benevolencia o el deseo de hacer el bien a alguien por sí mismo, no por la utilidad o el placer que proporciona. Cuando amamos a alguien de este modo buscamos su bien antes que el nuestro, nos alegramos de su dicha antes que del bien que produce en nosotros su amistad. Un segundo rasgo es la reciprocidad. La benevolencia por sí sola no abarca toda la amistad. Puede existir benevolencia sin reciprocidad; podemos desear el bien a una persona sin ser correspondidos por ella o incluso sin desear ser correspondidos. Pero el amor no queda satisfecho si no desemboca en la reciprocidad, en la comunión de la amistad. El tercer rasgo consiste en la necesidad de que exista una cierta semejanza o igualdad entre los amigos, que haga posible el intercambio recíproco y la conversación familiar de la amistad, pues nuestro afecto hacia las otras personas surge cuando descubrimos o simplemente presentimos una semejanza de pensamientos, sentimientos, ideales,…

Tomás define la caridad como una cierta amistad con Dios, como una unión afectiva y recíproca que presenta todas las características de una verdadera amistad. Esta definición se apoya en la autoridad del evangelio de san Juan, donde Jesús les dice a sus discípulos: ya no os llamo siervos sino amigos (15, 15). La benevolencia con Dios se ejerce interesándose en primer lugar por su propio bien personal, amando lo que él ama, queriendo lo que él quiere, alegrándonos de la dicha de la que él goza, poniéndonos enteramente a su servicio. Dios, por su parte, no puede dejar de corresponder a ese amor que él mismo ha suscitado, buscando nuestro bien y ofreciéndonos su amistad. Nosotros nunca podremos corresponder al don de Dios con una reciprocidad exacta. Aunque en realidad no es la reciprocidad exacta del don lo que hace vivir a la amistad. Dios no espera recibir primero para amar ni para dar. Los amigos no dan jamás para recibir, sino que dan porque aman. Dios ama por la alegría de amar; ama más porque tiene más para dar[5]. Quien tiene caridad ama por amor; esa es la finalidad más legítima de la caridad. De ahí deduce el Aquinate que la caridad consiste más en amar que en querer ser amado. Respecto a la tercera condición, es decir, la semejanza, Tomás está convencido de que la amistad reside en una cierta igualdad, porque es imposible que la amistad pueda surgir entre dos seres muy diferentes. Por eso, para que la amistad entre Dios y la humanidad fuera más íntima, Dios se hizo hombre, dado que la amistad es algo natural entre los seres humanos. De este modo hemos conocido a Dios visiblemente, para serconducidos al amor del Invisible[6]

Tomás establece un orden en el amor. Dado que Dios es el fundamento de la caridad misma, hay que amar a Dios más que a uno mismo. El amor a Dios abarca también al prójimo, porque no amamos realmente a Dios si no amamos lo que él ama. Pero, inspirándose en el libro del Levítico (19, 18) y en el evangelio según san Mateo (22, 39), defiende la concepción aristotélica de que la amistad con nuestros semejantes no consiste en otra cosa que en extender al amigo el amor que uno siente por sí mismo. De este modo la raíz de esta amistad y lo que la dinamiza es el amor que sentimos por nosotros mismos. Este amor es el modelo y el alimento de la amistad. Pero este “yo” que hay que amar más que al amigo se refiere al “hombre espiritual” del que habla san Pablo en sus cartas; por eso, este amor de amistad no renuncia a soportar cualquier sufrimiento o incluso a dar la vida, si es necesario, en beneficio del amigo[7].

Tomás repite con insistencia que la caridad desemboca en oración y contemPágina principal de Santo Tomás de Aquino
Maestro de vida espiritual La pasión por Dios La caridad La oración y contemplación



Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.

Todos sus biógrafos coinciden en presentar a Tomás como un hombre de profunda oración, como un gran contemplativo que supo alternar el estudio y la oración, haciendo del estudio oración y de la oración estudio[1]. Fray Reginaldo, su secretario y amigo íntimo, quien cuidó de él como una nodriza, nos cuenta que “antes de ponerse a estudiar, sostener una discusión, enseñar, escribir, o dictar, recurría a la oración en secreto, con frecuencia deshecho en lágrimas. Si alguna duda se le ofrecía, interrumpía el trabajo mental para acudir nuevamente a sus plegarias”. Por tal comportamiento, este mismo personaje llegó a afirmar que su sabiduría no procedía ni de su ingenio ni de su estudio, sino que la suplicó a Dios por medio de la oración.

Hay una anécdota emotiva que nos permite penetrar en la sensibilidad religiosa de Tomás; cuenta su biógrafo Guillermo de Tocco que en la oración de Completas, durante el tiempo de Cuaresma, cuando se cantaba el responsorio Media vita[2], no podía contener el llanto al llegar a las palabras: No nos rechaces en la vejez, cuando nos van faltando las fuerzas no nos abandones, Señor. Estas palabras del responsorio están inspiradas en el Salmo 70, 9. Tomás retoma estas mismas palabras al comentar la sexta petición del Padrenuestro que dicen: no nos dejes caer en la tentación. Sus lágrimas parecen expresar el deseo ardiente de llegar a la contemplación de Dios, deseo sobre el que tanto escribió, y el temor de verlo debilitarse con la pérdida del vigor juvenil[3].

Tomás fue un enamorado de la cruz y de la eucaristía. Cuando estaba escribiendo la tercera parte de la Suma de Teología, que trata sobre la pasión y resurrección de Cristo y sobre los sacramentos, pasaba largas horas de oración ante el crucifijo. Después de haber escrito sobre un asunto difícil referente a la eucaristía se fue a la Iglesia, se arrodilló ante el crucifijo, colocó su cuaderno ante su divino Maestro y comenzó a orar con los brazos en cruz. En cierta ocasión, el sacristán de la iglesia de San Nicolás de Salerno, Fray Domingo de Caserta, lo sorprendió en oración y oyó una voz procedente del crucifijo que le decía: “Tomás, has escrito muy bien sobre mí; ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?” Y Tomás respondió sin pensarlo dos veces: “¡Sólo a ti, Señor!” (non nisi te, Domine!). Esta respuesta coincide plenamente con su doctrina sobre la oración y sobre la esperanza, donde se expresan los anhelos más profundos del corazón humano. El Aquinate enseña que en nuestra oración debemos pedir principalmente nuestra unión con Dios, o a Dios mismo, pues no hay que esperar de Dios algo que sea menor que Dios[4].

Tomás fue un enamorado de Cristo, al que encontró a diario en la eucaristía. Todos los días celebraba temprano la misa, ayudado por su secretario y amigo Fray Reginaldo, y participaba en otra misa ayudando a éste. En sus escritos habla de la eucaristía como la expresión más grande de la amistad de Cristo con los suyos, pues es propio de los amigos convivir juntos. La eucaristía es para él igualmente el gesto más grande de la caridad de Cristo y el alimento de nuestra esperanza, porque en ella se da una unión muy familiar entre Cristo y nosotros[5]. Esta importancia de la eucaristía en su vida se refleja en la composición del oficio litúrgico de la fiesta del Corpus, donde no habla simplemente de recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, sino de recibir al mismo Cristo e incluso a Dios[6]. Los himnos y las oraciones que compuso son de un gran lirismo poético y manifiestan una gran ternura mística (Lauda Sion, Pange lingua,…). Sin duda, su oración más bella a Cristo en la eucaristía es el Adoro Te[7], compuesto en su lecho de muerte. Es un poema profundo, teológico, en el que Tomás se dirige a Cristo para cantarle su amor; le implora y le suplica como el buen ladrón; le expresa su deseo más profundo de vivir siempre con él y contemplarle cara a cara. Ese deseo se hizo todavía más vivo cuando recibió su última comunión. Así lo expresan sus mismas palabras: “Te recibo, precio de la redención de mi alma, viático de mi peregrinación; por amor a ti estudié, velé y trabajé. Te prediqué, te enseñé y nunca dije nada contra ti, a no ser por ignorancia, pero no me empeño en mi error; si he enseñado mal acerca de este sacramento o sobre cualquier otro, lo someto al juicio de la santa Iglesia romana, en cuya obediencia salgo ahora de esta vida”.

Toda la obra y la vida del Doctor Angélico fue un esfuerzo por buscar a Dios a través del estudio y la contemplación y por comunicar a los demás el resultado de este esfuerzo, convencido como estaba de que es más perfecto iluminar que lucir, comunicar lo contemplado que contemplar solamente[8].






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[1] Santiago Ramírez, Introducción general, Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, Madrid 1947, tm. I, p. 63.

[2] Reproducimos aquí el comienzo de este responsorio, tomándolo del Propio de la Orden de Predicadores, p. 1377: En mitad de la vida estamos ya en la muerte, ¿en quién, Señor, buscaremos ayuda, sino en ti, que justamente te aíras por nuestros pecados? *Santo Dios, santo fuerte, santo y misericordioso Salvador, no nos dejes en manos de la amarga muerte.

[3] André Duval nos ofrece otra interpretación de estas lágrimas. Fray Tomás llora porque se siente conmovido ante la indecible ternura de Dios hacia la humanidad. Sus lágrimas expresan también una serie de sentimientos contradictorios que brotan de lo más profundo de su alma, como la tristeza, la compasión y la alegría; tristeza ante el temor de la muerte; compasión ante la dolorosa pasión de Jesús; alegría muy dulce porque a través del grito de angustia del Salvador se hizo posible el encuentro de la humanidad con Dios nuestro Padre. Cf. “Les larmes de frère Thomas”, La vie spirituelle 147 (1993) 721-725.

[4] Cf. II-II, q. 17, a. 2c.

[5] Cf. III, q. 75, a. 1c.

[6] Cf. Jean-Pierre Torrell, “Adoro Te la plus belle prière de saint Thomas”, Recherches Thomasiennes. Études revues et augmentées, Paris 2000, p. 372.

