jueves, 30 de abril de 2009

+Francisco Pérez González






”LA FE NO CONSISTE EN UN DESEO NI ES UN ENIGMA10 de julio de 2007

Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona-Tudela y Director de OMP en
España


La fe no se
puede medir ni con el deseo, ni como si de un enigma se tratara. La fe es un
encuentro con el Misterio. El deseo tiene de positivo que busca la luz pero no
es la luz y el enigma es un camino de adivinación en una descripción imaginaria
con bases hipotéticas o una definición ambigua que se queda sostenida en una
nubosidad. Sin embargo el Misterio es una verdad de fe inaccesible a la razón
humana y que sólo puede conocerse por revelación divina. Cada uno de los
pasajes, considerado por separado y como objeto de meditación, de la vida,
pasión, muerte y resurrección de Cristo nos lleva al auténtico
Misterio.


 


Cuando Jesús
felicita a los que crean sin haber visto, está hablando de este Misterio. Tomás,
uno de los apóstoles, había puesto muchas condiciones y se topa con su falta de
fe. Sus deseos y sus preguntas enigmáticas le habían provocado la falta de fe.
Quería tocar las llagas de las manos y de los pies de Jesús, es más se había
imaginado a Jesús de una forma distorsionada y era un enigma difícil de
clarificar. Vio a Jesús y no pudo por menos que decir: “Señor mío y Dios mío”.
La fe es un encuentro profundo con la Persona de Cristo. Muchas veces me he
visto sorprendido, al dejarme llevar por un imaginario encuentro con alguien, y
sin embargo siempre he recibido una respuesta clara, real y personal: “Soy yo,
no tengas miedo”. No es un fantasma, es un Amor tan concreto que da Luz y Vida a
mi vida. Esta amistad es un encuentro vivo y personal.


 


Hoy, inmersos en
la dinámica angustiosa de un quehacer vertiginoso y en un materialismo atroz
-con los impulsos de un vivir por placer- la fe no se considera algo útil. Y sin
embargo la sed de fe –es decir la sed de Dios- está más presente que en otros
momentos de la historia. Mientras más nos separamos del Misterio, más sed
tenemos de él. Por eso aquellos que, no por méritos propios sino por pura bondad
de Dios, decimos que poseemos la fe, tenemos la gran responsabilidad de ser
testigos de la misma sin vanagloriarnos y mostrarla a raudales y no para que
seamos glorificados nosotros, sino aquel que es Misterio de
Amor.


 


Me cuesta creer
que haya tanto agnosticismo o tanto ateísmo en el corazón de los hombres de hoy.
Tal vez la búsqueda de Dios se haga por caminos distorsionados y cueste llegar.
Tomás no era ni agnóstico, ni ateo; era simplemente un pragmatista de la fe y se
dio cuenta que creer es confiar y amar al misterio que se desvela en Dios. Por
eso cuanto más presentemos, los que tenemos la responsabilidad, a Cristo, su
vida, pasión y muerte-resurrección, haremos el mejor regalo a una humanidad
sedienta de él. Se nos invita a ser portadores de una nueva evangelización. Las
discusiones, los racionalismos, las manifestaciones de increencia, las falaces
tesis de un laicismo vacío… caerán como si de un castillo de naipes se tratara.


 


El lema del
Domund 2007 tiene como base la respuesta que Jesús da a Tomás de ‘felices los
que creen’ y la labor de la misión de llevar esta felicidad a toda la humanidad
y de modo especial a aquellos que aún no saben nada de Cristo. Ser misioneros de
este Misterio nos hace vibrar por una parte de temblor por la responsabilidad
adquirida y por otra parte de ilusión y esperanza para que muchos descubran la
grandeza de creer. La Iglesia, como ‘luz para las gentes’, ha de anunciar sin
fatiga este gran Amor de Dios, manifestado en Cristo.


 archivo en PDFCarta: “NO BASTA CON HACER COSAS BUENAS

Ante la abundante proliferación de estilos de vida y de las
conductas por la que nos quiere conducir la filosofía relativista y
sentimentalista no podemos por menos que reaccionar, algo que falta en la
sociedad, con garbo y poniendo en claro los valores o virtudes más necesarias
que sustentan a la persona y a la relación de ella misma con los demás. Se cae
en la fácil afirmación de que lo más ‘importante es hacer cosas buenas’ puesto
que en el fondo se piensa que todo es bueno y no se sabe distinguir el bien del
mal porque no se sabe discernir o porque la norma, de los falaces sentimientos,
así lo deciden. Tan perjudicial es el paternalismo del ‘todo vale’ como la
desfachatez del que campa por sus propios fueros sinsentido.


No basta con hacer cosas buenas. Hay que hacerlas bien. Esta es
la razón fundamental de la norma de conducta. En teología espiritual se afirma
que es bueno el bien que Dios quiere y es malo el bien que Dios no quiere.
Porque puede suceder que la raíz de nuestro proceder esté viciado a pesar de que
la formalidad sea aparentemente buena. San Agustín decía “haz lo que debes
hacer. Y hazlo bien. Ésta es la única norma para alcanzar la perfección”.
Las motivaciones que muevan dignamente nuestras acciones han de tener como
base la realización del sumo bien que es el amor. Sin esta luz cualquier cosa
que realicemos le falta esplendor. Por eso las luchas de cada día o crean un
vacío interior o una plenitud de realización personal.


La dignidad en la persona tiene mucho que ver con el auténtico
ejercicio del propio obrar y no es bueno el que conoce el bien sino el que lo
ama. De ahí que se puede afirmar que las realidades y circunstancias que nos
mueven no han de nacer de una simple intuición y menos de una ideología fría y
sin alma. El relativismo que tanto azuza en las mentes y conciencias de las
personas y de modo especial en estos tiempos, no es guía auténtica y verdadera;
la razón es muy sencilla, desde el relativismo se abandona la verdad en la
orilla y no se toma la molestia de admitirla como esencia de la vida.


Las ideologías, sentimentalismos y deseos vanos se adhieren 
sin consistencia como la única forma de conducirse en el camino que no lleva
hacia una meta concreta y más bien se va de ‘tumbo en tumbo’ emborrachado de
todo lo finito y sin miras de infinitud. Es normal que esta forma de vida
degenere en la insatisfacción vital. Dios que nos ha creado por amor y porque
somos su mayor bien creado contradice a ese relativismo que ve ‘todo bueno’ y se
frustra porque no tiene consistencia en sí mismo, es el vacío más abismal que
pueda existir y entonces la vida se convierte en una angustia existencial que
queda cosida en la nada. La vida es algo muy bueno pero hay que vivirla bien. 

Archivo en PDFCarta: “CLARIFICACIÓN Y FORMACIÓN DEL CORAZÓN 08 de junio de 2007

Es muy común observar que en las conversaciones y más cuando se quiere manifestar el propio modo de pensar, se suele caer en ciertas claves ideológicas muy comunes y que nunca dan serenidad al corazón. La fuerza interior está desvanecida y los hilos conductores de la conversación se convierten en una manifestación superficial que nada tiene que ver con las formulaciones íntimas del corazón. Ante tal voracidad, dada por el superficialismo, el corazón se entristece y la vida se enrarece. Solo un justo acople llevado por el amor puede restañar la confusión del corazón. No cabe duda que la vida es ‘belleza innata’ pero conviene poner los medios para que ella brille por sí misma. La enfermedad que más acosa hoy y más se hace presente entre nosotros es la depresión de tal forma que se ha convertido en una amenaza permanente. Y no sólo son las prisas y la vida atormentada por la insaciable actividad sino por la falta de serenidad interior que reside en el corazón. Cuando el corazón está confuso, la mente está difusa y sin consistencia.

Pero ¿cuál debe ser la medicina que cure tal confusión? No hay recetas mágicas y tampoco rápidas. Cuidar la vida interior requiere ante todo buscar en lo más profundo del alma la nobleza que reside en ella. Todo nace aquí, como dice el evangelio, tanto lo bueno como lo malo. Exige sinceridad y sencillez. Jesucristo se ha revelado a los sencillos de corazón no a los centrados en sí mismos con egoísmo y autosuficiencia. Vivir así comporta mucha humildad cosa que no se quiere aceptar. La sociedad necesita revitalizar este modo de comportamiento y una educación propicia para llegar a formar las fibras más íntimas que residen en el corazón.    

No puede darse una auténtica realización de la persona si no se fomenta la formación de la vida interior. Un niño, un joven y un adulto se dignificarán en la medida que el esfuerzo fundamental y el sacrificio de los propios gustos se pospongan en aras de unos ideales nobles y altos. La intimidad de la interioridad no es una experiencia que sólo se refiere a la espiritualidad o a las claves esenciales de la psicología, tiene tanta importancia que sin una auténtica formación ocurriría como el río que tiene un hermoso cauce pero le falta agua. La estructura de la persona no puede estar ausente de la vida interior pues si la base de una casa son los cimientos, la base del ser humano es lo más oculto que existe en él que es la intimidad del corazón. Y a esta intimidad se la debe cuidar con alimentos que produzcan mayores bienes. 

Desde la misma experiencia de la Iglesia siempre se ha aconsejado que se cuide con gran esmero la vida interior y se ha proporcionado lo mejor que está en su seno como son la Palabra de Dios, los Sacramentos y las Enseñanzas. Son signos liberadores que ayudan a vivir con alegría y gracia los distintos momentos de la vida, las dificultades y los gozos. Aclaran e iluminan las razones que el corazón posee. No hay mejor dedicación que la Iglesia pueda ofrecer a la humanidad que esta permanente propuesta. De la confusión del corazón nacen las desavenencias, las rupturas, las divisiones, las insatisfacciones, los malos modos, las angustias, las depresiones y todo lo que poco a poco mina la experiencia humana. Por ello mucho se ha de trabajar para educar y formar esta vida interior pues de lo contrario la misma dignidad de la persona se deterioraría a pasos de giganteCarta: “SONRISA, LUZ ARDIENTE DE ALEGRÍAen PDF mayo de 2007


A veces me he preguntado si sonreír sigue teniendo sentido
cuando las prisas, el trabajo, las situaciones adversas nos acosan por todas
partes. La respuesta egoísta me dice que no tiene sentido sonreír porque se
pierde tiempo y no conviene desperdiciarlo. Además –si de egoísmo se trata-
dedicar una sonrisa no tiene nada de pragmático, todo lo más es algo
sentimentalista que se paga a bajo precio. Pero lo que me agrada es cuando
alguien con buen estilo me sonríe y me siento, en el fondo, reconocido como
persona. Estoy cierto que a veces pudieran darse situaciones interesadas, con
atisbos de complicidad no sana y con finalidades egoístas. No obstante apuesto
más por la sonrisa que por la frialdad en el trato.


La razón de este modo de sentir y pensar me la ha hecho
reconocer, una vez más, la celebración de Pascua. Momentos de hondo sentimiento
religioso y de sentido único para el que cree. Sin la fiesta pascual nada
tendría sentido en la vida cristiana. Es ella la que desborda de alegría al  que
se acerca con disposición abierta y  generosa. Me resulta siempre gratificante
constatar que los apóstoles saltaban de alegría y superaban todos los obstáculos
después de Pascua. Habían pasado por el túnel oscuro de la pasión de Cristo y de
su muerte ignominiosa pero al final sus promesas se habían cumplido. Y esto no
lo sentían como un momento más o menos bonancible sino que lo vivían como una
experiencia nueva que cambiaba todos los parámetros oscurantistas anteriores.
¡La alegría nadie se la podrá robar!


Una persona alegre lo muestra en todos los poros de su ser, en
el semblante, en la mirada, en la sonrisa y en la forma de relacionarse. Es
distinto a las penas que le agobiaban, los sufrimientos que le oscurecían el
rostro, los fracasos que le deprimían o los obstáculos que le imposibilitaban.
Nada se puede comparar cuando la alegría –fruto de un amor permanente- supera a
las dificultades más diversas que se hacen presentes en el recorrido de la
existencia. Pero esta raíz tiene un nombre que es la ‘experiencia pascual’, esta
savia que se derrama polariza todo nuestro ser y nuestro existir. De ahí que la
sonrisa sea la luz ardiente de la alegría.


Con esta perspectiva la sonrisa tiene sentido, sin ella es muy
difícil mostrar el rostro fidedigno de la alegría. La alegría puebla la tierra
porque Cristo nos ha salvado y nos ha enviado a ser testigos de su resurrección.
Y el testimonio se muestra, no se oculta. Brilla por sí mismo, sin necesidad de
explicarlo. Uno de los momentos más importantes de la experiencia de fe es
revivir la alegría que no tiene otro sentido sino la fuerza de un amor que sólo
puede proceder de Dios. El rostro pálido y oscuro de un niño no se entiende si
no es desde la falta de cariño que le atormenta. Por eso apuesto para que esta
alegría crezca en nuestras vidas. Y la fuente de la misma sólo tiene un nombre:
Dios que nos ama.





 


Domingo de la 4ª semana de Pascua. Do...


4º Domingo de Pascua



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Lecturas: Hch 4,8-12; Salmo 117,1-29; 1Jn
3,1-2


Evangelio: Juan 10,11-18


En aquel tiempo, dijo
Jesús: -«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el
asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona
las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un
asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy
el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el
Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo,
además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que
traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me
ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la
quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo
poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.
»



Jn 8,24: Si no creéis que
YO SOY…


Jn 8,28: Cuando hayáis
levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que YO SOY.


Jn 8,58: …antes que Abraham
existiera, YO SOY
.


En el capítulo 10 tenemos dos
veces
Yo soy: Yo soy  la puerta
(v. 9) y Yo soy el buen pastor (v.
11)


En Jn Yo soy en
boca de Jesús tiene las resonancias divinas de Ex 3,14.


En nuestra cultura es difícil
toparse y entrar en contacto personal con un pastor. Los vemos pasando raudos en
el coche, a cierta distancia.


Una vez tuve ocasión de hablar con
un pastor de unos cincuenta años, por la apariencia. Cuidaba de un rebaño de más
de cuatrocientas ovejas (No me quiso  decir en ningún momento
cuántas eran). Me iluminó sobre la vida y costumbres de las ovejas en rebaño y
las condiciones de un buen pastor:



- que en todo momento tiene que
saber dónde están
todas las ovejas, por eso está


- siempre de pie apoyado en
el
báculo,


- conoce perfectamente si falta alguna
cuando llegan al aprisco,


- tiene que ir en busca de
la oveja
perdida que quedó atrás; sola no volvería nunca y moriría de
muerte violentamente –si hay lobos en la comarca- o naturalmente,


- la oveja perdida no puede
caminar
; hay que llevarla, antes en el borrico, ahora en un jeep u otro
medio mecánico.


- el pastor es conocido de las
ovejas y
se fían de él


- según este pastor, las ovejas
tienen tanta o más personalidad que muchos humanos.