[7] Transcribimos el texto del Propio de la Orden de Predicadores. Liturgia de las horas, Roma 1988, p. 1795, corrigiendo el primer verso según el texto establecido por R. Wielockx (separamos los versos por una línea oblicua y las estrofas por dos): Te adoro con fervor, Verdad oculta,/ que estás bajo estos signos escondida,/ a ti mi corazón se rinde entero/ y desfallece todo si te mira.// Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto,/mas tu palabra engendra fe rendida:/ cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo/ pues no hay verdad como la verdad divina.// En la cruz la deidad estaba oculta,/ aquí la humanidad está escondida,/ y ambas cosas creyendo y confesando,/ pido yo cuanto el buen ladrón pedía.// No veo, como vio Tomás, tus llagas,/ mas por su Dios te aclama el alma mía:/ haz que siempre, Señor, en ti yo crea,/ que espere en ti, que te ame sin medida.// Oh memorial de la muerte de Cristo,/ oh pan vivo, que al hombre das la vida:/ concede que de ti viva mi alma,/ que guste de tu celestial delicia.// Jesús mío, pelícano piadoso, con tu sangre mis impurezas limpia,/ que ya una gota de tu sangre puede,/ salvar al mundo entero del pecado.// Jesús, a quien ahora miro oculto,/ cumple, Señor, cuanto mi alma ansía:/ mirar, feliz, tu rostro descubierto/ y en visión clara siempre contemplarte. Amén.

[8] Cf. II-II, q. 188, a. 6c.


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La Espiritualidad de Sto. Tomás La experiencia personal de Sto. Tomás

La "divinización" del ser humano El conocimiento de Dios y la predicación La oración

Fray Julián de Cos, OP

Los expertos en el pensamiento tomista coinciden en destacar que santo Tomás de Aquino (1225-1274) no fue un mero “intelectual”. Su extensa obra es fruto en buena medida de su experiencia de Dios. Se trató de un hombre de profunda oración. Como contemplativo, “supo alternar el estudio y la oración, haciendo del estudio oración y de la oración estudio”(1). Fray Reginaldo, el secretario de santo Tomás, cuenta que éste, “antes de ponerse a estudiar, sostener una discusión, enseñar, escribir, o dictar, recurría a la oración en secreto, con frecuencia deshecho en lágrimas. Si alguna duda se le ofrecía, interrumpía el trabajo mental para acudir nuevamente a sus plegarias”(2).
Las dos grandes devociones de santo Tomás fueron la cruz y la eucaristía. Pasaba largas horas de oración ante el crucifijo cuando escribía la tercera parte de la Suma Teológica, que trata sobre la pasión y resurrección de Cristo y sobre los sacramentos. Estando orando santo Tomás ante un crucifijo, el sacristán del convento de San Nicolás de Salerno oyó una voz procedente de dicho crucifijo que le decía al santo: “Tomás, has escrito muy bien sobre mí; ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?” Y éste le contestó rápidamente: “¡Sólo a ti, mi Señor!”.(3)
La eucaristía era para santo Tomás el gesto de mayor caridad de Cristo y el alimento de nuestra esperanza, porque en ella se da una unión muy familiar entre Jesucristo y nosotros. Destaca en su obra la composición del oficio litúrgico de la fiesta del Corpus y Adoro Te, su oración más bella a Cristo en la eucaristía.(4)

Afirma Manuel Ángel Martínez: “Toda la obra y la vida del Doctor Angélico fue un esfuerzo por buscar a Dios a través del estudio y la contemplación y por comunicar a los demás el resultado de este esfuerzo”(5).

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Fray Julián de Cos, OP

El ser humano es potencialmente perfecto
Dios es perfecto dentro de su absoluta simplicidad y las criaturas participan de esa perfección en su naturaleza y en sus operaciones(1). La perfección del ser humano(2) depende del grado de su participación de la perfección divina. Ésta participación se puede adquirir por dos vías: natural: el ser humano es imagen de Dios en cuanto participa de su ser y sus operaciones de entendimiento y voluntad(3); sobrenatural: la gracia divina nos redime del pecado original y de los pecados personales(4) y nos eleva al rango de hijos de Dios, haciéndonos participar de la naturaleza divina(5). Si bien la gracia es un don que Dios da según su voluntad(6), por medio del mérito de nuestras buenas obras, ésta puede crecer en nuestra alma(7) progresiva e indefinidamente(8), pudiendo nuestra alma alcanzar un alto grado de identificación con Dios en su ser y en su obrar.(9)

Mediante la transformación identificadora con Dios, el ser humano se hace un dios por participación(10). Pero esto no ha de pretenderse alcanzar por medios indebidos o por uno mismo(11): sólo Dios deifica a la persona, y lo hace mediante la gracia santificante, que es un efecto de un acto especial de su amor, que “es cierta forma y perfección, que permanece en el hombre incluso cuando no obra”(12).

La caridad
La perfección espiritual no consiste simplemente en la transformación por la gracia, sino en la caridad(13). Ésta es fruto de la gracia. Mientras que la gracia da a las virtudes infusas una primera perfección, la caridad les da la perfección última(14). La caridad es el principio originante y motor de los actos de todas las virtudes. La configuración del amante –el ser humano– con el amado –Dios– no sólo le hace semejante a él sino que le hace obrar como él. El amor que nos une a Dios nos empuja a obrar virtuosa y santamente(15). Además, lo hace con tanto mayor agrado cuanto más perfecta es la caridad.(16)

Manuel Ángel Martínez(17) distingue en santo Tomás tres definiciones de amor y dos tipos de amor. Las tres definiciones son éstas: desear el bien a alguien –de influencia aristotélica-; la fuerza de unión que une a la persona que ama con la persona que es amada, a modo de salida, éxtasis o éxodo –de influencia de Pseudo Dionisio-; y la principal pasión y la fuente de todas las demás pasiones, incluso del odio. Distingue dos tipos de amor: El amor de concupiscencia o de deseo –se trata de un amor parcial e incompleto, que no siempre es moralmente malo-; y el amor de amistad, que es benevolente y recíproco yse caracteriza por el olvido o el abandono de sí y que requiere cierta igualdad o semejanza entre los amigos para que haya reciprocidad. La definición de este segundo tipo de amor es analógica(18) y se basa en Jn 15,15: “ya no os llamo siervos sino amigos”. Porque en esta amistad se da benevolencia, reciprocidad y semejanza, Dios se hizo hombre(19). Santo Tomás(20) también establece un orden en el amor –así lo explica Manuel Ángel Martínez–:

“Dado que Dios es el fundamento de la caridad misma, hay que amar a Dios más que a uno mismo. El amor a Dios abarca también al prójimo, porque no amamos realmente a Dios si no amamos lo que él ama. Pero, inspirándose en el libro del Levítico(21) y en el evangelio según san Mateo(22), defiende la concepción aristotélica de que la amistad con nuestros semejantes no consiste en otra cosa que en extender al amigo el amor que uno siente por sí mismo. De este modo la raíz de esta amistad y lo que la dinamiza es el amor que sentimos por nosotros mismos. Este amor es el modelo y el alimento de la amistad. Pero este ‘yo’ que hay que amar más que al amigo se refiere al ‘hombre espiritual’ del que habla san Pablo en sus cartas; por eso, este amor de amistad no renuncia a soportar cualquier sufrimiento o incluso a dar la vida, si es necesario, en beneficio del amigo”(23).

La fe y la esperanza
También la fe y la esperanza ejercen una acción divinizadora, aunque no absolutamente como la caridad, sino sólo bajo cierto aspecto. El objeto de la fe es Dios como Verdad primera. Así mismo, Dios es el objeto de la esperanza, pero en cuanto es aprehendido y aceptado como causa primera eficiente de la salvación, y como causa final última de ella, pues en su satisfacción consiste la felicidad(24). Todas las virtudes constituyen, en definitiva, un elemento de identificación con Dios, y, por consiguiente, de perfección y de deificación.(25)

Los grados de perfección
En la medida que la caridad puede ser más o menos intensa, santo Tomás(26) distingue diversos grados de perfección.

1.Primer grado: el nivel máximo consiste en amar según toda la capacidad de la persona, en todo momento. Esto no es posible aquí en esta vida. Corresponde a los bienaventurados del Cielo.
2.Segundo grado:se trata de la caridad de aquellos que intentan por todos los medios dedicarse a Dios y a las cosas divinas. A este nivel llegan unos pocos.
3.Tercer grado: es el de las personas que ponen su corazón habitualmente en Dios. Es propio de los que tienen la virtud de la caridad.
Paralelamente, santo Tomás(27) distingue tres niveles en la vida espiritual:

1.Incipientes o niños: se esfuerzan fundamentalmente en resistir a las pasiones desordenadas y evitar el pecado.
2.Proficientes o aprovechados: trabajan en acrecentar la caridad.
3.Perfectos: buscan abandonar este mundo para unirse a Dios y gozar de él al modo de san Pablo(28): “Deseo morir para estar con Cristo”(29).
El proceso de purificación
El alma necesita un proceso previo de preparación para ascender en la caridad y la perfección(30). Mediante el ejercicio de las virtudes morales y cardinales el alma se purifica. En el estadio inicial se sitúan las virtudes purgativas, que rectifican las pasiones, eliminando sus excesos. Cuando el alma ha alcanzado un alto grado de perfección, estas virtudes subsisten, pero ya no tienen que actuar contra las pasiones tan esforzadamente. Hablando de este proceso de purificación que es necesario para ir ascendiendo en la perfección, Santo Tomás hace referencia a:

1.El ayuno: “purifica la mente, eleva el sentido, somete la carne al espíritu, hace el corazón contrito y humillado, disipa las tinieblas de la concupiscencia, extingue los ardores de la sensualidad y enciende el fuego de la castidad”(31).
2.La castidad, sobre todo en su grado más alto: la virginidad. La lujuria es uno de los pecados que absorben al ser humano y le alejan de Dios(32). Así mismo, es preciso acrecentar la pobreza evangélica o pobreza de espíritu para controlar la preocupación por los negocios de este mundo y tener así la mente fija en Dios y su corazón apaciguado.
3.El desapego de sí mismo: el amante no ha de pertenecerse a sí mismo, sino al amado –Dios–. Los diversos grados de amor divino han de corresponderse con diversos grados de negación de sí mismo. Para alcanzar la perfección espiritual y en aras al amor de Dios y para dedicarse más libremente a él, hay que renunciar incluso de aquellos placeres que no son pecaminosos. Es necesario renunciar a los gustos y hacer en todo la voluntad de Dios. Pero a los que pretenden conseguir esto, Dios los prueba con tentaciones y tribulaciones. Así los conforma con el Crucificado(33).
Los siete dones del Espíritu Santo
La práctica de las virtudes merece, además del aumento de la gracia y del hábito de las mismas virtudes, el incremento de los siete hábitos sobrenaturales que son los dones del Espíritu Santo. Éstos son diferentes de las virtudes. Gracias a ellos la persona se dispone a seguir –de una manera pronta, directa e inmediata– la inspiración del Espíritu Santo de un modo superior a su modo connatural humano. Ello se lleva a cabo en orden a un objeto o fin que las virtudes no pueden por sí solas alcanzar. Es decir, los dones del Espíritu Santo son necesarios para la salvación. Éstos dotan a los actos de las virtudes de perfección consumada y heroicidad –a ello está llamado todo cristiano–. En la medida que crecen las virtudes y los dones, va aumentando también la disposición psicológica del sujeto a recibir ese crecimiento. En tanto que aumentan la disposición y los méritos, Dios produce proporcionalmente el crecimiento espiritual de esa persona. Cuando dicho crecimiento alcanza un cierto nivel, desarrollándose en el sujeto los hábitos de los dones, éste es capaz de ser movido directamente por el Espíritu Santo.(34)

El estudio de la teología en la Baja Edad Media
Según cómo se estudie la teología en las escuelas resulta un tipo determinado de espiritualidad(1):

1.En las escuelas monásticas se consideraba que la fe es una cuestión de voluntad y se la definía como una adhesión afectiva a una verdad revelada. Se empleaba un método simbólico y alegórico, propio de la exégesis espiritual. El objetivo era la contemplación.
2.En las escuelas catedralicias(2), urbanas, donde se forma santo Tomás (y el resto de la orden dominicana), la fe es un asunto que implica a toda la persona, no sólo la voluntad. Se la define como una adhesión del entendimiento a la verdad revelada. El ideal, presente en el origen de la escolástica, es una fe que busca la inteligencia. La fe utiliza la razón para descubrir la credibilidad de la verdad revelada.
El concepto de “estudio” según santo Tomás
Santo Tomás le dio mucha importancia a la actividad intelectual. Según él: “Estudio es una palabra que designa aplicación intensa de la mente a algo, cosa que no puede hacerse sino mediante su conocimiento”(3). La “estudiosidad” la localiza entre las partes de la templanza. Distingue en ella dos aspectos: el apetito de saber y el esfuerzo requerido para la actividad intelectual.(4)

La gracia ayuda a nuestra imperfecta inteligencia
Experimentar a Dios es, ante todo, un don divino, una gracia, que aumenta la libertad humana “pues –dice Manuel Ángel Martínez hablando sobre el pensamiento de santo Tomás(5)– nuestras acciones son más nuestras cuando las recibimos enteramente de Dios. Por este camino, cualquier viejecilla cristiana supera con su fe el conocimiento de Dios alcanzado por los filósofos anteriores a la encarnación de Cristo. Es el conocimiento que brota del amor; cuanto más se ama a Dios mejor se le conoce y mayor felicidad produce ese conocimiento”(6). Entonces surge una pregunta: ¿Por qué estudiar si por medio de la gracia alcanzamos un conocimiento superior?: porque “la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona”(7). La gracia, por tanto, no hace inútil ningún esfuerzo humano.(8)

El conocimiento por connaturalidad y a través del amor
Además del conocimiento por el estudio y el uso de la razón, en la Suma Teológica santo Tomás también habla del conocimiento por connaturalidad, que es especialmente importante en el área de la moral(9). Afirma William Johnston: “Aquí uno ‘con-naturaliza’ con el objeto, que está, por decirlo de alguna forma, encarnado en sí mismo. Tomás usa la palabra inclinación; uno juzga per inclinationem(10). Éste es el conocimiento que proviene del amor y de la unión”(11).

El conocimiento por connaturalidad es la más alta sabiduría, es un don del Espíritu Santo(12) y tiene gran importancia cuando nos relacionamos con Cristo(13) o hablamos de Dios, pues, como dice san Juan(14), sólo el que ama conoce a Dios, pues Dios es amor(15):

“Y esa compenetración o connaturalidad con las cosas divinas proviene de la caridad que nos une con Dios, conforme al testimonio del Apóstol: Quien se une a Dios, se hace un solo espíritu con El (1 Cor 6,7). Así, pues, la sabiduría como don, tiene su causa en la voluntad, es decir, la caridad; su esencia, empero, radica en el entendimiento, cuyo acto es juzgar rectamente, como ya hemos explicado (1 q.79 a.3)”(16).

El amor a Dios, el desconocido
Cuando estudiamos la realidad y nos remontamos a su origen, podemos descubrir que Dios existe (vía afirmativa). Pero si comparamos a Dios con la creación, constatamos que son dos realidades absolutamente diferentes (vía negativa). Y si afirmamos que es la causa de todo, descubrimos que está por encima de todo (vía de la preeminencia). La gracia nos puede ayudar a profundizar en el conocimiento de Dios. Pero ni siquiera con su auxilio llegamos a saber qué es Dios. Por eso buscamos unirnos a él como a algo desconocido(17).

Debido a esta dificultad, santo Tomás no dudará en afirmar que a Dios es mejor amarle que conocerle(18). Si bien, el mismo amor es ya conocimiento(19). Así como una persona puede ser perfectamente amada sin ser perfectamente conocida, algo semejante ocurre cuando se ama a Dios(20).

La fe perfecciona el intelecto humano
Santo Tomás considera que la fe, como virtud teologal, es una perfección del intelecto humano(21). Dios, por medio de la gracia, induce a la voluntad humana a aceptar verdades –conocimientos– de origen divino que superan las facultades intelectivas. En su obra Expositio primae decretalis ad Archidiaconum Tudertinum, santo Tomás se basa en el profeta Oseas(22): “me casaré contigo en la fidelidad”, para subrayar la dimensión mística de la fe cristiana en tanto que ésta, desde el punto de vista teológico, puede instaurar una unión entre Dios y el ser humano. La fe no sólo lleva a la persona al conocimiento de la verdad revelada, sino también a la experiencia auténtica de las Personas divinas que los contenidos de dicho conocimiento representan. La trasformación operada por la fe en el entendimiento es el inicio de la vida nueva que la caridad instaura en la persona. La caridad hace que el ser humano se mueva a amar a Dios, alcanzando la perfección terrena en la percepción afectiva del Padre, es decir, en lo que santo Tomás denomina “contemplación”.(23)

El fin del estudio y de la contemplación es la predicación
Santo Tomás consideró que era necesario el estudio en las Órdenes dedicadas a la predicación(24). Es más, defendió la superioridad de las Órdenes dedicadas a la enseñanza y la predicación –o a ministerios parecidos-, sobre las que se dedican simplemente a la contemplación, “ya que es más perfecto iluminar que ver la luz solamente, y comunicar a los demás lo que se ha contemplado –contemplata aliis tradere(25)-, que contemplar sólo”.(26)


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La "divinización" del ser humano El conocimiento de Dios y la predicación La oración



Fray Julián de Cos, OP

Siguiendo la cuestión 83 de la II-II de la Suma Teológica, vamos a mostrar un pequeño esbozo de las ideas más importantes que aporta sobre este tema santo Tomás:

¿La oración es acto de la facultad apetitiva? –a. 1–. Apoyándose en san Agustín(1) y san Juan Damasceno(2), santo Tomás entiende la oración como petición o súplica(3). Además, le aplica el sentido aristotélico: “la razón suplica para obtener lo más perfecto”(4). Así muestra que la oración es un acto de la razón.

Movida por el amor de caridad, la oración tiende hacia Dios de dos maneras. Una por parte de lo que se pide, porque lo que principalmente hemos de pedir en la oración es nuestra unión con Dios(5). La otra manera es por parte de la persona que pide, que le conviene acercarse a Dios mentalmente(6).

Por tanto son dos las definiciones de oración de santo Tomás: “elevación de la mente a Dios” y “petición”(7).

¿Es conveniente orar? –a. 2–. No oramos para alterar la disposición divina, sino para merecer lo que Dios había determinado darnos desde el principio de los tiempos(8); ni tampoco para informarle de nuestras necesidades y deseos, sino para que nosotros mismos nos convenzamos de que necesitamos de la ayuda divina para tales casos.

¿La oración es acto de religión? –a. 3–. La oración es un acto propio de la religión pues mediante ella el ser humano muestra reverencia a Dios en cuanto que se somete a él y reconoce que le necesita como autor de los bienes.

¿Se debe orar sólo a Dios? –a. 4–. Podemos orar directamente a Dios, pues nuestras oraciones han de ordenarse para la consecución de la gracia y la gloria, que sólo vienen de Dios(9). También podemos orar a Dios encomendándonos por medio de santos y personas, para que por sus preces y sus méritos, nuestras oraciones obtengan el efecto deseado(10).

¿Debemos pedir a Dios en la oración algo determinado? –a. 5–. Ciertamente, podemos llegar a pedir a Dios cosas que nos pueden resultar perjudiciales, como podrían serlo las riquezas(11), pero hay bienes que el ser humano nunca va a usar mal: los que constituyen nuestra bienaventuranza y los que hacen que la merezcamos. El Espíritu Santo nos inspira santos deseos para que pidamos lo que nos conviene(12). Nos conformamos a la voluntad de Dios al pedirle algo que pertenece a nuestra salvación(13).

¿Debe pedir el hombre en la oración bienes temporales? –a. 6–. Pueden pedirse bienes temporales, no como lo principal, poniendo en ellos nuestro fin, sino como ayudas para avanzar hacia la bienaventuranza, es decir, como medios para nuestra vida corporal y como instrumentos para la práctica de las virtudes.

¿Debemos orar por los demás? –a. 7–. Debemos pedir bienes para nosotros, por necesidad, y para los demás, por amor al prójimo. Es más grata a Dios esta segunda oración que la que hacemos por necesidad.

¿Debemos orar por nuestros enemigos? –a. 8–. Es necesario que en nuestras oraciones comunes que hacemos por los demás no excluyamos a nuestros enemigos. Pero el orar en especial por los enemigos es de perfección, no de necesidad, salvo casos especiales.

¿Están formuladas convenientemente las siete peticiones de la oración dominical? –a. 9–. Dado que, en cierto modo, la oración interpreta nuestros deseos ante Dios, el Padrenuestro no sólo regula nuestras peticiones, determinando lo que es lícito pedir a Dios y el orden en que ha de hacerse, sino también nuestros afectos.

¿El orar es propio de la criatura racional? –a. 10–. Orar es propio de quien esta dotado de razón y tiene un superior a quien suplicar. Por tanto, no es propio de las Personas divinas orar pues no tienen superior, ni de los animales brutos, pues no tienen razón, y sí lo es de la criatura racional.

Cuando se dice “El que da al ganado su pasto, y a los polluelos de los cuervos que lo invocan”(14), se hace referencia a que los polluelos oran a Dios por el deseo natural que tienen todos los seres, a su modo, de alcanzar la bondad divina. También se afirma que los animales brutos obedecen a Dios por el instinto natural con que son movidos por él.

¿Oran por nosotros los santos del cielo? –a. 11–. La oración intercesora de los santos que están en el cielo es más cuantiosa cuanto más perfecta es su caridad y es más eficaz cuanto mayor es su grado de unión con Dios.

¿Debe ser vocal la oración? –a. 12–. La oración pública, la que hacen los ministros de la Iglesia en representación de la totalidad del pueblo fiel, debe ser conocida, y por tanto, ha de ser vocal, en voz alta. Sin embrago la oración privada, la que hace el creyente a título personal, no es necesario que sea vocal. Pero hay tres motivos por los que oramos privadamente en voz alta: para excitar la devoción interior con la que nuestra ánima se eleva a Dios; para que, con todo lo que somos: ánima y cuerpo, paguemos a Dios la deuda que con él tenemos; por cierto desbordamiento del ánima sobre el cuerpo, debido a la vehemencia del amor que sentimos por Dios.

No es lícito orar en público buscando notoriedad. Por eso, al orar públicamente no debemos hacer nada que llame la atención(15).

¿Es necesaria la atención durante la oración? –a. 13–. La necesidad de la atención en la oración depende del efecto de la misma: cuando es el mérito, la virtualidad de la intención con que acudimos a la oración la hace meritoria, no necesitando la atención de principio a fin; cuando se busca impetrar –pedir eficazmente una gracia-, basta también con la primera intención, que es en la que principalmente se fija Dios; sin embargo, cuando el efecto es la refección espiritual del ánima, es decir, su alimento o reparación, es necesario la atención durante toda la oración.

Hay tres tipos de atención en una oración: a las palabras, para no decir cosas erróneas; al sentido de las palabras; y al fin de la oración, que es Dios y aquello por lo que se ora. Ésta última es la más necesaria y la pueden tener incluso los más ignorantes. A veces, esta atención que eleva al ánima, olvida todo lo demás(16).

Hay que tener en cuenta que la debilidad humana hace que el ánima del orante no pueda estar largo tiempo en las alturas espirituales, pues, con el tiempo, comienza a divagar. Cuando el orante se distrae por despiste, no se pierde el fruto de la oración. Pero otra cosa es distraerse a propósito, lo cual es pecado y comporta la pérdida del fruto de la oración.

¿Debe ser larga la oración? –a. 14–. Podemos hablar de dos modos de oración: de la oración en sí misma y de la oración en su causa. Si bien la primera no es posible hacerse continuamente porque tenemos que atender otros quehaceres, la segunda sí, pues la causa de la oración es el deseo de la caridad, del cual debe proceder nuestra oración, y ese deseo debe ser continuo en nosotros.

Cuando buscamos orar por largo tiempo, no ha de hacerse a base de muchas palabras sino manteniéndonos especialmente interesados por el deseo de la oración.

Hay tres modos de orar continuamente: deseándola sin interrupción(17); no omitiendo la oración en los tiempos señalados; por el efecto conseguido, ya en el orante, que se siente más devoto tras la oración, ya en otras personas, cuando con sus beneficios las mueve a rogar por él, aun en aquel tiempo en que el orante ha dejado de orar.

¿Es meritoria la oración? –a. 15–. La oración, como acto virtuoso, tiene valor meritorio en cuanto que procede de la raíz de la caridad, cuyo objeto propio es el bien eterno del que merecemos gozar. La oración procede de la caridad por medio de la religión, de la que es acto.

En la oración, la petición es eficaz cuando se cumplen estas cuatro condiciones: pedimos por nosotros mismos, pedimos cosas necesarias para la salvación y lo hacemos con piedad y con perseverancia.

¿Consiguen algo de Dios con su oración los pecadores? –a. 16–. Dios, por misericordia, no atiende la oración del pecador cuando éste busca el pecado. En ocasiones la atiende para castigarle. Pero cuando el pecador se guía por su buen deseo natural y cumple las cuatro condiciones antes mencionadas(18), misericordiosamente Dios se aviene a atender su oración.

¿Está bien dicho eso de que las obsecraciones, “oraciones, peticiones y acciones de gracias”, son las partes en que se divide la oración? –a. 17–. Son necesarias tres cosas para orar: que el orante se acerque a Dios; que haya una petición, ya sea concreta –postulación– o indeterminada –súplica-; y que tanto por parte de Dios como de la persona, haya una razón para alcanzar lo que se pide: por parte de Dios es su santidad, por parte del orante es la acción de gracias(19).

Santos y Santas de la Orden - Grandes figuras - Orden de Predicadores

Santos y Santas de la Orden - Grandes figuras - Orden de Predicadores
Evangelio del día y comentarios a la Palabra diaria
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ImparDel 24/01/2011 al 29/01/2011
Tercera Semana del Tiempo Ordinario Descargar toda la semana en un sólo archivo PDF Introducción a la semana Esta semana la carta a los Hebreos insiste en la novedad del sacerdocio de Cristo, que lleva a plenitud los sacrificios de la alianza antigua, sellando una nueva y definitiva alianza con Dios. Ésta implica una íntima unión con Él, gracias a la ofrenda personal de Cristo (no hay alianza sin ofrenda), que, al identificarse con nosotros, nos asoció a su propia ofrenda para que fuéramos así gratos a Dios como él y capaces de interceder también nosotros por los demás, participando de su propio sacerdocio. Ahora bien, para que esa ofrenda suya dé fruto en la vida de cada uno, la carta exhorta a los destinatarios a reavivar una conducta que se ha ido debilitando entre ellos: la adhesión personal a Cristo por la fe, que ya en otro tiempo les ayudó a soportar numerosos padecimientos. No deben descuidar nunca esa actitud, que es la que conduce a la salvación definitiva.

El evangelio de Marcos va mostrándonos la actividad de Jesús a través de parábolas y signos que revelan su personalidad de enviado de Dios. Esta realidad invita a aceptar su palabra y tratar de vivir un nuevo tipo de relaciones con los demás, inaugurando ya el reino que él predica y que está llamado a crecer como una simiente vigorosa y fecunda.

Testigos de ese reino presente ya en nuestra historia son, esta semana: san Francisco de Sales (patrono de los periodistas por la agilidad de su pluma al servicio de la catequesis), cuya encantadora espiritualidad, especialmente dirigida a los laicos, manifiesta el gusto por “estas tres virtudes insignificantes: la dulzura del corazón, la pobreza de espíritu y la sencillez de la vida”; los santos Timoteo y Tito, íntimos colaboradores de san Pablo; y el teólogo dominico santo Tomás de Aquino, ejemplo admirable de creyente que busca entender y dar a conocer su fe, y guía excepcional que enseña a iluminar desde esa misma fe los problemas de la vida humana, como ha reconocido la autoridad de la Iglesia en numerosas ocasiones.

Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)

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Homilías - Predicación - Orden de Predicadores

Homilías - Predicación - Orden de Predicadores

MARCO DOMINGO 04A

MARCO DOMINGO 04A
EVANGELIO

El Reino de Dios, que se les promete a los pobres, a los sufridos, a los que lloran, a los hambrientos y sedientos, a los pacificadores, no es única y exclusivamente la salvación en el más allá, sino su iniciación en el más acá de este momento. Cuando Jesús proclamaba el Reino de Dios, simultáneamente curaba a los enfermos, daba vista a los ciegos, saciaba a los hambrientos y resucitaba a los muertos.

La dimensión última y global de las Bienaventuranzas es un sentido profundo de pobreza, que nos hace descubrir necesariamente la riqueza de los dones de Dios. Por eso nos acercamos a Dios con indigencia y sin hartura, para dejarnos llenar de El.





Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5,1-12a.

En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los Hijos de Dios».

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

MARCO DOMINGO 04A

MARCO DOMINGO 04A
el camino de las bienaventuranzas

— Las bienaventuranzas, camino de santidad y de felicidad.

— Nuestra felicidad viene de Dios.

— No perderemos la alegría si buscamos en todo al Señor.

I. Una inmensa multitud venida de todas partes rodea al Señor. De Él esperan su doctrina salvadora, que dará sentido a sus vidas. Viendo Jesús este gentío subió a un monte, donde, habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos, y abriendo su boca les enseñaba1.

Y es esta la ocasión que aprovecha el Señor para dar una imagen profunda del verdadero discípulo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran...