Jesús vivió en un medio rural
donde abundaban los rebaños. Israel fue un pueblo venido de la estepa y bien
relacionado con el pastoreo antes y después de la ocupación de Canaán,
Israel.


vv. 11-16. Mi
pastor
informante nunca se había visto en el trance de arriesgar la
vida por defender al rebaño. Muchas de las ovejas eran suyas; de otras era un
asalariado. Cuando le expresé esa coyuntura, me dijo que un ataque de lobos
tendría que ser en jauría. Que él no arriesgaría la vida por unas ovejas.


A este pastor sí le interesaban
las ovejas y estaría dispuesto a hacer lo que pudiera por defenderlas, sin
arriesgar la vida.


 Jesús
nos dice que:


-  conoce sus ovejas
y
las mías me conocen, como me conoce el Padre y yo conozco al
Padre.


yo doy la vida por las ovejas.
Esto supera las condiciones de un pastor normal.


-  Jesús tiene
otras ovejas y  tiene que conducirlas también a éstas
para que escuchen su voz  y


Habrá un solo rebaño,
un solo PASTOR.


vv. 17: Me imagino a un
carismático/a profeta poniendo en boca de Jesús una razón más por la que el
Padre lo ama,
porque doy la viday
otro/a añadió en plena oración carismática,
para recobrarla
de nuevo.


vv.18: Al Soberano Señor…
nadie /le/ quita la vida. Yo la doy
voluntariamente
:


-  Tengo
poder para darla y


-   poder
para recobrarla de nuevo.



Señor Jesús, gozosos te
reconocemos como ese Pastor Bueno que nos dices eres. Superas con creces tu
condición de pastor, para demostrarnos que más bien eres el Hermano Mayor que
das la vida por los hermanos/as chicos/as porque tu Padre te lo encomendó y tú
aceptaste dar la vida por tus ovejas/tus hermanos. Concédenos imitarte un poco
en esta condición tuya. Amén.





Lectura orante del Evangelio: Juan 10,11-18



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Cuarto Domingo de
Pascua


Entra a pie descalzo en este
evangelio.


Puedes aprender a confiar en
Jesús.


Una experiencia muy honda y
muy bella de Jesús te espera.         


Yo soy el buen
pastor.
Cuando uno
quiere vivir y no sobrevivir, cuando uno quiere mirar de frente el dolor de los
más pobres y no mirar para otro lado, cuando el poder del mal, por el dolor o la
soledad o tantas cosas, se experimenta con fuerza y los miedos oprimen el
corazón, ¡qué necesario es escuchar esta palabra tan consoladora de Jesús! Así
podemos comenzar hoy nuestro momento orante: escuchando la palabra de Jesús,
dejando que recorra nuestra interioridad como el agua que penetra las grietas de
la tierra abiertas por la sed. En mi camino árido y polvoriento, Tú me
invitas al descanso. Para la sed que me quema en los adentros, Tú eres el
manantial de aguas inagotables. En la noche, siento tu presencia cercana. La
belleza de tu rostro se inclina sobre mí con una infinita ternura.


Jesús da la vida.
No como los
asalariados, que huyen cuando viene el peligro. El amor personal y único de
Jesús por todos, le lleva a dar la vida. Jesús siempre está dando vida. Nuestra
tarea consiste en aprender a recibir, en tener las manos vacías, abiertas, para
acoger su vida. Tú estás conmigo.
Tú lo eres todo para mí. Tú eres mi agua, mi hierba, mi camino. Siempre
Tú. Tú estas conmigo. Tú me das la vida.
  


Conozco a las mías y
las mías me conocen.
Jesús inaugura un nuevo modo de
relacionarnos con Dios. El amor rompe todas las distancias. Su voz única e
inconfundible acaricia nuestros adentros. Podemos hablar con Él como con un
amigo, que nos conoce. Todos los pequeños de la tierra pueden percibir en Jesús
el abrazo de fiesta que el Padre les regala. Sé que vas conmigo, sé que me
acompañas, sé que Tú me amas haga lo que haga. En tu resurrección y en tu
alegría infinita encuentro una fuente inagotable de paz y un fondo de felicidad
que nada ni nadie me podrá quitar.


Habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Todo lo que Jesús
hace es para la comunión, para la interdependencia de unos con otros y con todo.
La vida, la muerte y la resurrección de Jesús son un servicio para que todos
seamos uno. A pesar de todo, gracias a Ti Señor, espero que un día todos
aprendamos el sencillo arte de vivir como hermanos y nos demos la mano como
amigos.  CIPE – Burgos 2009

Domingo de la 4ª semana de Pascua. Domingo del Buen Pastor.
Jornada Mundial de oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas.


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Todos Ovejas, Todos Pastores




      La primera lectura de este cuarto domingo de Pascua nos pone delante de lo
que es el centro de nuestra celebración y de nuestra fe: “en nombre de Jesús
Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los
muertos”. Ese es el punto de partida de toda celebración cristiana.
      Por eso estamos aquí. No
porque sea una ley (ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar) sino
porque nos reunimos para celebrar nuestra fe en Jesús Nazareno, al que Dios
resucitó de entre los muertos. Porque sentimos su gracia en nuestras vidas.
Porque nos hemos sentido curados y sanados de nuestras enfermedades. Y porque en
él encontramos una nueva esperanza. Esa fe en Jesús Nazareno es el centro y
fundamento de la comunidad cristiana.

¡Somos hijos de Dios!
      En esa fe vivida
en comunidad de hermanos y hermanas descubrimos que somos ¡hijos de Dios!
(segunda lectura). Ya no somos siervos ni esclavos. Dios no es un todopoderoso
señor ante el que debemos inclinar la cabeza porque su sola mirada podría
destruir nuestras vidas. Dios no es señor de horca y cuchillo ante el que no
podemos tener más que miedo y temor. Todo eso ha terminado.
      La
cercanía de Dios no es causa de muerte sino de vida y esperanza. Ahora somos
hijos de Dios. Los hijos tienen un puesto a la mesa, los hijos son de la casa.
El amor del Padre por los hijos va más allá de todos sus posibles abandonos,
desamores, desaires. El Padre, nuestro Padre, nunca es juez para sus hijos sino
misericordia, paciencia y muchas otras cosas buenas.
      Desde esta
perspectiva hay que leer el evangelio de este domingo. Jesús habla de sí mismo y
dice que es el buen pastor. Hay un hecho fundamental que es el que, sin duda,
Jesús quiere subrayar. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En eso se
diferencia del asalariado que, cuando llega el peligro, huye y deja abandonadas
a las ovejas. El buen pastor sigue ahí, se interpone entre las ovejas y el
peligro, hace todo lo posible –y lo imposible– para salvar a sus ovejas. Sin
medida, sin hacer cálculos. Además, hay una especial relación entre las ovejas y
el buen pastor. Se conocen perfectamente. Se reconocen.

¿Es que somos como las ovejas?
      ¿Significa eso que la
comunidad cristiana se parece a un rebaño de ovejas? ¿Que la relación entre el
pastor de la comunidad y los fieles que la forman debe ser como la relación
entre las ovejas y el pastor? Hay que tener cuidado con las comparaciones
porque, cuando se estiran demasiado, se puede hacer que lleguen a decir cosas
que no estaban en la mente del que hizo la comparación.
      En mi tierra
he visto muchos rebaños de ovejas. Son animales muy tontos. Entre los gritos del
pastor y el perro que le ayuda, se dejan llevar de una parte para otra. No
tienen voluntad propia y sólo piensan en comer hierba. ¿Es esa la imagen de la
comunidad cristiana? ¿No hemos dicho más arriba que somos hijos de Dios? Los
hijos de Dios son personas. De Dios hemos recibido la liberación de nuestras
ataduras y la libertad y la capacidad de decidir por nosotros mismos. La entrega
y el sacrificio de Jesús nos han conquistado la libertad de los hijos para los
que vivíamos en la servidumbre. ¡Somos hijos en el Hijo!

Todos somos pastores de nuestros
hermanos

      En el nombre de Jesús Nazareno hacemos nuestro camino y
formamos una comunidad de hombres y mujeres libres. Tenemos un solo Pastor:
Jesús el Nazareno. Leemos juntos su Palabra que ilumina nuestra vida. Y juntos y
en diálogo vamos encontrando el camino, personal y comunitario, para vivir como
hombres y mujeres nuevos, para llevar a todo el mundo la buena nueva de la
salvación, que es la misión que Jesús mismo nos ha encomendado a todos (¿es que
se les puede encomendar alguna misión a las ovejas?).
      Tenemos un solo
Pastor y todos nos sentamos a la mesa al mismo nivel. Todos somos iguales. Todos
somos hijos de Dios. Ciertamente, algunos en la comunidad han asumido una
función de servicio, de organización, de atención a la comunidad. Por extensión
los llamamos pastores. Conviene siempre que recuerden que no hay más que un
pastor y que ellos mismos se han de sentir “pastoreados” por ese único Pastor y
por sus hermanos de comunidad.
      Hoy, y siempre, rezamos por ellos
(catequistas, agentes de pastoral, religiosas, religiosos, diáconos, sacerdotes,
obispos, papa) para que sean servidores de la comunidad. Para que sean como el
pastor, atentos a todos, que da la vida, y no como el asalariado que se
aprovecha de las ovejas para su propio bienestar. Hoy oramos para que haya
muchos que den un paso al frente y asuman la tarea de servir a sus hermanos y
hermanas como sacerdotes, como religiosos o religiosas. Hoy oramos también por
todos los que formamos la comunidad para que sintamos la responsabilidad de ser
pastores unos de otros, de atendernos y cuidarnos unos a otros con el respeto
que siempre merecen los Hijos de Dios. 
Simón, ¿me amas?

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por Pablo Largo
10 de abril de 2007


El Resucitado no es hombre de
largos discursos. Cuando se vuelve a encontrar con los suyos, sus palabras y sus
gestos se sitúan a un nivel diferente del que era habitual. Desde esa nueva
perspectiva Pedro y los apóstoles descubren que la salvación consiste
radicalmente en pertenecerle a El con todo el ser (Jn
21,15-19).

La
resurrección no es la reanimación de un cadáver que vuelve a aparecer con la
estampa de siempre y reanuda la plática de siempre. La Pascua no es la breve
interrupción de un fin de semana (de la tarde de cualquier viernes a la tarde de
cualquier domingo). En la historia de Jesús, aquel fin de semana (del Viernes
Santo al Día del Señor) fue una revolución de los tiempos. El mensajero del
Reino, el narrador de parábolas, el dialéctico imbatible, el autor de monólogos
pertenece ya a la memoria. Hombre de encuentros con los suyos, se deja ver y se
deja oir. Pero tiene otra estampa. Y habla en otro estilo.

Las palabras
de Pascua no son un vuelta ol anuncio; ni pretenden transmitir enseñanzas
complementarias. Son palabras desencadenantes del anuncio y de la enseñanza de
los discípulos. En el fondo, con los mensajes puestos en labios del Jesús
pascual sólo se nos quiere dar a entender una cosa: que las palabras que los
discípulos pronunciarán después del Viernes Santo tienen en el Resucitado su
verdadero centro de iniciativa. El propiamente ya no habla: hace hablar. El
mismo Juan, en la oración «sacerdotal» de Jesús, lo apunta expresamente: «yo les
he dado mis palabras» (Jn 17,8.14.20).

El anuncio de los seguidores ya no
puede ser una repetición del anuncio de Jesús. Los apuntes tomados en el tiempo
de discipulado han quedado viejos. Necesitan ser releídos y refundidos a la luz
de la nueva comprensión de Jesús y de su puesto en la realidad que trae la
experiencia pascual. Todo esto se comprueba en el diálogo con Pedro (Jn
21,15-19). Está jalonado por una pregunta, un encargo y una profecía.


Comencemos por la pregunta. Bajo esa forma no se hace otra cosa que
transmitir la imborrable certeza de la experiencia pascual. En efecto, el
acontecimiento de la Pascua revela máximamente que Jesús es algo más que el
portavoz de una sabiduría, de un sistema doctrinal, de un método de salvación, o
de una praxis de liberación. El Evangelio es El en persona. Y la sabiduría, el
conocimiento, la salvación y lo liberación consisten radicalmente en
pertenecerle a El con todo el ser.

Quien ama a Jesús, ama al Resucitado
que da consistencia, sentido y valor a la historia toda y a toda historia. Sólo
si ama a su Señor se convierte Simón en Pedro-Roca. Tres sucesivos apremios del
Juez le hacen comparecer ante El para testimoniarle desde la verdad y desde el
crepúsculo de la tristeza: «todo mi corazón, ascua de hombre, es inútil sin tu
amor». Sólo si ama puede recibir Simón-Pedro el encargo. Porque sólo del amor
nace la obediencia de ley y a nadie más que a quien ama se le puede confiar el
único encargo importante. El amor es la raíz de la obediencia y la obediencia es
el sello del amor (cf Jn 15,14). Jesús no quería asalariados, sino amigos;
porque el que no recoge el rebaño con El, lo desparrama. Sólo si El es nuestro
salario nos podemos conformar con ser asalariados suyos.

Por la pregunta,
Jesús lo quiere anudado, con triple nudo infrangibie, a su persona. Y lo vincula
a su misión por el encargo. Jesús expresa su mandato mediante una metáfora de
acción: «apacienta», «pastorea». Cierto: una metáfora no es la norma precisa de
un código y resulta más expuesta y desasistida que una regla. Pero es
incomparablemente más rica. Es fuente y matriz de nuevos sentidos, que irán
alumbrándose en el proceso impredecible de la vida. La metáfora abre un campo
indefinido de tareas que ningún cuerpo de normas puede cubrir. Y no es nada
fácil hacer las cuentas con ella y acabar diciendo: «metáfora
cumplida».

Finalmente, por la profecía, Jesús ata a Pedro a su destino.
La muerte del amigo-apóstol será testimonio del amor más grande y de la
obediencia omnímoda.

San José Obrero (1 - Mayo)

Sábado de la tercera semana de Pascua (2 - Mayo - 2009)



Jn 6,60-69: ¿A quién
iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna


Al oír todo esto, muchos de los que seguían a Jesús dijeron: “Su
enseñanza es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede hacerle caso?” Jesús, dándose
cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó: “¿Esto os ofende? ¿Qué
pasaría si vierais al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? El espíritu es
el que da vida; el cuerpo de nada aprovecha. Las cosas que yo os he dicho son
espíritu y vida. Pero todavía hay algunos de vosotros que no creen.” Es que
Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién el que le
iba a traicionar. Y añadió: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si
el Padre no lo trae.” Desde entonces dejaron a Jesús muchos de los que le habían
seguido, y ya no andaban con él. Jesús preguntó a los doce discípulos: “¿También
vosotros queréis iros?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién iremos? Tus
palabras son palabras de vida eterna. Nosotros sí hemos creído, y sabemos que tú
eres el Santo de Dios.”

San José Obrero (1 - Mayo)



Mt 13,54-58 : ¿No es
este el hijo del carpintero?


En aquel tiempo Jesús fue a su propia tierra, donde comenzó a
en­señar en la sinagoga del lugar. La gente, admirada, decía: "¿De dónde ha
sacado este todo lo que sabe? ¿Cómo puede hacer tales milagros? ¿No es este el
hijo del carpintero? Y su madre, ¿no es María? ¿No son sus hermanos Santiago,
José, Simón y Judas, y no viven sus hermanas tam­bién aquí, entre nosotros? ¿De
dónde ha sacado todo esto?" Y no qui­sieron hacerle caso. Por eso, Jesús les
dijo: "En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra y en su
propia casa." Y no hizo allí muchos milagros, porque aquella gente no creía en
él.

Jueves de la tercera semana de Pascua (30 - Abril - 2009)



Jn 6,44-51 : Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo


Jesús les dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre,
que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los libros de los
profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos.’ Así que todos los que escuchan al
Padre y aprenden de él vienen a mí. No es que alguien haya visto al Padre. El
único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro que quien
cree tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Vuestros antepasados comieron
el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero yo hablo del pan que baja
del cielo para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi
propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.”

Miércoles de la tercera semana de Pascua (29 - Abril - 2009)



Jn 6,35-40 : La voluntad
de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo tenga vida eterna

En aquel tiempo Jesús dijo: “Yo soy el pan que da vida. El que
viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.
Pero, como ya os dije, vosotros no creéis aunque me habéis visto. Todos los que
el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera. Porque
no he venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la
voluntad de mi Padre, que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es
que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el día
último. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios
y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último.                                                                                                                de la tercera semana de Pascua (28 - Abril - 20                                                                                                                                    Juan 6,30-35 : No fue
Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el ver­dadero pan
del cielo!
En aquel tiempo dijeron los judíos a Jesús: "¿Y qué señal puedes
dar­nos para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros
an­tepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ’Dios les
dio a comer pan del cielo.’" Jesús les contestó: "Os aseguro que no fue Moisés
quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el ver­dadero pan del
cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al
mundo." Ellos le pidieron: "Señor, danos siempre ese pan." Y Jesús les dijo: "Yo
soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en
mí cree, nunca más tendrá sed."
Lunes de la tercera semana de Pascua (27 - Abril - 2009)


Juan 6,22-29:No
trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da
vida eterna.


Al día siguiente, la gente que permanecía en la otra orilla del
lago ad­virtió que los discípulos se habían ido en la única barca que allí
había, y que Jesús no iba con ellos. Mientras tanto, otras barcas llegaron de la
ciu­dad de Tiberias a un lugar cerca de donde habían comido el pan después de
que el Señor diera gracias. Así que, al no ver allí a Jesús ni a sus
dis­cípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le pregunta­ron:
"Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús les dijo: "Os aseguro que vosotros no
me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido
hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que
permanece y os da vida eterna. Esta es la comida que os dará el Hijo del hombre,
porque Dios, el Padre, ha pues­to su sello en él." Le preguntaron: ";Qué debemos
hacer para que nues­tras obras sean las obras de Dios?" Jesús les contestó: "La
obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado."
Domingo de la Tercera Semana de Pascua - Ciclo B (26 - Abril - 2009)

Lucas 24,35-48


Entonces los discípulos contaron lo que les había pasado en el
camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando
de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:
“Paz a vosotros.” Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban
viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo: “¿Por qué estáis tan asustados y por
qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo
mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo
tengo.” Al decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no
acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les
preguntó: “¿Tenéis aquí algo de comer?” Le dieron un trozo de pescado asado, y
él lo tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo: “A esto me refería
cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca
de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía
que cumplirse.” Entonces les abrió la mente para que comprendieran las
Escrituras, y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que morir y que
resucitaría al tercer día; y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay
que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone
sus pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.”
Viernes de la segunda semana de Pascua (24 - Abril - 2009)


Jn 6,1-15 : Jesús tomó
en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los repartió entre los
que estaban sentados.


En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del lago de Galilea
(también llamado de Tiberias). Mucha gente le seguía porque habían visto las
señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a un monte y se
sentó con sus discípulos. Ya estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Al
levantar la vista y ver la mucha gente que le seguía, Jesús dijo a Felipe:
“¿Dónde vamos a comprar comida para toda esta gente?” Pero lo dijo por ver qué
contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que había de hacer. Felipe
le respondió: “Ni siquiera doscientos denarios de pan bastarían para que cada
uno recibiese un poco.” Entonces otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de
Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos
peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?” Jesús respondió: “Haced que todos se
sienten.” Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil
hombres. Jesús tomó en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los
repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los peces, dándoles
todo lo que querían. Cuando estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
“Recoged los trozos sobrantes, para que no se desperdicie nada.” Ellos los
recogieron, y llenaron doce canastas con los trozos que habían sobrado de los
cinco panes de cebada. La gente, al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús,
decía: “Verdaderamente éste es el profeta que había de venir al mundo.” Pero
como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerle rey,
se retiró otra vez a lo alto del monte, para estar solo.

Jueves de la segunda semana de Pascua (23 - Abril - 2009)                                                                                                                 Jn 3,31-36 : El Padre
ama al Hijo y le ha dado poder sobre todas las cosas

En aquel tiempo dijo Jesús: “El que viene de arriba está sobre
todos. El que es de la tierra es terrenal y habla de las cosas de la tierra. En
cambio, el que viene del cielo está sobre todos y habla de lo que ha visto y
oído. Sin embargo, nadie cree lo que él dice. Pero el que lo cree, confirma con
ello que Dios dice la verdad; pues el que ha sido enviado por Dios habla las
palabras de Dios, porque Dios da abundantemente su Espíritu. El Padre ama al
Hijo y le ha dado poder sobre todas las cosas. El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que no quiere creer en el Hijo no tendrá esa vida, sino que
recibirá el terrible castigo de Dios.
Miércoles de la segunda semana de Pascua (22 - Abril - 2009)


Jn 3,16-21 : Dios no
envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo


En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo,
que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que
tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para salvarlo. El que cree en el Hijo de Dios no está condenado;
pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios.
Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando
la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo
malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están
haciendo. Pero los que viven conforme a la verdad, se acercan a la luz para que
se vea que sus acciones están de acuerdo con la voluntad de Dios.”
Martes de la segunda semana de Pascua (21 - Abril - 2009)


Jn 3,5a.7b-15 : Tenéis
que nacer de nuevo


Jesús le dijo a Nicodemo: “Tenéis que nacer de nuevo. El viento
sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde
va. Así son todos los que nacen del Espíritu.” Nicodemo volvió a preguntarle:
“¿Cómo puede ser eso?” Jesús le contestó: “¿Tú, que eres el maestro de Israel,
no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y somos
testigos de lo que hemos visto; pero no creéis lo que os decimos. Si no me
creéis cuando os hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo vais a creerme si os
hablo de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del
cielo, el Hijo del hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así también el Hijo del hombre ha de ser levantado, para que todo el
que cree en él tenga vida eterna.”


EVANGELIO DEL DIA





EVANGELIO DEL
DIA


¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6,
68    miércoles 29 Abril 2009


Santa Catalina de Siena,
virgen y doctora, patrona de Europa.
   Fuera de España : Miércoles de la Tercer semana de
Pascua

Hoy la Iglesia celebra : Santa Catalina de Siena
Evangelio según San Mateo
11,25-30.

En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los
prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has
querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el
Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los
aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y
humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga
liviana".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


San Gregorio de
Nisa  (hacia 335-395), monje y obispo
Sobre Mt 19


Santa Catalina de Siena, virgen y doctora
El
matrimonio es bueno...; tú que te has consagrado a Dios, honora también a tu
madre de la cual has nacido tú. Y tú que estás casada, honora por tu parte a
aquella que ha nacido de una madre sin ser ella misma madre; ella no es madre,
pero es la esposa de Cristo. También la mujer casada pertenece a Cristo; pero
que la virgen consagrada pertenezca totalmente a él. Que la primera no se ate al
mundo, pero que la segunda se libere totalmente de él... «No todos entienden
este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido» dice Jesús (Mt
19,11).

     ¿Os dais cuenta de la profundidad del pensamiento de
Cristo?... Si derramas sobre Dios todo el fuego de tu alma, sin dejarte tirar
entre el amor de lo que pasa y el amor de lo que permanece, entre el amor de lo
visible y el de lo invisible, entonces es que el mismo Dios te ha herido, como
elegido, con sus flechas; tú conoces la belleza de tu Esposo y puedes cantar
este himno: «¡Señor, tú eres mi gozo, el objeto de todos mis deseos!» (Ct 5,16).
Serás toda de Cristo hasta que contemples a Cristo, tu Esposo...Pero cuando
escucharás a Cristo que declara «no todos pueden comprender esta palabra, sino
aquellos a quienes Dios se lo ha revelado», piensa que esto es dado a aquellos
que él ha escogido y abren su corazón a estas cosas. «No se trata de querer o de
correr, sino que todo depende de la misericordia de Dios.» (Rm 9,16)

Día litúrgico: Miércoles III de
Pascua



Texto del Evangelio (Jn 6,35-40):   En
aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a
mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he
dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al
que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que
me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite
el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al
Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último
día».


Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant
Quirze del Vallès-Barcelona, España)


«Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al
Hijo y crea en Él, tenga vida eterna»



Hoy, Jesús
se presenta como el pan de vida. A primera vista, causa curiosidad y perplejidad
la definición que da de sí mismo; pero, cuando profundizamos, nos damos cuenta
de que en estas palabras se manifiesta el sentido de su misión: salvar al hombre
y darle vida. «Ésta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de
lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día» (Jn 6,39). Por
esta razón y para perpetuar su acción salvadora y su presencia entre nosotros,
Jesucristo se ha hecho para nosotros alimento de vida.


Dios hace posible que creamos en Jesucristo y nos acerquemos
a Él: «Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré
fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
del que me ha enviado» (Jn 6,37-38). Acerquémonos, pues, con fe a Aquel
que ha querido ser nuestro alimento, nuestra luz y nuestra vida, ya que «la fe
es el principio de la verdadera vida», como afirma san Ignacio de Antioquía.


Jesucristo nos invita a seguirlo, a alimentarnos de Él, dado
que esto es lo que significa verlo y creer en Él, y a la vez nos enseña a
realizar la voluntad del Padre, tal como Él la lleva a cabo. Al enseñar a los
discípulos la oración de los hijos de Dios, el Padrenuestro, colocó seguidas
estas dos peticiones: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos
hoy nuestro pan de cada día». Este pan no sólo se refiere al alimento material,
sino a sí mismo, alimento de vida eterna, con quien debemos permanecer unidos
día tras día con la cohesión profunda que nos da el Espíritu Santo.Día litúrgico: Jueves III de
Pascua



Texto del Evangelio (Jn 6,44-51):  En
aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me
ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los
profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y
aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha
venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que
cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el
maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que
quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la
vida del mundo».


Comentario: Rev. D. Pere Montagut i Piquet (Barcelona,
España)


«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo»



Hoy
cantamos al Señor de quien nos viene la gloria y el triunfo. El Resucitado se
presenta a su Iglesia con aquel «Yo soy el que soy» que lo identifica como
fuente de salvación: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48). En acción de
gracias, la comunidad reunida en torno al Viviente lo conoce amorosamente y
acepta la instrucción de Dios, reconocida ahora como la enseñanza del Padre.
Cristo, inmortal y glorioso, vuelve a recordarnos que el Padre es el auténtico
protagonista de todo. Los que le escuchan y creen viven en
comunión con el que viene de Dios, con el único que le ha visto y, así, la fe es
comienzo de la vida eterna.


El pan vivo es Jesús. No es un alimento que asimilemos a
nosotros, sino que nos asimila. Él nos hace tener hambre de Dios, sed de
escuchar su Palabra que es gozo y alegría del corazón. La Eucaristía es
anticipación de la gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de
inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo» (San
Ignacio de Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos ha de
acostumbrar a todo aquello que baja del cielo, es decir, a pedir, a recibir y
asumir nuestra verdadera condición: estamos hechos para Dios y sólo Él sacia
plenamente nuestro espíritu.


Pero este pan vivo no sólo nos hará vivir un día más allá de
la muerte física, sino que nos es dado ahora «por la vida del mundo» (Jn
6,51). El designio del Padre, que no nos ha creado para morir, está ligado a la
fe y al amor. Quiere una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa.
Cada vez que comemos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos
para nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso
porque hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio
del cual se benefician hasta los que lo ignoran.


miércoles, 29 de abril de 2009

Carta: LA FUERZA DEL AMOR













































   Carta: “VOCACIONES NATIVAS, AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD”

de Abril 2007 dedicado a las ‘Vocaciones Nativas’     Archivo en PDF 12 de abril de 2007

En las situaciones tan divergentes que existen en nuestra sociedad no podemos dejarnos llevar por el desánimo que las mismas circunstancias invitan a seguir. Al contrario mucho más debemos facilitar, si vivimos la esperanza, a ser portadores de un clima nuevo de amor y de servicio a los que nos rodean. La vocación del cristiano tiene como base la entrega a Dios que es como la raíz y a los demás que es el tallo. Las dos van juntas y bien armonizadas. Si faltara alguna de ellas viviríamos un cristianismo amorfo y sólo barnizado de buenas intenciones pero sin sustancia y a la corta o a la larga se perdería la fe y se sostendría la vida en una nube inconsistente. La vida comunitaria que se inicia en la familia se sostiene porque por las venas de la misma corre la disposición, la ayuda, el amor de servicio y entrega. Nadie es extraño porque todos forman una unidad de vida y de ayuda mutua.

La vocación religiosa, sacerdotal o de consagrado no tendría sentido si cada uno buscara su propia celda como único lugar individualista de realización. No solo llegaría el desánimo sino que sería una tortura inaguantable. La vida comunitaria se teje ‘dándose a los demás’ puesto que es el lugar sagrado donde se manifiesta el amor de Dios. Quien ama muestra que es discípulo de Cristo. ‘En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros’. El recorrido no es fácil pero seguro que es muy gratificante. No se puede dar nada a los demás si uno no se da asimismo. La comunidad, por tanto, es como una familia; es la mejor expresión y la mejor manifestación. De ahí que las vocaciones nacen, crecen y se maduran en comunidad.