No resulta difícil imaginar la impresión –quizá de desconcierto y, en algunos de los oyentes, incluso de decepción– que estas palabras del Señor debieron de causar en quienes escuchaban. Jesús acababa de formular el espíritu nuevo que había venido a traer a la tierra; un espíritu que constituía un cambio completo de las usuales valoraciones humanas, como la de los fariseos, que veían en la felicidad terrena la bendición y premio de Dios y, en la infelicidad y desgracia, el castigo2. En general, «el hombre antiguo, aun en el pueblo de Israel, había buscado la riqueza, el gozo, la estimación, el poder, considerando todo esto como la fuente de toda felicidad. Jesús propone otro camino distinto. Exalta y beatifica la pobreza, la dulzura, la misericordia, la pureza y la humildad»3.

Al volver a meditar ahora, en nuestra oración, estas palabras del Señor, vemos que aún hoy día se insinúa en las personas el desconcierto ante ese contraste: la tribulación que lleva consigo el camino de las Bienaventuranzas y la felicidad que Jesús promete. «El pensamiento fundamental que Jesús quería inculcar en sus oyentes era este: solo el servir a Dios hace al hombre feliz. En medio de la pobreza, del dolor, del abandono, el verdadero siervo de Dios puede decir con San Pablo: Sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones. Y, por el contrario, un hombre puede ser infinitamente desgraciado aunque nade en la opulencia y viva en posesión de todos los goces de la tierra»4. No en vano aparecen en el Evangelio de San Lucas, después de las Bienaventuranzas, aquellas exclamaciones del Señor: ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestra consolación! ¡Ay de vosotros, los que os saciáis ahora (...). ¡Ay de vosotros, todos los que sois aplaudidos por los hombres, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!5.

Quienes escuchaban al Señor entendieron bien que aquellas Bienaventuranzas no enumeraban distintas clases de personas, no prometían la salvación a determinados grupos de la sociedad, sino que señalaban inequívocamente las disposiciones religiosas y la conducta moral que Jesús exige a todo el que quiera seguirle. «Es decir, los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran (...) no indican personas distintas entre sí, sino que son como diversas exigencias de santidad dirigidas a quien quiere ser discípulo de Cristo»6.

El conjunto de todas las Bienaventuranzas señala el mismo ideal: la santidad. Hoy, al escuchar de nuevo, en toda su radicalidad, las palabras del Señor, reavivamos el afán de santidad como eje de toda nuestra vida. Porque «Jesucristo Señor Nuestro predicó la buena nueva para todos, sin distinción alguna. Un solo puchero y un solo alimento: mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra (Jn 4, 34). A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén»7. Cualesquiera que sean las circunstancias que atraviese nuestra vida, hemos de sabernos invitados a vivir la plenitud de la vida cristiana. No puede haber excusas, no podemos decirle al Señor: espera a que se solucione este problema, a que me reponga de esta enfermedad, a que deje de ser calumniado o de ser perseguido..., y entonces comenzaré de verdad a buscar la santidad. Sería un triste engaño no aprovechar esas circunstancias duras para unirnos más al Señor.

II. No desagrada a Dios que pongamos los medios oportunos para evitar el dolor, la enfermedad, la pobreza, la injusticia..., pero las Bienaventuranzas nos enseñan que el verdadero éxito de nuestra vida está en amar y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros. Nos muestran, a la vez, el único camino capaz de llevar al hombre a vivir con la plena dignidad humana que conviene a su condición de persona. En una época en que tantas cosas empujan hacia el envilecimiento y la degradación personal, las Bienaventuranzas son una invitación a la rectitud y a la dignidad de vida8. Por el contrario, intentar a toda costa –como si se tratara de un mal absoluto– sacudir el peso del dolor, de la tribulación, o buscar el éxito humano como un fin en sí mismo, son caminos que el Señor no puede bendecir, y que no conducen a la felicidad.

«Bienaventurado» significa «feliz», «dichoso», y en cada una de las Bienaventuranzas «comienza Jesús prometiendo la felicidad y señalando los medios de conseguirla. ¿Por qué comenzará Nuestro Señor hablando de la felicidad? Porque en todos los hombres existe una tendencia irresistible a ser felices; este es el fin que todos sus actos se proponen; pero muchas veces buscan la felicidad donde no se encuentra, donde no hallarán sino miseria»9.

El Señor nos señala aquí los caminos para ser felices sin límite y sin fin en la vida eterna, y también para serlo en esta vida, viviendo con plena dignidad, como conviene a la condición de persona. Son caminos bien diferentes a los que, con frecuencia, suele escoger el hombre.

Buscad al Señor los humildes que cumplís sus mandamientos (...). Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor, se nos dice en la Primera lectura de la Misa10.

La pobreza de espíritu, el hambre de justicia, la misericordia, la limpieza de corazón y el soportar ser rechazados por causa del Evangelio manifiestan una misma actitud del alma: el abandono en Dios. Y esta es la actitud que nos impulsa a confiar en Dios de un modo absoluto e incondicional. Es la postura de quien no se contenta con los bienes y consuelos de las cosas de este mundo, y tiene puesta su esperanza última más allá de estos bienes, que resultan pobres y pequeños para una capacidad tan grande como es la del corazón humano.

Bienaventurados los pobres de espíritu... Y en el Magnificat de la Virgen escuchamos: Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada11. ¡Cuántos se transforman en hombres vacíos, porque se sienten satisfechos con lo que ya tienen! El Señor nos invita a no contentarnos con la felicidad que nos pueden dar unos bienes pasajeros, y nos anima a desear aquellos que Él tiene preparados para nosotros.

III. Dice Jesús a quienes le siguen –en aquel tiempo y ahora– que no será obstáculo para ser felices el que los hombres os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo12. Así como ninguna cosa de la tierra puede dar la felicidad que todo hombre busca, tampoco nada, si estamos unidos a Dios, puede quitárnosla. Nuestra felicidad y nuestra plenitud vienen de Dios. «¡Oh vosotros que sentís más pesadamente el peso de la cruz! Vosotros que sois pobres y desamparados, los que lloráis, los que estáis perseguidos por la justicia, vosotros sobre los que se calla, vosotros los desconocidos del dolor, tened ánimo; sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; sois los hermanos de Cristo paciente, y con Él, si queréis, salváis el mundo»13.

Pidamos al Señor que transforme nuestras almas, que realice un cambio radical en nuestros criterios sobre la felicidad y la desgracia. Somos necesariamente felices si estamos abiertos a los caminos de Dios en nuestras vidas, y si aceptamos la buena nueva del Evangelio.

Y esto, también en el caso de que otras gentes parezcan conseguir todos los bienes que se pueden alcanzar en esta corta vida. No se debe tener al rico por dichoso solo por sus riquezas –dice San Basilio–; ni al poderoso por su autoridad y dignidad; ni al fuerte por la salud de su cuerpo; ni al sabio por su gran elocuencia. Todas estas cosas son instrumentos de la virtud para los que las usan rectamente; pero ellas, en sí mismas, no contienen la felicidad14. Sabemos que, muchas veces, estos mismos bienes se convierten en males y en desgracia para la persona que los posee y para los demás, cuando no están ordenados según el querer de Dios. Sin el Señor, el corazón se sentirá siempre insatisfecho y desgraciado.

Cuando para encontrar esa felicidad los hombres ensayamos otros caminos que no son los de la voluntad de Dios, que no son los que nos ha trazado el Maestro, al final solo se encuentra soledad y tristeza. La experiencia de todos los que no quisieron entender a Dios, que les hablaba de distintas maneras, ha sido siempre la misma: han comprobado que fuera de Dios no hay felicidad estable y duradera. Lejos del Señor solo se recogen frutos amargos y, de una forma u otra, se acaba como el hijo pródigo fuera de la casa paterna: comiendo bellotas y apacentando puercos15.

Son dichosos quienes buscan a Cristo, quienes piden y fomentan el deseo de santidad. En Cristo están ya presentes todos los bienes que constituyen la verdadera felicidad. «“Laetetur cor quaerentium Dominum” —Alégrese el corazón de los que buscan al Señor.

»—Luz, para que investigues en los motivos de tu tristeza»16.

Cuando falta la alegría, ¿no estará la causa en que, en esos momentos, no buscamos de verdad al Señor en el trabajo, en quienes nos rodean, en las contradicciones? ¿No será que no estamos todavía desprendidos del todo? ¡Que se alegren los corazones que buscan al Señor!

1 Mc 5, 1-2. — 2 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, 2ª ed., Pamplona 1985, nota a Mt 5, 2. — 3 Fray Justo Pérez de Urbel, Vida de Cristo, Rialp, Madrid 1987, p. 212. — 4 Ibídem, p. 214. — 5 Lc 6, 24-26. — 6 Sagrada Biblia, Santos Evangelios, cit., nota a Mt 5, 2. — 7 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 294. — 8 Cfr. J. Orlandis, 8 Bienaventuranzas, EUNSA, Pamplona 1982, p. 30. — 9 R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, vol. I, p. 188. — 10 Sof 2, 3; 3, 12-13. — 11 Lc 1, 53. — 12 Mt 5, 11-12. — 13 Conc. Vat. II, Mensaje a la Humanidad. A los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren, 6. — 14 Cfr. San Basilio, Homilía sobre la envidia, en Cómo leer la literatura pagana, Rialp, Madrid

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

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TV Lourdes - Le direct avec la vie de Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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miércoles, 26 de enero de 2011

SANTA RITA DE CASIA
Su fiesta se celebra el 22 de Mayo
Santa Rita nació en 1381 junto a Casia, su segunda patria, en la hermosa Umbría, tierra de Santos: Benito, Escolástica, Francisco, Clara, Angela, Gabriel... Santa Rita pertenece a esa insigne pléyade de mujeres que pasaron por todos los estados: casadas, viudas y religiosas. Por otra parte, pocos santos han gozado de tanta devoción como Santa Rita, Abogada de los imposibles. Su pasión favorita era meditar la Pasión de Jesús.