La atracción que la sociedad presenta está, muchas veces, disociada de la auténtica realidad. Se habla de libertad y la sutileza de la esclavitud se hace presente. Se habla de compartir y el egoísmo corrompe la solidaridad. Se habla de alegría y cada día hay más violencia, suicidios y depresiones existenciales. Se habla de bienestar y no sacia todo los que presenta el materialismo y el hedonismo. ¿Qué sucede? ¿a dónde queremos ir? y ¿cuáles son nuestras aspiraciones?. Tanto sicológicamente como espiritualmente hay un gran vacío y en el fondo es porque hacemos de la vida un instrumento de placer, de poseer y de dominio. ¿Es posible que se den testimonios distintos y que puedan dar razones más importantes que lo puramente material?. Puedo afirmar que hay testigos que, sin presunción alguna, han encontrado una razón para existir, para vivir y para ser felices.

Por ello se necesitan las vocaciones que tienen como único fin, como único motivo y objetivo: ‘ser luz’. Son personas que se han enamorado profundamente de un Dios vivo que es Jesucristo. No hay nada de fantasías y menos de engañosas ideologías. Es la realidad más profunda que pueda existir porque no se para en el hoy o en el mañana sino en la plenitud de la eternidad. La angustia del que cree que todo acaba un día, lleva a la desesperación, pero el que basa todo en saber que la vida pasa pero después hay un existir para siempre, encuentra el alivio y la razón para alegrar toda su vida.

Las vocaciones nativas son en la sociedad un signo de esperanza. ¡Cuántos misioneros que han dado lo mejor de sí para hacer felices a los demás, siguiendo el ejemplo del Buen Maestro!. Han salido de su casa, de  su pueblo y de su nación para ponerse al servicio de la gente y recrear la comunidad, el sentido de familia. Recuerdo la experiencia de un sacerdote que –a sus ochenta años- me decía que él se sentía más ‘padre’ que nadie porque a muchos niños y jóvenes les había sacado del ambiente nocivo de la droga y de la delincuencia. Ahora cuando van a verle le reconocen como el mejor amigo que les ha llevado a sentirse humanos e hijos de Dios. Han recuperado el sentido de familia y no están perdidos a su propia suerte.

La Obras Misionales Pontificias después de tantos años han trabajado con ahínco e ilusión para mostrar a toda la Iglesia y a la sociedad que las vocaciones en ‘tierras aún vírgenes’ son necesarias para sostener y fortalecer a la sociedad hambrienta de ambiente familiar. Es por lo que pedimos a todos los creyentes o personas de buena voluntad que apoyen con su generosidad a tantas vocaciones que no pueden seguir el camino del ‘servicio a la comunidad’ por no tener recursos educacionales, formativos y materiales. La ‘Obra de San Pedro Apóstol’ es el cauce que sirve para informarse de las necesidades que hay en Seminarios y Noviciados y –con nuestra colaboración- ayudarles en sus necesidades. Yo llegué a ser sacerdote gracias a la ‘beca’ que me concedieron una familia con recursos. Mis padres no los tenían pero la generosidad de dicha familia hizo posible que pudiera seguir estudiando y formándome en la vocación que tanto he querido siempre: ser sacerdote para servir a la comunidadCarta: “LAS CLAVES DE LA VIOLENCIAen PDF 06 de marzo de 2007


Ante las constantes aberraciones violentas que se hacen
presentes en nuestra sociedad conviene advertir que no es una novedad puesto que
en cada época se han ido manifestando diversas expresiones de violencia que en
muchos casos eran fácilmente atacadas y vencidas y en otros resultaba más
difícil. La violencia tiene como raíz y centro la desobediencia a Dios que ya
desde el principio vemos en las primeras páginas de la Biblia. No es un factor
de pura distorsión sicológica sino que tiene sus hondas raíces en el pecado; el
ser humano es capaz de pecar y si esto se hace presente en su vida, rompe con el
diseño que Dios le ha marcado. Por eso la violencia tiene como primera fuente
y rostro al pecado
. En una sociedad que tiene falta de fe, le es muy difícil
comprender esta realidad. Pero, queramos o no, la cara del pecado nos expresa la
primera causa de la violencia.


La violencia tiene otras caras y se ha de descubrir a cada una
de ellas sin miedos y con sincera apertura. Nunca se puede justificar la
violencia, ni por razones ideológicas, ni por razones culturales y menos por
razones religiosas. La violencia manifiesta la falta de dignidad en la persona.
Por eso nunca se puede aplaudir y menos justificar. Otra de sus caras es la
ausencia del sentido del padre; basta ver la cara de un niño cuando no
tiene la posibilidad de ver a su padre y a su madre juntos y unidos, en su
rostro se puede vislumbrar el drama que existe dentro. Y ese drama –muchas
veces- se manifiesta y se expresa con rasgos huraños, despreciativos y
violentos. Cuando se pierde ‘el sentido del padre’  se derrumba
sicológicamente el interior de la persona y utiliza como arma arrojadiza la
fuerza de la violencia.


Una tercera cara de la violencia es la sistemática
ideologización de las estructuras de poder
. La lucha por el poder crea
situaciones de auténtica locura social y provoca un modo de vivir y de dirigir
de tal manera que se rechaza de plano el modo de pensar del adversario. La
ideología impuesta es cultivo de violencia y de confrontaciones interpersonales.
Es lo que se ha venido en llamar la idolatría de las ideologías. Al final es una
demostración de la tiranía más absoluta que destruye cualquier signo de sana y
justa libertad. Desde esta clave se justifica todo y el terrorismo, por ejemplo,
se convierte en un estilo de actuar donde todo es válido siempre y cuando no se
sacrifique la ideología del mismo. Es una aberración profunda que tiene sólo una
vía de salida: la conversión del corazón al bien y a la verdad.
    

Otra
cara de la violencia es el fundamentalismo religioso. En una auténtica
religión no cabe la violencia y menos la organizada. La religión es cauce de paz
y de amor; si fallara alguno de estos principios básicos, ella misma se
convertiría en una máscara engañosa. La religión, si es auténtica,  nunca impone
y siempre propone. La fe es respetuosa y, como una luz, muestra un camino de
vida a la que se adhiere quien quiere. Nada hay más nocivo a la religión que
fomentar espacios de odio y rencor; esa religión no es verdadera. El aval de
toda religión es el amor y el fomento de la paz, señal inequívoca de la
presencia de Dios.
 Archivo en PDFCarta: “CUARESMA, MOMENTO DE REVISIÓN23 de febrero de 2007

Hay momentos que piden hacer un alto en el camino y ponerse a reflexionar. Y este es el tiempo de Cuaresma, momento que nos prepara para celebrar con intensa espiritualidad la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Pero ocurre que estamos tan atareados con nuestros trabajos, ocupaciones y preocupaciones que nos cuesta hacer un ‘stop’. Tal vez buscamos justificaciones para demostrar que la vida nos mueve en esta vorágine y que nadie lo puede impedir, pero en el fondo son impulsos que nos llevan a generar insatisfacción, cansancio vital y hasta hastío de la vida. En la hondura del corazón todos deseamos el alivio profundo y el descanso anímico que sólo un sentido de trascendencia puede colmar.

Estamos en Cuaresma, tiempo y momento de revisión de vida. Hacer un examen de nuestros actos y de nuestras actitudes es buena terapia para reconducir los caminos que nos llevan a la paz interior y al fortalecimiento. No podemos dejar al lado, como si de un trasto se tratara, la esencia de nuestra vida. Acudimos al médico para revisar el cuerpo y ¿por qué no acudimos a Dios, que se hace presente en los Sacramentos, para revisar el espíritu?. Desde hace años sustento, como alimento fundamental, el acercarme a Dios por el medio del Sacramento de la Confesión. Me alivia, me fortalece, rejuvenece y me llena de una gran paz. Palpo el amor misericordioso de Dios. Pero cuando, como ministro de dicho Sacramento, lo administro a los demás, encuentro la razón de ser sacerdote.

Hace un tiempo seguí el proceso de la enfermedad de un joven y después de su conversión y acercamiento a la vida cristiana murió. El día del entierro, dentro de mí, había una gran paz y al mismo tiempo un agradecimiento a Dios puesto que se había servido de mi ministerio sacerdotal para propiciar a dicho joven el encuentro con el Señor y de poder recibir su gracia santificante a través de los Sacramentos. Al final fui a una Iglesia, me arrodillé ante el Sagrario y le dije al Señor: “Sólo por este momento me hubiera hecho sacerdote” . Las lágrimas que derramé eran expresión de emoción profunda y de agradecimiento porque aquel joven era ya partícipe de la felicidad eterna.

Bien merece que durante este tiempo de Cuaresma podamos hacer un profundo examen de conciencia, advertir cómo va nuestra vida y hacer una buena Confesión. Cuando pasa Dios por nosotros deja un rastro de eternidad y de profunda alegría. Abrir el alma a un sacerdote es abrirla a Cristo que ha dicho: “A quiénes perdonéis los pecados, les quedan perdonados”. No es el sacerdote sino Jesucristo en él quien perdona. ¡Ánimo y vivamos una Cuaresma de preparación y renovación interior, es decir, de conversión!. De esta manera y modo haremos ya el camino de encuentro con el Resucitado que celebraremos en la Pascua. Dios nos hace un regalo que supera a cualquier otro que pudiéramos recibir y es el de su amor. Jesucristo nos lo ha garantizadoCarta: “ TOLERANCIA NO REGLADA, PROMISCUIDAD ASEGURADAde febrero de 2007

Una sociedad que excesivamente se vanaglorie de la tolerancia ha de estar atenta puesto que el mal uso de la misma le puede arrastrar hacia la promiscuidad. Cuando se confunde tolerancia con permisividad se está cayendo en la absurda labor paternalista que provoca hastío y rechazo a la larga. Si ‘todo está permitido’ sobran las leyes que la misma naturaleza alberga y están marginadas las leyes justas que promocionan la auténtica dignidad humana. Dios no es aceptado porque estorba para vivir permisivamente. Este estilo de pensar lo único que hace es llevar a la mente, a la sicología y a las actitudes de la persona a realizarse de forma errónea porque su único punto de referencia es la reducción ínfima de la persona.

Cuando el sentido racional disminuye se confunde con tolerancia porque no se tienen argumentos sólidos sobre los cuales construir el modo de vivir. No hay peor tiranía que la irracionalidad. El ser humano puede llegar a conducir su existencia con los meros impulsos y no con el sentido racional que le mueve como persona. Pensemos en los impulsos hedónicos o pansexualistas que llevan a un nuevo estilo de esclavitud y sin embargo quienes los promueven afirman neciamente que son expresión de la libertad y de la tolerancia. Esta esclavitud produce una degeneración del mismo ser humano y por ello no se puede sostener que sea la mejor forma para vivir la libertad. Los frutos que producen, tales formas de pensar, son la violencia familiar, el desliz permisivo de relaciones alocadas donde la persona no es más que un objeto de placer y las corruptelas propias que llevan a ver lo bueno como malo y viceversa.

En un concepto sano de la razón no se puede declarar que la tolerancia tal y como se plantea hoy, en ciertos modos de pensamiento, es la expresión de una auténtica libertad o de un respeto verdadero a la persona sino más bien un ‘dejar pasar las cosas y los acontecimientos’ sin implicarse en discernir a dónde llega el bien y a dónde llega el mal. Me aterra esta falta de sentido moral de la vida y sin embargo creo que debemos -tanto desde la filosofía como desde la teología y desde las instancias responsables de la sociedad- proponernos formar la conciencia de las personas y propiciar unos buenos caminos de orientación humana y cristiana a todos los niños, jóvenes y familias.
  

Ante los desafíos que la sociedad tiene delante, no podemos dejarnos llevar por lo fácil y por la cobardía del respeto humano. Si queremos forjar una sociedad sana de futuro,  uno de los males que hemos de desechar de nuestros ambientes es la desidia que se está inculcando hacia todo lo que signifique ‘promoción de sanas costumbres’. Una humanidad falta de sentido moral de la vida, es una sociedad que pagará altos costes de convivencia verdadera puesto que llegará a ser una tal degeneración  que el mismo ser humano no se reconocerá por lo que es sino por lo que gana económicamente, come y goza. No olvidemos que el ser humano es la perla más preciosa de la creación y, en definitiva, es la ‘niña de los ojos’ de Dios. No permitamos que vaya de bruces al precipicio.

“CON MOTIVO DE LA PASCUA MILITAR     03 de enero de 2007

Es tradicional que el día 6 de enero se celebre la ‘Pascua Militar’ y se conmemora, por así decirlo, una fiesta especial y de reconocimiento a aquellos que en medio de la sociedad son los ‘centinelas y vigilantes de la paz’, nuestros militares y fuerzas de la seguridad del Estado. Desde la Diócesis Castrense nos sentimos muy agradecidos y unidos a su labor que tantos bienes reportan en el servicio a la defensa del pueblo español y a la generosa colaboración en otras tierras sometidas a la amenaza de guerra o acosadas por el inesperado, vil y cobarde terrorismo.

Por ello en este día quiero dirigir junto con los miembros de la Diócesis y con los capellanes castrenses una plegaria particular al Dios Bueno y Justo para que los servidores de la defensa y de la unión entre pueblos sigan sin desmayo y con valentía la hermosa vocación a la que están llamados. Cuando en la sociedad y en el mundo entero se ciernen ciertas nubes de inseguridad a causa de la violencia y de los conflictos que fragmentan pueblos  en distintos lugares, nos ponemos “de rodillas” ante el Señor de la vida y de la historia de la humanidad para que impere la racionalidad, el respeto mutuo y la fraternidad que Jesucristo nos ha legado como signo de su amor en medio de nosotros.

La paz es la riqueza mayor que ha de valorarse en la sociedad, sin ella la humanidad pierde su identidad y ‘echa por tierra’ el diseño más hermoso que el Creador ha plasmado en la misma. La paz no se consigue por imperativos voluntaristas sino con disposiciones interiores de cambio de actitud para que donde haya odio se ponga amor, donde haya discordia poner perdón y unión, donde haya guerra poner armonía social y respeto intercultural. No son caminos fáciles pero sí posibles en tanto en cuanto se busquen claves y señales de hondura humana. Las religiones han de ser exponentes firmes y seguras de esta experiencia de paz y así han de transmitirla a los demás. Una religión que busque atajos de violencia o de animadversión se desprestigia por sí misma: no es religión sino una caricatura que falsea y afea a la auténtica religión.

La sociedad está demandando estas señales de veracidad y autenticidad para que los valores tan imprescindibles como son la concordia, la mirada alegre y gozosa -entre hermanos- vaya ‘haciéndose camino’. Por ello celebramos que corazones nobles y generosos como son los que defienden al pueblo y vigilan, aún en medio de la noche, nuestra seguridad se les reconozca por su entrega y por su dedicación. A partir de esta ‘Pascua Militar’ 2007 deseamos que reine mucha más paz entre las naciones y que la sombra oscura del terrorismo se convierta en luz esplendorosa de desarme, de concordia y de solidaridad.

Última actualización el 1 de diciembre de 2006 



Carta: " LA NAVIDAD ES
BELLEZA, VERDAD Y AMOR"

      Archivo en PDF 1 de diciembre de 2006

Me siento muy perplejo y hasta muy preocupado al constatar que
en el ambiente de nuestra sociedad se esté haciendo elogio y se aplauda con
normalidad a ciertas formas de vivir que están impregnadas del pecado. El
pecado, decía el Concilio Vaticano II, afea a nuestra sociedad. El ser humano
que está llamado a vivir la belleza, la armonía, la verdad y el puro amor, se ve
acosado por una forma de pensar y de actuar totalmente al margen de dicha
realidad. Los medios de comunicación, en su amplio espectro, no tienen ningún
rubor en presentar el pecado como si esto fuera la mayor expresión de la
libertad.  Sin embargo, mal que pese a muchos, lo que se ensalza es el camino
más escabroso de la esclavitud ¿Cómo es posible que se haya caído en tal
mentira? Quien no esté a favor de la verdad, por mucho que quiera justificarse,
se ve envuelto en la mentira más engañosa que pueda existir.


El pecado tiene su raíz en el egoísmo perverso y malvado que se
erige en ‘señor’ en el corazón humano. No admite las reglas de juego que marca
el Creador, se deja llevar por sus planes propios más que por los planes de Dios
señalados en los Mandamientos. La fealdad existencial y vital se ven apoyadas
por el pecado, son frutos del mismo. El pecado ni tiene color, ni tiene razón,
ni tiene luz… es la oscuridad más negra que obstruye toda claridad. Se
identifica con la muerte existencial que desplaza a todo signo de vida. Dios que
se paseaba por el Paraíso sin ningún obstáculo, se encuentra ante la
desobediencia del primer hombre y primera mujer y ha de despedirles del hermoso
jardín por no corresponder al designio de libertad y amor. ¡Que vergüenza
sienten los primeros padres!.


Estamos preparando la fiesta de Navidad con la ilusión propia
de recibir al único liberador del género humano: Jesucristo. Este recuerdo nos
pacifica, nos dignifica y nos lleva a la felicidad que fue perdida a causa de
nuestros pecados. De ahí que la fiesta que celebramos no tiene nada que ver con
las motivaciones materialistas o hedonistas que hacen de la Navidad una pura
caricatura. Es la fiesta de la vida y de la libertad, de la armonía y de la paz,
de la gracia y del amor. En Belén se manifiesta la victoria del amor sobre el
odio, la gracia sobre el pecado, la luz sobre las tinieblas. Es la manifestación
de Dios que sigue queriendo al género humano. 


Cuando recibimos tantas felicitaciones, con motivo de las
fiestas de la Navidad, las formulaciones de nuestros deseos son tan ampulosas
que tal vez nos falta preguntarnos cómo nos movemos por la vida y si cuidamos
con esmero –ante todo- la belleza del alma que se deja modelar por el amor de
Dios (el Dios de la Vida).”¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su
Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pecados, se
convierte en hospedaje de todos los vicios”
(San Macario). Estar en gracia
de Dios es tan importante o más que tener salud corporal; la salud del alma es
más necesaria puesto que en ella encontraremos la Vida que es felicidad
completa. Que esta Navidad nos ayude a ser más responsables ante el compromiso
que nos dejó el Niño Dios de Belén. Última actualización el 2 de noviembre de 2006 



Carta: “LA GRANDEZA
DE LA DISPONIBILIDAD
"




Archivo en
PDF 
2 de noviembre 2006


Siempre me impresiona ver la disponibilidad en las personas. No
hay mejor encuentro que el de haberse uno relacionado con hombres o mujeres,
abiertos al trabajo, sin poner trabas o dificultades. Sus cualidades brillan por
sí solas y sus rostros manifiestan una luz particular. Por el contrario cuando
el trabajo se hace con antipatía y como si de un gran peso se arrastrara, nunca
he encontrado personas resueltas sino más bien complicadas sicológicamente y con
rasgos de contemplarse sólo a sí mismas. La disponibilidad es una de las
virtudes más importantes para un pueblo que desee progresar; la constancia y el
sacrificio se convierten en la levadura que fortalece a la persona disponible.
Los problemas aún los más difíciles vienen siempre resueltos cuando se lucha por
seguir hacia adelante en la empresa emprendida y sabiendo que esto supone
dedicación y entrega.


La humildad amasa la auténtica disponibilidad y la
perseverancia es levadura de acierto y de motivación para seguir luchando en la
vida y en la vocación a la que uno se siente atraído. Tal vez, y no quiero ser
catastrofista, uno de los mayores males morales que hoy se padecen como son la
desgana, la falta de motivaciones, la pereza, la desilusión... tiene su raíz en
la falta de disponibilidad. La apertura de ánimo es muy importante a la hora de
ir madurando en la vida y Dios premia con creces al que se abre generosamente
por amor a él y a los demás. La familia que ahora, en estos tiempos necesita
tanto apoyo, se verá fortalecida si todos a una trabajan para darse y ayudarse;
basta que se obstruyan las relaciones, los caminos que lleven irán hacia el
fracaso y esto será un fruto amargo.


Sabemos que con nuestras propias fuerzas no podemos llegar muy
lejos porque conocemos nuestra condición débil y frágil, pero tenemos la
potencia de la fe que mueve ‘hasta las montañas’. Recuerdo con verdadero
regocijo la labor que una misionera realiza en un país africano. Su constitución
física es diminuta y débil pero su entrega gigantesca; trabaja sin descanso,
nada la turba, todo lo que hace la parece poco. Un día la pregunté: “¿Cómo
haces para estar trabajando en tantos lugares
?”. Y ella me respondió:
“La fuerza no es mía, es de Dios que me ha enviado aquí; sin su ayuda no
podría ni mover o abrir una puerta, con él me encuentro bien donde quiera que
vaya”.
Ejemplo de una disposición de vida que nace de un gran amor. Quien
ama de verdad siempre estará disponible, quien no ama observará que su vida se
convierte en un gran peso y en una triste realidad.


Usando un pensamiento paulino diría que cualquier cosa que nos
suceda en la vida ‘tiene sentido’ porque todo coopera al bien de aquellos que
aman a Dios. Si de magnanimidad se trata pasa por el esponjamiento del corazón;
si ayuda el otro necesita, las manos abiertas están dispuestas; si aliento y
esperanza se ha de manifestar, se hará posible gracias a la disponibilidad de
amigos auténticos. La grandeza de la disponibilidad va en la misma proporción
que el ensanchamiento y la amplitud del corazónÚltima actualización el 9 de octubre de 2006 



Carta: “LAS SORPRESAS
DE DIOS
"





En la vida hay momentos que nos hacen reflexionar y estos son
habituales. Ya desde nuestro nacimiento sentimos que nos acosan circunstancias
gozosas y otras dolorosas. Con el correr del tiempo se agolpan muchas preguntas
en un niño, en un preadolescente, en un joven, en una persona de mediana edad y
en un anciano. Son preguntas distintas según la edad. Las respuestas a veces son
fáciles pero hay otras que son más difíciles. Y las más difíciles son las
preguntas que hacemos a Dios y todas van en relación con los sufrimientos, las
catástrofes y los incomprensibles sinsabores. Dios nunca responde, está en
silencio. La fe nos dice que Dios no responde como nosotros esperamos puesto que
él es la verdadera respuesta. De ahí que nos sorprende su forma de comportarse
con nosotros.


Las sorpresas de Dios son tantas como la infinitud de preguntas
que podemos hacerle. No usa la misma lógica que nosotros puesto que él es
nuestro creador y nosotros somos sus criaturas. Las respuestas de Dios no entran
en nuestras categorías excesivamente racionalistas; sus palabras no son como las
nuestras; sus motivaciones no coinciden con las nuestras... El hombre desde el
principio, como nos muestra el libro del Génesis, no supo comprender a Dios y de
ahí que se le rebele. El pecado es la antilógica a lo que Dios quiere. Por eso
él usa la táctica de la sorpresa para que caigamos en la cuenta que nosotros no
somos ‘hacedores’ de nada y menos de nosotros mismos.


La lógica de Dios es el amor y nos lo muestra desde la Cruz.
Nadie lo entendía e incluso sus discípulos desaparecen ante la actitud de un
Dios que ni responde ni se vuelve en contra de los que le ajustician. Esta es la
‘sorpresa de las sorpresas’ y desde ella se entienden todas las demás que a lo
largo de los siglos se van sucediendo: catástrofes, enfermedades, luchas y
tantos males. ¿Sigue teniendo sentido creer en un Dios que no responde a
nuestras expectativas?. Algunos piensan que este Dios no interesa, otros tantos
se ofenden de tener a un Dios que no soluciona los problemas, muchos escapan de
toda relación personal con él y los más no quieren ni siquiera preguntarse si él
existe.


Los que creen en él sólo saben que este Dios es Amor y ‘todo
coopera al bien de aquellos que le aman’. Al final de toda pregunta la respuesta
de Dios es la misma: ‘ponerse en nuestro lugar’. Por eso lo sorprendente es que
‘desde la Cruz’ ha instaurado una relación nueva con nosotros. Todo tiene
sentido desde este amor ofrecido y entregado. Ha asumido sobre sí todos nuestros
afanes, dolores y sufrimientos. Y esto nos sorprende, nos pone ante un misterio
que sólo el auténtico amor lo puede desvelar. En la encrucijada más insospechada
de la vida Dios nos sorprende y es a nosotros a quienes pide una respuesta, son
preguntas que él nos formula para que le demos una respuesta noble y sincera.  Última actualización el 19 de septiembre de 2006



Carta: “UNA VIDA SIN
AMOR, NO ES VIDA
(En el quinto centenario del nacimiento de San
Francisco Javier)"




19 de septiembre 2006


Este año la Iglesia se alegra al festejar al Patrono de las
Misiones, San Francisco de Javier, en la conmemoración de los quinientos años de
su nacimiento. La labor de este misionero navarro ha traspasado los siglos e
incluso hoy se le recuerda como un hombre que no tuvo ningún reparo en
desprenderse de todo para ir a evangelizar a tierras lejanas de oriente. En la
Jornada del Domund 2006 le hemos puesto como modelo, testigo y maestro de la
misión. Nunca se hubiera imaginado, el santo de la Villa de Javier, el bien que
ha ido haciendo a través de estos quinientos años. Su honda experiencia de amor
a Jesucristo ha producido tales frutos que va más allá de las fronteras terrenas
y de las fronteras culturales. Sólo quien está enamorado de Cristo y apuesta por
él llega a dejar un aroma que siempre permanecerá a través de los siglos. Pero
ante todo el santo se hace un testigo fiable para todos los que tengan una
mínima relación con él.


La labor misionera de San Francisco fue muy sencilla. No tenía
los recursos que hoy tenemos como son las nuevas tecnologías, la cercanía por
los medios tan veloces que hoy se dan, los sistemas informáticos..., pero la
humanidad tiene tanta necesidad, como hace quinientos años, de referentes
seguros y firmes para que puedan ser ayuda y motivo de mayor felicidad y paz. El
ser humano siempre ha ansiado ser más entero y más completo, es decir, más
identificado consigo mismo. El patrono de las Misiones sólo vivía con una
inquietud: ‘que todos conocieran y amaran a Jesucristo y a su santa Iglesia’. Y
esto es lo único que puede llevar al hombre a encontrarse consigo mismo y a
festejar la vocación a la que está llamado. Mientras esto no se consiga, el ser
humano camina a tientas.


Ser testigo de Cristo realiza a la persona y la hace más
asequible a las ansias que están anidadas en lo íntimo del alma. Llegar al fondo
del ser no es fácil sino se tiene la clave esencial que lo abre y sólo lo puede
realizar un espíritu de amor. Jesucristo nos ha manifestado que este amor –que
procede de Dios- es el único que realiza al ser humano. La crisis fundamental de
nuestro tiempo consiste en la obsesiva preocupación por ‘venerar la
superficialidad’. Parece como si de una “nueva religión” se tratara. Cuando se
margina de la propia vida a Dios, todo está permitido. El culto al cuerpo, la
adorable ocupación de ‘dar buena imagen’, la magia ilusionada de la fiesta del
viernes y sábado noche, el insaciable deseo de convertir el sexo en una mística
del vacío... han hecho que muchos –tal vez inconscientemente- hayan olvidado que
la trascendencia es la catapulta de la auténtica libertad. Una inmanencia sin el
sentido trascendente se convierte en una sepultura llena de vacío. Una vida sin
amor es una vida que no es vida.


El amor verdadero que anida en el corazón del hombre le hace
ser garante de una mayor dignidad. El Papa Benedicto XVI nos ha regalado una
encíclica maravillosa (‘Dios es Caridad’) y nos ayuda a profundizar en el
sentido hondo del amor que tiene su fuente en Dios. La misión fundamental es ser
testigos de este amor. De ahí que San Francisco de Javier se caracterizó por ser
un testigo y maestro de la misión. No hay misión auténtica si no está respaldada
por el testimonio del amor. Los misioneros serán auténticos si están, en medio
de la humanidad, sólo y exclusivamente para manifestar que Dios sigue amando al
género humano.Última actualización el 2 de septiembre de 2006 



Carta: “REFLEXIONES MORALES
EN TIEMPOS DE DECADENCIA DE VALORES”


UNO ES POR LO QUE ES Y NO POR LO QUE CONSUME


Es un fraude y una corrupción moral a la que se ha llegado tal,
en cierta forma de pensar, que bajo la capa de que hoy vivimos ‘tiempos
modernos’ o ‘tiempos de mayor libertad’ el ser humano se encuentra desorientado.
Me preocupa que en el campo de los comportamientos se esté favoreciendo el ‘yo
hago lo que me da la gana’. Son muchos los líderes sociales, de la cultura o del
arte que hablan con este desparpajo como si nada ocurriera. Si en la vida no
sabemos poner la brida al animalito que llevamos dentro, al final se desbocará,
perderá el sentido y caerá por derroteros insospechados. Hemos de desenmascarar
el fariseísmo que tanto aplaude la masa y la sociedad voraz de poseer. El sexo
se ha convertido en un consumo más y para ejercerlo de forma tan irresponsable
se ponen medios mecánicos o medicamentos para no caer en riesgos innecesarios.
Para más incoherencia a éste se le llama ‘sexo seguro’.


Acabo de dar un repaso por los periódicos y en uno de ellos se
dice que ‘tres de cada diez escolares practican sexo y la mitad reconoce haberse
emborrachado’. Me ha causado un gran dolor y me siento en el deber de decir que
se está llegando a tal irresponsabilidad, en la formación humana, que si no se
pone remedio llegaremos a una sociedad caduca y decrépita en pocos años; es más
se llegará a vivir en un ambiente tan competitivo que el ser humano no se
reconocerá por lo que es sino por lo que consume. Y se ha de comenzar desde los
mismo medios de comunicación a dar mayores valores; desde la familia donde se
construye la persona; desde la enseñanza donde lo intelectual, lo humano y lo
religioso ha de armonizarse.