Los antiguos biógrafos esmaltan su infancia de prodigios sin cuento. Lo cierto es que fue una niña precoz, inclinada a las cosas de Dios, que sabía leer en las criaturas los mensajes del Creador. Su alma era una cuerda tensa que se deshacía en armonías dedicadas exclusivamente a Jesús.
Sentía desde niña una fuerte inclinación a la vida religiosa. Pero la Providencia divina dispuso que pasara por todos los estados, para santificarlos y extender la luz de su ejemplo y el aroma de su virtud. Fue un modelo extraordinario de esposa, de madre, de viuda y de monja.

Por conveniencias familiares se casa con Pablo Fernando, de su aldea natal. Fue un verdadero martirio, pues Pablo era caprichoso y violento. Rita acepta su papel: callar, sufrir, rezar. Su bondad y paciencia logra la conversión de su esposo. Nacen dos gemelos que les llenan de alegría. A la paz sigue la tragedia. Su esposo cae asesinado, como secuela de su antigua vida. Rita perdona y eso mismo inculca a sus hijos. Y sucede ahora una escena incomprensible desde un punto de vista natural. Al ver que no puede conseguir que abandonen la idea de venganza, pide al Señor se los lleve, por evitar un nuevo crimen, y el Señor atiende su súplica.

Vienen ahora años difíciles. Su soledad, sus lágrimas, sus oraciones. Intenta ahora cumplir el deseo de su infancia; ser religiosa. Tres veces desea entrar en las Agustinas de Casia, y las tres veces es rechazada.

Por fin, con un prodigio que parece arrancado de las Florecillas, se le aparecen San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino y en volandas es introducida en el monasterio. Es admitida, hace la profesión ese mismo año de 1417, y allí pasa 40 años, sólo para Dios.

Recorrió con ahínco el camino de la perfección, las tres vías de la vida espiritual, purgativa, iluminativa y unitiva. Ascetismo exigente, humildad, pobreza, caridad, ayunos, cilicio, vigilias. Las religiosas refieren una hermosa Florecilla. La Priora le manda regar un sarmiento seco. Rita cumple la orden rigurosamente durante varios meses y el sarmiento reverdece. Y cuentan los testigos que aún vive la parra milagrosa.
Jesús no ahorra a las almas escogidas la prueba del amor por el dolor. Rita, como Francisco de Asís, se ve sellada con uno de los estigmas de la Pasión: una espina muy dolorosa en la frente. Hay solicitaciones del demonio y de la carne, que ella calmaba aplicando una candela encendida en la mano o en el pie. Pruebas purificadoras, miradas desconfiadas, sonrisas burlonas. Rita mira al Crucifijo y en aquella escuela aprende su lección.
La hora de su muerte nos la relatan también llena de deliciosos prodigios. En el jardín del convento nacen una rosa y dos higos en pleno invierno para satisfacer sus antojos de enferma. Al morir, la celda se ilumina y las campanas tañen solas a gloria. Su cuerpo sigue incorrupto.
Cuando Rita murió, la llaga de su frente resplandecía en su rostro como una estrella en un rosal. Era el año 1457. Así premiaba Jesús con dulces consuelos el calvario de su apasionada amante. Leon XIII la canonizó el 1900.
NOVENA A SANTA RITA DE CASIA
EXHORTACIÓN para los devotos que deseen hacer con fruto esta novena
El perfecto modo de venerar a los Santos es imitar sus virtudes; porque tributar reverentes obsequios a estos escogidos de Dios, gemir al pie de su respetable altar, implorar su protección, querer mediante ella que se abran y derramen los tesoros de la gracia y beneficiciencia de nuestro Dios, y dejarse al mismo tiempo seducir y arrastrar del espíritu del mundo, del amor al placer, de la impiedad, es una devoción falsa, una dañosa hipocresía, una ilusión del corazón, un culto aparente, estéril y superficial. La devoción a los Santos debe ser verdadera, interior, activa y permanente, es decir, que imitemos su amor a Dios, su caridad con el prójimo, su penitencia, su humildad, su fe, su religión, su justicia y su celo. Tal es el modo de conseguir la misericordia del Señor, la protección de sus siervos, la remisión de las culpas y la santificación de nuestras almas.
Puestos de rodillas, delante de alguna imagen de Santa Rita,; hecha la señal de la cruz y dicho el acto de contricción, se dará comienzo la novena:
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Señor Dios omnipotente y misericordioso, conviérteme para que me arrepienta de mis pecados. Tócame para que me levante y vaya a tí y tengas misericordia de mí. Líbrame Señor, de todos los males presentes y futuros, concédeme la paz espiritual y temporal. Bendice al Papa, a los Obispos y a los Sacerdotes para que guíen con acierto al Pueblo de Dios, ilumina a todos los que tienen en sus manos los destinos de nuestra Patria, para que gobiernen conforme a los principios del Evangelio, dales un corazón recto para que no se aparten del camino de tu justicia. Te pido me concedas el remedio de mis necesidades que ahora te presento..., y que pongo por intercesora a Santa Rita de Casia, a quien invocaré en esta novena. Dame, Señor tu gracia, para que un día pueda cantar tus alabanzas en el cielo. Amén.

PETICIÓN A SANTA RITA DE CASIA
Bendita y abogada de los imposibles, Santa Rita de Casia, luminoso modelo de paciencia, azote de los demonios, refugio de los necesitados, y ejemplo de vida cristiana; esposa muy amada de Cristo, coronada con una de sus sagradas espinas, te ruego, si es para gloria de Dios y bien de mi alma, que me obtengas de Dios lo que te pido en esta NOVENA; sobre todo alcánzame una conversión total y que pueda enmendarme de mi mala vida por los méritos de mi Señor Jesucristo y los méritos de su Santísima Madre. Amén.
Día primero
ORACIÓN
Dios de bondad, Señor de los ángeles, refugio de los que en ti esperan, escucha mis súplicas, por los méritos de todos los santos y en particular por los de Santa Rita de Casia, ya que siempre estuvo dispuesta a cumplir tu santa voluntad. Por su intercesión, te suplico me concedas vivir siempre como auténtico cristiano, esperando me otorgues la gracia y el favor que te pido en esta NOVENA.... si es para tu gloria y bien de mi alma. Amén.

Aquí se rezan veintidós Avemarías a santa Rita de Casia.
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos". (Mateo 5, 3-12)
(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)
Preces:
- Para que todos los hombres respeten y amen la vida como un don de Dios, y para que los cristianos demos testimonio de un modo ordenado de vivir, roguemos al Señor.
- Para que santifiquemos la vida humana, manteniendo y desarrollando en nosotros la gracia santificante, roguemos al Señor.
- Para que la vida en familia sea una convivencia centrada y dirigida por el amor de Dios, roguemos al Señor.
Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Gloriosa santa Rita, tú que de prodigiosa manera participaste de la dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, alcánzame que sufra, con resignación cristiana, las penas y dificultades de vida y protégeme en todas mis necesidades. Amén.
Día segundo
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "El que acepta mis mandamientos y los cumple, ese me ama. El que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él". (Juan 14, 21)
(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)
Preces:
- Para que nuestra fe nos impulse a conocer y practicar mejor todo el contenido del Evangelio, roguemos al Señor.

- Para que en todas las circunstancias, incluso las más adversas, mantengamos la fidelidad y el testimonio de la fe cristiana, roguemos al Señor.
- Para que sepamos ser apóstoles de Cristo con nuestro comportamiento cristiano, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Dios, Padre Santo, a quien adoran y alaban los coros angélicos, y a quienes me uno, te ofrezco y consagro todos los méritos de Santa Rita de Casia, protectora y patrona mía, especialmente el gran amor con que te amó, el desprendimiento y abandono en que tuvo todas las cosas y honores del mundo, solamente por consagrarse a ti. Te pido, Señor y Dios mío, por el amor y los méritos de esta santa portadora de paz para tu Iglesia, escuches mi petición que te hago en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
Día tercero
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". (Lucas 14, 27)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que nunca perdamos la esperanza por muchas que sean las exigencias o sufrimientos de la vida, roguemos al Señor.
- Para que al mismo tiempo que confiamos en Dios, mantengamos el esfuerzo por ser fieles constantemente a su voluntad, roguemos al Señor.
- Para que la juventud viva con esperanza y sepa orientar su vida con el mejor sentido cristiano, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Te pido, Señor, por intercesión de Santa Rita, que llenes de luz y de gozo mi corazón y que me concedas por sus méritos, el favor que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén

Día cuarto
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Vosotros son mis amigos, si hacéis lo que yo os mando..., que os améis los unos a los otros". (Juan 15, 12-17)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que todas las familias cristianas hagan de su hogar un santuario de amor donde reine Dios, roguemos al Señor.

- Para que en todos nosotros prevalezca el amor a Dios y el amor al prójimo como la ley fundamental de nuestra vida, roguemos al Señor.

- Para que los esposos cristianos eduquen a sus hijos en la práctica del amor y les enseñen a superar los inconvenientes y tendencias destructoras del egoísmo, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Concédeme, Señor, que a imitación de Santa Rita de Casia, pueda siempre mostrarme lleno de amor y comprensión haica mis hermanos, como ella vivió observando tu gran mandamiento y practicando los consejos evangélicos. Hoy te ofrezco, Señor, sus sufrimientos y méritos, y por su intercesión te pido me concedas vivir siempre como hijo tuyo, para que dé testimonio de ti en todas partes y me concedas lo que en esta NOVENA te pido..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
Día quinto
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas". (Mateo 11, 29)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que aprendamos a orar buscando más a Dios que nuestros propios intereses, roguemos al Señor.

- Para que en nuestra oración de súplica busquemos antes el bien de los demás que el propio, roguemos al Señor.

- Para que utilicemos la oración como instrumento de santificación, hasta conseguir permanecer en frecuente diálogo oracional con Dios, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Te adoro, Dios mío, y te amo de todo corazón, tú que remedias todas nuestras necesidades, te alabo, te amo y te bendigo con todos los ángeles, como a mi Dios y a mi Creador; te presento todos los méritos de tu sierva Santa Rita de Casia, patrona y abogada mía, a quien concediste el don de pacificar los corazones difíciles, y de poner paz en las familias. Humildemente te suplico, Dios nuestro, que por su intercesión, pueda unirme más a ti y me preserves del pecado y de todo mal, concediéndome la gracia que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
Día sexto
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se le arroja al fuego. Por sus frutos los reconocerán". (Mateo 7, 19-20)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)
Preces:
- Para que todos perseveremos, con la más santa fidelidad, en todos los compromisos de nuestro propio estado de vida, roguemos al señor.