Una sociedad que pierde el sentido del pecado es una sociedad
sin moral (amoral) y va por caminos de la devaluación y depreciación de sí
misma. Me causa pavor pensar los frutos tan amargos que vendrán de esta
sementera amoral. Lo grave no es si uno cae en la trampa del egoísmo y del
pecado puesto que todos somos limitados y débiles, lo que me asusta es que tanto
a uno como a otro se les intente desterrar como si no existieran. El mayor
pecado que existe es el haber perdido el sentido del mismo. Nuestra fragilidad y
debilidad cae en las garras del pecado pero cuando lo reconoce y se arrepiente
se sigue realizando la persona humana y cristianamente. Las leyes de Dios
favorecen a la dignidad de la persona; en la vida se ha de tener un plan
director y un itinerario que marque de dónde se parte, por dónde se va y a dónde
se llega. 


No quiero ser derrotista pero sí realista, no pesimista pero sí
esperanzador, no justiciero pero sí servidor del discernimiento humano, porque a
la hora de la verdad lo único que permanece es lo auténtico. El engaño
recubierto de aparente verdad, hace mucho daño. En estos momentos fuertes se ha
de buscar con mayor tenacidad la verdad, al justo y sano comportamiento y a la
formación integral de la persona

Carta: “EL OLVIDO DE LO SAGRADO IV ( En el quinto centenario del nacimiento de San Francisco de Javier )" 

Cuando en una sociedad se busca lo material como único resorte vital, lo sagrado y religioso no tiene sentido. Más me encuentro en ámbitos de distinto signo social, más descubro la falta de horizonte que está provocando un modo de pensar y de vivir. La vida sin un horizonte se convierte, al final, en un existir sin sentido. El nihilismo (negación de toda creencia) del que habla el Papa Benedicto XVI se ha extendido tanto que se ha convertido casi en una seudo-religión. Y esto provoca un nuevo fundamentalismo que es el de amordazar las conciencias y ridiculizar las creencias. No hace mucho me contaban que un joven, participando en la fiesta de un pueblo, a un cierto momento -dejando al grupo de amigos- les dijo que debía participar en la Misa dominical, la burla escarnio al que tuvo que someterse fue tan atroz que le parecía volver a las persecuciones de los primeros tiempos del cristianismo.

Lo que de verdad me preocupa no es tanto si a uno le cuesta creer o tiene dificultades a la hora de afrontar la fe, lo que me preocupa es la ferocidad con la que se quiere desechar de la sociedad todo lo que signifique ‘religioso’, ‘sagrado’, ‘cristianismo’. Son las persecuciones que siempre han existido como también le sucedió a San Francisco de Javier. Tuvo que padecer expulsiones, maltratos morales, críticas ácidas y desprecios múltiples. Pero él confiaba siempre en Dios y tenía como centro la experiencia y vida de los Sacramentos. Proponía a Cristo pero no lo imponía y manifestaba el camino a recorrer pero no obligaba. Una auténtica cultura no puede valorarse si no hay unas raíces que trascienden la mirada externa.

San Francisco de Javier hablaba con sentido profundo de lo sagrado que hay en la experiencia humana y no ponía límites para ahondar lo más posible en ello. Tal vez un defecto de cierto modo de anunciar el evangelio hoy se base en hablar con circunloquios oscuros y poco claros por el peligro de molestar al interlocutor. El diálogo no es auténtico si no se expresa claramente el mensaje en el que uno cree. Se debe hacer con convicción y con seguridad puesto que la fe es una luz que ilumina a todo el género humano. Me admira la valentía de San Francisco de Javier donde su único interés era el de manifestar que Cristo es el único Salvador y por él se ha de pasar para pertenecer al Reino de Dios. Un auténtico misionero manifiesta -por todos sus poros- que el único fin que tiene es el de llevar a todos, sobre sus espaldas, al encuentro definitivo con Dios es decir a la Salvación eterna.

Restituir lo sagrado a la sociedad es una de las labores fundamentales de la nueva Evangelización, de lo contrario aumentarán los ‘adivinos’, los ‘echadores de cartas’, los ‘horóscopos’ y las sectas. Es más se irá perdiendo lo genuino del cristianismo si no basamos la experiencia de fe en un encuentro profundo con Jesucristo que sacraliza y santifica la propia vocación en el recorrido de la vida.Última actualización el 25 de mayo de 2006 



Carta: “LA SANTIDAD ES
PATRIMONIO DE TODOS (II)”




Archivo en PDF 1 de julio 2006


Nadie puede pensar de ser excluido un día de llegar a ser santo
pues la fe nos muestra que Jesucristo ‘ha entregado su Vida por todos’. Si esto
es cierto, también es cierto que el empeño y trabajo debe estar presente en
todos y cada uno. El que siembra recogerá pero el que no siembre será infértil.
Bien lo entendió San Francisco de Javier al poner todas sus energías para
conducir la humanidad a Cristo. El patrono de las misiones se ganó a todos los
del Continente Asiático no sólo por su entrega generosa sino porque amaba a
todos sin límites y sin acepción de personas. Este es uno de los secretos más
profundos de todo misionero: ‘Nadie que pasa a su lado es indiferente porque
todo ser humano es candidato a la santidad’.


La santidad es patrimonio de todo ser humano puesto que
Jesucristo ha dado lo mejor de sí para todos, sin marginar a nadie y sin excluir
a ninguno. Sólo se excluye el que no acepta el misterio amoroso de Cristo y
rechaza a sabiendas lo que se le ofrece. Quien se aparta del amor de Dios está
experimentando su ausencia y esto es el mayor de los tormentos. De ahí que al
cielo se le defina como la presencia total e infinita del amor de Dios y al
infierno la ausencia y vacío total del amor. Y aquí ya en la tierra se puede
experimentar pues quien se aparta del amor no es feliz. La felicidad es fruto
del auténtico amor.


Todos tenemos sembrado, en nuestra vida, este amor. Por eso
quien más ama es el que más cree en Dios. La religión cristiana es una
experiencia de amor y la perfección en el amor es la santidad. La caridad que se
va desarrollando durante la jornada y durante el tiempo ya nos hace pregustar lo
que un día será definitivo y completo: el amor de Dios.


Esta era la pasión fundamental en San Francisco de Javier.
Cuando en París –después de haber hecho grandes proyectos- se topa con la frase
del Evangelio: “¿De qué te sirve que ganes el mundo entero, si pierdes tu
alma?”, le revoluciona en su interior y se lanza a tener más ‘altura de miras’ y
pide dedicar su vida a la labor evangelizadora que no tiene otro fin sino la de
mentalizar a todos que la santidad es la única meta que vale la pena por la que
entregarse a fondo. Ante la superficialidad que tantas veces apresa a la
sociedad nos ha de venir el deseo y la pasión de mirar a los demás y, al estilo
del Patrono de las Misiones, poner todo empeño en llevar este espíritu más alto
y sobrenatural para que todos seamos conscientes de lo limitado y frágil de la
vida y la grandeza del amor que no pasa nunca y es eterno.


Durante este tiempo se aumentan las fiestas patronales y una de
las razones por las que surgieron dichas fiestas fue la de mentalizar al pueblo
cristiano que es necesario, en el camino de fe, tener puntos de referencia y
estos son los santos que han desarrollado una labor fundamental en la sociedad y
la han dado un sentido nuevo de tal forma que han colaborado a regenerarla. La
sociedad está necesitada de hombres y mujeres que se planteen seriamente ser
santos. Muchos no lo hubieran conseguido si se hubieran quedado en la
mediocridad, esta es la termita que destruye lo más íntimo de la dignidad
humana. Si deseamos una sociedad más válida y auténtica no la busquemos fuera de
este camino que Cristo ha trazado muy bien: ser perfectos en la caridad. Última actualización el 25 de mayo de 2006 



Carta: “QUIEN NO CONFÍA EN
DIOS, ESTÁ CADUCADO
( I ) en el año del quinto centenario de Francisco Javier





Archivo en PDF 25 de mayo 2006


Si tuviéramos que definir a San Francisco de Javier por una
virtud fundamental y que hizo cambiar su vida creo que la más importante fue la
‘confianza en Dios’. Los sufrimientos, las contrariedades, las largas y
dificultosas caminatas, las nuevas culturas e incluso lenguas diferentes e
incomprensibles para un navarro de viejo abolengo... no hicieron a Francisco de
Javier desistir en la empresa que se le había encomendado y todo lo hizo porque
creía en Dios providente y amoroso. Mal podría haber confiado en sus trabajos
por el simple hecho de la búsqueda para realizar un deseo personal o una
aventura más o menos considerada y aplaudida. Los que se deciden por Dios llegan
a metas que nadie podría conseguir. He podido ver, con mis propios ojos, la
labor tan importante que realizan los misioneros que nadie haría por el puro
dinero o la propia gloria; o se hace por Dios o no se hace. Esta es la realidad
más esencial en el misionero, como lo fue para Francisco de Javier.


Un creyente, un cristiano que no confía en Dios y no se pone en
sus manos, es un creyente que ha caducado, su esencia cristiana se ha
desvanecido. Creo, por ello, que los cristianos europeos nos debemos marcar un
ritmo más esperanzado. Quien pone la mirada sólo y exclusivamente en lo
material, a la larga se está forjando una vida llena de hastío. El gran
problema, que incluso describe la misma sicología, y que hace llegar a la
decepción y a la depresión es el ‘hastío de la vida’. Cuando se pierden las
ilusiones y los motivos que mueven la vida, no hay otra puerta sino la de la
desesperación. Sin embargo quien confía en Dios sabe que las realidades
limitadas de la propia vida no son causa de hastío sino trampolín para mirar
‘mucho más alto’ y tener esperanza.


La experiencia de San Francisco de Javier, una experiencia
excepcional, nos ha de hacer mirar con valentía la trayectoria de nuestra vida.
Ciertamente que el santo navarro no lo fue por su austera y adusta formación,
que algo contribuyó, sino por su firme disposición de seguir a Cristo
desprendiéndose de ‘sí mismo’. Los halagos de la vida los tuvo como cualquier
otro, las vanaglorias de los títulos universitarios estaban en constante
persecución y le tentaban ferozmente. Pero un día descubre el amor de Dios y se
lanza junto con San Ignacio y otros a llevar la ‘Buena Nueva’ a todos los que
estaban sedientos de amor y de fe en Cristo.


Me he topado con personas que han sustentado su vida en el
poseer y en el poder y después de una larga conversación me han confesado que se
habían equivocado. Tal vez este fue el momento para emprender un nuevo camino.
No hay más razón que la misma realidad humana que nos invita a buscar la nobleza
del corazón. Un corazón ‘corrupto’ por los ídolos del tener y del dominio, es un
corazón insatisfecho. Un corazón abierto al amor y a la entrega por Dios y por
los demás, es un corazón lleno de alegría y satisfacción. De ahí que quien se
fía y confía en Dios está lozano interiormente, quien se fía de ‘sí mismo’ está
ya caducado. Última actualización el 1 de marzo de 2006



Carta: “ASAMBLEA DE OBRAS
MISIONALES PONTIFICIAS”




Archivo
en
PDF18 de mayo 2006


La Asamblea de Obras Misionales Pontificias, celebrada en Roma,
ha sido un momento para discernir la labor que se está realizando a escala
mundial con respecto a la conciencia y ejecución misionera en el ámbito
eclesial. Los cristianos hemos de mirar con esperanza las realidades que se dan
en la sociedad sabiendo que los destinos del mundo van marcados por las promesas
de Jesucristo cuando decía a los suyos que no temieran y anunciaran su Reino de
Justicia, Paz y Amor. El Cardenal Crescencio Sepe ha abierto el Congreso
indicando las claves fundamentales de la misión que se resumen en tres: -creer en la fuerza del envío por parte de
Jesucristo el ùnico Salvador, -vivir la comunión en la Iglesia ‘siendo
samaritanos’ y -que sea el amor cristiano quien esencialice toda la labor
misionera
.

Todos los años los Directores Nacionales de Obras
Misionales Pontificias, en el tiempo de primavera, nos reunimos en La Ciudad
Eterna para profundizar en temas y asuntos misioneros y posteriormente
distribuir todo el fondo económico que se ha recogido a nivel mundial en las
colectas respectivas que se han desarrollado en el mundo entero durante un año.
Se muestra la misma experiencia que se realizaba en las primitivas comunidades
cristianas cuando todo lo ponían en común y después, según las necesidades de
cada uno, todos participaban del don de la fraternidad solidaria. Del 4 al 12 de
mayo hemos asistido los Directores Nacionales de todo el mundo y el clima que se
recrea es de una calidad excepcional y de una generosa caridad entre
todos.

La colaboración económica de España ha sido muy generosa en el
ejercicio 2004-2005 y todo se ha debido a las grandes sumas de herencias que se
han recibido como a la conciencia solidaria de los españoles con sus misioneros.
No olvidemos que tenemos más de 20.000 misioneros que están esparcidos por
varias partes de lo cinco Continentes y de modo especial en América, en África y
en Asia. Cada día se está notando una mayor conciencia misionera y los jóvenes
se sienten atraidos en este campo de la entrega, por amor a Jesucristo, en el
ámbito de la misión. Es la ‘hora de la misión’ y, por los tantos, no se ha de
temer presentar a todos que nuestra vida tiene sentido si vivimos al estilo que
Cristo nos ha mandado ‘amándonos los unos a los otros’. La sociedad necesita
mensajeros del ‘evangelio del amor’ como nos ha indicado el Papa Benedico XVI en
su primera Encíclica.

El Papa Benedico XVI nos ha exhortado y animado, en
la visita que le hicimos el día 8 de mayo en el Vaticano, a ser portadores del
tesoro del Evangelio a todo ser humano y a ser expresión viva del amor de
Jesucristo a todos y sólo con la única pretensión de llevar el calor del amor de
Dios a todos los hombres y mujeres de nuestro tempo puesto que “toda
actividad misionera tiene como referencia a Dios que es Amor y es en el corazòn
traspasado de Cristo, en el que tal amor se expresa en el màs alto
grado”
. No hay duda que la sociedad contemporánea necesita una
revolución especial donde la voz de Cristo, con su Amor, que Salva, sea lo que
favorezca al desarrollo integral de la persona humana. La salvación en Cristo
sólo tiene un nombre: la libertad. Y ella llevará a ser portadores a todo el
gènero humano de la gracia y de la felicidad que nace de Dios y a Dios retorna.Última actualización el 3 de abril de 2006



Carta: “TODA
VOCACIÓN NACE DE LA PASCUA”

Archivo en PDF 03 de abril 2006

Cuando realizaba mis estudios en el Seminario de
Burgos, por los años sesenta, y como principiante seminarista siempre me
admiraban los misioneros que surcando los mares anunciaban la Buena Nueva de
Jesucristo. Recuerdo a aquellos que nos hablaban en el Salón de Actos y nunca
olvidaré a uno de ellos que le habían amputado uno de sus miembros, la lengua,
simplemente por el hecho de anunciar la Palabra de Dios y guardar el ‘secreto de
confesión’. Su sonrisa y fortaleza espiritual era tal que yo me sentía impulsado
a vivir también como él en las pequeñas cosas de cada día. Aquella sonrisa no
era ficticia sino que nacía –al menos a mí así me parecía- de una experiencia de
verdadero amor a Dios por los demás. Ya no recuerdo el contenido de sus
discursos pero siempre quedaba en mí interior un deseo de vivir, al estilo de
ellos, el seguimiento a Cristo.