- Para que tengamos en la Iglesia suficientes y santas vocaciones religiosas y sacerdotales, que respondan al seguimiento de Cristo con la mejor eficacia, roguemos al Señor.

- Para que las familias cristianas favorezcan y ambienten adecuadamente la vocación cristiana de sus hijos y les ayuden a encontrar la mejor orientación a la hora de elegir su estado de vida, roguemos al Señor.

Padrenuestro...
ORACIÓN FINAL
Dios nuestro, a quien adoran todas las criaturas del cielo y de la tierra, como a su Señor, yo me uno para alabarte y bendecirte y por amor a ti, amo a mi prójimo como a mí mismo y perdono todas las ofensas recibidas. Te ofrezco los méritos de tu sierva y protectora mía, Santa Rita de Casia, a quien otorgaste innumerables gracias, para vencer las más difíciles empresas; te pido me concedas por su intercesión no ofenderte más y huír de las ocasiones próximas de pecado, favoreciéndome con lo que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.
Día séptimo
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "¿De qué servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?". (Lucas 9, 25)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que seamos conscientes de que por el bautismo hemos sido consagrados a Dios, y vivamos con agrado entregados a Él y fieles a su voluntad con amor cristiano, roguemos al Señor.

- Para que avivemos nuestra conciencia de ser la Iglesia de Cristo, y nos esforcemos por colaborar con todas sus necesidades, roguemos al Señor.

- Para que en la Iglesia tengamos Religiosos santos, a ejemplo de Santa Rita, roguemos al Señor.

Padrenuestro...

ORACIÓN FINAL
Dios nuestro, que otorgaste a Santa Rita la gracia de seguir gozosamente a Cristo en una vida de pobreza y de humildad, te ofrezco todos sus méritos, particularmente su paciencia y su penitencia; haz que, a ejemplo suyo, sea mi preocupación principal en esta tierra, la de amar y seguir a tu hijo, Jesucristo. Ahora, humildemente te ruego me concedas lo que te pido en esta NOVENA..., si es para gloria tuya y bien de mi alma. Amén.

Día octavo
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Yo haré lo que ustedes pidan en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo". (Juan 19, 13)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que ante las exigencias lacerantes de la vida, mantengamos la confianza en Dios y el esfuerzo por demostrar bondad, roguemos al Señor.

- Para que ningún sufrimiento, adversidad o dolor, nos aparte del amor de Dios, antes, al contrario, nos ayude a asemejarnos más a Cristo Redentor, roguemos al Señor.

- Para que ante la enfermedad, la pérdida de los seres queridos o la proximidad de la muerte, reafirmemos la fe en Cristo y nos unamos a los sentimientos de su Pasión, con plena confianza en la Resurrección, roguemos al Señor.

Padrenuestro...


ORACIÓN FINAL
Escucha, Señor, nuestra oración, perdona mis pecados, para que tu misericordia se manifieste una vez más y así pueda recibir tu perdón y tu paz. Te ruego, por intercesión de Santa Rita de Casia, mi protectora y abogada, a quien concediste el don de amarte y servirte, me concedas lo que te pido en est NOVENA..., y así poderte servir con renovado entusiasmo y disfrutar continuamente de tus beneficios. Amén.



Día noveno
PALABRA DEL SEÑOR
Jesús te dice: "Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". (Lucas 15, 7)

(Unos instantes de reflexión; y pidamos la gracia que deseamos obtener por intercesión de Santa Rita.)

Preces:
- Para que aspiremos con sincero deseo a la santidad, roguemos al Señor.

- Para que en toda circunstancia de vida demostremos que vivimos para Dios, roguemos al Señor.

- Para que, con un cristiano ejemplo de conducta alegre y bondadosa, estimulemos a otros a obrar el bien y evitar el mal, y crear entre todos una grata convivencia cristiana, roguemos al Señor.

Padrenuestro ...


ORACIÓN FINAL
A ti, Padre Santo, que siempre escuchas a tus hijos y nos concedes más de lo que pedimos, te alabo y te bendigo junto con todos los coros de los ángeles, que llenos de tu amor, te aman y quieren que seas amado, te consagro en este último día de mi NOVENA, todo mi ser, con mi inteligencia, mi corazón, mis sentidos, para que nunca cometa el pecado y me libres de toda desgracia corporal. Te ofrezco los méritos de todos los santos, especialmente los de mi protectora y abogada, Santa Rita de Casia, que quisiste asociarla a los sufrimientos de tu Pasión. Concédeme por su intercesión, lo que te pido en esta NOVENA..., si es para tu mayor gloria y bien de mi alma, y así un día pueda participar de tu gloria eterna. Amén.
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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

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domingo, 23 de enero de 2011

Cammino Neocatecumenale

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SEMANARIO CRISTIANO DE FORMACION E INFORMACION

SEMANARIO CRISTIANO DE FORMACION E INFORMACION

MARCO DOMINGO 03A

MARCO DOMINGO 03A


Lectura del santo Evangelio según San Mateo 4,12-23.

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el Profeta Isaías:

«País de Zabulón y país de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra
y sombras de muerte,
una luz les brilló.»

Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:

-Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos.

[Paseando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.

Les dijo:

-Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también.

Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.]

MARCO DOMINGO 03A

MARCO DOMINGO 03A
Si leemos atentamente a Isaías y Jeremías o cualquier profeta, veremos que es así y que su última y definitiva palabra es de perdón y de aliento por parte de Dios. Y en Jesús es mucho más claro este aspecto.

Quien habla en nombre de Dios o quien predica la palabra de Dios tiene que hacer lo mismo. Lo contrario es no haber entendido el sentido más profundo del mensaje de Dios, es adulterarlo predicándonos a nosotros mismos desde nuestras frustraciones y agresividades. Cosa muy a tener en cuenta.

La crítica, esa que llamamos crítica negativa, el señalar los defectos y el destruir es cosa fácil. Todos manejamos bien la piqueta, pero sería muy doloroso que malgastásemos nuestras mejores energías en esta labor negativa y estéril. Y esto, que es válido en todos los órdenes de la vida tiene una especial aplicación en nuestra tarea de predicar el Evangelio.

HOMILIA/PREDICACION: El sacerdote al predicar la palabra de Dios no puede quedarse únicamente en profeta denunciador de males e injusticias. Ha de procurar, ante todo, ser profeta de esperanza y salvación. Su palabra, si quiere ser palabra de Dios, ha de ser aliento y buena noticia. Nunca debemos olvidar esta perspectiva en nuestras homilía. Seamos profetas, y no de calamidades, sino constructores del Reino de Dios. No basta denunciar, lo que más importa es edificar, construir. Es la parte más hermosa e importante del profeta y del sacerdote.

DABAR 1978/11

MARCO DOMINGO 03A

MARCO DOMINGO 03A

MARCO DOMINGO 03A

MARCO DOMINGO 03A

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

sábado, 22 de enero de 2011

San Vicente
Diácono y mártir
Huesca (España) - Valencia, siglo IV


San Vicente ha quedado para siempre vinculado a Valencia, aunque su lugar de nacimiento parece que fue la ciudad de Huesca. Es verdad que no disponemos de fuentes precisas para aclarar los comienzos del cristianismo en la ciudad del Turia. Era colonia romana desde mediados del siglo I a.C., y se descubre ya actividad de los cristianos en la región a finales del siglo III; antes parece que no hubo una presencia significativa de comunidades cristianas.

A comienzos del siglo IV y en plena persecución de Diocleciano tuvo lugar el «martirio de San Vicente», uno de los santos del cristianismo antiguo que alcanzó mayor popularidad en todas las épocas. «San Vicente, mártir de Valencia –escribe Ángel Fábrega Grau–, es sin duda uno de los mártires no sólo de España, sino de toda la Iglesia que obtuvo un culto más espléndido y universal desde los tiempos más remotos» (Pasionario Hispánico (siglos VII-XII, Madrid-Barcelona, 1953, T. I, p. 92).

Son varios los datos que tenemos históricamente ciertos. Era diácono de la iglesia Caesaraugustana; fue apresado en esta ciudad de Zaragoza y llevado a la de Valencia en compañía de su obispo, Valero, o Valerio, hacia el 304/305. Puede que el procónsul o juez Daciano la eligiera por el escaso peso específico que tenían todavía en ella los seguidores de Cristo. No se dispone de actas del martirio propiamente proconsulares, es decir, redactadas en el momento mismo del proceso por funcionarios romanos. Su memoria, sin embargo, transmitida al comienzo de forma oral, se recogió después en «pasiones», y de ellas se hicieron eco en sermones y composiciones poéticas. A comienzos del siglo V se conocía ya una «pasión» cuya lectura escuchaba en la liturgia San Agustín y muchos de sus contemporáneos; el aniversario de la muerte se celebraba el 22 de enero. El relato recogía los pormenores de la prisión, proceso, torturas, muerte y ventura que corrió su cadáver; se fecha con toda probabilidad en los últimos años del siglo IV; por tanto, a una distancia de casi cien años de su muerte.

[…] Fue mártir de la particular devoción de San Agustín. En diferentes años predicó en el día de su fiesta y han llegado a nosotros cinco sermones suyos. Contemplaba la victoria total de San Vicente en la persecución, interrogatorio y tortura; venció en la muerte, venció una vez muerto. Su fortaleza la recibió de Cristo, que antes había derramado la sangre por él.

Todo lo superó con la ayuda del Señor –exclama en el sermón 275–, combatiendo en dura lucha contra las asechanzas del antiguo enemigo, contra la crueldad del juez impío, contra los dolores de la carne mortal. «Daba la impresión de ser uno el atormentado y otro el que hablaba. Y efectivamente era otro; el Señor lo había predicho y prometido a sus mártires, diciendo: No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla en vosotros (Mt 10, 20).

[…] ¡Qué belleza de alma tendría aquél hasta cuyo cadáver resultó invicto —escribía en el Sermón 277—. «Dios concede a sus iglesias los cuerpos de los santos no para gloria de los mártires, sino para que se conviertan en lugares de oración». A este propósito podría recordarse la devoción que tenía Santo Domingo a San Vicente, tal como asegura un autor del siglo XIII, Esteban de Salagnac: «El padre Santo (Domingo) visitaba frecuentemente y de buen grado los lugares de oración y los sepulcros de los santos, y no pasaba de largo como nube sin lluvia, sino que allí, en oración, juntaba más de una vez el día con la noche. Con más frecuencia, sin embargo, siempre que se presentaba la ocasión, se retiraba a la villa llamada Castres, en la diócesis de Albí, limítrofe con la de Toulouse. Le movía la reverencia y devoción al santísimo levita Vicente, cuyo cuerpo sin duda alguna se reconoce y es cierto que reposa allí« (L. GALMÉS - V. T. GóMEZ, Santo Domingo de Guzmán, fuentes para su conocimiento, Madrid, BAC, 1987, p. 693).

Tras la paz constantiniana (313) se trasladó su cuerpo junto a la vía Augusta, a un kilómetro de la ciudad de Valencia; sobre su sepulcro se levantó después una basílica. En su entorno se estableció una comunidad de monjes hispano-romanos. Monasterio y basílica permanecieron durante la época de dominación musulmana. Algunas de sus reliquias se fueron dispersando por diferentes partes de España, Francia e Italia, principalmente. A partir del siglo IX se habla de «traslaciones del cuerpo entre otros lugares, al monasterio benedictino de Castres, en el Languedoc.

Fr. Vito T. Gómez García O.P.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores
Alguna vez tendremos que recordar aquella advertencia de San Pablo a los cristianos de Corinto: nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles10. Siempre chocará el mensaje de Cristo con una sociedad enferma por el materialismo y con una actitud ante la vida conformista y aburguesada.

SÁBADO DE LA SEMANA 1ª DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO DE LA SEMANA 1ª DEL TIEMPO ORDINARIO
Señor, mira complacido a tu pueblo y derrama sobre él los dones de tu Espíritu, para que crezca sin cesar en el amor a la verdad y busque, en la doctrina y en la práctica, la perfecta unidad de los cristianos17.

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Biblioteca, EWTN Red Global Católica

Biblioteca, EWTN Red Global Católica

El Santo Rosario

El Santo Rosario

Santa Inés de Montepulciano

Santa Inés de Montepulciano

lunes, 17 de enero de 2011

#988949

#988949

YouTube - Canal de SerFraileDominico

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San Antonio Abad
Patrono de los animales Quaeman (Egipto), 251/256 t Quolzoum (Palestina), 356

Entre los santos más populares de todos los tiempos está San Antonio o San Antón. Muchas poblaciones celebran con festejos especiales la memoria de San Antón, con bendición de animales domésticos o de compañía, con jornada festiva en el campo –San Antón saca a los viejos del rincón-, y otras celebraciones. Se podría pensar que San Antonio Abad fue un santo más o menos alegre. Sin embargo, la seridad de su vo-cación cristiana y la radicalidad de su respuesta queda fuera de duda, a la vista de lo que San Atanasio escribió en Vida de San Antonio:

«Cuando murieron sus padres, Antonio tenía unos dieciocho o veinte años, y quedó él solo con su única hermana, pequeña aún, teniendo que encargarse de la casa y del cuidado de su hermana.

Habían transcurrido apenas seis meses de la muerte de sus padres, cuando un día en que se dirigía, según costumbre, a la iglesia, iba pensando en su interior cómo los apóstoles lo habían dejado todo para seguir al Salvador, y cómo, según narran los Hechos de los Apóstoles, muchos vendían sus posesiones y ponían el precio de la venta a los pies de los apóstoles para que lo repartieran entre los pobres; pensaba también en la magnitud de la esperanza que para éstos estaba reservada en el cielo; imbuido de estos pensamientos, entró en la iglesia, y dio la casualidad de que en aquel momento estaban leyendo aquellas palabras del Señor en el Evangelio:
"Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo."

Entonces Antonio, como si Dios le hubiese infundido el recuerdo de lo que habían hecho los santos y como si aquellas palabras hubiesen sido leídas especialmente para él, salió en seguida de la iglesia e hizo donación a los aldeanos de las posesiones heredadas de sus padres (tenía trescientas parcelas fértiles y muy hermosas), con el fin de evitar toda inquietud para sí y para su hermana. Vendió también todos sus bienes muebles y repartió entre los pobres la considerable cantidad resultante de esta venta, reservando sólo una pequeña parte para su hermana.

Habiendo vuelto a entrar en la iglesia, oyó aquellas palabras del Señor en el Evangelio:
"No os agobiéis por el mañana."

Saliendo otra vez, dio a los necesitados incluso lo poco que se había reservado, ya que no soportaba que quedase en su poder ni la más mínima cantidad. Encomendó su hermana a unas vírgenes que él sabía eran de confianza y cuidó de que recibiese una conveniente educación; en cuanto a él, a partir de entonces, libre ya de cuidados ajenos, emprendió en frente de su misma casa una vida de ascetismo y de intensa mortificación.

Trabajaba con sus propias manos, ya que conocía aquella afirmación de la Escritura: El que no trabaja que no coma; lo que ganaba con su trabajo lo destinaba parte a su propio sustento, parte a los pobres.
Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es necesario retirarse para ser constantes en orar: en efecto, ponía tanta atención en la lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llegó un momento en que su memoria suplía los libros.

Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados, cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban amigo de Dios; y todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano.» […]

•Maestro de vida espiritual
De su magisterio hay algunas pinceladas en la Vida de San Antonio, de su discípulo San Atanasio. Así nos dice que era frecuente la predicación sobre los novísimos, porque estaba convencido de que meditar sobre la muerte y el destino del hombre da al alma fuerzas para luchar contra el demonio, contra las pasiones desordenadas, contra la impureza: Si viviéramos cada día como si hubiéramos de morir ese mismo día, jamás pecaríamos. Su ejemplo personal y su palabra aconsejaban el ayuno, la oración, la señal de la cruz, la vivencia de la fe. Enseñaba, por propia experiencia, que el demonio tiene miedo a los ayunos, las vigilias y oraciones de los ascetas... Y decía que la mejor actitud ante las insidias del maligno son, principalmente, el amor encendido a Jesucristo, la paz del corazón, la humildad, el desprecio de las riquezas, el amor a los pobres, la limosna...

La enseñanza de Antonio cautivaba a quienes acudían a él. Y, poco a poco, fueron formándose comunidades que tenían como norma el estilo de vida de Antonio. Tradicionalmente se ha visto en este fenómeno el nacimiento del monacato oriental, hacia el año 305. Pero aquellos cenobitas y eremitas no vivían de espaldas a los sufrimientos de la Iglesia. Cuando en el año 311 el emperador Galerio Valerio Maximino Daya inició su cruenta persecución, Antonio y algunos de sus discípulos, que vivían en el desierto sin peligro alguno, se fueron a Alejandría, donde arreciaba la persecución, para alentar a los cristianos en peligro y, si Dios lo quería, morir con ellos. Aunque nadie les puso la mano encima, Antonio, a su vuelta a Pispir, se llevó la gran lección vivida en medio de la persecución: la vida cristiana siempre ha de estar marcada con el signo de la cruz. Y él la abrazó aún con más amor, más entrega y más dureza.

A su ejemplo personal, al don de discernimiento, a los sabios consejos, Dios quiso añadir en la vida de su siervo numerosos y, a veces, espectaculares milagros, con los que garantizaba desde el cielo lo que hacía y decía Antonio en la tierra. Porque es doctrina católica que los milagros sólo Dios puede hacerlos. Y esto lo sabía bien Antonio: Sólo Dios devuelve la salud, decía. Y es Dios quien elige cuándo y a quién. Cuando los beneficiados de su poder taumatúrgico se mostraban agradecidos, replicaba: No es a mí a quien hay que dar las gracias, sino sólo a Dios... El Salvador muestra por doquier su misericordia en favor de los que lo invocan. Curaciones de enfermos, conocimiento de cosas secretas, predicción de acontecimientos futuros o que ocurrían lejos de él, aparición de fuentes de agua en pleno desierto... Todo contribuyó a que su fama se propagara por todo Egipto.

Las gentes, que le habían visto y oído en Alejandría, se hacían lenguas de la santidad y sabiduría de Antonio. Y los visitantes crecían de día en día. El maestro pensó que todo aquello podría hacer tambalear su humildad, base de la vida del espíritu. Por eso, en el año 312 decidió, nuevamente, huir lejos..., en una caravana de beduinos. Cerca del mar Rojo, en el monte Qolzoum, hallaron el lugar apto para quedarse: un oasis, con agua abundante, en el que podían cultivar la tierra. Hasta entonces, la ocupación manual más característica de Antonio y de sus discípulos había sido la confección de cestos, con cuya venta se procuraban lo necesario para el sustento y para ayudar a los pobres que nunca faltaron en su entorno. Los pobres saben dónde han de pedir.

Allí, cerca del mar Muerto, pasó Antonio el resto de sus días. Cuando sabía que estaba cerca su partida, hizo una última visita a Pispir, donde había dejado tantos discípulos a quienes había que animar a seguir en su vocación contemplativa. En Qolzoum, su última morada, se ha ido transmitiendo de generación en generación la tradición de que Antonio es el fundador del monasterio Deir-el-'Arab. Pero el carisma de Antonio no fue fundar ni gobernar monasterios o comunidades. Lo suyo fue la vida eremítica, el cultivo de la vida de unión con Dios en la más absoluta soledad. En su ermita se encontró plenamente con el Señor el año 356.
Fr. José A. Martínez Puche O.P.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.