El lema que hemos escogido para la Jornada de las ‘Vocaciones
Nativas’ tiene un contenido fundamental en toda vocación cristiana y de modo
especial en la de los consagrados: ‘Toda vocación nace de la Pascua’. Esto es lo
más auténtico y genuino puesto que toda vocación es un reflejo vivo de la
Resurrección de Cristo. Así se muestra en la experiencia espiritual y parece
como si de una luz nueva se viera envuelta la vida. El gozo, la paz y el amor se
hacen tan presentes que se llega a vivir en una realidad novedosa. La vocación
sigue las huellas del mejor Maestro que es Jesucristo. No hay dificultades que
no se puedan superar, no hay obstáculos que no se puedan sortear; parece como si
uno tuviera una vida nueva. Es la experiencia más íntima de amistad que se pueda
soñar. No es una ilusión pasajera ni un fantasma emocional, es una presencia
viva de un amor que no pasa nunca y que cada día más fascina, es la presencia de
Dios que colma todos los deseos.


San Francisco Javier, del que durante este año celebramos el
quinto centenario de su nacimiento, cuando uno lee sus escritos rebosan esta
profunda experiencia. Este gran navarro un día descubre a Cristo y se lanza a
llevarlo por todas partes. No encuentra barreras ni dificultades solo le mueve
el amor profundo que ha nacido en su vida y del que nunca quiere despegarse. Los
misioneros tienen una cualidad especial, que el mismo carisma les impregna, y es
la de entregarse de por vida a la labor evangelizadora pues su único bien y amor
es Jesucristo. No se bloquean ante el sufrimiento, ante el dolor y la desilusión
sino que miran a Cristo que ha vencido todo con su Resurrección. De ahí que toda
vocación ha nacido de la Pascua.


Cuando me preguntan qué es lo que mueve a los misioneros y a
las personas consagradas para darse a los demás con tanta alegría siempre
respondo lo mismo: “Tenemos un buen Amo a quien seguir y nunca nos defrauda”.
Cristo ha sellado con su Resurrección a todos los que quieren seguirle sin
condiciones y sin pretensiones honoríficas. Su amor es tan grande que desborda
de gozo quien se adhiere a él. No he visto nunca a un enamorado entristecido;
pues lo mismo sucede en los consagrados que saben que la fuente de su entrega es
con el Amor hermoso.


En esta Jornada de Vocaciones Nativas y de Oración por las
Vocaciones que celebramos, todos los años, para ayudar y afianzar con nuestra
plegaria y nuestra colaboración material a fin de que muchos jóvenes -en los
cinco Continentes- se planteen con libertad y alegría el seguimiento a Cristo en
una específica consagración, pido a todas las comunidades cristianas que tengan
un recuerdo especial por ellos y de modo especial por los que están viviendo en
lugares de misión y de nueva evangelización. Los jóvenes son generosos cuando
encuentran razones justas para su vida y para entregarse a favor de otros.
¡Ojalá que al encontrarse con Jesucristo Resucitado, que ha prometido permanecer
siempre entre nosotros, encuentren la auténtica libertad que hará posible que
otros la descubran!.Última actualización el 1 de marzo de 2006 



Carta: “EL BIEN DE LA
UNIDAD”

Archivo en PDF 01 de Marzo 2006

La unidad es un bien moral, social, económico, familiar
y religioso. La unidad no es uniformidad sino colaboración, enriquecimiento de
dones e intercambio de los mismos. Cada uno, con sus virtudes y valores,
colabora al bien común que es la unidad. En el refranero se nos recuerda que ‘la
unión hace la fuerza’. El mismo sentimiento humano nos lleva a la unidad. Nada
de lo que nos ocurre es indiferente y lo que da densidad a la relación humana es
la búsqueda de hacer que prevalezca más lo que nos une que lo que nos divide. Y
en ese buscar juntos el bien de la unidad nos lleva a ser creíbles porque por
los ‘frutos los conoceréis’. La unidad nace de corazones nobles y sinceros
puesto que si hay intereses o corruptelas interesadas, como una termita, corroen
la verdadera fuerza de la comunión y unidad humana.


Cuando contemplamos a la humanidad constatamos inmediatamente
que tanto los gozos como las alegrías parten de la unión que existe entre los
miembros de un pueblo o de una nación. Por el contrario cuando la violencia y la
conculcación de los derechos humanos vienen extirpados y pisoteados por la
malicia y los poderes del ser humano, estamos ya ante una sociedad fragmentada y
dividida. Jesucristo, que enseñaba con autoridad, manifiesta que la esencia
fundamental de la comunidad cristiana ha de estar basada en la unidad, para que
siendo todos una misma cosa, este ejemplo haga posible que los demás se adhieran
a la fe y crean. No son los hermosos discursos, por muy bien trabados que estén
los que llevarán a la consecución de este fin, sino el testimonio de un enlace
fraterno que haga posible ‘ver y palpar’ que la unidad es afectiva y
efectiva.


La sociedad tiene hambre de fraternidad y unidad. Los
mecanismos sociales e instituciones han de procurar buscar más lo que une que lo
que divide y esta es la forma leal y justa de servir al pueblo que les ha
confiado tal servicio. Cuando los intereses personales o ideológicos priman y
excluyen se está haciendo un gran mal a la sociedad. Con tales criterios la
misma sociedad se fragmenta y va hacia la deriva. La unidad no quiere decir
uniformidad pero sí confluencia de voluntades para conseguir un bien común y
general. Todas las fuerzas bien armonizadas y conjuntadas harán posible que se
consigan los objetivos que más preocupan a todos: la justicia, la paz, el
respeto y la solidaridad.


Se comprende que esto es muy difícil pero no imposible. La
imposibilidad indicaría que existe incapacidad, por el contrario, se tiene la
suficiente capacidad para trabajar y conseguir la unidad siendo conscientes que
los intereses y las cerrazones de mente y corazón lo bloquean. Todo es cuestión
de conversión del corazón y de un diálogo que lleve a conseguir objetivos
comunes, certeros y verdaderos. Ante el mal se ha de ser implacables
–‘tolerancia cero’- pero ante el bien común ‘todos a una’. Última actualización el 01 de febrero 2006



Carta: “LA PRESENCIA DE DIOS
ES INDELEBLE”




Archivo en PDF 01 de Febrero 2006



A Dios nadie lo puede borrar por mucho que se intente
hacer en los diccionarios, constituciones, escritos y proclamas ideológicas.
Dios es indeleble o imborrable. Cada uno de los seres humanos es ‘imagen de
Dios’. Y Dios reside en lo más íntimo del corazón del género humano, su nombre
está escrito en el ADN de la naturaleza humana. Si él no existiera los primeros
perjudicados seríamos nosotros pues no existiríamos. En él somos, nos movemos y
existimos. Una obra sin autor es una quimera y un engaño.

A Dios se le
puede ocultar con pretensiones
ideológicas y hasta desplazar consciente o inconscientemente pero nunca se le
puede negar porque sus huellas están señaladas en la misma naturaleza y en las
expresiones más nobles del corazón humano. Marginar a Dios no quiere decir que
Dios no exista, ocurriría lo mismo con quien quisiera ocultar el sol, esto no
indicaría que lo negara. Las nubes no niegan al sol aunque tengan capacidad de
ocultarlo. Hay teorías que intentan negar a Dios ocultándolo, es una
incoherencia existencial por sí misma. Puede haber dificultades y oscuridades
para afirmar la existencia de Dios pero los argumentos son más fuertes los de la
afirmación que los de la negación puesto que la luz de la fe es más brillante
que el velo que oculta el misterio.

A Dios nadie lo puede destruir porque su amor es más
fuerte que el odio y la guerra. Su amor es tan grande que ha vencido a la muerte
y ha vencido al pecado del género humano dándole la gracia y la vida. Dios no es
fungible como si de un material precioso se tratara. Por mucho que la mente
humana trabaje y se esfuerce Dios no es una criatura de la razón puesto que él
mismo es la Razón de ser de todo lo creado. ¿Qué sería de la razón humana sin la
Razón? La ‘sin-razón’. Si el hombre se hace propiedad de si mismo aboca hacia el
precipicio del nihilismo, se baña en la nada y en la misma se ‘sostiene si
sostenerse’.

A Dios nadie lo puede
contradecir
porque sus leyes son inmutables. Por mucho que haya avanzado
la ciencia y se haya desarrollado la técnica no puede afirmarse que el ser
humano ya ha adquirido una independencia tal que no necesita a Dios. Aún en el
supuesto que no necesite a Dios las reglas y leyes que están inscritas en la
misma naturaleza no pueden ser cambiadas porque son inmutables y si se quieren
cambiar, ellas mismas se vuelven contra quien las manipula. El dicho clásico de
que ‘Dios perdona siempre, el hombre a veces y la naturaleza nunca’ es muy
gráfico para comprender dicho argumento. Esto explica que a Dios no se le puede
contradecir puesto que los planes de Dios no son los nuestros en muchas
circunstancias.

Y ¿qué se deduce de todo lo expuesto? Lo más sensato es
saber en qué terreno nos movemos. Cuando Jesucristo nos invita a construir la
casa sobre roca, está afirmando una realidad existencial importantísima. Las
tierras movedizas y de arena no son aptas para construir puesto que la casa
duraría muy poco, sin embargo si está construida sobre base firme nadie la podrá
derrocar. El refrán latino ‘intellegenti pauca’ ( a los inteligentes, pocas
palabras bastan) creo que nos hace comprender la gran aventura de la vida que
tiene una base muy fundamental y segura: Dios. Última actualización el 3 de enero de 2006



Carta: “LAS RAZONES DE LA
FE”




Archivo en
PDF  03 de Enero 2006


Cuando la razón se nubla la fe se difumina y cuando la fe
brilla la razón se ilumina. No son disquisiciones más o menos fantásticas para
demostrar un ‘no sé qué’ de la vida. ¡Es la experiencia que nadie puede ni
diluir ni destruir!. En mis años de juventud recuerdo, con mucho cariño y
añoranza, las clases magistrales de los profesores que tuve en Roma y hubo uno
que me dijo: ‘Si la fe no se hace vida en ti, el estudio se convertirá en una
carga pesada; es más se puede convertir en un trampolín para deshacer la fe’. La
razón no puede convivir sin la fe y la fe no puede encarnarse sin la razón. De
la fe hay que dar razón y de la razón se hace cauce la fe. La fe es un encuentro
personal con la Sabiduría y la razón se sustenta de la misma. Sólo Dios, que se
ha encarnado en Jesucristo, puede hacer posible esta realidad. La fe es el
esplendor de la razón.


No hemos de temer la verdad pues se impone por sí misma; la
mentira es un fantasma que desaparece con la misma velocidad que aparece. Me
causa dolor y pena que ciertas ideologías -envueltas en globos de colores-
afirmen que lo ‘políticamente correcto’ ha de imperar sobre lo racional aunque
se llegue a suspender y marginar la esencia fundamental que hay en el género
humano: la espiritualidad y religiosidad. La auténtica religión no devalúa la
dignidad humana sino que la pone en el verdadero lugar, no destruye lo que pueda
realizar el hombre sino lo discierne y lo valora, no pretende mayor bien sino
aquél que hace posible la propia realización personal y social. Lo
‘políticamente correcto’ no concuerda, en muchos momentos, con lo
‘cristianamente correcto’ porque asume competencias que a la política no le
corresponden y las distorsiona. El hombre, cualquiera que sea su ideología, no
puede suplantar ni a la naturaleza, ni a la razón y menos a los designios de
Dios.


La naturaleza por sí misma tiene códigos inmutables que nadie
puede cambiar, de ahí que se diga que ‘la naturaleza nunca perdona’. Si se dan
leyes (‘políticamente correctas’) que van contra la naturaleza como es la falta
del respeto a la vida desde sus inicios, el cambio del sentido del matrimonio,
la autoritaria potestad sobre la administración de la vida de aquellos que son
inútiles a la sociedad -sustentado en una mentalidad hedonista y egoísta- ha de
afirmarse que se está cayendo en un imperialismo del fuerte que contradice a lo
‘racionalmente correcto’ y a lo ‘cristianamente correcto’. Cuando se contradice
la razón es a la misma esencia humana que se vilipendia y por tanto va en contra
de la sabiduría, de lo racional y de la fe que está siempre en sintonía con lo
natural y con la razón.


Tanto la razón como la fe ayudan a regenerar al ser humano y no
se han de perder ninguna de ellas en ese diálogo que hace posible la
regeneración en la humanidad. Si la fe da razón de sí misma, la razón se ilumina
desde la fe. ¡Qué grande es creer y qué grande es razonar constatando que
nuestra vida sólo tiene sentido desde Dios!.

actualización el 27 Febrero, 2006   Carta: “LA ALEGRÍA Y BELLEZA
DE LA NAVIDAD”

Archivo en PDF 02 de Diciembre 2005


Me siento feliz cuando recuerdo la Navidad. Me alivia
interiormente saber que Dios nos ha amado tanto que se ha hecho ‘viajero de
camino’ con todos los que peregrinamos por este mundo. También me fascina
conocer al Niño que nació en Belén y mirarle a los ojos. Su ternura es especial
y hace que mi corazón exulte de alegría y se emocione. Nunca he encontrado una
mirada tan penetrante como la de Jesucristo y de modo especial en aquel que
nació en un cueva pobre y fría donde sus únicos acompañantes eran María, José,
los pastores y los animales. Y saber que en la figura de este niño se mostraba
toda la divinidad. ¡Es el Hijo de Dios encarnado que, sin hacer alarde de ello,
se presenta como cualquier niño!.


Este sentimiento profundo me hace más humano y más creyente.
Jamás me ha fallado su amor y su amistad. Lo he visto tan cerca de mí que ya no
lo puedo abandonar. ¡Qué gran suerte tenemos los humanos al ser totalmente
amados por este Niño-Dios!. Las luces de las calles, las serpentinas de los
hogares, los ‘belenes’ en los rincones y en las salones de nuestras casas
manifiestan que no sólo es un recuerdo más o menos de añoranzas sino la memoria
de alguien que nos ha penetrado hasta lo más intimo de nuestra médula
espiritual. Lo que hemos aprendido cuando éramos niños nadie nos lo podrá
robar.


Al calor de la estufa o al calor de los radiadores se reúne la
familia y todos, sin excepción, albergan una amistad muy especial con alguien
que nos atrae como nadie. ¡Es Jesucristo, el Niño-Dios!. En todos crece el deseo
de paz y perdón, de ayuda y solidaridad, de cariño y amor verdadero, de mirada
más limpia y conversión. Parece que el tiempo se ha parado y que cambia de
finalidad; no son los rutinarios días que aburren sino las horas de una ‘nueva
vida’ (la Navidad) que hace saborear el presente. Nos ilusiona y nos da
esperanza aún en medio de las dificultades que la misma vida depara.


Era niño y en mi familia siempre se ponía el ‘belén’. Nunca
olvidaré aquellos días dedicados a prepararlo. Todos estábamos en torno al
nacimiento de un Niño y ¡qué Niño!. Los ríos de plata parecían de verdad. Las
figuras se incorporaban a la familia como si alguien nuevo venía a visitarnos.
Las montañas de papel y cubiertas de musgo mostraban la belleza de una
naturaleza gozosa de albergar, allá en la cueva, al Niño y ¡qué Niño!... Nunca
lo olvidaré y nunca me cansaré de vivir la Navidad. Por ello bien se puede decir
¡qué bella y alegre es la Navidad!.Última actualización el 27 Febrero, 2006 

Carta: “DIOS TODO LO HACE
BIEN”


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31 de Octubre 2005


Tenemos una razón firme y segura de que Dios hace bien todas
las cosas e incluso aquellas que son adversidades y que no entendemos cooperan
al bien si creemos en su amor. Por eso no hemos de temer e incluso cuando parece
que todo se desvía hacia otros derroteros distintos a nuestro modo de sentir,
ver y creer. San Pablo, un gran creyente, decía que ‘todo colabora al bien de
aquellos que creen en el amor de Dios’ pero también añadía que ‘donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia’. La enseñanza de Jesucristo es clara y afirma que
él ha venido para darnos vida y vida en abundancia, no como la piensa la mente
calenturienta del hombre que se opone, muchas veces, al designio amoroso de
Dios.


El mensaje del Evangelio despista a los que creen que todo lo
puede hacer el ser humano, cuando afirma: ‘Sin mí no podéis hacer nada’. Y estas
palabras son no sólo ciertas sino definitivas y de realidad absoluta. Ante Dios
todos estamos vencidos y es porque él quiere lo mejor para nosotros a no ser que
queramos auto-eliminarnos prescindiendo de él. Cuando se oye decir que ‘Dios ya
no tiene sentido’ en esta sociedad soberbiamente complaciente consigo misma por
los grandes logros materiales que se han adquirido, me viene a la memoria el
cuento, que de pequeño leí: ‘El niño de chocolate’.


Un restaurador preparando en su cocina los guisos que iba a
realizar, se le ocurrió hacer a un niño de chocolate. Cuando hubo acabado,
aquella figura comenzó a moverse y a hablar a su ‘padre’ el cocinero. Como si de
un hijo se tratara el restaurador le advirtió que no debía salir nunca de la
casa pues en el bosque había muchas alimañas que se lo comerían si se acercaba a
ellos. Un día, sin el permiso del ‘padre’, por el deseo de ser libre escapó al
monte... ¡qué sorpresa!, se perdió y un zorro por un trecho lo acompañó, lo
engañó y con buen gusto se lo comió. La historia es muy sencilla pero muy
significativa.


Los designios de Dios son muy concretos, si nos salimos de
ellos y cumplimos nuestros gustos y deseos, se vuelven contra nosotros. Cuando
se afirma y por ciertos ‘sabios’ que una democracia no se sustenta si actúa la
voluntad de Dios es de una osadía tan descomunal que va más allá de la
racionalidad y del sentido profundo de la experiencia humana. Ante la dificultad
de la comprensión intelectual sólo puede actuar la humildad de la confianza y de
la fiabilidad de creer en alguien que sabe, puede y ama más que nosotros y este
es Dios que hace todo bien y para nuestro bien, aun en aquello que es
contradictorio, adverso y débil y que él permite.


Hace pocos días murió un sacerdote gran amigo mío y él siempre
recordaba que su vocación se debía a la vocación ‘truncada’ de su padre. A punto
de ingresar en el Seminario prematuramente muere el padre y, por ser el mayor de
los hijos, tuvo que hacerse cargo de la familia. Se casó y tuvo quince hijos ,
de los cuales seis se consagraron a Dios (dos benedictinos, dos agustinos
recoletos, un Paúl y D. Gabino –el sacerdote que ha fallecido hace pocos días-
sacerdote diocesano). Su padre siempre decía: ‘Dios todo lo hace bien, no quiso
que yo fuera sacerdote para que lo fueran seis de mis hijos’. Así escribe Dios y
no tiene otro modo de hacerlo; para entenderlo hace falta poner mucha confianza.Última actualización el 27 Febrero, 2006  Carta: “MISIÓN, PAN PARTIDO
PARA LA VIDA DEL MUNDO”


 


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10 de Octubre 2005


Una vez más nos sentimos misioneros con los ‘misioneros’ en
este tiempo propicio de octubre que celebramos, en la Iglesia universal, la
Jornada mundial por la evangelización de los Pueblos. En España llamamos a esta
Jornada con el nombre de Domund (=Domingo mundial) de las misiones. La misión es
esencial en la vida de la Iglesia puesto que alimenta y fortalece su vida. ‘Hay
mayor alegría en dar que en recibir’, afirmamos en momentos de generosidad y de
profunda reflexión ante las necesidades que encontramos en los demás. La Beata
Madre Teresa de Calcuta contaba que en una ocasión supo que una familia estaba
falta de alimentos y la llevó unos kilos de arroz; cuando vio la miseria con la
que vivían se horrorizó, pero se quedó atónita cuando comprobó que la señora de
la familia repartió en partes aquellos pocos puñados de arroz y separando varios
salió rápidamente a llevárselos a otra familia también necesitada. Cuando volvió
a la choza Madre Teresa la preguntó qué había hecho con aquellos puñados de
arroz y ella respondió: ‘No sólo mis hijos y yo estamos necesitados sino también
otros lo están y al compartir me siento más persona y más feliz’.


En este año 2005 el lema del ‘Domund’ nos recuerda que
Jesucristo se sigue partiendo por nosotros y compartiendo su amor total por toda
la humanidad. La Eucaristía es el signo más real y más presencial del amor de
Dios en medio del mundo. La presencia viva y resucitada de Cristo habita entre
nosotros y es la demostración de su compasión por el ser humano. La humanidad
sin Cristo sería un fracaso, con Cristo es una victoria sobre el odio, el
pecado, la falta de solidaridad y de fraternidad. El drama que fundamentalmente
sufren las personas y la sociedad es el de la falta de amor. La salud, honda del
alma, sana todas las enfermedades de la angustia, del ‘sin sentido’ de la vida y
de la amargura existencial; en esta hondura sólo puede hacerse presente Dios,
porque en lo más íntimo del ser humano él habita.


Pero faceta importante en la misión es impulsar el sentido de
la conversión del corazón y alentar a todos para que el sentido de la santidad
sea el objetivo fundamental de la experiencia humana. No podemos dejar que ‘pase
de largo’ Cristo en nuestra vida. Cuando él hace morada en nosotros, con su
gracia y amor, se cambia la sociedad. Dios no cambia las cosas, cambia el
corazón humano y las cosas cambian. Las situaciones más denigrantes y corruptas
que suceden en la sociedad no las podemos culpabilizar a Dios, es el ser humano
que las propicia por la ‘dureza de su corazón’. Con la ‘bondad del corazón’
cambian.


La Eucaristía es la cita más concreta y profunda que podemos
hacer con Dios y él nos enseña que solo el amor cambia la vida y la hace feliz y
dichosa. Ante la Eucaristía no nos hemos de quedar ‘ensimismados’ sino
traspasados para que como signos de unidad y vínculo de caridad nos lleve a los
demás para hacer presente a Cristo toda la realidad humana. La Eucaristía es la
máxima expresión de la misión puesto que ella tiene como fin la entrega de
Jesucristo para la salvación del género humano.


Creo que el Domund de este año nos va ayudar a comprender mucho
más el sentido de la auténtica misión y ciertamente que arrastrará a muchos para
que desde el ámbito donde nos encontremos hagamos posible que toda la vida sea
misión. Ese es el deseo del Papa Benedicto XVI y ese fue el deseo de Juan Pablo
II. Unidos a nuestros Pastores hagamos viva la misión y el deseo de Cristo para
que todos conozcan el amor de Dios y que todo el género humano se restaure y
brille en él la filiación divina sintiéndonos hermanos y que nadie esté falto de
la escasez espiritual y material. Última actualización el 27 Febrero, 2006 




Carta: LAS HIJAS DE LA
CARIDAD, ALIVIO Y ESPERANZA PARA LA SOCIEDAD




 


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27 de Septiembre 2005


Es un gran motivo para alegrarnos haber recibido la noticia de
que las Hijas de la Caridad hayan sido reconocidas con el Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia. Me siento muy feliz que la sociedad reconozca la gran
labor que hacen, sin ruido y silenciosamente, las más de 24.500 hermanas
extendidas por todo el mundo y bien sabemos que su labor está dedicada solamente
a los pobres y a los desheredados para crear la concordia entre todos.
Ciertamente que ellas no van a recibir el premio con la pretensión de saberse
superiores a los demás sino lo han aceptado con la convicción de que son hijas
de Dios y de la Iglesia y por amor a ‘sus amos’ que son los pobres.


Gozando aún del mes de octubre, mes del Domund y de las
misiones, no podemos dejar de agradecer a todos los misioneros su labor esmerada
y generosa a fin de que Jesucristo sea reconocido, amado y servido en todos,
pero de modo especial en los pobres de la tierra. La Iglesia está adornada de
muchos carismas y de muchas instituciones que tienen sólo una finalidad: el amor
a los pobres. Las Hijas de la Caridad son un exponente de esta vida. Ellas
alivian, curan, dan de comer a los hambrientos de pan y de amor. San Vicente de
Paúl junto con Santa Luisa de Marillac fundaron la ‘Sociedad de Vida Apostólica’
de las Hijas de la Caridad para mostrar que la caridad es lo único que puede
cambiar al mundo y a las gentes.


Cuando nos acercamos a una Residencia de Ancianos o a un
Orfanato o a una Leprosería o a un Centro de enfermos del Sida... allí
visualizamos, percibimos y constatamos lo que es la caridad. Su sonrisa está
llena de una paz que sólo se puede sostener en la trascendencia amorosa de Dios
que se hace presente en las manos y en las acciones concretas de estas sencillas
mujeres que se acercan a los desfavorecidos, desvalidos y abandonados. Nos
alientan a todos y su alivio se convierte en verdadero camino de esperanza.
Tengo muchas experiencias de las Hijas de la Caridad que me han ayudado en mi
camino sacerdotal. El sosiego, la acogida, la sencillez y tantas virtudes, con
las que sirven y aman a los pobres, nos conmueven. Pero lo más significativo es
cuando tratas de aplaudir o valorar lo que realizan, inmediatamente responden:
‘esto lo hacemos por amor a Cristo en los pobres y para gloria de la Iglesia’.
Son tan pobres que no se guardan nada para sí y todo lo dan por los pobres que
son sus auténticos ‘dueños’.


Me alegra y nos alegramos todos, sin excepción, del detalle que
han tenido en reconocer a las Hijas de la Caridad para el Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia y espero y deseo que este gesto pueda servir para mover
muchos corazones de jóvenes que quieran hacer algo grande por los demás. Estoy
seguro que muchos se han sentido cuestionados, ahora solo queda decidirse y
plantearse seriamente que la vida bien merece gastarla y dedicarla por amor a
Cristo en los pobres.




Carta: LA FUERZF  DEL AMOR

14 de Septiembre 2005

Cuando la vida va tomando más anchura y más hondura, por el tiempo y por la madurez, se van dejando cosas que antes parecían imprescindibles. La esencia de aquello que se ha vivido se hace más patente y la ‘fuerza del amor’ permanece como lo único eterno. Pensemos por ejemplo cuando un familiar ha fallecido, lo que perdura son sus muestras de amor y cariño, son las enseñanzas que más han calado y han hecho posible seguir manteniendo aquellos sentimientos -que no son muestras de un afecto superficial- sino de un modo de ser que enorgullece y ayuda a dar sentido profundo a la vida. La ‘fuerza del amor’ tiene sus raíces en Dios y basta mirar el rostro de Cristo en la Cruz que en él se muestra la dimensión del mismo.

En este mes de septiembre recordamos con orgullo la ‘Exaltación de la Santa Cruz’. Parece inhumano que podamos exaltar la Cruz y sin embargo es el momento más expresivo y más concreto del amor de Dios a la humanidad. Saber que Dios nos ama es una gran revelación, pero saber hasta dónde nos ama es mucho más. ¡Es la pedagogía de Dios!. Lo que para nosotros es escándalo, para él es entrega; lo que para nosotros es escarnio, para él es muestra de amistad porque nadie tiene mayor amor sino el que entrega su vida por los demás. Así se entiende mucho mejor que el mejor amigo es aquel que está dispuesto a ponerse en el lugar del otro y ofrece lo mejor de sí por los otros.

Recuerdo con verdadero gozo la experiencia del Cardenal Van Thuán en la Cárcel de Natrán (Vietnam). “Era muy difícil para mis guardias comprender cómo se puede perdonar, amar a los enemigos, reconciliarse con ellos: -¿De veras nos ama?. –Sí, os amo sinceramente. -¿A pesar de que le hacemos daño?¿Aun sufriendo por haber estado tantos años en prisión sin haber sido juzgado?. –Pensad en los años en que hemos vivido juntos. ¡Realmente os he amado!. –Cuando quede en libertad, ¿ no mandará a los suyos, a hacernos daño, a nosotros o a nuestras familias?. –No, continuaré amándoos, aunque me quisierais matar. –Pero, ¿por qué?. –Porque Jesús me ha enseñado a amaros. Si no lo hiciera, no sería digno de llamarme cristiano.”

Esta es la ‘fuerza del amor’ que nadie puede vencer ni con miedos, ni con cárceles, ni con armas, ni con ideologías. Es el mayor regalo que hemos recibido los cristianos. Este amor no tiene nada de paternalista y tampoco de fundamentalista. Hay muchos que deseamos vivir así a pesar de las circunstancias adversas que nos puedan rodear. Los mayores santos han sido los más libres y los que han anunciado, con el testimonio, la ‘fuerza del amor’. El amor, en compañía de la verdad, nos hace libres. Por ello hemos de luchar y por él nos hemos de dejar conquistar.A DEL AMOR

+Francisco Pérez González Arzobispo Castrense de España